Si me gustan las pelis de mansión con muchos invitados y un cadáver y/o fantasmas por en medio al estilo Un cadáver a los postres, ¿cómo no me va a gustar Terrorífica luna de miel? Y si encima sale hombre lobo ya ni te cuento.
Vaaale, es cierto que la película no es del todo redonda y el doble giro al final no le sienta nada bien, pero aún y así es un producto destacable y disfrutable a partes iguales.
Gene Wilder vivía sus días de gloria después de formar pareja con Richard Pryor en un par de films muy exitosos (más tarde harían algunas más) y, sobre todo, porque venía de dirigir y protagonizar La mujer de rojo (hoy en día sólo recordada por la canción de Stevie Wonder). Así que, seguramente, Terrorífica luna de miel tenía que ser un film con altas expectativas.
Sin ir más lejos la Orion, en su mejor época (Excalibur, la saga Robocop, La rosa purpura del Cairo o la mentada La mujer de rojo), estaba detrás y el elenco era la mar de cuco: el propio Wilder, su mujer en la vida real, Gilda Radner, Dom DeLuise, Paul Smith y Jonathan Pryce.
Larry Abbot (Wilder) vive un gran momento profesional con su programa radiofónico El teatro de misterio de Manhattan en las ondas radiofónicas, y, además, está a punto de contraer nupcias con su novia y compañera profesional Vickie Pearle (Gilda Radner). Pero como la vida no es perfecta Larry comienza a tener un comportamiento extraño y los patrocinadores de su programa temen que se vuelva loco.
El tío de Larry, el prestigioso psiquiatra Paul Abbot (Paul Smith) dice tener la solución: Larry tiene un trauma y la forma de curarlo es dándole un susto de muerte en la reunión familiar que acontecerá en la mansión de la familia Abbot.
Terrorífica luna de miel tenía que haber sido uno de los estrenos punteros del verano del 86 pero acabó siendo un descalabro económico. Seguramente porque el público tenía asociado a Wilder con la comedia más ligera y para todos los públicos y se encontró con una comedia bastante menos blanca, más cercana al humor de Brooks en El jovencito Frankestein.
Como ya he dicho antes su parte final es lo que le lastra, pero su primera hora es de esas que te deja buen sabor de boca. Mezclando escenas no de terror pero sí de misterio con toques humorísticos que no son, en su mayoría, redondos pero que no molestan con los inevitables tics (para bien o para mal) de Wilder.
Después de esta película Gilda Raner murió de cáncer, lo que tuvo a Wilder apartado de la gran pantalla un tiempo como actor, ya que como director nunca más ha vuelto a ponerse detrás de la cámara. Además de crear una fundación para la ayuda del cáncer de ovarios y colaborar en un libro sobre el tema.
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