martes, diciembre 30, 2014
El día de los inocentes
Muchas veces confundida con Inocentada sangrienta, que en su idioma original es April Fool's Day, justamente como estaba planeado que se llamase el título que nos ocupa, pero acabaron por ponerle Slaughter High (algo más como Masacre en el instituto). Un lío de pelotas, vamos.
viernes, diciembre 26, 2014
Noche de paz, noche de muerte (y secuelas)
Un ladrón vestido de Papa Noel se topa con una familia en la carretera, asesinando a los padres. Los dos hijos acaban en un orfanato regentado por monjas. Billy, el mayor de los hermanos, vive con el trauma de haber visto morir a su madre a manos de Santa Claus. Ya con 18 años entra a trabajar en una tienda de juguetes, donde se convertirá en un trabajador modelo. Pero cuando se acercan las fechas navideñas comienza a cambiarle el carácter, cosa que se agrava cuando le hacen disfrazarse de Papa Noel para recibir a los niños que van a la tienda, hecho que acabará por trastornarle hasta el punto de comenzar a matar a la gente.
Ya con una edición completa pudimos presenciar el asesinato de Linnea Quigley en todo su esplendor, donde los cuernos la atraviesan. Pero salvo eso, no era nada extremadamente salvaje. Posiblemente todo fuese más una cuestión de desgaste. La noche de Halloween había inaugurado el subgénero slasher que, a partir del éxito de Viernes 13, vivió un aluvión de títulos en pocos años, lo que hacer una donde Santa Claus se dedicara a matar al personal, el desmesurado número de pechos descubiertos y con todo el tema religioso que aparece en el horfanato debió acabar con la paciencia de los norteamericanos más conservadores.
Dirigida por Charles E. Sellier Jr., productor de cine independiente, documentales sobre fenómenos paranormales y toda una institución en la televisión norteamericana. Ya en 1985 dirigiría su última película, Los aniquiladores, un exploit de El equipo A, para luego, ya en el nuevo milenio, dedicarse a producir documentales de corte religioso.
La fama y éxito del film acabó por llevarla a una sucesión de secuelas que, en su mayoría, son olvidables. Aun y así habría sido interesante saber que hubiera pasado con las continuaciones de no haberse retirado el film de los cines a los pocos días de su estreno, sabiendo que coincidió en cartelera con Pesadilla en Elm street y estaba teniendo mejores recaudaciones que el film de Craven. Muy posiblemente nos hubieran brindado más secuelas mucho más cuidadas que las que nos acabaron llegando.
Noche paz, noche de muerte 2 (Silent Night, Deadly Night Part 2, 1987). Tal como nos dejaban entrever al final de la primera, Ricky, el hermano del protagonista de la anterior película, coge el testigo como protagonista. Éste, esta interno en un psiquiátrico y durante un 24 de diciembre un psiquiatra le hace una entrevista, lo que le llevará a recordar su desgracia familiar y a escaparse del centro para iniciar un reguero de muertes.
Si por algo es famosa esta secuela es por su condición de gran estafa, ya que de los primeros 40 minutos, 30 son metraje de la anterior y eso en un film de apenas 80 minutos, donde los títulos de crédito finales son exageradamente lentos y duran 5 minutazos, delatan su condición de rentabilizar al máximo cada céntimo invertido. Además de eso, el film es telefilmesco como él solo (la rodaron en 10 días), donde se pasan por el forro detalles de la anterior (dicen que el cura vestido de Papa Noel muerto a tiros por la policía era el conserje), parquedad de medios (hay una sala de cine de apenas 10 butacas y donde proyectan las películas con la luz encendida), muertes que parecen un gag de Los Morancos y muy pocas ganas de hacer nada.
Posesion alucinante (Silent Night, Deadly Night III: Better Watch Out, 1989). Si tardaron 3 años en estrenar la secuela y ésta era en un 50% un resumen de la original, ¿tenía sentido sacar una tercera? Pues alguien debió pensar que sí.
Ricky, el prota de la anterior, está en coma y un doctor se dedica a usarlo en un experimento en el cual emplea a una ciega que tiene una gran capacidad sensorial para que se meta en sus sueños. Sí, la saga de Pesadilla en Elm street estaba causando furor y tiraron por el tema onírico, aunque se explota poco o nada. Muchos asesinatos de los que nunca vemos la ejecución, nueva reutilización de fragmentos del primer film, una especie de zombie persiguiendo a una cieguita y ni un solo copo de nieve es lo que nos espera en esta entrega de la que sólo se salva el detalle que el prota lleva una especie de cápsula por sombrero por donde se le ve el cerebro al igual que al doctor Badvibes de COPS y la frase "voy aliviar al gusano" de Robert Culp.
Con un reparto bastante vistoso: gente de Twin Peaks como Richard Beymer y Eric DaRe; Robert Culp, (el Bill Maxwell de El gran héroe americano) haciendo de policía (again); Laura Harring, antes de operarse las ubres; y Bill Moseley (el Chop-Top de Masacre en Texas 2 y el Luigi Largo de Repo! The genetic opera). Dirigiendo el entuerto Monte Hellman, un habitual de la factoría Corman que acabó siendo productor de Reservoir Dogs.
Hay que decir que si bien aquí toda la saga salió directamente en vídeo, en USA ésta fue la primera que no se estrenaría en cines para ir al mercado doméstico. Eso sí, en nuestra tierra nunca más se le enmarcaría dentro de la saga por el título de Noche de paz, noche de muerte.
Ritos satánicos (Initiation: Silent Night, Deadly Night 4, 1990). Si en la anterior entrega el parentesco con las anteriores era irrisorio, aquí ya es anecdótico, porque en este punto (el más bajo de la saga) la única escusa para emparentarla con la saga es hacer que los hechos ocurran en Navidad. Hasta cierto punto podríamos aceptar que, al igual que quisiera hacer Carpenter unos años atrás con la tercera entrega de La noche de Halloween, la intención fuese usar el nombre de Noche de paz, noche de muerte para hacer películas de terror que pasaran en esas fechas, pero mucho me temo que todo se basaba en colocarle en título a cualquier basura por aquello de venderse mejor. Y nadie mejor para facturar una mamarrachada que nuestro amigo Brian Yuzna antes de meterse en la Fantastic Fucktory.
Una reportera comienza a investigar el fenómeno de combustión espontánea, ya que recientemente una persona murió en la azotea de un edificio en esas circunstancias. Por el camino se encontrará gente muy rara que pertenecen a una secta.
Yuzna contó aquí con sus habituales Richard Band en la banda sonora y Screaming Mad George en los babosos efectos. En el cast al feo de Clint Howard, Reggie Bannister (uno de los protas de la saga Phantasma), Allyce Beasley (en la época conocida por ser la recepcionista en la serie Luz de luna) y Maud Adams (que hacía de mala en Octopussy y El hombre de la pistola de oro). Y para no perder la costumbre, su clásica inoperancia a la hora de llevar a buen puerto una película totalmente ramplona, con muchos insectos y cosas gelatinosas y babosas. Ya ni siquiera se molestan en hubicarla en fechas navideñas, pues vemos a la protagonista hacer un picnic en el campo donde brilla el sol. Además, colaron algunas imágenes de la tercera parte, que están viendo unos de los personajes por la tele.
Juegos diabolicos (Silent Night, Deadly Night 5: The Toy Maker, 1991). Quinta y última entrega de la saga. Yuzna se reservó tareas de productor y guión para cederle la silla de director a Martin Kitrosser, que si bien se había encargado de escribir algunas partes de la saga Viernes 13, tiene más bagaje como script, habiendo realizado dichas tareas en toda la filmografía de Tarantino.
Mickey Rooney hace de Joe Petto, un vendedor de juguetes que tiene un hijo llamado Pino (¿lo vas pillando?). El chaval está obsesionado con una mujer y su hijo. El hijo, a su vez, está traumatizado porque vio como su padre moría víctima de un jueguete.
Para ser una quinta entrega es realmente muy digna, incluso diría que el pertenecer a la saga le perjudica mucho. El film es una especie de episodio alargado de series estilo La dimensión desconocida. Además de Rooney volvemos a contar con una mini aparición de Clint Howard y efectos de Screaming Mad George. Efectos todos mecánicos y muy influenciados por las películas de Puppet Master, que dan muy bien el pego en este divertimento sin demasiadas pretensiones pero que aguanta magníficamente bien el tipo.
martes, diciembre 23, 2014
No abrir hasta Navidad
Durante la época navideña un asesino se dedica a matar a todo aquel que va disfrazado de Papa Noel por la ciudad de Londres. Tras él, el inspector Harris comienza a investigar el caso.
Topicazo en el género slasher es aquello de coger una festividad del calendario y colocarle un asesino enmascarado que dé rienda suelta a sus más bajos instintos sanguinarios. Y, sin lugar a dudas, No abrir hasta Navidad no entraría en el saco de las mejores ni en broma. Es más, es uno de los (muchos) slashers de baja estofa que se produjeron en la primera mitad de los 80, cuando el género vivía todo su "esplendor".
miércoles, diciembre 17, 2014
Un viernes loco
Aunque siempre he reivindicado el Disney extraño y oscuro de finales de los 70 y principios de los 80, también tenían una cara más luminosa y amable. Quizá demasiado, porque estos otros films acababan siendo demasiado dulcificados y melosos, en contraste con el tipo de cine mucho más sórdido que estaba impregnando Hollywood en la época (Taxi driver, El padrino, Easy rider).
jueves, diciembre 11, 2014
El terror llama a su puerta
Hay un director que se nos quedó por el camino y que podía haberse convertido en un grande del fantastique. Me refiero a Fred Dekker, que con únicamente tres películas como director se ha granjeado una fauna de incondicionales que ya quisieran muchos.
En mayor o menor medida ya se tocó su historia en este blog en la reseña de House, una casa alucinante. Para resumirlo todo: un post adolescente Dekker había escrito junto a Ethan Wiley el guión de House con intención de dirigirlo con un presupuesto mínimo y en blanco y negro, que cayó en manos de Sean S. Cunningham, creador de Viernes 13, que se lo acabó quedando a condición de ayudarle en futuros proyectos.
Mientras House todavía estaba rodándose comenzó a darle vueltas a otro guión solamente con una idea en la cabeza: un detective medio alcoholizado que descuelga el teléfono y dice "Thrill me". A partir de esa premisa comenzó a darle forma con todas sus filias.
Empezar a rodar le fue relativamente fácil. Su agente le enseñó el guión al productor Charles Gordon (que acabaría siéndolo de las dos primeras Jungla de cristal), que, a su vez, se lo llevó a TriStar Pictures que aceptó sin pensárselo.
Empezamos en una nave espacial donde unos extraterrestres se lían a rayos láser con otro que acaba liberando una cápsula que aterriza en la Tierra de los años 50 y será encontrada por un chaval. Damos un salto en el tiempo de 30 años y nos encontramos en 1986 en la clásica comunidad de universitarios. Una pareja quieren entrar en una hermandad y para ello les exigen que consigan un cadáver humano y lo dejen delante de la entrada de otra hermandad. Los dos chavales acaban en un laboratorio donde, casualmente, tienen crionizado al chaval que se encontró la cápsula en los años 50. Lo que éstos no saben es que el cadáver lleva en su interior unas babosas que convierten a los seres vivos (y no tan vivos) en zombies.
El terror llama a su puerta era un film más bien modesto, pura serie B, con lo que no se podía contar con un cast demasiado importante: Jason Lively y Jill Whitlow, que un año después fueron protagonistas de El secreto de los fantasmas; Tom Atkins, todo un clásico dentro del universo Carpenter y que aquí es dueño total y absoluto de cada uno de los planos en los que aparece; una mini aparición del eterno Dick Miller y David Paymer, uno de esos secundarios que hemos visto en mil películas. Además de algunos cameos de amigos del director como los de Shane Black y Greg Nicotero.
El film es, por méritos propios, uno de los clásicos de los 80, con lo que ya podemos esperarnos un film que mezcla el terror y el humor de forma magistral. Está claro que los efectos (maquillajes y animatrónics) se notan a leguas, pero eso es lo que la hace grande, que pese a estas carencias el espectador nunca tiene la sensación de ver una basura, señal que el resto vale su peso en oro.
Todo el film está repleto de cualquier cosa que le hiciera tilín al director, desde el montón de personajes que responden a los nombres de Raimi, Romero, Landis, Cunningham o Hooper, lo que para algunos es algo demasiado ingenuo y amateur, para el propio Dekker era una forma de reconocer abiertamente de donde estaba saqueando ideas. También teníamos a una de las protagonistas que está viendo en televisión Plan 9 del espacio exterior (incluso el personaje de Atkins se pone a oler una flor como hacía Bela Lugosi en la película de Ed Wood), hay autocines y montones de diálogos memorables como el ya clásico:
-Señoras, las buenas noticias son que ya han llegados sus citas.
-¿Y cuales son las malas?
-Están todos muertos.
Uno de los problemas con los que se encontró Dekker fue con el final. Originalmente las babosas acababan llegando a un cementerio, lo que nos daba el clásico desenlace en el que la historia no había terminado, mientras un haz de luz lo iluminaba todo, la cámara subía y descubríamos que venía de la nave espacial del principio. En el primer montaje que se proyectó a los productores este final estaba sin terminar, apenas se veía el foco de luz pero ni siquiera estaba la nave insertada. Éstos dijeron no entender nada y forzaron al director a rodar otro, el del perro y la protagonista, que fue el que acabó en el montaje final y del que Dekker echa pestes.
El terror llama a su puerta costó 5 millones de dólares, lo que no es demasiado para la época. El problema es que en su estreno hollywoodiense (aquí tardaría muchísimo en estrenarse, verano del 88) recaudó poco más de medio millón. Pero en la época las películas tenían una segunda oportunidad en su paso al videoclub (y si no que se lo digan a Carpenter) donde la cosa ya funcionó mucho mejor y le dio el empujón definitivo a convertirla en un clásico de los 80 (aunque no tiene una estética tan marcada como otros films de la época).
Un año después, Dekker estrenaría Una pandilla alucinante (que ya estaba en pre-producción antes de acabar el rodaje del film aquí comentado), otro film de culto, para luego participar en los libretos de Agente juvenil, Ricochet, episodios de Historias de la cripta (de la que también dirigió un capítulo) y ya a principios de los 90 se encargaría de Robocop 3, que le condenaría al ostracismo absoluto. Por el camino se quedaron guiones que nunca vieron la luz, como la adaptación de Jonny Quest o una segunda parte de El terror llama a su puerta. Actualmente, por lo que se dice por ahí, estaría encargándose del guión del reboot de Depredador junto a su colega Shane Black.
jueves, diciembre 04, 2014
Pesadilla en Elm street (y secuelas)
Ya entrados en los 80 parecía que la carrera de Wes Craven se iba a quedar anclada en el género del terror, es decir, en la serie B. Si bien es cierto que La última casa a la izquierda o Las colinas tienen ojos consiguieron fama entre el fandom, no es que reventaran taquillas precisamente. Ni siquiera su acercamiento al mundo del cómic con La cosa del pantano le ayudó a conseguir un éxito que le abriera las puertas de algún gran estudio.
New Line nació a finales de los 60. En sus principios se dedicó a distribuir películas de tono artístico (varias de John Waters), llegadas desde fuera de Norte América o reestrenos de cine clásico (Lo que el viento se llevó). Ya en los 70 empezó a producir algunos films con intención de ganar más dinero, pero la cosa no les acabó de funcionar y en los 80 su situación económica era crítica.
Por la época recibieron un guión que llevaba tres años circulando por los estudios y que nadie quería producir, y más cuando un par de años antes La gran huida, que también trata el tema de los sueños, había sido un fracaso. El guión era, evidentemente, el de Pesadilla en Elm street firmado por Wes Craven.
Craven había leído un artículo de Los Angeles Times que hablaba de un joven que murió misteriosamente mientras dormía, lo que le dio la idea. Al igual que en Tiburón, donde la gente tuvo pavor de bañarse en la playa, Pesadilla en Elm street nos inducía a temer algo tan común como dormir, lo que le da el plus de terror cotidiano que hace que el espectador esté más metido en la historia.
Una vez que New Line aceptó producirla y jugarse el poco dinero que le quedaba a la carta Elm street, tuvo que seleccionar quien sería el encargado en interpretar a Freddy Krueger. David Warner (el malo de Tron y Waxwork) fue el elegido, pero en el último momento, y cuando ya se habían hecho pruebas de maquillaje, el actor prefirió apearse en favor de otro proyecto. Así que entró en juego otro actor como era Robert Englund, que lo habíamos visto en alguna serie B como Trampa mortal de Tobe Hooper o Muertos y enterrados y en la época vivía cierta fama gracias a ser el lagarto bueno de la serie V.
Al tratarse de un film muy modesto el resto del cast tampoco era para tirar cohetes (al menos en la época): Heather Langenkamp, que quedaría atrapada de por vida a su personaje; un primerizo y renegado Johnny Deep; y Lin Shaye, que ahora la conocemos por ser una habitual en las pelis de los hermanos Farrelly y por ser la investigadora paranormal de Insidious.
En cambio, como solía pasar mucho en estos films modestos de terror, se contaron con un par de actores que habían vivido tiempos mejores para darle un poco más de caché a la cosa: Ronee Blakley, que había llegado a estar nominada al Oscar por Nashville de Robert Altman; y John Saxon, que lo recordaremos por Operación dragón y hacer mucho de policía, lo que le ayudó a su etapa de poliziesco en Italia, donde también hizo Tenebre de Argento, haciendo de malo en Los 7 magníficos del espacio, y que luego acabó de bruces en apariciones estelares en teleseries.
La película contaba con un presupuesto mínimo (menos de 2 millones) por lo que había que medirlo todo al milímetro. Sobre todo el maquillaje de Freddy, que, en un primer acercamiento por parte de Craven, era más una especie de monstruo con grandes dientes y el cerebro saliéndose del cráneo mientras supuraba pus. Finalmente, David Miller (El terror llama a su puerta), encargado del maquillaje, acabó por darle forma al personaje inspirándose en una pizza.
La historia es conocida por todos: los chavales de un pueblecito comienzan a tener pesadillas con un hombre que tiene la cara quemada y una mano con cuchillas que responde al nombre de Fred Krueger (porque en este film se refieren a él como Fred). Éstos, comienzan a morir mientras duermen, con lo que se acaba descubriendo que Krueger fue quemado en vida por sus padres ya que fue acusado de matar a niños y absuelto por la justicia.
El film acabó siendo un éxito, recaudando más de 25 millones de dólares en USA, cifra muy alejada de otros éxitos de aquel año 84 como Los cazafantasmas o Gremlins, pero que supieron a gloria a New Line, salvándola de la banca rota. Lo que fue la primera piedra para una franquicia que se alargaría décadas y dejaría una millonada en las arcas de la productora.
Pesadilla en Elm street es un film que, si bien en su momento fue un hito, en la actualidad ha perdido mucho. Los efectos, siendo muy rudimentarios, cumplen a la perfección, aunque se les vea el truco, y han dejado algunas imágenes para el recuerdo como la lengua del teléfono, la muerte de Johnny Deep y su cama escupiendo sangre y la escena de la habitación giratoria. Aunque la muerte final de la madre a través de la ventana es para hacérselo mirar.
Aun y así el film le cuesta aguantar el tipo con momentos hilarantes, como el tramo final, que es vergonzoso, con un Krueger al que encierran en una habitación, le ponen trampas propias de Macaulay Culkin en Solo en casa, y una muerte final en una cama con lucecitas. Y un epílogo que sigo sin saber si es una tomadura de pelo o para rellenar y llegar a los 90 minutos de metraje.
Este final acabó por ser un punto problemático para sus responsables, que no tenían muy claro que hacer y acabaron rodando varios. Por un lado Craven quería un final cerrado y el productor algo abierto con vistas a una posible secuela, que fue, evidentemente, el que acabó en el metraje.
Pesadilla en Elm Street 2: La venganza de Freddy (A Nightmare on Elm Street Part 2: Freddy's Revenge, 1985). Menos de un año después del estreno norteamericano del film original llegaba la secuela, cosa normal en los lares de las series B. En un principio el propio Craven debía dirigirla, pero dos meses antes de iniciar el rodaje decidió no hacerlo al no estar contento con el guión. Así que New Line tuvo que tirar de la cantera y darle las riendas a Jack Sholder, tipo que les montaba los trailers y algunas de la películas que distribuían, además de haber hecho su debut en una modestísima Solos en la oscuridad. También había hecho algunas cosas en la edición de la primera Pesadilla, así que estaba relativamente familiarizado con la historia. Tampoco empezaron con buen pie cuando Robert Englund se subió a la parra y reclamara un aumento salarial que New Line no estaba dispuesta a darle, con lo que empezaron el rodaje con un Freddy Krueger encarnado por un especialista, ya que pensaban que no era importante quien lo interpretase. Después de un par de sesiones de rodaje, viendo que el nuevo Freddy no funcionaba, llamaron a Englund y le dieron lo que pedía.
Una familia se muda a la casa donde vivió la familia Thomson. El hijo mayor comienza a tener pesadillas en las que se le aparece Freddy, que comienza a tomar el control del cuerpo del chico y a cometer asesinatos.
Muy criticada fue esta secuela, básicamente por no respetar en exceso las bases de la anterior, sacando a Freddy del mundo onírico y poniéndolo en la realidad. Detalle que es bastante habitual en las segundas partes, cuando las bases de una saga todavía no están del todo asentadas y las críticas del público hacen que en las siguientes vuelvan a los orígenes. Tampoco se libró de las críticas todo el tono gay del que Sholder dijo no ser consciente. Bastantes efectos, sobre todo maquetas y un diario secreto de Nancy Thomson que nos trae a la cabeza el de Laura Palmer, hicieron que convirtiera los tres millones invertidos en 30. Así que el espectáculo tenía que continuar.
Pesadilla en Elm Street 3 (A Nightmare on Elm Street 3: Dream Warriors, 1987). Pese a la buena taquilla de la secuela, New Line sabía que entre manos tenía una posible franquicia que le podía reportar muchos millones y no era cuestión de cargársela a las primeras de cambio, por lo que no hizo oídos sordos al público y decidió volver a la senda marcada por la original, y para ello volvió a contactar con Wes Craven, que escribió un borrador junto a Bruce Wagner. Al final, ese borrador acabó siendo reescrito por Frank Darabont y Chuck Russell, que terminó siendo el director.
Para volver a las esencias del original se volvió a contar con Heather Langenkamp para encarnar a Nancy Thomson, que ahora es una experta en la ciencia del sueño que llega a un centro psiquiátrico donde un grupo de jóvenes tienen pesadillas con Freddy. Además de recuperar a Langenkamp volvieron a llamar a John Saxon. También teníamos a unos jovencísimos Patricia Arquette y Laurence Fishburne, además de un cameo de Zsa Zsa Gabor. Y contaron con el habitual de Lynch, Angelo Badalamenti, para la banda sonora.
En esta entrega se inicia la explosión de efectos (muchísimo stop motion), que dejan de ser un recurso y se convierten, junto a Freddy, en los protagonistas de la saga. Con una estética mucho mas cuidada que las anteriores, escenas que quedarán para el recuerdo de la saga como la escena del titiritero, el Freddy gusano, la chica estampada en la tele, la enfermera cachonda que come lenguas... Además, nos aportan datos de la mitología de la saga con la monja violada por 100 reclusos de un manicomio, dando a luz a Freddy. Por contra, ver a John Saxon descender rodeado de purpurina verde como un ángel es sonrojante y aquí nos la comimos con un doblaje de mierda. Pese a los pocos peros, acabó siendo la mejor de la saga, volviendo a ser un gran éxito, recaudando más que las anteriores (45 millones sólo en USA).
Pesadilla en Elm Street 4 (A Nightmare on Elm Street 4: The Dream Master, 1988). A estas alturas el personaje de Freddy Krueger ya era toda una celebridad que salía en videoclips, anuncios e, incluso, más tarde tendría su propio videojuego para Nes. Es por eso que en esta cuarta entrega ya presentan a Englund como prota en los títulos de crédito. Por primera vez en la saga tenemos una secuela directa, ya que aquí seguimos la historia con los supervivientes de la anterior entrega, que ya no están en el centro psiquiátrico, si no que van al instituto como si nada hubiera pasado. Todo normal hasta que las pesadillas vuelven.
Aquí ya tenemos al Freddy que se haría famoso soltando chascarrillos y chistes mientras se dedica a lo suyo con gafas de sol incluidas. Cosa que, personalmente, no me parece algo tan malo como se ha llegado a decir. Más cosas que nos van aportando de la mitología del personaje es que nos dejan entrever que se alimenta del alma de sus víctimas.
Escenas como la chica que se convierte en cucaracha o un perro que se llama Jason y mea fuego es lo que intentaban aportar a un film que ni de lejos superaba a la tercera parte.
Patricia Arquette no repetiría su papel, que aquí interpretó Tuesday Knight, una de las que salía en Fama. Con guión de un novato Brian Helgeland, que luego llegaría a ganar un Oscar por L.A. Confidencial; y en la dirección el finlandés de Renny Harlin, que en la época había hecho dos series B de terror y luego tuvo su momento de subidón con la secuela de Jungla de cristal, Máximo riesgo o La isla de las cabezas cortadas con la que se llevó por delante a la Carolco.
El film se convirtió en el que más recaudó de la saga con 50 millones en USA, lo que rompía aquella regla que cada nueva secuela de una franquicia recaudaba menos que la anterior.
Pesadilla en Elm Street 5 (A Nightmare on Elm Street: The Dream Child, 1989). Antes del estreno de la quinta parte tuvimos, en 1988, Las pesadillas de Freddy, una serie de capítulos independientes donde el hombre de la cara quemada hacía de anfitrión y daba paso a historias de supuesto terror. Y digo supuesto porque la cosa no daba ni miedo ni daba nada. Para muestra un botón: en una de las emisiones que nos hizo Telecinco la daban los domingos al mediodía. La serie tuvo un buen número de nombres famosos en la dirección: Tobe Hooper, Mick Garris o el propio Robert Englund. Y actuando nombres tan dispares como Brad Pitt, Jeffrey Combs, Timothy Bottoms, George Lazenby o Dick Miller.
En la quinta parte de la saga volvemos a encontrarnos una continuación con los supuervivientes de la anterior. Alice comienza a soñar que ella es Amanda Krueger, madre de Freddy, y revive su estancia en el psiquiátrico donde fue violada.
Flojita, muy flojita. Se nota que la película tuvo muchos problemas de producción, con muy poco tiempo de filmación y un montaje en el que se quitaron de encima muchas escenas. Aun y así siguen poniendo la carne en el asador con los efectos y maquillaje a cargo de Greg Nicotero con escenas como la de la moto o el super Freddy.
En esta ocasión teníamos Stephen Hopkins en la dirección, luego director de la infravalorada Depredador 2. Esta entrega fue el primer varapalo de la saga en la taquilla con 22 millones de dólares en los cines norteamericanos. Pero la saga seguía dando dinero en alquileres y no era cuestión de cerrar el chiringuito.
Pesadilla final. La muerte de Freddy (Freddy's Dead: The Final Nightmare, 1991). Varias vueltas le estuvieron dando a la nueva Pesadilla después de la poca aceptación de la quinta. Uno de los que estuvieron en la lista para hacerse con el proyecto fue Peter Jackson, que llegó a escribir un guión llamado The dream lover, pero fue descartado en favor del de Rachel Talalay, que había estado trabajando en New Line como productora y luego haría la espantosa Tank girl. Y al igual que en ésta, Pesadilla final tiene cierto aire postapocalíptico. En la localidad de Springwood, diez años después, todos los adolescentes han muerto salvo John Doe, que comienza a tener pesadillas con Krueger. Acaba escapando del pueblo y llega a un centro de adolescentes.
Hace gracia oír alguna referencia a Twin Peaks, que estaba muy de moda en la época, pero aquí Freddy es convertido en un cuentachistes sin dar una pizca de miedo con escenas terribles como la del videojuego. Aunque tienen el detalle de mostrárnoslo cuando era humano y lo queman. Y memorable es la escena del chico del sonotone al que le tiran miles de agujas. Por lo demás todo muy chapuzas, con un final muy apresurado y unos personajes llamados "los guardianes de los sueños" que se sacan de la manga. Y claro que sí, si por algo es recordada es por su intento de recuperar la moda de películas en 3D que hubo en los primeros 80. Aunque aquí la cosa se limitaba a los últimos 15 minutos. Era un clásico ver a la gente en el cine con las gafas puestas esperando desde el minuto 1 y darse cuenta que ahí no había 3D, hasta que en el último tramo los actores nos daban la señal que empezaba la tridimensionalidad.
Como es habitual en la saga no tenemos un cast demasiado llamativo, pero hay que destacar la aparición de Yaphet Kotto, que lo recordaremos de Alien y Perseguido, y un cameo de Alice Cooper como padre de Freddy.
Daba la sensación que querían finiquitar la saga con ese explicito "La muerte de Freddy" y al final lo consiguieron con una recaudación de 35 millones de dólares en USA, la cosa quedó en tierra de nadie, ni fue un fracaso ni un éxito. No es de extrañar que New Line quisiera darle un final digno y no dejarla morir paulatinamente en la taquilla para luego relegarla al videoclub con subproductos con tal de exprimirle el último dolar como ha pasado con varias sagas del terror. Pesadilla en Elm street fue la que les salvó de la bancarrota y, luego, la mantuvo en un estatus de estudio saneado que le permitió producir éxitos como Tortugas ninja, La máscara, Mortal kombat, Seven, Austin Powers o, incluso, la saga de El señor de los anillos.
La nueva pesadilla de Wes Craven (New Nightmare, 1994). Parece ser que Wes Craven nunca estuvo muy de acuerdo por como se desarrollaron las secuelas de su film (quizá por eso se autoplagió en Shocker. 100.000 voltios de terror) con lo que, después de una supuesta "muerte" de la saga se le brindó la oportunidad de retomar las riendas de su creación. El concepto de mezclar la ficción con lo real ya lo había propuesto Craven para la tercera entrega, pero fue rechazado y la cosa le debió dejar poso porque, casi una década después, la retomó. Metacine, cine dentro del cine, siempre es interesante y curioso, pero lo que tenemos aquí es simple y llanamente una basura con insuflas de autor que no hace más que estropear todo lo hecho hasta la fecha. Actores que se interpretan a sí mismos y hacen bromas y autoguiños que les puede hacer mucha gracia a sus perpetradores, pero al público nos deja con la cara desencajada. Tiene gracia que el propio Craven volviera a usar una trama donde Freddy deja muy de lado el mundo onírico, cuando él había rechazado dirigir la segunda parte alegando que no le gustaba el guión. Si una cosa tienen en común todas las Pesadillas era que en cada una de ellas el maquillaje de Krueger era diferente, pero diferente con ciertas limitaciones y que no desentonaban demasiado unas con otras. En cambio, en La nueva pesadilla el cambio era patente, dando una sensación más de máscara que de maquillaje, lo que añadido al nuevo look con pantalones de cuero y gabardina parece una versión del Jeeper Creeper. Aun y así, se agradece el intento por retomar al personaje a su vertiente más seria y menos chascarrillera. Pero no, eso no es suficiente para un film que hace aguas por todas partes, donde, además del cambio físico, se eliminó otro elemento clave en la saga como eran las escenas fantásticas, llenas de trucajes y efectos especiales. Aquí, los escasos efectos, acaban rematados por un morphing digital terrible.
Con una recaudación de menos de 20 millones de dólares en USA acabó siendo la menos exitosa de la saga. Pese a todo, habiendo costado 8 millones, aportó muchos billetes a las arcas del estudio. Pero la cosa estaba clara, se había llegado al punto más bajo de la saga e, irónicamente, de la mano de su creador, por eso era mejor aparcar la saga ya que era patente que el público estaba cansado de las correrías de la calle Elm.
Freddy contra Jason (Freddy vs. Jason, 2003). En los primeros 90 Sean S. Cunningham consiguió que Paramount y Warner cedieran los derechos de la franquicia Viernes 13 a New Line sabiendo que las dos majors ya no estaban interesadas en seguir con las andanzas de Jason. New Line seguía siendo una empresa no demasiado grande y por eso recibiría con los brazos abiertos cualquier saga que hiciera algo de dinero. Produjeron Viernes 13 IX: Jason se va al infierno, donde había un guiño a Pesadilla mostrando el guante de Freddy. La cosa estaba clara, un crossover entre las dos franquicias estaba al llegar. Pero a New Line no le entusiasmaba la idea y prefería esperar a tener un buen guión, además de pensar que las dos sagas estaban agotadas, pues La nueva pesadilla había sido un fracaso y los últimos Viernes 13 recaudaban lo justo. Estábamos en los 90 y los asesinos enmascarados habían sufrido un cambio más aséptico y light que, casualmente, había puesto en boga el propio Wes Craven con el éxito de Scream (Vigila quien llama).
Finalmente, ya en el nuevo milenio, New Line dio luz verde al esperado encuentro entre el asesino de la garra y el de la máscara de hockey. Para dirigirla se contó con Ronny Yu, que había revitalizado y resucitado la saga de Muñeco diabólico con La novia de Chucky, con una historia en la que los padres de Springwood han conseguido que sus hijos olviden a Freddy, lo que hace que no tenga poder para aparecer en sus sueños, lo que le lleva a resucitar a Jason para que comience asesinar y los adolescentes le recuerden y pueda recobrar sus poderes.
Para encarnar a Freddy no se dudó en volver a contar con Englund. En el caso de Jason fue el stuntman Ken Krizinger quien le dio vida. El film, sin ser nada del otro jueves, es un divertimento sin ninguna pretensión como ya lo fuese Jason X, pero todo bajo los tics de la saga Pesadilla. Con un Freddy al que le vuelven a cambiar el maquillaje (incluso, casi al final, le ponen un look totalmente demoniaco) pero le conservan el tono jocoso que le hizo famoso y aquí nos lo tuvimos que merendar con un doblaje muy mierder. Y, aunque la crítica le dio sus buenos palos, el film funcionó muy bien en taquilla (más de 100 millones de dólares).
Después continuaron los rumores de más crossovers. Recordemos que New Line tiene (o ha tenido) los derechos de Critters o La matanza de Texas. Incluso cobró mucha fuerza lo de meter en el ajo al Ash de Posesión infernal, pero, por alguna razón, la cosa se quedó ahí.
Ya en 2010, 25 años después del estreno de la original, se estrenó el remake de Pesadilla en Elm street, que hizo correr ríos de sangre por los fans, básicamente por no contar con Englund como Freddy y darle el papel a Jackie Earle Haley. Producida por Michael Bay (que ya había producido el reboot de Viernes 13), dirigida por el realizador de videclips Samuel Bayer y escrita por Wesley Strick, guionista en la sombra de Batman returns. La cosa les quedó muy en tierra de nadie, ni entusiasmó a las nuevas generaciones a quien se les supone que iba dirigida esta nueva versión, ya que a los que vimos y vivimos la saga en los 80-90 ya nada nos venía de nuevo. Un Freddy que, salvo algún chascarrillo, era bastante seriote, unos efectos digitales más bien flojeras, muchos guiños-homenajes al original y un secundario de agradecer como es Clancy Brown. Al final, pese a que funcionó bastante bien taquilla (más de 100 millones en todo el mundo), las críticas de los fans hicieron mella y las nuevas secuelas están congeladas y parece que sin ninguna intención de activarlas.
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