martes, septiembre 29, 2015

Las aventuras de Enrique y Ana

Las aventuras de Enrique y Ana

Ya hace algunos años, en uno de esos pases televisivos que Telecinco nos brindaba en los primeros 90, y después de bastantes años, revisioné Las aventuras de Enrique y Ana. Y, aparte de quedarme to loco, me dejó chipiriflaútico los parecidos con The Rocky Horror Picture Show (The Rocky Horror Picture Show, 1975). Eso no podía ser casualidad. Años después, cuando llegó internet y nos jodió las vidas, comprobé que las similitudes no solo las había encontrado yo, si no que era algo generalizado.

Las aventuras de Enrique y Ana

De sobras conocemos ese boom que asoló la piel del toro con grupos infantiles que vendían cassettes en bares y gasolineras a ritmo sabrosón, y que una cosa lleva a la otra y Boomer no es el único chicle que se estira de forma kilométrica. Todos (o muchos de) esos chavales que cantaban como Farinelli tuvieron sus escarceos con el séptimo arte, y de forma muy exitosa.
El dúo Enrique y Ana (uno de esos dúos que hoy serían demasiado mal vistos por aquello de la diferencia de edad) no iba a ser una excepción. Y les debería ir muy bien las cosas a nivel de ventas, porque les hicieron un producto para su lucimiento que contaba con bastantes más medios que las otras películas de la competencia.

Las aventuras de Enrique y Ana

Como la mayoría de estos casos, tenemos unos 15-20 minutos a modo de prólogo para explicarnos lo traviesos que son el colegio y que malos son los adultos, que son tipos encorbatados y grises que tratan a los críos como imbéciles, antes de entrar en materia. Claro, meter a Enriquito como alumno ya era demasiado, así que, en una muestra de genialidad del guionista, lo hacen pasar por profesor de gimnasia. Luego lo que todos conocemos. Agustín González totalmente desatada haciendo de mad doctor que ansía una joya que tiene el poder de la invisibilidad y la destrucción, y que se dedica a buscarle las cosquillas a Luis Escobar, el científico bueno que, además, es el abuelo de los protagonistas. Por en medio José Lifante babeando por Amparo Soler Leal, los Coconut, los Punkitos, Pepa Pipa y Joaquín Luqui entre pósters del Puma.
Como decía, el film cuenta con medios más que generosos para el tipo de producto que es. El Barón Von Nekruch luce bastantes cachivaches molones. Su estética (y la de todo su séquito) canta mucho que ha recibido la influencia de la versión en carne y hueso de Flash Gordon (Flash Gordon, 1980) estrenada un año antes. Aunque el propio barón se parece mucho al muy posterior Megamind. Incluso tiene un cohete que parece sacado de las páginas de Tintín. Por su parte, Stanley bebe del abuelo Potts de Chitty Chitty Bang Bang. Y hace mucha gracia el momento que llega con una película de sus hazañas en algún país remoto y uno espera que empiece la proyección de Holocausto caníbal (Cannibal Holocaust, 1980).

Las aventuras de Enrique y Ana

Estamos ante una de las películas que reune más momentos míticos por minuto. Desde la aparición de los Coconut, con un Achero Mañas que ni pestañea; y el momento apoteósico es, seguramente, ese concurso musical con Pepa Pipi (que parece doblada por Millán Salcedo) y los Punkitos y su Caca, culo, pedo, pis, con una niña que apuntaba maneras para hacer carrera en los puticlubs más selectos. Aquello era todo un guiño a la incipiente movida madrileña que bien merecían haber ganado el concurso, y no la pareja protagonista, que se metían al público en el bolsillo repartiendo discos chino. Ya lo decía Lisa Simpson: está prohibido usar estímulos visuales.
Seguramente ese disco chino causaría furor entre la canallada, pero luego eso no daría vueltas ni daría nada. Pero bueno, quien soy yo para criticar nada, que me compré el diabolo porque Rita Irasema y Miliki lo promocionaban en el Superguay y la semana quedó arrinconado criando polvo.

Las aventuras de Enrique y Ana

Las aventuras de Enrique y Ana es uno de los pocos productos minimamente dignos de la época y de su estirpe. Con un buen puñado de hits que si fueran en inglés más de uno lo fliparía (hay alguno que parece una mezcla entre Los Pekenikes y Jean-Michel Jarre); un acabado visual a la altura (obra del oscarizado Gil Parrondo); y con un ritmo lo suficiente ameno para que no se nos haga duro el visionado.

El film acabó siendo un exitazo que en Spain llevó un millón de espectadores a poner sus nalgas en las butacas de los cines, y las críticas fueron bastante benévolas. Además, Ana Anguita se llevó el premio a la actriz más prometedora en el festival de Montreal. Casi 40 años después, la cosa ha quedado como otra de las muchas bizarradas que campan por la cinematografía hispánica, que, en un ataque de nostalgia, hará que a los que peinamos canas nos entretenga cosa mala. Eso sí, pónsela a las nuevas generaciones y te arrancarán la piel a tiras como poco.


martes, septiembre 22, 2015

Heavy Metal

heavy metal, 1981, ivan reitman, metal hurlant, Métal Hurlant, Gerald Potterton

Durante los últimos días de 1974, Philippe Druillet, Jean Giraud (Moebius) y Jean-Pierre Dionnet se enfrascaron para parir una publicación de ciencia ficción. El invento se llamó Métal Hurlant (nombre ideado por Nikita Mandryka) y en su primer número empieza la serie Arzak de Moebius, que también se encarga de la portada de la revista y de algunas historias mudas. También aportarían historias Dionnet, Druillet o Richard Corben. 
La crítica de la publicación es buena, pero no así las ventas, que son irrisorias. El distribuidor empieza a devolverles ejemplares que no se venden ni en broma, alegando que el público no quiere ver personajes desnudos en cada viñeta y necesitan que les cuenten historias más simples, no un cúmulo de dibujos que priorizan el diseño a la narrativa. A eso hay que añadirle que el gobierno francés prohibe su venta a menores de edad. De los 50 mil ejemplares impresos del primer número les devuelven 45 mil. Un desastre.

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Los derechos son vendidos a los USA, que se publica bajo el título de Heavy Metal. Este hecho es muy importante, pues, además de haberse asentado las ventas francesas, en el nuevo continente comienza a influir a muchas producciones hollywoodienses como La guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977), Blade Runner (Blade Runner, 1982), Tron (Tron, 1982) o Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979), en la que su director, Ridley Scott, contrata a Moebius para que le haga algunos diseños.
Allí la revista estaba editada por National Lampoon, siendo adquirida por su editor, Leonard Mogel, cuando estaba en Francia preparando la versión gabacha de su revista y todavía no habían dado el salto al cine con Desmadre a la americana (Animal house, 1978). Fue después de este film que Ivan Reitman, uno de sus productores y futuro director de Los cazafantasmas (Ghostbusters, 1984), pensó en que sería buena idea adaptar el universo de la revista a un largometraje animado que se apartase de la idea que los dibujos animados solamente eran para niños. Encargó un guión a Len Blum y Daniel Goldberg, que ya habían escrito un par de películas que había dirigido Reitman: Los incorregibles albóndigas (Meatballs, 1979) y El pelotón chiflado (Stripes, 1981). El duplo se encargó de dar forma a algunas historias que tenían que tener un nexo de unión, en este caso era Locnar, una especie de orbe que representa el mal en el ser humano. Durante 6 historias (más un prólogo y un epílogo) veremos como Locnar aparece en las vidas de un taxista, un adolescente que viaja a otro planeta, un capitán espacial que es juzgado, el piloto de un avión de la Segunda Guerra Mundial, una secretaria que es secuestrada por unos extraterrestres y Taarna, una amazonas vengativa.

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Cada unos de estos segmentos tenían un estilo de animación diferentes, ya que cuando Reitman puso la producción en marcha no encontró ningún estudio de animación que fuese capaz de encargarse de todo el largometraje, así que se decidió repartir los sketch en los diferentes estudios. Todos ellos canadienses, al igual que lo era Rock and Rule. Film que guarda algunos paralelismo con Heavy Metal.
Pese a esos diferentes estilos todos guardan un trabajo de rotoscopio de base. Cosa que es muy evidente en algunos momentos, como el principio con el descapotable que parece una mezcla entre Ralph Bakshi y las cortinillas de la Mtv de los 80. Luego tendríamos la explosión final que ni siquiera era animación, pues se quedaron sin dinero ni tiempo para dibujarla.

El film acabó teniendo una vida comercial bastante buena, recaudando unos 20 millones de dólares (el doble de lo que había costado) solamente en USA. Después, tuvo problemas con los derechos de la banda sonora y hasta mediados de los 90 no se pudo ver en vídeo. Factor que acrecentó su culto, siendo la circulación de copias piratas algo bastante habitual en los 80.

Además, se nota su influencia en, por ejemplo, el videoclip Do the evolution de Pearl Jam, que recuerda la historia del bombardero; la nave de los extraterrestres farloperos se parece a la máscara de deadmau5; o, lo más conocido, la historia del taxista que fue claramente inspiradora de El quinto elemento (The Fifth Element, 1997).

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Ya en el nuevo milenio apareció una segunda parte, Heavy Metal 2 (Heavy Metal 2000, 2000) que, sin ser un desastre como se ha dicho, es muy floja y no hace otra cosa que engrandecer a la de 1981. Además, ya no era un puñado de sketch, si no que todo el film contaba una única historia. Se hizo con un presupuesto generoso (15 millones) y con algunas voces conocidas en su V.O. (Michael Ironside, Billy Idol) pero no funcionó.

Hace un par de años se hizo Metal Hurlant Chronicles, una serie de 2 temporadas y 12 episodios que aquí, de momento, no nos ha llegado y de la que los fans no hablan demasiado bien.
Y, cómo no, desde hace algunos años se habla de nuevas adaptaciones. Al parecer David Fincher había comprado los derechos en su día y luego se los cedió a Robert Rodríguez, que se planteó hacer una serie animada para televisión donde cada capítulo fuese independiente y tuviera un estilo de animación propio. Veremos qué pasa.


martes, septiembre 15, 2015

Ghostbusters II (Game Boy)

ghostbusters II, Hal Laboratory, Game Boy, Nintendo

Ya sabemos que en la época de los 8 bits, ya fuese en microordenadores o consolas, las licencias cinematográficas estaban tiradísimas. Los grandes estudios todavía no habían olfateado el cash que podía mover un amasijo de pixeles y ni se planteaban montar un departamento para estos menesteres (posiblemente el primero que se olió algo fue George Lucas), y menos después del crack del 83. La cuestión es que ya les iba bien eso de sacar unos cuantos chavos en concepto de derechos para que el calculín de turno programara cualquier cosa. Así que el asunto estaba en que nos colaban tal cantidad de morralla que acabamos asociando lo de "juego basado en película = mierda". Luego la cosa ha mejorado un poco. Pero volviendo a finales de los 80, el juego que sacaron con motivo de Los cazafantasmas 2 para Game Boy y la Nes, era de lo poco salvable.


El juego tiene poca historia. Tan simple como que hemos de atrapar un número determinado de fantasmas en cada fase. Así dicho puede quedar la mar de sosainas, pero aquí no importa el "que", si no el "como". Con una estética la mar de cuca, con un diseño de personajes estilo super deformed (SD) y una vista semi aérea (estilo los primeros Zelda), controlaremos a uno de los cazafantasmas, encargándonos de disparar el rayo de protones a los ectoplasmas, mientras que tendremos a un segundo personaje, que controla la máquina, siguiéndonos y llevando la trampa. Será en ese momento cuando, con el segundo botón, le daremos la orden que la active. Trabajo en equipo que le llaman.
Un sistema de juego que nos recordará bastante al de The firemen para Super Nintendo. Se nota que los de Human tomaron buena nota.


ghostbusters II, Hal Laboratory, Game Boy, Nintendo

La cosa tiene su gracia. Ir recorriendo unos escenarios bastante bien detallados cazando fantasmas es lo suficientemente adictivo para que pasemos por alto sus dos grades fallos. El primero (y menos importante): la música. Bastante anodina (que no horrible) y que nos invitará a bajar el volumen para escuchar cualquier otra cosa. Evidentemente no nos podíamos librar del clásico tema de la franquicia compuesto por Ray Parker Jr., que suena durante la pantalla del título.
Fallo número 2: la AI de nuestro compañero. Como suele pasar en aquellos juegos en los que en algún momento o durante todo el juego nos acompaña un personaje controlado por la máquina, la cosa hace saltar las alarmas. Vamos a tener que llevarlo siempre muy pegadito, ya que a la que queramos ir rapidito se nos va a perder por el camino (aunque tampoco es que sea algo exageradamente desastroso). Tampoco nos ayuda que este personaje tengo su nivel de vida propio. Lo que hará que a la que le toquen (porque aquí si te toca un fantasma has muerto) palme, y al consumir todas las vidas, en el caso de tener alguno de los 3 continues que nos proporcionan al inicio del juego, deberemos volver a comenzar la fase. Aunque, peor hubiera sido tener que empezar algunos de los 4 niveles de los que consta el juego, cada uno de ellos formado por 3 fases, a excepción del último, que son 6. La cuarta ya es el enemigo jefe de fase. Enemigos que, y este casi sería un tercer fallo, son demasiado fáciles (salvo el último, que se las trae), mucho más que las propias fases. A su facilidad hay que añadir que, durante el combate, nuestro compañero no puede sufrir daños (básicamente es invulnerable), con lo que podemos usarlo de parapete.


ghostbusters II, Hal Laboratory, Game Boy, Nintendo

¿Y que sería un juego sin ítems que nos faciliten un poco la labor? Por el camino nos encontraremos algunas personas que, normalmente, nos obsequiaran con alguna vida extra. También estarán por ahí los otros compañeros cazafantasmas que, además de poder seleccionarlos, nos darán alguna mejora de equipo, ya sea invulnerabilidad, la posibilidad de congelar a los fantasmas un tiempo limitado, algún arma más efectiva a la hora de absorberlos o un pico para romper paredes y evitar dar demasiados rodeos por las habitaciones. Y es que se hecha en falta poder disponer de algún mapa que nos ayude a situarnos en el escenario o que, incluso, nos marque el posicionamiento de los espectros. Al no tenerlo nos veremos obligados a pasar varias veces por las mismas habitaciones, ya que nuestros enemigos aparecen cuando les viene bien. Y esto tiene su aquel, pues cada fase tendremos que completarla en un tiempo determinado. Aunque esto es absurdo, ya que al finalizar el tiempo, en lugar de morir y empezar de nuevo la fase, los fantasmas se convertirán en el logo de los cazafantasmas y los podremos capturar igual, con lo que, si hemos agotado el tiempo, simplemente perderemos algunos puntos de bonificación.


ghostbusters II, Hal Laboratory, Game Boy, Nintendo

Además para Game Boy, este juego apareció en Nes, como comentaba antes, pero que nadie se confunda, porque existe otro Ghostbusters II para Nes que lo programó Activision y es una castaña de campeonato. Por suerte ese juego no salió de los USA, por eso, al lanzar allí el que programó con mucho más acierto Hal Laboratori (compañía siempre ligada a la franquicia Kirby) le añadieron un "New" (Ghostbusters II) al título, algo así como lo que pasó con la serie animada para no confundirla con la de Filmation.
Para acabar de liarlo todo aun más, en los 90 Activision lanzó para Game Boy The real Ghostbusters, que, básicamente, era el Mickey Mouse IV de Kemco, que no salió de Japón, pero con los gráficos modificados, y que en Europa se hizo lo mismo pero ambientándolo en el universo de Garfield. Un lío padre, vamos.

sábado, septiembre 05, 2015

Los inmortales II. El desafío

Los inmortales II. El desafío, Russel Mulcahy, Christopher Lambert, Sean Connery, Michael Ironside

El primer film de Los inmortales costó unos 16 millones de dólares y apenas recaudó 6 en USA, lo que la convirtió en un fiasco. Pero luego llegó el estreno europeo, y ahí la cosa cambió. Sin ser un mega éxito la cosa fue hacia arriba. Luego ya vino su explotación en los videoclubs, donde cosechó un éxito que no había tenido en cines.
Ese no éxito en cines, unido a que detrás no había un gran estudio, si no una productora como la Thorn Emi, que tenía más éxito en el mundo musical que el cinematográfico, hizo que una secuela no surgiese de la noche a la mañana. Pero el film fue cogiendo cierto culto que ayudó a que, ya en 1991, apareciese una tardía y problemática secuela.
  
Los inmortales II. El desafío, Russel Mulcahy, Christopher Lambert, Sean Connery, Michael Ironside

Aunque siempre ha sido una película muy criticada por cepillarse la mitología original, alguna cosa sí respetaron. Es el caso del famoso premio final, que, además de ser mortal (que es con lo que suele quedarse la gente), también puede leer el pensamiento de la gente. Y es con este poder con el que Lambert consigue crear una capa de ozono artificial, pues la original está casi desaparecida y la población palma de cáncer de piel como si nada. Sí, estábamos en los 90 y todo el tema ecológico era menester en nuestro día a día. Si hasta se marcaban series como Capitán planeta o Seabert, la de la foca blanca.


Volvamos con Lambert y sus colegas. Paralelamente, descubrimos que los inmortales son en realidad habitantes del planeta Zeist, que cuando la lían en lugar de meterlos en una cárcel los mandan a la Tierra, les borran la memoria y les incitan a que se maten entre ellos y el que quede tiene la opción de envejecer en nuestro planeta hasta morir o volver al suyo. En estas que en ese planeta hay un tal general Katana (nombre cojonudo) que responde a los rasgos faciales de un Michael Ironside con peluca que parece Jack Nicholson. El tipo está siempre cabreado, muy cabreado, y como él mandó a Lambert a la Tierra y sabe que sigue vivo, decide enviar un par de esbirros a que lo liquiden. Éstos le aconsejan, muy sabiamente, que lo deje estar, que nuestro inmortal favorito es un viejales de 80 tacos y que le quedan dos telediarios. Pero Katana erre que erre, se le ha antojado que quiere matarlo, no sabemos muy bien porqué, y punto. Así que cuando los dos esbirros ponen los pies en la Tierra, Lambert rejuvenece por alguna especie de magia y se los carga. También resucita Sean Connery, aunque lo más lógico (si es que se puede usar algún tipo de lógica en esta película) es que lo hubiera hecho Clancy Brown y su Kurgan, que fue el inmortal que llegó a la "gran final". Pero bueno, Lambert se había hecho muy colega de Connery y le sudaba los huevos cualquier tipo de coherencia argumental, y si él quería que resucitara Ramirez pues Ramirez resucita y el guionista agacha la cabeza, que para eso le pagan.
 
Los inmortales II. El desafío, Russel Mulcahy, Christopher Lambert, Sean Connery, Michael Ironside

A partir de ahí la cosa no tiene mucho o nada que ver con la batalla de los inmortales, si no que Lambert se encoña de una activista ecologista con la que descubre que la capa de ozono original se ha regenerado y quieren desactivar la artificial que ahora está controlada por una corporación muy mala que, tampoco sabemos muy bien porqué, quiere que la capa artificial siga ahí.


Todo ello con unos decorados plagiados vilmente de Blade runner y unos efectos especiales francamente horrendos, sobre todo lo que tiene que ver con los cromas donde aparece ese cielo rojizo. (D)Efectos que deben toda su cutrez al descalabro que supuso que algún iluminado decidiese que la rodarían en Argentina, justo en el momento que el país entraba en (una de sus muchas) crisis y el valor de su moneda se iba a tomar por el orto. Un guión que se modificaba sobre la marcha; Lambert queriendo abandonar la película (cosa que no pudo hacer por cláusulas de su contrato); Connery que apenas estuvo 9 días para rodar sus escenas, acusado de sobrepasarse con una fémina; y Russell Mulcahy perdiendo todo el control creativo del esperpento en favor de la compañía de seguros. Ni siquiera le dejaron supervisar el montaje final, lo que hizo que se largara al cuarto de hora en la proyección el día del estreno. Con el tiempo consiguió reunir el montante suficiente para rodar algunas escenas sueltas y hacer un montaje nuevo. A todo esto se le llamó Highlander II. Renegade version, que, sin llegar a ser la repanocha, mejoraba considerablemente la versión estrenada en cines. El nuevo montaje usaba el recurso de los flashbacks que tan bien quedaba en la primera película, dejando de lado la edición cochamborsa que hicieron en el estreno. 
 
Los inmortales II. El desafío, Russel Mulcahy, Christopher Lambert, Sean Connery, Michael Ironside

Aun y así, está claro que fue una enorme cagada explicar la procedencia de los inmortales, esa falta de información es lo que le daba gracia al film original. Ya sabemos que cuanto más se explique, más decepcionante acaba siendo todo, con lo que en este nuevo montaje se eliminó cualquier referencia al origen extraterrestre de los protagonistas, quedando como si pertenecieran a una civilización perdida del pasado. Cosa que queda todavía más extraña pues para ser una civilización de varios siglos atrás tienen una tecnología que ya quisieramos. Aun y así, este nuevo montaje pone algo (no mucha) de coherencia y cordura al desaguisado, con un final mucho menos apresurado, quedando todo algo mejor explicado. Varios años después se aprovechó este montaje para hacer otro, esta vez llamado simplemente "Special edition" donde arreglaban algunos efectos especiales, como es el caso del cielo rojizo, que pasa a ser azul.


Los inmortales II. El desafío, Russel Mulcahy, Christopher Lambert, Sean Connery, Michael Ironside
Lambert, Connery y Mulcahy descojonándose en nuestra cara

La cosa había mejorado un poco, pero ya daba igual. Esta secuela es por méritos propios una de las continuaciones más desastrosas de la historia del cine. Es sintomático que las secuelas y series que vinieron después la ignoraran, y eso que éstas tampoco eran gran cosa. Al final sólo puede quedar uno, y ese uno es la película original de 1986, porque lo que vino después son montañas de mierda a mansalva.