jueves, abril 28, 2011
En compañía de lobos
Hace menos de dos semanas que se ha estrenado Caperucita roja (¿A qué tienes miedo?), ese intento por seguir llenando las butacas de culos adolescentes sedientas de crepúsculos y ñoñerías varias. Todo un cúmulo de despropósitos (con unas gotitas de Sleepy Hollow, El pacto de los lobos, Maleficio -la de Donald Sutherland-, evidentemente Crepúsculo y hasta si me apuran Beowulf) como no podía ser de otra manera viniendo de quien viene. Y con un licántropo 100% digital para quitarnos cualquier atisbo de interés. Todo ello rebozado con secuencias metidas con calzador (con muchos planos muy potitos para que veamos que bien está el contraste entre la ceperuza de color rojo y el blanco de la nieve) que no vienen a cuento.
Aprovechando dicho estreno nos da pie a revisionar otra versión de Caperucita, pero esta vez sí nos encontramos con una buena película: En compañía de lobos.
La segunda película de Neil Jordan es un cuento oscuro, repleto de las morbosidades que puede tener en la cabeza una adolescente. Una versión del cuento Caperucita roja de Perrault repleta de simbologías y escenas surrealistas, como esos huevos que albergan unos fetos, las arañas que caen del techo de la iglesia o cuando le arrancan la cabeza a la abuelita y se estrella en la pared partiéndose en mil pedazos como si fuese de cerámica. Abuela que está interpretada por Angela Lansbury, aparte tenemos por ahí a un indispensable del cine de Jordan, Stephen Rea; David Warner, Terence Stamp haciendo de Lucifer y Jim Carter, el mago de Terrorífica luna de miel.
En compañía de lobos tiene una estructura de matrioska, con sueños dentro de sueños. Los diferentes cuentos que presenciamos es una recopilación de La cámara sangrienta y otros cuentos, libro de relatos licántropos de Angela Carter, que acabó escribiendo el guión del film junto al propio Jordan.
Seguramente uno de los platos fuertes de cualquier película del género licántropo es la transformación en sí. Lamentablemente, pese a que en este apartado el film de Jordan tuvo sus premios y reconocimientos, y yendo totalmente contracorriente, sus efectos me parecen muy justitos y si me apuran tirando a mediocres.
Cierto es que Christopher Tucker no contaría con muchos medios (no olvidemos que la película apenas costó unos escasos 2 millones de dólares) pero pocos años antes ya habíamos visto la madre de todas las madres en cuanto a transformaciones de hombres lobos, la que ideó Rick Baker para Un hombre lobo americano en Londres. Tampoco estaba nada mal el trabajo de Robb Bottin para Aullidos (que tuvo a Baker, su mentor, aconsejándole).
A lo que iba, el trabajo de Tucker, pese a tener buenas intenciones y mejores ideas, no es excesivamente afortunado, con unos animatrónics demasiado acartonados.
Mejor fortuna corrieron los decorados del malogrado Anton Furst, que pese a que tienen un tono demasiado artificial, cosa que le da un plus de irrealidad, consiguen ese efecto entre cuento de hadas y un sueño en plena vigilia.
Curiosamente el trabajo de Furst gustó muchísimo a un, por entonces, jovencito Tim Burton que quiso ficharlo para Beetlejuice, pero que al estar trabajando en La chaqueta metálica no pudo. Un par de años más tarde Burton se desquitaría contratándole para Batman, con la que ganaría el Oscar al mejor diseño de producción.
En compañía de lobos no es un film fácil, no se trata de una película de hombres lobos al uso y mucho menos está dirigida a l@s adolescentes a las que va dirigida Caperucita roja (¿A qué tienes miedo?). Aquí tenemos demasiada simbología para un público de paladar grueso y acostumbrado al fast food que ya viene masticado, pero que hará las delicias de quien espere algo más que zarpazos y aullidos a la luz de la luna llena.
domingo, abril 24, 2011
miércoles, abril 20, 2011
Terrorífica luna de miel
Si me gustan las pelis de mansión con muchos invitados y un cadáver y/o fantasmas por en medio al estilo Un cadáver a los postres, ¿cómo no me va a gustar Terrorífica luna de miel? Y si encima sale hombre lobo ya ni te cuento.
Vaaale, es cierto que la película no es del todo redonda y el doble giro al final no le sienta nada bien, pero aún y así es un producto destacable y disfrutable a partes iguales.
Gene Wilder vivía sus días de gloria después de formar pareja con Richard Pryor en un par de films muy exitosos (más tarde harían algunas más) y, sobre todo, porque venía de dirigir y protagonizar La mujer de rojo (hoy en día sólo recordada por la canción de Stevie Wonder). Así que, seguramente, Terrorífica luna de miel tenía que ser un film con altas expectativas.
Sin ir más lejos la Orion, en su mejor época (Excalibur, la saga Robocop, La rosa purpura del Cairo o la mentada La mujer de rojo), estaba detrás y el elenco era la mar de cuco: el propio Wilder, su mujer en la vida real, Gilda Radner, Dom DeLuise, Paul Smith y Jonathan Pryce.
Larry Abbot (Wilder) vive un gran momento profesional con su programa radiofónico El teatro de misterio de Manhattan en las ondas radiofónicas, y, además, está a punto de contraer nupcias con su novia y compañera profesional Vickie Pearle (Gilda Radner). Pero como la vida no es perfecta Larry comienza a tener un comportamiento extraño y los patrocinadores de su programa temen que se vuelva loco.
El tío de Larry, el prestigioso psiquiatra Paul Abbot (Paul Smith) dice tener la solución: Larry tiene un trauma y la forma de curarlo es dándole un susto de muerte en la reunión familiar que acontecerá en la mansión de la familia Abbot.
Terrorífica luna de miel tenía que haber sido uno de los estrenos punteros del verano del 86 pero acabó siendo un descalabro económico. Seguramente porque el público tenía asociado a Wilder con la comedia más ligera y para todos los públicos y se encontró con una comedia bastante menos blanca, más cercana al humor de Brooks en El jovencito Frankestein.
Como ya he dicho antes su parte final es lo que le lastra, pero su primera hora es de esas que te deja buen sabor de boca. Mezclando escenas no de terror pero sí de misterio con toques humorísticos que no son, en su mayoría, redondos pero que no molestan con los inevitables tics (para bien o para mal) de Wilder.
Después de esta película Gilda Raner murió de cáncer, lo que tuvo a Wilder apartado de la gran pantalla un tiempo como actor, ya que como director nunca más ha vuelto a ponerse detrás de la cámara. Además de crear una fundación para la ayuda del cáncer de ovarios y colaborar en un libro sobre el tema.
jueves, abril 14, 2011
Sin pistas
Aunque a día de hoy Michael Caine sea una figura intocable, donde todas sus interpretaciones son motivo de alabanzas sin fin y que más de una vez hayamos oído/leído aquello de "Michael Caine salva la película", hubo una época en la que se dedicó a protagonizar un buen número de mediocridades a golpe de talonario como los mejores mercenarios. Y no porque el hombre fuese un avaricioso, sino que estaba ahogado por el terrible fisco inglés.
Recordemos algunas de esas "maravillas": El enjambre, La isla, Lío en Río, Juerga tropical, Tiburón, la venganza, Una novia para dos...
Por fortuna, entre pestiño y pestiño, se fue sacando de la manga productos de mayor empaque y calidad (Vestida para matar, Hannah y sus hermanas...) y seguramente este Sin pistas no pertenezca ni a este grupo ni al de los pufos, quedándose en medio como un film repleto de buenas intenciones pero que no acaban de cuajar.
Aquí ya no se trata de una nueva aventura de Holmes al uso (como podían ser las versiones protagonizadas por Ratbone), ni de darle un nuevo enfoque como en la versión de Billy Wilder o si me apuran la de Guy Ritchie, si no de reinventar al personaje y su universo desde los cimientos, algo más cercano en esencia al Holmes juvenil de El secreto de la pirámide.
Lo que nos cuenta el film es que Sherlock Holmes no existe, si no que es una invención del doctor Watson, que es la verdadera cabeza pensante. El primer caso que llevó a buen puerto se lo atribuyó a Holmes, personaje que creó para evitar problemas con el colegio de médicos. Pero como le tiraba más lo de la investigación decidió contratar a un actor que se hiciera pasar por Holmes aunque era él el que desenmarañaba los misterios.
Y como en la vida real, cuando Conan Doyle acabó odiando a su creación e intentó asesinarlo literalmente en algunas ocasiones, aquí Watson (creador del personaje según la película) también odia a muerte a su creación, al que todos adoran con vehemencia.
En la película la aventurilla de Holmes y Watson es el robo de unas placas para imprimir libras, pero todo ese argumento es una mera excusa para presenciar las visicitudes de esa extraña pareja formada por un actor de mala muerte alcohólico y mujeriego y un meticuloso doctor.
Porque en el fondo lo único que funciona en el film es ese choque de personalidades entre el Holmes de Caine y el Watson de Ben Kingsley, acompañados de los ramalazos del Lestrade de Jeffrey Jones (Beetlejuice, Permanezca en sintonía). Pero todo ese buen arranque comienza a diluirse lastrado por la poca gracia que tiene el caso a resolver y, sobretodo, por culpa de una dirección planísima a cargo de un especialista en telefilms como Thom Eberhardt, director de La noche del cometa o Capitán Ron (!!!), incapaz de llevar a buen puerto muchos de los gags.
Curiosamente varios años antes Pierce Brosnan protagonizó Remington Steele, serie televisiva que tiene una base idéntica a la de Sin Pistas: una investigadora privada ante el hecho de no recibir clientes por su condición de fémina decide contratar a un hombre (Brosnan) para que se haga pasar por el detective de la agencia. Así, la planta la pone el hombre pero la que realmente resuelve los misterios es ella. ¿Casualidad o plagio? Ahhhhhh...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)