lunes, septiembre 20, 2021

El porqué de las cajas blancas de Disney

 
Si viviste los 80 y frecuentabas algún videclub, sabes perfectamente que había unas cajas que destacaban por encima de las otras. Y no, no son las de José Frade (bueno sí, también, pero eso es otra historia). Y estas no eran otras que las archiconocidas cajas blancas de Disney.

Si tienes algún tipo de demencia o no las viviste tienes este escrito plagado de ellas, pero básicamente su diseño estaba formado por la no menos famosa firma de Walt Disney junto al Mickey de El aprendiz de brujo y un cuadro con un fotograma random de la película que tocase o parte del poster original. Todo ello en un virginal fondazo blanco nuclear, al igual que el estuche.

Para empezar, no era algo que solo tuvieramos aquí, ese diseño venía impuesto desde USA y no era una cuestión únicamente distintiva en la caja (que también, ya que en aquellos videoclubs abarrotados de cintas podía ser difícil destacar sobre la competencia), si no que era una forma de combatir la piratería. 
 
Ediciones USA 

En aquellos primeros años de explosión de los videoclubs era poco menos que el salvaje oeste. La gente se tiró en masa a esa nueva forma de entretenimiento que era ver la película que nos apeteciera cuando quisieramos y, encima, con la posibilidad de parar la reproducción o repetir las escenas que nos diera la gana. 
Eso no pasó desapercibido para montones de distribuidoras que vieron que había un pastel muy goloso del que podían trincar un pedazo. Quien no lo vió (al menos en un primer momento) fueron las majors, que tardaron mucho en lanzar sus grandes títulos (Indiana Jones, E.T., Star wars, Tiburón...). Lo de siempre con las grandes compañías, que tardan mucho en reaccionar cuando llega una revolución como pasó en los primeros 2000 con Napster, Internet y el formato MP3.

Eso daría alas a las pequeñas distribuidoras que nos traerían montones de basurillas de artes marciales, comedias eróticas o bélicas de cualquier cinematografía exótica, que verían como TODO se alquilaba.
Pero claro, lo que demandaba el público era los títulos gordos y viendo que las majors todavía estaban pensando de donde les llegaba la hostia, el distribuidor nacional se sacó la chorra e hizo de las suyas. 
 

Por un lado estaban los listillos que sí tenían los derechos de distribución de alguna película, PERO en formato Super 8, que es lo que se alquilaba y se proyectaba en las casas antes de la aparición del vídeo. Así que por sus pelotas sacaban esos títulos en VHS, pero con una calidad audiovisual más que discutible y, el gran problema, con la duración reducida, ya que lo que se editó en Super 8 eran películas resumidas, ya que por el coñazo de tener que estar cambiando bobinas se cercenaba la película.
Luego estaban los piratas puros y duros, que se aprovechaban que en UK ya se habían editado algunos títulos (recuerda que antes no existían los estrenos mundiales y desde su estreno en USA hasta que nos llegaba aquí podían pasar meses) y compraban esas cintas para luego meter el audio que grababan en las salas de cine con una grabadora de cassette. Y luego estaba lo más cutre que era plantar una cámara de vídeo de la época en la sala y grabar a saco audio y vídeo (vamos, lo que décadas después se mal llamó screener). Efectivamente, lo mismo que pasó en los primeros 2000 cuando estaba tan de moda el top manta.

La cuestión es que el catálogo de Disney era el más goloso de todos (porque todos hemos sido niños y nos hemos tragado sus producciones, fuese en los 50, 60, 70, 80...) y se editaron muchos de sus títulos de forma ilegal. Por esto es que Disney decidió que sus cintas tenían que tener un distintivo que le dejase bien claro al consumidor que se trataba del producto oficial, el que (se suponía) tenía la máxima calidad. Por un lado teníamos el tema de la carátula, pero se podían hacer copias (no con la facilidad actual, pero se podía) y dar gato por liebre. Así que Disney fue más allá y puso el estuche también blanco, con el interior impreso, y que la carcasa que contenía la cinta magnetoscópica también tuviese un elemento distintivo que garantizase la originalidad. Esto era la pieza que se doblaba una vez introducido el VHS en el reproductor para dejar paso a la cinta. Además de ser de color blanco tenía impreso su logotipo oficial.
 
No puedo dejar la oportunidad de comentar que Filmayer, aquí distribuidora oficial de Disney, sacó su visión de negocio más cañí y jugó a pasar muchas de sus cinta spor títulos Disney, usando el mismo diseño (eliminando algunos elementos) para cintas de Rocío Durcal, Paco Martínez Soria o Tintín
¿Sería sabedora la compañía americana del trapicheo? ¿Le daría algún toque a Fimayer y por eso dejaron de usar ese diseño para producciones no Disney a finales de los 80?
Que intriga.


Así que, como puedes ver, la piratería no la trajo el interné,si no que siempre ha estado entre nosotros. Como los pistachos
 

 Así lo contaba Fotogramas en 1984

sábado, septiembre 18, 2021

Festival de trailers (CCXIII)

 

A espaldas de la ley (The Mighty Quinn, 1989) de Carl Schenkel. Con Denzel Washington, Robert Townsend, James Fox, Sheryl Lee Ralph, Mimi Rogers, M. Emmet Walsh y Art Evans. 


Don Juan Demarco (Don Juan DeMarco, 1994) de Jeremy Leven. Con Johnny Depp, Marlon Brando, Faye Dunaway, Rachel Ticotin, Geraldine Pailhas, Bob Dishy, Talisa Soto y Stephen Singer.



El rey de la comedia (The King of Comedy,
1982) de Martin Scorsese. Con Robert De Niro, Jerry Lewis, Sandra Bernhard, Diahnne Abbott, Lou Brown, Ed Herlihy y Mary Elizabeth Mastrantonio.



El gato más rico del mundo (The Richest Cat in the World,
1986) de Mike Schondek. Con Ramon Bieri, Steven Kampmann, Caroline McWilliams, Steve Vinovich, Jesse Wells y George Wyner.


La chica que encontró la libertad (The girl who spelled freedom, 1986) de Simon Wincer. Con Wayne Rogers, Mary Kay Place, Kieu Chinh y Kathleen Sisk.


Bonus track