A estas alturas de la vida uno no se va a poner hablar (ni a
comprar) del último Fifa, el Gran Turismo 36 o el Call of Duty your
mother is a bitch. Aquí gusto más de cositas más rocambolescas, con un
sello personal del que no pueden presumir las franquicias anteriores. Yo
abrazo sin rubor al Rez, Deadly premonition o cualquier paja mental de
Suda 51.
La primera vez que oímos hablar de Catherine venía envuelto
en ese aroma de juego erótico-pajillero que tanto tira en tierras
niponas. Un estilo de juego que en occidente no suele llegar, y cuando
lo hace es mediante algún parche traductor parido por algún alma
caritativa que ha tenido a bien trabajárselo.
Una vez que es oficial que el juego sale por estas tierras el público jugón lo espera afilándose las garras, ya que todo apunta que la campaña publicitaria es engañosa. Lo que parecía un juego cuasi metafísico, con un personaje dudando entre Katherine, su novia oficial, que solamente quiere formalizar la relación y formar familia, o Catherine, una rubita pizpireta que solamente quiere pasárselo bien y vivir el momento, parece que acabará siendo un juego de puzzles con escenas cinemáticas entre pantalla y pantalla.
Pero claro, a estas alturas, en pleno año dos mil
nosecuantos, con Pornotube a la vuelta de un click, ya no estamos para
pagar por un juego que incorpora un par de fragmentos de hentai. Lejos
quedan esos días de quedarse a las tantas para ver el Erotísimo de
Telecinco y no atisbar nada que no ofreciera una de Pajares y Esteso, o
los juegos de Pc que entre puzzle y puzzle te metían algún fragmento en
baja resolución de alguna peli de Christopher Clark y Anita Dark. Tanta promesa de juego picantón no se veía desde los tiempos del Cobra mission.
Así que, o la gente de Atlus la había metido hasta el fondo
(la pata, se entiende) o el jugón estándar no veía más allá de esas
tías cachondas animadas. Tenía que comprobarlo.
Como comentaba antes, Vincent, nuestro protagonista, se debate entre dos chicas antagónicas, pero además comienza a sufrir pesadillas terrible pesadillas en las que se encuentra delante de una estructura de bloques que tiene que escalar si no quiere que el suelo se derrumbe a sus pies.
Es durante estas pesadillas donde nos encontremos con el grueso del juego, en el que hay que conseguir llegar a la cima de bloques sorteando trampas, consiguiendo algún que otro ítem, deshaciéndonos de unos carneros antropomórficos, que son otras personas que también se encuentran en esa pesadilla, ayudándonos de los bloques que podremos ir moviendo. Evidentemente los bloques son la clave del avance. Mover uno significa que podemos causar un efecto dominó que hará que una zona imposible de llegar sea pan comido o lo contrario, que una zona de la estructura bastante asequible de llegar se convierta en una zona a la que no podremos llegar.
Esto sucederá cada noche, pero mientras Vincent haga vida real nos toparemos con un juego muy del estilo aventura conversacional, donde la mayoría de las veces estaremos en un bar charlando con unos amigos y el resto de la clientela. En el bar también podremos jugar a una máquina recreativa llamada Rapunzel que, al son de una fabulosa musiquilla estilo Marc Dorcel, iremos haciendo lo mismo que en las pesadillas: guiar a un caballero hasta lo alto de una torre.
Pero esta parte conversacional no se quedará únicamente en el bar, también habrá algún momento que nos encontremos en algún restaurante o en el pequeño apartamento de Vincent.
Catherine es un juego antipático, más por un control no excesivamente inspirado y un juego de cámaras surgido del averno que en muchas ocasiones nos dejará con el culo al aire. Evidentemente estos problemas nos los encontraremos en las fases de las pesadillas, donde cada fase puede llegar a convertirse en un infierno.
El sistema de estos puzles, que beben directamente del Nebulus (más conocido como Castelian en sus versiones de Nes y GameBoy) y el Kurushi, tienen una curva de dificultad bastante correcta, pero el juego de cámaras, como he comentado, es criminal por momentos, lo que puede hacernos perder los nervios.
Por lo demás es un juego no apto para todos los públicos, y no por su vertiente erótica, que casi ni hay, confirmando aquello que el juego se vendió como algo que no era, si no por ser demasiado suyo, muy enfocado para un público muy concreto. Un público que no le importe rejugarlo torpecientas veces para poder ver todas sus variantes. En cambio, el público más general le parecerá otra bizarrada japo.
Como comentaba antes, Vincent, nuestro protagonista, se debate entre dos chicas antagónicas, pero además comienza a sufrir pesadillas terrible pesadillas en las que se encuentra delante de una estructura de bloques que tiene que escalar si no quiere que el suelo se derrumbe a sus pies.
Es durante estas pesadillas donde nos encontremos con el grueso del juego, en el que hay que conseguir llegar a la cima de bloques sorteando trampas, consiguiendo algún que otro ítem, deshaciéndonos de unos carneros antropomórficos, que son otras personas que también se encuentran en esa pesadilla, ayudándonos de los bloques que podremos ir moviendo. Evidentemente los bloques son la clave del avance. Mover uno significa que podemos causar un efecto dominó que hará que una zona imposible de llegar sea pan comido o lo contrario, que una zona de la estructura bastante asequible de llegar se convierta en una zona a la que no podremos llegar.
Esto sucederá cada noche, pero mientras Vincent haga vida real nos toparemos con un juego muy del estilo aventura conversacional, donde la mayoría de las veces estaremos en un bar charlando con unos amigos y el resto de la clientela. En el bar también podremos jugar a una máquina recreativa llamada Rapunzel que, al son de una fabulosa musiquilla estilo Marc Dorcel, iremos haciendo lo mismo que en las pesadillas: guiar a un caballero hasta lo alto de una torre.
Pero esta parte conversacional no se quedará únicamente en el bar, también habrá algún momento que nos encontremos en algún restaurante o en el pequeño apartamento de Vincent.
Catherine es un juego antipático, más por un control no excesivamente inspirado y un juego de cámaras surgido del averno que en muchas ocasiones nos dejará con el culo al aire. Evidentemente estos problemas nos los encontraremos en las fases de las pesadillas, donde cada fase puede llegar a convertirse en un infierno.
El sistema de estos puzles, que beben directamente del Nebulus (más conocido como Castelian en sus versiones de Nes y GameBoy) y el Kurushi, tienen una curva de dificultad bastante correcta, pero el juego de cámaras, como he comentado, es criminal por momentos, lo que puede hacernos perder los nervios.
Por lo demás es un juego no apto para todos los públicos, y no por su vertiente erótica, que casi ni hay, confirmando aquello que el juego se vendió como algo que no era, si no por ser demasiado suyo, muy enfocado para un público muy concreto. Un público que no le importe rejugarlo torpecientas veces para poder ver todas sus variantes. En cambio, el público más general le parecerá otra bizarrada japo.