Y de ese exceso es de lo que iba algo falta 1990. Los guerreros del Bronx. Porque, no nos engañemos, Enzo G. Castellari no es que fuese precisamente un aprovechado de la vida (lo de Tiburón 3 fue cosa de José Frade) como Fulci, D'Amato, Mattei o Fragasso, y no estaba tan interesado en ir a lo fácil. Eso o que no se enteraba de qué iba la movida. Al menos hasta los 80, ya que en los 60 y 70 era conocido, sobre todo, por sus spaghetti-westerns y los poliziottesco, y sería posteriormente cuando estos subgéneros entraron en decadencia que se subiría a los trenes alimenticios de las películas aquí comentadas, Simbad, rey de los mares o cacotas como Light blast para, ya en los 90, acabar en la tele. Y claro, para ser revivido en el nuevo milenio por Tarantino y su Aquel maldito tren blindado.
En 1990. Los guerreros del Bronx tenemos a la hija del magnate de Manhattan Corporation, la empresa de fabricación armamentística más importante del planeta, que huye de su casa y va a parar al Bronx, una zona en la que en ese futuro 1990 está controlada por un montón de bandas que campan a sus anchas. Hasta la zona llegará un mercenario contratado por la Manhattan Corporation para que localice a la chica.
Más nombres: Vic Morrow en su último film antes de fallecer en En los límites de la realidad; un clásico del exploit italiano como George "Luigi Montefiori" Eastman; Stefania Girolami Goodwin, que luego tuvo carrera como directora de segunda unidad en obras cumbres como Super Mario Bros; y Fred Williamson.
Detrás de las cámaras lo más granado de la época en el fantástico italiano: Fabrizio De Angelis produciendo; Castellari en la dirección; Dardano Sacchetti (montones de pelis de Fulci) en el guión; banda sonora de Walter Rizzati (Aquella casa al lado del cementerio de la que aquí suena algún fragmento demasiado parecido) y Sergio Salvati (otro habitual de Fulci) en la fotografía.
Fuga del Bronx (Fuga dal Bronx, 1983). Solo un año después y habiendo rodado entre medias Los nuevos bárbaros, Castellari se sacaba de la chistera una segunda parte que seguía las andanzas de Trash.
Una mega compañía planea reconstruir el Bronx, convertirlo en una ciudad futurística y sacar buenos fajos de billetes. Para ello necesita librarse de los que viven allí, cosa que hace con patrullas que, lanzallamas en mano, se dedican a calcinar al personal. Y entre los que acaban chamuscados se encuentran los padres de Trash (Mark Gregory), que planea vengarse secuestrando al presidente de los malos.
Con un esquema similar a la primera entrega, vamos a tener una primera media hora que transcurre en esas calles derruidas del auténtico Bronx para pasar a sus catacumbas (realmente rodadas en Roma). Por otro lado, Castellari deja bastante de lado el tema de bandas y se centra en una película de acción pura y dura que está más cercana a El equipo A o El justiciero de la noche (Death Wish 3) con mucha cámara lenta y alguna burrada como Mark Gregory cargándose un helicóptero con una pistola. Si tuvimos a Fred Williamson en la anterior para dar el toque internacional, en esta ocasión nos encontramos con la cara plasticosa de Henry Silva. También reconoceremos a Paolo Marco (Aquella casa al lado del cementerio) o Massimo Vanni (habitual en las pelis de Castellari).
Fuga del Bronx (estúpido título, pues realmente nadie quiere irse del lugar) luce más, tiene muchísima más acción, pero no deja el poso de la primera. Le faltan esos personajes extraños y termina dejando una sensación de déjà vu. Aun y así, como película de acción está por encima de la media del exploit italiano.
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