viernes, julio 29, 2016

King Kong (y secuela)

King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

El King Kong (King Kong, 1933) clásico fue un éxito sin precedentes en su día, salvando incluso a la RKO de una situación económica crítica. No así El hijo de Kong (The son of Kong, 1933), que sin ser un fracaso en taquilla sí que tuvo críticas muy malas. Ahí entramos en un período en el que el personaje queda en letargo con algunos proyectos que no vieron la luz, hasta que en los 60 la Toho compra los derechos del personaje y lanza King Kong contra Godzilla (King Kong vs Godzilla, 1962) y luego King Kong se escapa (King Kong escapes, 1967), películas estilo Kaiju Eiga, donde incluso aparece un Kong robotizado, que causan furor en tierras orientales y más allá. Sin ir más lejos, Gojira tai Megaro de 1973 y aquí conocida como Godzilla contra Megalon, fue lanzada en Alemania como King Kong. Dämonen aus dem Weltalz, algo así como King Kong y los demonios del espacio exterior. Evidentemente un anzuelo puramente exploit, pues en la película no aparece King Kong por ningún sitio.
King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange, King Kong se escapa
Volviendo a King Kong se escapa, existe una edición en VHS de la mano de Meta Films (una de las muchas distribuidoras que aparecieron como setas en pleno boom del videoclub) que la carátula era un saqueo despiadado de la versión 1976, cambiando el avión de la mano por una palmera. Y ya que estamos con el póster, sería bueno saber porqué el cartel original fue modificado en nuestro estreno, teniendo el yanki un más que evidente avión destrozado en la mano del gorilón, mientras que en el cambio el avión quedaba menos evidente.

King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

No sería hasta los 70 que los yankis se propusieron repescar al macaco con dos películas dado el boom que había del género catastrofista. Por un lado estaba la Universal, que tenía como director a Joseph Sargent —un afincado a la caja tonta pero que de vez en cuando hacía incursiones en el cine como Los traficantes (White Lightning, 1973) con Burt Reynolds; o Pelham 1, 2, 3 (The Taking of Pelham One Two Three, 1974) y unos años más tarde haría Tiburón, la venganza (Jaws: The revenge, 1987), aunque realmente sería reclutado por ser el autor de Colossus: el proyecto prohibido (Colossus: The Forbin Project, 1970—, en el guión estaba Bo Goldman —Alguien voló sobre el nido del cuco (One Flew Over the Cuckoo's Nest, 1975)— y como prota a nuestro querido Colombo Peter Falk.

En el otro lado teníamos al chiflado y entrañable de Dino de Laurentiis, que había contratado como director a John Guillermin, que acababa de hacer El coloso en llamas (The Towering Inferno, 1974); al guión Lorenzo Semple Jr., guionista puramente pulp con sus libretos para la serie Batman (Batman 1966-68) y El avispón verde (The green hornet, 1966-67) u otro Laurentiis como Flash Gordon (Flash Gordon, 1980).

King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

Al final el choque entre las dos producciones indicaba que terminaría en disputas legales, pues las dos decían tener los derechos: De Laurentiis había pagados 200 mil dólares a la RKO y Universal había comprado los derechos de la novelización, pero luego se dio cuenta que esos derechos no se habían renovado y pasaban a ser de dominio público. Al final la cosa se acabó enredando más en los juzgados, con demandas y contrademandas. Finalmente, un juez sentenció que los derechos pertenecían a Merian C. Cooper, guionista y director del film de 1933, que ya en su día estuvo de juicio con la RKO por la disputa de los derechos del personaje. Éste, acabó vendiendo los derechos a Universal.


King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

Pero volvamos allá por 1975, cuando De Laurentiis y la Universal tenían su pelea particular. El italiano llegó a la conclusión que lo importante era adelantarse y estrenar la película antes que la competencia, por lo que aceleró el proceso pese a que todo el tema de la creación del simio estaba muy verde. Aunque, finalmente llegaron a un acuerdo y de lo ganado con su película daría un porcentaje a Universal.

El film del italiano acabó siendo una superpoducción en toda regla: un presupuesto inicial de 16 millones de dólares que acabaron siendo 22, construcción de un gorila robotizado de 6 toneladas y 12 metros de altura recubierto de pelo de caballo argentino (!!) con un coste cercano a los 2 millones de dólares, una escena final con 30 mil extras... Pero como solía pasar con la mayoría de sus grandes producciones, todo tenía cierto olor chusquero, de "esto lo hago por mis huevos salga como salga" y que más vale burro grande, ande o no ande.
 
 
King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

La peli empieza bien. La historia está ambientada en la época en la que se rodó y la excusa para llegar a Skull Island (la isla donde habita el simio) está muy bien buscada: un tipejo con contactos en la NASA tiene información que allí puede haber un yacimiento de petróleo. En la expedición hay un polizón que es nuestro héroe (un Jeff Bridges con una de las barbas más asquerosa que se han visto) y luego se encuentran a una naufraga que es una primeriza Jessica Lange. Como dato curioso decir que en el doblaje se censuró lo que se dejaba a entender en la versión original, y es que el personaje de Lange se iba a China hacer una película porno. A partir de ahí la historia es, básicamente, la misma que la original. Llegan a la isla, se encuentran a la tribu que secuestra a la rubia y se la entregan a Kong, para luego capturarlo y llevárselo a Nueva York como —y nunca mejor dicho— mono de feria.

Como decía, el inicio está muy bien, todo lo referente a la llegada a la isla misteriosa es interesante, hasta que le dan por meter una trama forzadísima para que los dos protagonistas (humanos) se enamoran en unas escenas acarameladas en la cubierta del barco mientras se hacen fotos. Ahí el film, que hasta ese momento mantenía una línea seria, comienza a entrar en el terreno de la parodia (aunque sin sin llegar a él al 100%). El personaje de Charles Grodin acaba siendo una caricatura del clásico malo megalómano, acabando como un chiste con patas. Tampoco se puede tomar muy en serio el hecho que a Kong lo hagan aparecer ante el público de un gigantesco surtidor de gasolina. Esperpéntico.

King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

Capítulo aparte habría que darle a los efectos. A día de hoy son simplemente desastrosos y chirriantes, sobre todo en su parte final. Dando la sensación que con tal de estrenar la película en aquellas navidades se cepillaban las tomas a velocidad de vértigo. Parece ser que en un primer momento se contrato a Rick Baker —todavía sin tener la fama que le daría Un hombre americano en Londres (An American Werewolf in London, 1981)— para que se encargara del disfraz del mono, pero cuando por Hollywood se supo que en esta nueva versión el primate iba a ser un señor disfrazado comenzó a correr el choteo como la pólvora, a lo que De Laurentiis miró hacia su Italia natal y se trajo a Carlo Rambaldi, que junto a Baker idearon unos mecanismos para la expresividad de la cara de Kong. Además, el productor se empecinó que eso no podía quedar así, con lo que se le metió entre ceja y ceja (y créeme cuando te digo que de esto iba bien servido) que había que construir un simio gigante. El bicho, de varias toneladas y 12 metros de altura, tenía que moverse pero aquello no funcionaba ni en broma. Su aparición acabó limitándose a un par de minutos al final de la cinta, evidenciando su condición de muñeco gigantesco que no mueve ni un dedo.

King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

Al final, lo más destacable fueron las expresiones faciales de la bestia y poco más. Porque es más evidente que es un señor disfrazado —el mismísimo Rick Baker—, que la escena de la lucha con la serpiente gigante es plasticosa made in Taiwan y la cantidad de escenas con un croma chusquero hacen que uno se pregunte cómo se llevó el Oscar a los mejor efectos. Pero hay que entender que por la época las películas con efectos eran poquísimas y el premio no estaba implementado de forma regular en el certamen.
Y par seguir con la faraónica visión del productor, el climax final no podía suceder en el Empire State, si no en las torres gemelas del World Trade Center que se acababan de convertir en los edificios más altos del mundo.

Pese a que hoy en día haya quedado muy desfasada y, en cuanto a novel técnico, a la altura de una serie B, en su día fue un gran éxito taquillero. Lo que ayudó a que los derechos televisivos fueran vendidos a precio de hora, dando con una edición televisiva que llega a las 3 horazas.



King Kong 2, Dino de Laurentiis, John Guillermin, King Kong livesKing Kong (King Kong lives, 1986). El comentado King Kong producido por De Laurentiis fue un éxito tremebundo, pero en la época todavía no había explotado la cultura de hacer secuelas, que sería más propia de los 80, y había un buen pollo montado con los derechos del personaje. Impedimentos más que importantes para que alguien se planteara una secuela. Y no fue hasta una década más tarde cuando la Universal, que ya era legalmente poseedora de los derechos, y el productor italiano unieron fuerzas para cagar no sólo una de las peores secuelas, si no, una de las peores películas de la historia. No se complicaron demasiado con la trama, haciendo que el inicio se situara justo cuando acaba la anterior. King Kong no está muerto y lo mantienen con vida pero sin conciencia durante una década en algún laboratorio, llegando incluso a insertarle un corazón artificial, pero la operación sale mal y es indispensable una transfusión de sangre. Por arte de birlibirloque del guionista —sí, lo hizo un mago— se topan con otro espécimen pero es versión femenina, la cual capturan y se la llevan para usarla para la transfusión. A partir de ahí lo previsible: los simios se encariñan, se escapan, el ejercito detrás...
Aquí realmente son los dos simios los auténticos protagonistas, ninguno de los humanos tienen un mínimo de interés. Ni siquiera Linda Hamilton ni Brian Kewrwin (¿quién diantres es este tipo?), que van constantemente detrás de Kong y señora cuales moscas cojoneras.

Hay que decir que las escenas de los cromas están muchísimo mejor hechas que la anterior, incluso juegan más con las perspectivas. Pero aquí la condición de unos señores disfrazados de monetes es mucho más cantosa. Pero tampoco se librán de multitud de fallos de escala. Cosa muy evidente en la que Kong se zampa unos caimanes.
También es interesante ver como aquí hay mucha más crueldad. King Kong se come a un tipo como si fuera un fartón y a otro lo parte por la mitad, todo ello de forma bastante gráfica.

Esta secuela, que volvió a contar con Guillermin como director, sufre de un presupuesto muy inferior (apenas 10 millones). Lo que hace que ni tengamos escenas de multitudes corriendo y que (¡oh, mierda!) practicamente en su totalidad pase en los bosques. Nada de urbe y, por consiguiente, en el clímax final nos hemos de olvidar de ver a los protagonistas subir algún gran edificio. Todo acaba ocurriendo en un triste granero, donde, cual virgen María, da a luz a un monete muy chungo. Seguramente sería el último intento de mantener la esperanza de futuras secuelas, cosa que, évidenmment, nunca ocurriría. Y es que estamos ante uno de esos fracasos estrepitosos que ni recuperaron lo invertido.
King Kong 2, Dino de Laurentiis, John Guillermin, King Kong lives

Yo, que soy muy maniático por esto de los pósters, acompaño el título con la que se me quedó en la memoria, la de su edición en vídeo —un diseño muy 80tero, pero no quiero dejar pasar los carteles de su estreno en cines. Pura y llanamente casposos hasta decir basta. Casi de película de dibujos animados.
En cambio, el japonés tiene ese no sé qué que mola mucho, sobre todo porque se parece a Son Goku transformado.

martes, julio 19, 2016

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (Paura nella città dei morti viventi, 1980) es la primera de la llamada trilogía de la muerte que el propio Lucio Fulci no la veía como tal, formada por El más allá (...E tu vivrai nel terrore! L'aldilà, 1981) y Aquella casa al lado del cementerio (Quella villa accanto al cimitero, 1981). Los más listillos ya sabrán que no es una trilogía de las que hay una línea argumental que se va desarrollando entre ellas, si no por el hecho que en ellas aparece el elemento de unas puertas que conectan este mundo con el de los muertos. Tanto en ésta como en El más allá es más que evidente porque así aparecen, mientras que en Aquella casa al lado del cementerio no se mencionaba para nada estas "aperturas", pero aun y así siempre ha formado parte de esta trilogía, más por el imaginario popular que porque así las considerase su director. 
 
Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl

Recordemos que Fulci había dirigido de rebote Nueva York bajo el terror de los zombi (Zombi 2, 1978) —tenía que haberla dirigido Enzo G. Castellari que se acabó convirtiendo en su éxito más sonado y, pese a que ya había ido dejando algún que otro momento de casquería en sus anteriores trabajos, ahí pudo Lucirse a tope. Con lo que, y siendo el director un tipo que nunca escondió su interés por hacer negocio puro y duro y preocuparse más por la pasta que por los logros artísticos, no se lo pensó dos veces a la hora de meterse de lleno en el terreno del splatter y el gore. Así que, después de un alto con Luca el contrabandista (Luca il contrabbandiere, 1980), un poliziottesco no exento de violencia y momentos salvajes, se metió de lleno en el terror. 

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl

En el pueblo de Dunwich un cura se suicida ahorcándose. Este hecho será presenciado por Mary desde Nueva York mientras está en trance en una sesión espiritista, para seguidamente caer muerta. Esto hará que el periodista Peter Bell se interese por el asunto, personándose hasta el cementerio donde la están enterrando y descubriendo que sigue viva dentro del ataúd. Una vez liberada descubren que la muerte del cura desembocarán en el regreso de los muertos a nuestro mundo la noche de Halloween.
 
Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl

Como es habitual en el director, este argumento acabará siendo un sinsentido con personajes que toman decisiones cuanto menos extrañas, y que, no nos engañemos, está explicada con los pies. Hecho que para los fans será motivo de la genialidad de su director, que juega con el surrealismo, mientras que los detractores lo achacarán a su incapacidad. Personalmente creo que hay un poco de todo, cosas que son intencionadas y otras que le salieron así por birlibirloque. 

El film tiene algunos momentos icónicos no sólo de la filmografía del director italiano, si no del género del terror. Escenas como la de MacColl dentro del ataúd gritando e intentando salir, claramente inspiradora de una escena similar en Kill Bill. Volumen 2 (Kill Bill: Vol., 2004) —no por casualidad en los agradecimientos estaba el nombre del director italiano—. Pero, sin duda, lo más recordada es la que atraviesan la cabeza de un tipo con una máquina de taladrar. Una escena que Fulci dilata hasta la extenuación y nos la muestra con toda la crudeza posible, ayudado por unos efectos realmente buenos. Cosa que nos lleva a las muchas escenas tremebundas con las que nos obsequia haciendo que la película fuera censurada en multitud de paises como Alemania o Reino Unido, pasando a engrosar la lista de video nasty. Pero eso es algo habitual dentro de la filmografía del director. Recordemos que por estos lares eran films que acababan con la clasificación "S".
 

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl

En el cast tenemos a Katriona MacColl, que aquí haría su primera aparición en el universo Fulci, siendo protagonista después de El más allá y Aquella casa al lado del cementerio; Christopher George, que un par de años después lo veríamos en Mil gritos tiene la noche de Piquer Simón; Carlo De Mejo, Fabrizio Jovine y Daniela Doria, unos habituales en aquella época en las pelis de Fulci; además de un cameo del propio director y un pequeño papel para Michele Soavi, futuro director de Aquarius (Deliria, 1987) o Mi novia es un zombie (Dellamorte Dellamor, 1994) y que acabó horrorizado ante lo déspota que era Fulci en el set de rodaje y nunca volvieron a coincidir. 

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl Miedo en la ciudad de los muertos vivientes se rodó en 4 semanas y 10 días después se estrenaba en los cines italianos. Sí, apenas tenían semana y media para hacer toda la edición. Pero es lo que había en la época con estas películas. El propio Fulci había llegado a firmar 3 o 4 films el mismo año. 
Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McCollCon ese sistema poco margen de maniobra tenían, de ahí que, muchas veces, tenían que hacer auténticas piruetas en la sala de montaje. Ya es mítico ese plano final de Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, que en un primer momento apunta a un happy end, pero que la magia del montaje y la mala leche del director para colocar un grito en el último segundo haga que nos quedemos con el culo torcido. Lo que inició ya su marca en esta trilogía con finales negativos para sus protagonistas.

Para terminar la curiosidad que existió una edición en VHS con el título de Entrada al infierno, con una carátula realmente chusquera, no sólo porque el dibujo del cura poco o nada tenga que ver con el que aparece en la película, si no por lo mal dibujado que está. Casi a la altura de la edición Argentina, que ahí se llamó La puerta del infierno.


domingo, julio 10, 2016

Witchboard. Juego diabólico (y secuelas)

Witchboard. Juego diabólico, Kevin S. Tenney, Tawny Kitaen

Los 70 fueron pasto para un terror que dejaba de lado los monstruos clásicos (con excepción de los zombis) y se tiraron por el tema satanista, que estaba muy de moda, sobre todo por el asunto de sectas estilo Charles Manson. Aquello duró lo que duró, o hasta que a Carpenter le dio por estrenar La noche de Halloween (Halloween, 1977) creando el slasher y su consiguiente moda.
Por eso Witchboard (Witchboard, 1986) se salió un poco de la moda imperante en los 80. Además que, seguramente, una película con espíritus siempre es baratito de producir.
 
Witchboard. Juego diabólico, Kevin S. Tenney, Tawny Kitaen

Aquí la cosa va de una feliz pareja que organiza una fiesta para inaugurar su nuevo hogar. El ex novio de ella lleva al guateque una tabla ouija y comienzan a invocar a los espíritus y a la chica le empieza a gustar eso de chatear con el más allá y acaba enganchada al tema, pensándose que entabla conversaciones con el espíritu de un niño pero realmente lo está haciendo con una entidad mucho más oscura.

Witchboard. Juego diabólico, Kevin S. Tenney, Tawny Kitaen

Witchboard nace, en cierta manera, de una experiencia de su director, un debutante Kevin S. Tenney, que vivía en una antigua casa victoriana que había sido dividida en apartamentos. Un día, un amigo llevó una tabla ouija y la sesión acabó con una rueda reventada del coche, tal y como pasa en la película.

La peli empieza muy bien, planos muy inquietantes de la casa acompañados por una musiquilla no menos escalofriante (muy en la línea Goblin) y hasta mantiene cierto equilibrio entre el terror y el humor (una mezcla muy 80tera) con, sobre todo, esa médium estilo Cyndi Lauper, pero que, conforme avanza el metraje, cae en la ridiculez. Como ese personaje del ex novio que se va sacando explicaciones del mundo espiritual y puertas del infierno según le da el punto. O la presencia de la policía, que se limita a UN policía, denotando el poco dinero que había en la producción. Aunque, sin duda, lo peor, lo más sonrojante, es su clímax final, con nuestra poseída de rigor que se ha vestido como un blues brother. Sencillamente de vergüenza ajena.

 
Witchboard. Juego diabólico, Kevin S. Tenney, Tawny Kitaen

Aun y así, su primera mitad es, salvando alguna cosilla, una historia de terror muy conseguida y con mucha atmósfera. Todo lo que rodea a la figura del espíritu maligno, Malfeitor (nombre la mar de chanante para una entidad diabólica), es muy misterioso y terrorífico y el momento que aparece reflejado en un espejo me hizo cagarme de miedo hace casi 30 años. Peeero, como comentaba, la cosa decae hasta límites bastante terribles.

En el reparto tenemos a una Tawny Kitaen que, pese a que ya se había asomado por Despedida de soltero (Bachelor party, 1984) y Gwendoline (Gwendoline, 1984) todavía no había eclosionado. Eso sería a la vez que la aparición de Witchboard, pues también aparecieron los clips de Whitesnake donde aparecía. Luego estuvo una temporada en el culebrón Santa Bárbara (Santa Barbara, 1984-93) y cayó en el pozo de pequeñas apariciones en series, doblaje de animación, las drogas y la cirugía plástica. Muy guay todo.

Witchboard. Juego diabólico, Kevin S. Tenney, Tawny Kitaen

Witchboard acabó siendo uno de esos casos 80teros, una película modesta (apenas 2 millones), que en cines hizo lo justo para triplicar su presupuesto (lo que no es mucho), pero que en su paso al videoclub se convirtió en un éxito. Aquí distribuida por una clásica de la época como CB Films con una no menos clásica carátula (el cartel de cine era bastante más ramplón).




 

Witchboard 2. La puerto del infierno, Witchboard 2: The Devil's DoorwayWitchboard 2. La puerto del infierno (Witchboard 2: The Devil's Doorway, 1993). Tenney seguía metido en el género del terror, pese a que siempre ha dicho que a él ni fu ni fa, y volvió a repetir con La noche de los demonios (Night of the demons, 1988) aquello de pasar de puntillas por los cines pero haciéndose de oro en los alquileres. Pero Witchtrap. El espíritu de la mansión de los Lauter (Witchtrap, 1989), su siguiente película aquí distribuida por la temible Recordvisión, ya no funcionó tan bien, al igual que El sotano prohibido (The cellar, 1989). El pacificador (Peacemaker, 1990), su primera película no enmarcada en el terror, tampoco tuvo demasiada suerte ni repercusión, lo que hacía inevitable regresar a terreno conocido y facturar una secuela de Witchboard. El tema es que la secuela ya llevaba años rondando por su cabeza, pero la productora del primer film entró en problemas económicos y hasta que los capitostes no formaron otra productora el proyecto quedó congelado. Después, el primer guión que fue rechazado y acabaron con uno demasiado parecido al del primer film. Aquí una chica alquila un apartamento donde se encuentra una tabla ouija y empieza a entablar conversaciones con un espíritu que dice ser de la anterior chica que habitaba ese apartamento y fue asesinada.
Sigue la música estilo Goblin que, por momentos, parece saqueada de Suspiria (Suspiria, 1977), al igual que permanece mucho movimiento de cámara sinuoso y en primera persona -hay una escena muy buena que la cámara entra en una casa por una ventana que puede recordar a la famosa escena de Tenebre (Tenebre, 1982). Pero por lo general poca cosa se puede salvar, con mucho momento hilarante (la primera muerte, con objetos punzantes volando por la habitación y la sierra siguiendo a un orondo bigotudo es ridícula). 

También tenemos momentos para el cachondeo premeditado. Si en la primera estaba el personaje de la médium aquí hay un ocultista judío que dice que los espíritus se aburren mucho y por eso quieren hablar con nosotros los vivos. Y que en el mas allá el sexo vende. Pues eso.
En el cast tenemos como protagonista a Ami Dolenz, una scream queen de bajos vuelos que vimos en Pacto de sangre 2. La maldición de la bruja (Pumpkinhead II: Blood Wings, 1993).
En USA apenas tuvo distribución en cines y aquí nunca conoció distribución ni siquiera en mercado doméstico.



Witchboard 3. La posesión, Witchboard 3. The possession
Witchboard 3. La posesión (Witchboard 3. The possession, 1995). Un bróker engominado que no gana un céntimo en la bolsa se entera que su arrendador saca dinero a espuertas en la bolsa gracias a que un espíritu le indica donde invertir a través de la ouija. El arrendatario, que tiene un cáncer terminal, se suicida y el bróker se queda la ouija y el contacto del espíritu. Al final el tipo es poseído por un espíritu y su alma atrapada en un espejo... simplemente terrible.
Aquí apareció directamente en Dvd en esa especie de segunda juventud que tuvieron los videoclubs hace una década con el boom del formato, cuando todo el mundo los coleccionaba. Un Dvd que rápidamente acabó en las cesta de saldo y que acabaría regalando la revista Tiempo.
Efectos digitales más cutres que un episodio malo de los Power Rangers. Una trama que hace aguas por todos lados. ¿Al tipo casi lo dan por muerto y en lugar de llevarlo a un hospital lo dejan en su casa y un buen día recobra la conciencia? ¡No me jodas! Luego viene lo mejor, el tipo, una vez poseído empieza a cortejar a su mujer, le regala flores y ¡un coche!, además de darle mandanga todas las noche, y la tipa está con la mosca detrás de la oreja y decide investigar qué le pasa a su marido. Por momentos parece una mala copia de La semilla del diablo (Rosemary's baby, 1968). Aquí Kevin Tenney quedó relegado al guión y la dirección pasó a manos de un tal Peter Svatek, un tipo que ha hecho mucha mierda en Canadá y que, quizá, solamente sea relevante Hemoglobina (Bleeders, 1997) con Rutger Hauer.

La segunda parte era mala, de esas que te ofende y te jode haber invertido 90 minutos de tu existencia, pero esta tercera entrega es tan inmensamente mala que no puedes evitar reírte ante tanto despropósito. Aunque las carcajadas se las llevan los efectos digitales. Recordemos que estábamos en 1995 y para hacer algo con cara y ojos había que meter mucha pasta, cosa que Witchboard 3 no tiene ni por asomo (básicamente tenían 2 miserables millones).

Y la cosa se quedó ahí hasta que algún iluminado decida hacer le consiguiente remake.