miércoles, mayo 26, 2010

Paranoia Agent

Paranoia Agent, Satoshi Kon

Paranoia Agent
es un manga de apenas 13 capítulos ideado por Satoshi Kon (Perfect Blue, Paprika), un señor al que siempre le ha gustado rizar el rizo en sus historias de (¿)misterio(?), para entendernos, un Lynch en versión anime, al que le gusta jugar mucho con la simbología. Sin ir más lejos, en este Paranoia Agent la figura de animales está muy presente, ya sea desde la aparición de éstos, la cara de muchos personajes humanos que tienen aspecto casi grotesco o sus nombres, muchos de ellos de animales.

Aunque realmente la serie, que fue estrenada en el 2004, es fruto de un trabajo efectuado varios años atrás. Muchas de las ideas que su director no pudo (o no quiso) usar en sus trabajos anteriores las acabó guardando para luego recopilarlas en esta historia donde varios personajes, todos ellos en un momento de crisis de ansiedad, reciben la visita de un chico que, calzado con unos patines dorados y bate de béisbol en mano, les asesta un golpe en la cabeza para liberarlos de su presión (matando algunos de ellos inclusive).


Lo que en un principio parece la clásica historia de la pareja de policías que han de encontrar al chico del bate (shounen bat) y verse metidos en una historia con tintes sobrenaturales (el chico del bate parece más una aparición que otra cosa) acaba siendo un reflejo de la degeneración de nuestra sociedad.


Paranoia Agent, Satoshi Kon
Cada episodio es protagonizado por un personaje distinto (aunque algunos de ellos acaban entrecruzándose) que retrata muchas de esas "enfermedades modernas" (algunas de ellas puramente japonesas).

Tenemos el caso del alumno al que todos aprecian, saca buenas notas, es buen deportista pero que en el fondo es un manipulador que hará cualquier cosa por conservar su estatus; el trío que se conocen en un chat y acaban quedando para suicidarse juntos; el clásico periodista sensacionalista que hará lo que sea por publicar una noticia que lo encumbre; la mujer que de día es profesora pero por la noche es prostituta; el putero que pone una cámara oculta en la habitación de su hija para espiarla y que es un policía corrupto; el estudiante que ante la presión de un examen no puede parar de estudiar para luego vomitar, literalmente, sus conocimientos (
hecho más real de lo que puede parecer); o el chaval que está obsesionado con los juegos de rol y es incapaz de distinguir la realidad de las fantasías heroicas surgidas de su mente.

Paranoia Agent, Satoshi Kon
Al final de cada episodio, trás los títulos de crédito, aparece un personaje secundario enfundado en un smoking dándonos pistas encriptadas del siguiente episodio al igual que hiciera a mediados de los 90 el dogmático Lars von Trier en la serie The Kingdom (luego remakeada por los yankis bajo la batuta de Stephen King con el título Kingdom Hospital). Detalle, en cierta forma, inspirado en las introducciones de Lady Leño que se grabaron para el pase de Twin Peaks en el canal Bravo.
Y hablando de la serie de Lynch y Frost, muchos son los guiños que le hace Paranoia Agent, desde el hombre que hace nudos con los rabitos de cereza o la visita de los dos policías a la primera víctima del chico del bate que recuerda a la escena del agente Cooper y el Sheriff Truman en el hospital donde se recupera Ronette Pulaski.


Mención aparte la espectacular banda sonora, obra de Susumu Hirasawa, especializado en música electro pop que compone con ordenadores Amiga y que en sus ratos libres le hace las bandas sonoras a Satoshi Kon, que tiene un componente triste y melancólico muy importante.

Paranoia Agent, Satoshi Kon
Uno de los handicaps de Paranoia Agent, como le acaba de ocurrir esta misma semana a esa serie que todo el mundo comenta y no hace más que instigar textos en la red, es su final. Un final que acaba siendo un desvarío hulkiano más próximo a Akira que a Twin Peaks, donde Satoshi Kon intenta fabricar una cinta de moebius (que tan buenos resultados le dio a Lynch en Carretera perdida) pero fracasa estrepitosamente por intentar ir más allá de lo que la historia podía dar de sí. El conglomerado de ideas recicladas que comentaba antes pesan como una losa y no se puede montar un puzzle con piezas de diferentes rompecabezas.

Paranoia Agent, Satoshi Kon
Aún y así no nos dejemos engañar. Paranoia Agent, al igual que su prima lejana Lost, es mucho más que un desenlace fallido, posee grandes momentos que recrean a la perfección la sociedad del siglo XXI y es por ello que, al final, es mejor el viaje que el punto de destino al que llegamos. Ya lo decía Punset: "La felicidad se encuentra en la antesala de la felicidad".

miércoles, mayo 19, 2010

Monte follopio

Corrían principios de los años 90, época recordada por la moda de usar pantalones y chaqueta tejana de un azul blanquecino, como si se nos hubiera caído una botella de lejía por encima; donde lo que entendíamos como un aparato multimedia era el Telepick o el Teletrebol; y salvo los que tenían el codificador del Canal Plus la pornografía era casi un mito.
La recién estrenada Telecinco lo intentaba, aparte de emitir cualquier espanyolada de José Frade, la enésima película del Jaimito de Alvaro Vitali y la caspa de ¡Ay que calor!, se tiraron el moco con aquel ciclo los viernes por la noche llamado Erotísimo (contando que lo más fuerte que pusieron fue Fritz, el gato caliente ya nos podemos hacer una idea) o aquel Playboy que se quedaba en videoclips erotiquillos.

Por su parte TVE, o mejor dicho TV2 contraatacaba con Venus Tv, programa de variedades (por decir algo) de producción francesa. El programa, de media hora de duración, era una sucesión de apartados: desde el mitiquísimo Narcisso Show, donde chicas (supuestamente) no conocidas hacían un número musical (que encima los de TVE tuvieron los inmensos cojones de subtitular las canciones) para al final quedarse en cueros; Venus mañana, que básicamente era ver a una chavala como se despertaba entre gestos presumiblemente eróticos; Venus correo, una especie de consultorio de Elena Francis; o Venusteca, fragmentos de alguna peliculilla erotica del año de Matusalén. Y entre medio chicas desnudas que daban paso a las diferentes secciones.
En definitiva, que durante media hora salían un par de chicas desnudas y para de contar. Como mucho destacar a una (todavía) desconocida Marlène Mourreau que se lo montaba con una pitón entre las sabanas.

Pero lo mejor de todo, a mi entender, era Mic Mac de los MactarMac. Bajo este título que parece un trabalenguas se escondía un serial lisérgico con continuidad que se emitía dentro de un apartado llamado El folletín, toda una declaración de principios, más que nada porque todos los chistes de Venus Tv rayaban ese nivelazo de dobles sentidos y juegos de palabras.
En este culebrón, si veíamos a una chica en ropa interior ya es que se estaban estirando al máximo (no nos engañemos, la única sección que, seguramente, no me borrarían el vídeo los del Youtube). Con una cabecera que rompía moldes con una música hipnótica a base de teclado Casio y un montaje que dejaba en pañales a la mejor escena de Rocky IV, unos decorados más lamentables que cualquier sketch de Noche de fiesta, con muchos zooms para la transición entre escenas, trajes de colorines y hombreras y mucho actor malo.
Señoras y señores, con todos ustedes Mic Mac de los MacTarMac.

miércoles, mayo 12, 2010

Grease 2

Grease 2, Michelle Pfeiffer, Patricia Birch
Seguro que cuando el tipo que acuñó aquello de "segundas partes nunca fueron buenas" estaba pensando en Grease 2. Y si a eso le añadimos que es la única película de la que Michelle Pfeiffer reniega ya lo tenemos todo dicho.

Aunque a finales de los 70 principios de los 80 las segundas partes no era una práctica tan habitual como hoy en día los productores de Grease vieron el filón de hacer una secuela.

Mal empezaban las cosas cuando ponían de directora a una tal
Patricia Birch, la que había sido coreógrafa de la primera parte, y que a la postre nunca más volvería a dirigir nada para cine. Y el reparto era igual de desconocido (Pfeiffer acababa de empezar), ya que rápidamente se descartó seguir con los personajes de Travolta y Newton-John, y como mucho nos podían sonar las caras de varios secundarios que repetían algunos roles de la primera entrega.

Grease 2, Michelle Pfeiffer, Patricia Birch
Para más inri cuando se inició el rodaje el guión ni siquiera estaba terminado, y ya sabemos que les pasa a estas películas que acaban haciéndose sobre la marcha llena de improvisaciones.
Por cierto, el guión corrió a carga de
Ken Finkleman, que ese mismo año escribiría y dirigiría Aterriza como puedas II. Sí, ya vemos que todo un experto en musicales.

Al final todo el argumento acabó siendo una especie de remake de la primera parte pero dándole la vuelta. Si en aquélla teníamos carreras de coches aquí lo que se llevan son motos. Si en el primer Grease la chica era la nueva y el chico el chulito del instituto aquí el chaval es el repipi empollón (que representa que es el primo de Sandy [
Olivia Newton-John]) el que llega al instituto y la chavala es la jefecilla de las Pink Ladies.

Grease 2, Michelle Pfeiffer, Patricia Birch
Es decir, más de lo mismo pero con canciones mucho peores. Y ese es el gran problema de esta película. Vale que el Grease original como película, por su argumento, no era nada del otro mundo, pero tenía sus buenas canciones (que en el fondo es por lo que es famosa). Pero en este Grease 2 ya ni se salva la banda sonora, que rompía bastante con la anterior y tenía unos toques ochenteros muy cercanos al new wave, muy en la línea de lo que acababan de hacer en Shock Treatment. El soundtrack fue por obra y gracia de Louis St. Louis, que lo contratarían porque había hecho las adaptaciones del film del 78.
  Grease 2, Michelle Pfeiffer, Patricia Birch
Quizás uno de los (pocos) aciertos del film es un tímido acercamiento al género de superhéroes. El prota, que se enamora de la chica, sólo ve una forma de conquistarla: haciendo el Valentino Rossi con la moto. Así que se va a un desguace y compra un trozo de hierro con ruedas que él mismo acaba tuneando (¡leyendo un manual!). Luego se va a un descampado y entre tortazo y tortazo aprende hacer piruetas. Le añadimos un casco y unas gafas a modo de antifaz y ya tenemos al motorista cantante. Además se da a entender que usa como escondite secreto un viejo bunker.

Aunque luego ese bunker sirve de excusa para uno de los muchos repulsivos gags que tiene la película, donde los componentes de los T-Birds (uno de ellos, Adrian Zmed, un clon afeuchado de Travolta) se dedican a perseguir a las chicas.
Y es que toda la parte argumental que afecta a los secundarios tiene ese humor grueso estudiantil tan ochentero a lo
Porky's. Aunque aquí estaría más cerca de la chabacanería de aquellos bodrios de Caramelo de limón o Baby love que la factoría Golan-Globus se encargaban de rodar en Israel.

Grease 2, Michelle Pfeiffer, Patricia Birch
Curiosamente se estrenó el mismo fin de semana que E.T. y más curioso aún que lo hizo en más salas. Peeeero, al final una fue la que más recaudó en ese año 82 y la otra apenas llegó a cosechar unos paupérrimos 15 millones (sobre un presupuesto de 13). ¿Adivinamos cuál?

A parte de recibir un buen varapalo económico no tuvo mejor suerte en cuanto a las críticas. Toda esta nube negra hizo que se llevara por delante a todos los que participaron en la película a excepción de Pfeiffer que sí acabo triunfando (aunque ahora no esté en su mejor momento). Maxwell Caulfield, el prota, vio como su carrera se hundía para acabar siendo carne de telefilms y series de tv o, como comentaba antes, su directora. Y la resta del equipo tres cuartos de lo mismo.


jueves, mayo 06, 2010

Psicotronía hispánica

Los chicos con las chicas, Los Bravos, Tip y CollLos chicos con las chicas (1967). Los Bravos, el clásico grupo nacido a rebufo de los Beatles pero engendrados en plena meseta a mediados de los 60. Como buenos sucedáneos de los de Liverpol carraspean canciones para la chiquillada y sus guateques, ya sea en spanish o en inglés, que para el caso es casi mejor por aquello de la exportación del producto patrio. En un par de años se encaraman a lo más alto y su explotación comercial ha de seguir con la consecuente película. Dirigida por, el aún verde, Javier Aguirre y guardándoles las espaldas un elenco de primera línea: el gran Manolo Gómez Bur, Lola Gaos, María Luisa Ponte, Laly Soldevilla, Tip y Coll, Rafaela Aparicio y Blaki.

La historia es lo de menos: Los Bravos (haciendo de ellos mismos, of course) son enviados por su mánager a un balneario para que se relajen, pero éstos, que son unos pillastres, evitan su tren y se van a la aventura. Mientras pasan el tiempo canturreando por el bosque (5 chicos, campo, tienda de campaña... no me digas más) se encuentran a unas estudiantes de un internado femenino. El cabecilla y cantante del grupo, Mike, se enamora perdidamente de una de ellas y se las ingeniará para colarse en el colegio donde no quieren a los hombres ni en pintura.

La película, como buena explotación del momento, es de una pobreza argumental sonrojante, todo es una mera escusa para meter las actuaciones del grupo cada dos por tres y sin venir a cuento. Aunque más sangrante es que están rodadas con una simplicidad acartonada, para a lo sumo salvar a Los Bravos rompiendo una vidriera al más puro estilo SWAT.
Y es una lástima, porque el principio, con unos títulos de crédito a golpe videoclipero, nos promete juego de montaje y zooms a mansalva, pero nada de nada, todo el delirio visual se quedó en esos dos minutos iniciales.
Pese a todo triunfó llevando a más de dos millones y medio de espanyolitos a comer unas garrapiñadas mientras metían mano a las mozas del pueblo en los cines de barrio. Para hacer una comparación: Sor Citroën es del mismo año y se quedó rozando los 2 millones.
Si tienes 15 años, crees que estamos en los 60 y mojas las bragas con Tom Jones no lo dudes, es tu película.

Dame un poco de amooor...! , Los Bravos, Tip y CollDame un poco de amooor...! (1968). Sólo un año después Los Bravos vuelven a la carga, y hay que ver lo que da de si un año porque vista esta peli nos damos cuenta como han aprendido estos malandrines. Esta vez bajo las ordenes de un perro viejo como José María Forqué que no se amedrenta y usa todo el arsenal de zooms, planos imposibles y urbanos que ya quisiera Argento, travellings y más travellings, montajes acelerados, insinuantes movimientos de cámara, sobre impresiones de bocadillos de cómic... y yo que sé que más.
Y es que esta película es un auténtico cómic hecho carne y hueso. Su protagonista, el cantante Mike, un tipo que todo el día está leyendo tebeos, se ve envuelto en el maquiavélico plan de un malvado al estilo Fú Manchú y su clan de chinos que no pronuncian la erre y gángsters sacados de los años 30.
Si en la anterior película el protagonista absoluto era el cantante del grupo y el resto se tenía que quedar con las migajas aquí la cosa es más exagerada porque ni eso. Por suerte el amigo Mike Kennedy aprendió de su mala interpretación y aquí no para de gesticular como un Jim Carrey enfarlopado hasta las cejas (aunque físicamente se acerca más a Michael Crawford). El resto del reparto mantiene el tipo aunque no llega al Dream Team de la anterior peli (aunque algunos repitieron): Tomás Zori, Tip y Coll, Rafaela Aparicio, Blaki y Laly Soldevilla.

Nos encontramos un producto especialmente pensado para ser moderno (en la época). Toda la estética kitsch que notamos a faltar en la peli de Aguirre aquí la tenemos multiplicada al cubo, incluso las actuaciones musicales, muchas de ellas con estética de los títulos de crédito de cualquier Bond que ya apuntaban en el anterior film, con las que nos castigan constantemente están rodadas con más ganas e interés. Especial atención al clip que acontece con una animación muy rudimentaria pero que es un gran homenaje a los tebeos más baratos y que no deja de ser una versión de Popeye en el Oeste con final infeliz. O el que está hecho con el rotoscopio que le regalaron a Bakshi a los cinco años. Aunque para ser justo hay que decir que no es rotoscopio, si no M-Tecnofantasy (aunquetiene parentesco con la técnica creada por Max Fleischer), la escena la rodó el mismo creador de esta técnica, Francisco Macián, director de El mago de los sueños.
¿A quién no le gusta ver a Los Bravos sacar rayos láser por los ojos que ocasionan orgasmos a las secretarias?


Una vez año ser hippy no hace daño, Tony Leblanc, Concha Velasco, Manolo Gómez Bur, Alfredo LandaUna vez año ser hippy no hace daño (1969). La joya de la corona. Todo un tour de force por cuatro de los emblemas más representativos del cine dominguero: Tony Leblanc, Concha Velasco (cuando aún era Conchita), Manolo Gómez Bur y Alfredo Landa. Y en la retaguardia José Sazatornil, Rafael Alonso, Laly Soldevila (again), Blaki y ¡Joaquín Prat!

La que en un primero momento se tenía que haber titulado Los hippyloyas fue una producción de ínfimo presupuesto (made in Dibildos) rodada en el mítico Torremolinos donde Leblanc se pone a chulear a un trío de bodas, bautizos y comuniones a bordo de su Cadillac 62 intentando montar un grupo pop y pillar las migajas de los de Liverpol en esta especie de versión castiza de la serie de tv The Monkees.
Un auténtico un caos de producción donde los actores casi se quedan ciegos por culpa de la mala calidad de los focos y la guerra interna Landa vs Gómez Bur hizo que acabaran enemistados hasta el fin de los días en su duelo personal mientras graban el audio de las canciones en post producción.

Aún y todo este esperpento la jugada salió redonda con todo ese grupo de actores que rizaron el rizo sacando lo mejor de sí mismos. Pero si alguien se lleva la palma es el gran Gómez Bur, que al más estilo Mortadelo luce disfraces a cada cual más esperpéntico y no se corta un pelo en hacer el loco en los videoclips de Los Hippyloyas.

Otra vez Javier Aguirre tras la cámara, pero esta vez dándolo todo para una historia que no hay por donde cogerla, con personajes que no sabes de donde salen, de donde vienen ni cual es su papel en la trama (no hay más que ver ese abrupto final que parece más bien que se quedaron sin dinero para acabarla) pero nos da igual mientras disfrutamos de sus canciones y sus planos llenos de zooms de la escuela Lazarov. Nunca antes el formato panorámico nos había dado tantas alegrías en sus poco más de 80 minutos que pasan en un suspiro.

Una vez al año ser hippy no hace daño forma parte de ese cuadríptico bastardo que se montó José Luís Dibildos con Leblanc, Landa y Gómez Bur: Los subdesarrollados (Fernando Merino, 1968), Los que tocan el piano (Javier Aguirre, 1968) y La dinamita está servida (Fernando Merino, 1968). Y donde en la primera y la tercera cambió a Concha Velasco por su señora Laurita Valenzuela.

Pero si algo tienen en común las tres películas aquí comentadas son sus bandas sonoras a cargo del maestro Adolfo Waitzman, especialmente destacable todo el soundtrack de este Una vez al año... lleno de melodías, desde lo más spanish de la época a ritmos más poperos pero todo ello bañado con mucho sentido del humor. Tanto sentido del humor que son capaces de hacer un chiste (casi privado) a costa de Los Bravos y su Los chicos con las chicas.

Que grandes Los hippyloyas!, auténticos precursores de la publicidad tabacalera subliminal.