La secuela del film de Verhoevenfue un varapalo para su productora, que pasaba un momento económico crítico y esperaba que el policía robot les ayudara en salir de la situación. Pero los 45 millones recaudados en suelo norteamericanos no eran suficientes, y menos cuando la película había costado más de 35. Tal era la fe de la Orion que, mientras RoboCop 2 ni se había estrenado, pusieron la maquinaria en marcha para producir RoboCop 3.
Y para la ocasión se volvió a recurrir a Frank Miller para el guión y para la dirección se llamó a Fred Dekker, que, pese a su escueta filmografía, había dirigido un par de pequeños clásicos como El terror llama a su puertay Una pandilla alucinante, además de ser el autor del guión de House. Una casa alucinante.
Una vez que vieron lo poco que había funcionado la secuela tuvieron que reescribir el guión para adaptarlo a una producción mucho más modesta (unos 20 millones de dólares) y suprimirle lo más escabroso para conseguir una calificación para todos los públicos. Además de tener que buscar a otro protagonista, ya que Peter Weller no estaba por la labor y estaba enfrascado en El almuerzo desnudo de Cronenberg. El elegido para sustituirle fue Robert Burke, que era más conocido porel culebrón Santa Barbara que otra cosa; además de tener cierto parecido a Weller les fue de maravilla que tuviera su misma percha y pudieron aprovechar las armaduras del anterior film.
Sí siguieron en el cast Nancy Allen, aunque a mitad de película la palma; Robert DoQui como el sargento de la policía y Felton Perry. Como nuevas incorporaciones teníamos a Mako, John Castle haciendo de malo y un par de pequeñas incorporaciones pertenecientes al universo Seinfeld: Lee Arenberg (también conocido por ser el enanito gruñón de Érase una vez) y Daniel von Bargen.
Al final, y pese a las muchas trabas que tuvo la producción (estuvo más de un año acabada pero la Orion rozaba la bancarrota y no podía estrenarla), la cosa les quedó mucho más apañada que Robocop 2. En parte porque es un divertimento que hay que tomarse a cachondeo, con mogollón de ideas estrafalarias como colocarle al protagonista un injerto de fusil en la mano o hacerle que vuele. Por otra parte se vuelven a usar muchos clichés del film original: mucho humor negro (el ejecutivo que se suicida mientras telefonea a su mujer), los anuncios de televisión y algunas imágenes icónicas como una chica a la que quieren violar y la sombra de Robocop aparece de fondo o cuando los rebeldes le reparan y lo vemos todo desde su perspectiva, al igual que su "nacimiento". Y, además, tiene una trama super actual: la OCP, dueña de la ciudad, está arruinada y se dedica al desalojo masivo para edificar. Aunque no todo iban a ser alagos, sus efectos son en general flojetes, sobre todo los cromas cuando Robocop vuela. Y uno de los villanos, el japonés-ninja, mola mucho, pero se nota que es un recurso para no tener que construir un mega robot que les hubiera disparado el presupuesto.
RoboCop 3 acabó llevándose un buen varapalo, a las malas
críticas se le unió un fracaso en la taquilla bastante importante con
apenas 10 millones en caja. Orion vendió los derechos a los canadienses para que hicieran una serie de televisión. En un principio las intenciones eran buenas: contactaron con Peter Weller para que volviese a robotizarse y, evidentemente, dijo que no; y llamarón a los guionistas originales y creadores del personaje, Edward Neumeier y Michael Miner, que acabaron reciclando el guión que les rechazaron para RoboCop 2 para el episodio piloto. Aquí los listillos de Manga sacaron el piloto en vídeo bajo su sello Strong Video con el falso título de RoboCop 4. Policía del futuro.
Ya en 2001 los canadienses volvieron a la carga con otra miniserie de 4 capítulos titulada RoboCop: Prime directives, que, pese a las buena intenciones de los guionistas de volver a la esencia del primer film, el poco presupuesto del que disponían le daban a los capítulos en aspecto demasiado pobre para los tiempos que corrían.
Como es bien sabido para el 2014 nos espera un remake de la mano de José Padilha, con Gary Oldman, Samuel L. Jackson, Jackie Earle Haley, Michael Keatony Joel Kinnaman enfundado en la armadura del policía robot.
Y no han faltado los malos comentarios en cuanto han aparecido las
primeras imágenes, pero esto es como todo, mejor nos esperamos a ver la
película y luego ya opinaremos.
Aunque nos pueda sonar a chino, RoboCopno fue el éxito que aparentaba ser. Al menos en cines. En los USA no estuvo ni entre las 15 más taquilleras en ese año 1987, sobrepasada ampliamente por películas (bastante menores) como Tres solteros y un biberón, El secreto de mi éxito, Dirty Dancing oHechizo de luna.Otra cosa fue su carrera en los videoclubs, donde hizo el agosto. Al ser una película con un ajustado presupuesto (13 millones de
dólares) lo cosechado le supo a gloria a la Orion, que no era la Warner Bros
precisamente.
La cuestión es que en RoboCop había filón, así lo atestiguan los cómics que
editó Marvel o la serie de animación también de la Marvel. Cosa bastante
absurda, ya que uno de los puntos fuertes del film era su violencia, y eso en la
serie animada era tabú. Amén de toda la gama de videojuegos aparecidos en
Game Boy, Nes, Spectrum, Commodore 64 y cualquier ordenador de la época. Así
pues, una secuela era cuestión de tiempo, por mucho que el primer film empezaba
y acababa en si mismo y no había una necesidad real de seguir la serie más allá
del tema económico.
Para ello se contó en el guión con Frank Miller. El experto
en revitalizar y oscurecer las franquicias de Batman o Daredevil en formato
impreso, tuvo que lidiar con una nueva reescritura del guión después de que la
productora rechazase las primeras propuestas de Edward Neumeier, guionista del anterior
film.
Con Verhoeven fuera del proyecto (enfrascado con el monstruo de Desafío total)
se tiró de Irvin Kershner que, pese a su condición de veterano, tenía bastantes
lides llevando el mando de producciones grandes y con efectos como Nunca digas
nunca jamás, aunque siempre será recordado por El imperio contraataca.
RoboCop 2 sigue a raja tabla una de esas leyes hollywoodianas en la que toda
secuela que se precie ha de ser mucho más cara y fotocopiar el anterior film
pero siendo más espectacular, con más efectos, más explosiones y más de
todo. Lamentablemente la cosa acabó siendo eso, una fotocopia, pero de las de
blanco y negro y mínima resolución. Se intenta seguir con los detalles
cínicos como los segmentos de los telenotícias o los anuncios de televisión que
tan bien se le dan a Verhoeven (aunque hay que recordar que de este recurso ya
tiraba Miller en El regreso del señor de la noche), pero aquí carecen de garra y
la mala uva que les impregna el director holandés. También se prescindió de
Basil Poledorius en la banda sonora, siendo sustituido por Leonard Rosenman, que tuvo su
mayor cagada en no recuperar el tema de RoboCop, y pariendo una partitura
bastante flojita.
En cambio, sí se contó con la mayoría de los actores del anterior film: Peter
Weller, Nancy Allen con más cara de pan que nunca, Dan O'Herlihy (el amigo alienígena del prota de Starfighter), Robert DoQui como el sargento de policía,o Felton Perry.
Uno de los mayores problemas del film es el quiero y no puedo ser como la
primera. Mucha culpa debió tener que el guión presentado por Miller fuese
reescrito y cambiado de arriba abajo. Pese a que aquí entramos de lleno en el
cyberpunk, la cosa daba cierto tufo a serie B. Lo que es curioso, porque
teniendo muchos más millones que en la primera se ve más pobretona que
aquella. Aun y todos estos problemas a RoboCop todavía le iban a durar las
pilas.
De sobras es conocido por el fandom que Paul Verhoeven tiró a la
basura el guión de RoboCop cuando apenas había ojeado unas pocas
páginas, hasta que su mujer lo ojeó y descubrió que debajo de esa capa
de película de acción/ciencia ficción había muchos elementos de los que,
si se rascaba un poco, podía salir petróleo en forma de crítica de la
sociedad norteamericana.
Además, el hecho que en Holanda no estuviese demasiado bien considerado y
lo difícil que le resultaba conseguir la financiación de sus films, no
ayudaba mucho, así que ni corto ni perezoso se plantó en los USA con la
única oferta en firme que tenía.Aunque primero, mientras RoboCop iba cogiendo forma, dirigió un capítulo
de El autoestopista para ir desfogándose con el modus operandi yanki.
Si es de sobras conocida la primera negativa del director al guión,
no lo es menos los tira y afloja que mantuvo con Rob Bottin, auténtico
creador de la imagen del cyborg. El trabajo de este fue interminable,
creando un personaje que bebía del Juez Dredd, la Maria de Metrópolis o
el Gort de Ultimátum a la Tierra. Después de varios meses la criatura
estaba finalmente creada, no sin antes recibir el visto negativo de
quien acabaría embutiéndose en la armadura, Paul Weller, el cual llegó a
tardar 11 horas en caraterizarse como RoboCop el primer día que tenía
que aparecer en el set de rodaje, con el consiguiente desepero del
director. Esto no hacía más que enturbiar la relación entre el director y
Bottin, lo que generó que este último no pisara el set durante la
filmación, delegando el trabajo en un equipo bajo su supervisión en la
distancia.
Producida por la Orion, una de esas extrañas productoras/distribuidoras que buscaron el equilibrio entre parir films que recibieran los elogios de la crítica (La fuerza de un ser menor, Colors, la etapa ochentera de Woody Allen) y los que amasaban millones en los cines (Terminator, Código de silencio, F/X Efectos mortales).
RoboCop se conserva fresquísima, a día de hoy no parece en absoluto
que tenga 25 años, salvo algunos peinados crespados, pasa perfectamente
por un film actual. Incluso sus efectos, mezcla de animatrónics, látex y
stop motion, cumplen a la perfección. Quizá la animación fotograma a
fotograma es lo que más canta, pero eso le da un toque entrañable. Por
suerte, haber hecho algunos efectos en croma les hubiera salido
demasiado caro. ¡De buena nos libramos!
Además de aprovecharse de pequeños detalles para darle un toque
futurista pero sin pasarse, algo más tangible. Por ejemplo, al igual que
en Perseguido, se aprovechó de algunas localizaciones (Dallas) donde
sus edificios eran bastante angulosos, además de prescindir de los
coches típicos de la época y usar los Ford Taurus, con estética europea.
Para el recuerdo han quedado muchos de sus elementos: el detalle de como gira la
pistola al igual que el protagonista de la serie que veía su hijo o las
muertes, ya sea la crucifixión a balazos de Murphy, el ejecutivo de la
OCP a balazos ante el ED 209, el violador capado y la sombra de RoboCop proyectándose en la pared, el malo que se
deshace en el ácido, el "vivo o muerto vendrás conmigo" o el sonido de RoboCop al caminar.
Todo ello bajo los innegables toques Verhoven, con todo ese humor negrísimo o los constantes anuncios de televisión (el del dinosaurio y el coche obra de la factoría Chiodo). Quedando patente que darle los medios de Hollywood a un europeo puede acabar generando productos más que buenos.
Detrás de este chanante cartel y del no tan chanante título patrio (mucho más fardón el original, Rolling Thunder) nos encontramos un film que promete más de lo que da.
Su título original se refiere a una operación militar norteamericana acaecida durante la guerra del Vietnam en la que se buscaba destruir la industria y las comunicaciones del enemigo (de ahí que el "Corea" de nuestra traducción se la sacó de la manga la distribuidora). Operación que, por otro lado, resultó un desastre para las estadounidenses, no solo económico, si no también por su ineficacia a la hora de conseguir su objetivo. Durante esta operación numerosos soldados acabaron en manos del enemigo en Hanoi, muchos de ellos fueron los famosos desaparecidos en combate. Rollo Chuck Norris y tal. De esta situación tenemos a un militar que regresa a los Estados Unidos después de permanecer preso durante 7 largos años. Como suele ser habitual en estos casos, el tío vuelve a su hogar totalmente trastocado e insensibilizado. Allí se reencuentra con su mujer, que ha tenido algún que otro escarceo sexual en su ausencia, y su hijo, el cual no veía desde que era un retoño. Como es habitual en esto casos en la cultura yanki, el tipo es considerado un héroe de guerra en su pueblo, donde es agasajado por sus paisanos con un cádillac o un maletín lleno de monedas de plata, una por cada día que estuvo encerrado. Es este maletín el que le acabará de romper los esquemas cuando un grupo de méjicanos entra en su casa con la intención de robárselos. Pero claro, el tipo, que poco se amedrenta después de las torturas que recibió en su cautiverio, no tiene ninguna intención de darles el botín, ni siquiera después que le metan la mano en el triturador de basuras y se la destrocen. Aunque luego los asaltantes consiguen su propósito cuando el hijo del militar cante donde se encuentra, lo que no hace más que condenarle, ya que los mejicanos se lo cargan a él y a su madre, y el militar queda medio destrozado en la cocina. No hace falta adivinar que el tipo perderá el culo por seguir la pista de los asesinos y darles venganza.
En el fondo no estamos ante un film de justicieros, si no de vengadores. Al igual que el Punishercomiquero, nuestro protagonista, que ya está bastante tocado psicológicamente de su experiencia bélica, explota cuando se cargan a su mujer y, sobre todo, hijo, lo que le hace buscar a los asesinos. Poco le importa lo que pase a su alrededor, él solamente se mueve y respira con el fin de cargarse a unos infelices mejicanos. En esto se aleja de la moda iniciada con el tándem Bronson/Winner y su saga Death wish, ya que el bueno de Charlie sí tenía más ganas de acabar con los maleantes aunque no fuesen los que se habían excedido con su familia. Dirigida por John Flynn, un experto en cine violento con La organización criminal, Encerrado o Buscando justicia; y guionizada por Heywood Gould, autor del libreto de Cocktail y Los niños de Brasil y que luego dirigiría Un buen policía; aunque el que más destaca en Paul Schrader,
que era el peso fuerte del guión y, en un principio, tenía que haber sido el director. Cosa que se nota, y mucho, porque
podemos ver un montón de sus tics e inquietudes recurrentes en su filmografía.
En el reparto William Devane como prota absoluto, Tommy Lee Jones en un papel más o menos secundario, aunque importante en la trama, y Linda Haynes, la de Experimentos humanos. Todos ellos en esta producción de Lawrence Gordon que, en su momento, era tan violenta que la Fox, que la produjo y tenía que distribuirla, vendió los derechos a la experta en blaxploitation AIP. El ex-preso de Corea podría haber sido mucho mejor. Vale que para el final se guarda una matanza a golpe de recortada en un puticlub, pero a día de hoy su violencia sabe a pasado. Y aunque en la primera media hora se ventilan todo el tema del militar que llega a casa y ya lo tenemos cabreado porque le han cortado la mano y se han cepillado a su familia, luego cae en la repetición y notamos a faltar lo que su cartel nos promete: un auténtico psicópata que, garfío en mano (nunca mejor dicho) y con gabardina y gafas rollo Dr. Octopus, mate, mate y mate. Además, su realización bastante plana y telefilmesca no es que ayude demasiado. Seguramente, de no tener detrás a Schrader y, sobre todo, la bendición de Tarantino no sería un film demasiado recordado hoy en día.