jueves, junio 28, 2012
martes, junio 26, 2012
Furia silenciosa
Otra cinta que teníamos por casa en los 80 y que su carátula me tenía maravillado. Ahí, con Chuck en todo su esplendor patada en ejecución y la cara con sonrisa terrorífica del malo. Anda que no me la miraba veces cuando buscaba alguna cosa que meterle al VHS en la habitación donde teníamos las pelis.
Con el famoso duelo con Bruce Lee, Norris asomaba su pecho peludo en las pantallas. Luego vinieron películas de (muy) bajo presupuesto, hasta que con Los valientes visten de negro cosechó cierto éxito en las taquillas, lo que le ayudó a consolidarse como action hero del celuloide, sobre todo a partir de mediados de los 80, cuando ficha por la Cannon para hacer su exploitation de Rambo, Desaparecido en combate, que triunfó en taquilla, dando paso a su época de mayor gloria con las secuelas de esta, Delta force o Invasión USA.
Pero todo eso vendría después del film que nos ocupa y preocupa, Furia silenciosa (1982). Aquí el bueno de Chuck hace de sheriff con gorrito de cowboy estilo ranger, papel que luego ha repetido hasta la saciedad. El tipo es el rey del mambo en un pueblecito que nunca pasa nada ha excepción de unos moteros borrachuzos a los que Chuck les enseña la suela de su zapato.
La cuestión es que un día reciben el aviso de que un tipo que está zumbado se está cargando a su familia hacha en mano. Ahí va la policía y entre pitos y flautas se lo cepillan. Una vez en la morgue resulta que los médicos que lo atienden están trabajando en unos experimentos que permiten acelerar los procesos de curación del cuerpo humano. Experimentos que, evidentemente, los aplican en el cuerpo del asesino, que tiene muerte cerebral. Y ya sabemos lo que pasará, que el tipo se levantará y se cargará a todo lo que se menea.
Al final nos encontramos una peli de Chuck Norris que roza lo fantástico/terror con esa especie de Terminator/zombie que es un tanque que se cepilla todo lo que tiene delante. Y que curiosamente se adelantó unos años a Re-animator, es más, el científico loco de aquí se parece mucho físicamente al famosos Dr. West.
Pero aunque el tipo tenga cara de bruto y mate a gente con un hachazo en la cabeza, estrangulamientos y demás, aquí no se recrean demasiado, todo es muy standard. Incluso diría light para estar hecha en plena fiebre del slasher.
Dirigida por Michael Miller, del que pocas cosas buenas podemos destacar salvo Class reunion de la National Lampoon, ya que todo lo demás son telefilms de sábado a la hora de la siesta.
Miller le da al film un toque nervioso con mucha cámara al hombro, pero eso no puede ocultar el cutrerío general del film, todo muy acartonado y simplón. Porque más simple que ese esperado final, con la pelea a muerte entre Chuck y el malo en un puñetero descampado, es bastante triste. Incluso para Chuck Norris.
Por lo demás nos encontramos con un reparto la mar de apañado con Ron Silver, el gordito de Stephen Furst y William Finley (El fantasma del Paraíso). Y una banda sonora muy ochentera, con esos toques muy simples pero que le dan tensión al asunto. Lástima que no suene en demasía.
Lo cierto es que de niño no debí ver demasiado esta película, porque salvo los primeros minutos, que es la parte donde el malo se carga a su familia, no me sonaba nada de los que estaba viendo, ni que todo fuese tan telefilmesco.
Como suele ser habitual en estos casos la nostalgia y las carátulas chanantes hacen mucho daño.
jueves, junio 21, 2012
Yendo hacia ti (Comin' at Ya!)
Lo de las películas en 3 dimensiones existe desde que el cine es cine. Ya a principios del siglo XX se comenzaron a sacar sistemas que proyectaban en este formato, aunque los resultados no eran del todo satisfactorios, y se tuvo que esperar hasta los años 50, con Los crímenes del museo de cera versión Vincent Price (y un principiante Charles Bronson haciendo de jorobado) o Llegó del más allá de Jack Arnold. Incluso Jacinto Molina juraba que La marca del hombre lobo fue estrenada en Alemania en este formato.
Luego la cosa declinó, hasta que en los 80 volvió a tener cierto auge con la tercera parte de Viernes 13, Amityville 3D, Tiburón 3D, Cazador del espacio (Aventuras en la zona prohibida), y ya en los 90 daría sus últimos coletazos con Pesadilla final: la muerte de Freddy.
El tema quedó congelado (a excepción de chortos y similares para parques de atracciones) hasta el nuevo milenio, cuando Robert Rodríguez se sacó de la manga Spy Kids 3-D: Game Over y Las aventuras de Sharkboy y Lavagirl en 3-D, que desembocó en una nueva era dorada del sistema tridimensional: Viaje al centro de la Tierra, Los mundos de Coraline, Alicia en el País de las Maravillas, Up, Avatar, Tron Legacy... toda una retahíla de títulos que solamente están fabricados para aumentar el precio de las entradas y recaudar más.
Porque sí, porque el 3D de cines es un puñetero engaño. ¿3D? Todavía me estoy descojonando. Una pequeña sensación de profundidad y gracias. El que quiera ver 3D de verdad que se vaya a un Imax, ahí si que nos vamos a pensar que un dinosaurio se nos tira encima. Está claro que ahí apechugaremos con documentales y poco más, pero eso es tridimensionalidad y lo demás son tonterías.
La cuestión, y volviendo al tema, es que la fiebre de la tercera dimensión en los 80 llegó a España con la archiconocida El tesoro de las cuatro coronas, un exploitation de Indiana Jones, pasado por el tamiz castizo de tener a Paco Rabal y a la mismísima Ana Obregón en el elenco protagonista, cuya gracia es que se estrenaba en 3 dimensiones. La mente pensante que había detrás de este divertimento era Tony Anthony, nacido en USA como Roger Pettito, pero de antepasados italianos. Se inició en esto del cine en spaghetti westerns de bajos vuelos (Un dolar entre los dientes, No te apiades de mí) para luego comenzar a meter baza en los guiones y argumentos de las pelis en las que participaba.
Como decía, en 1983 se estrenaba El tesoro de las cuatro coronas, pero en 1981 ya había hecho sus pinitos en las 3D con Yendo hacia ti (Comin' at Ya!), ni más ni menos que un spaghetti western cuando el género ya no estaba de moda y encima en 3 dimensiones. Dirigida por Ferdinando Baldi, pero producido, guionizado y protagonizado por Anthony.
Si años después ficharía a Anita Obregón, aquí se haría con los servicios de Victoria Abril. Además de tener de malo de la función a Gene Quintana (que aquí parece Ron Jeremy), que curiosamente años después se recicló a guionista de algunas entregas de Loca academia de policía o Con el arma a punto; y a Ricardo Palacios, un clásico en los euro westerns, como hermano de este.
Y claro, el propio Anthony se reservó el papel de protagonista. Un tío que se encabezonó en ser protagonista y desde luego, con esa cara de sapo, muy mal lo tenía para ir de héroe y guaperas.
Aunque parezca mentira no es el primer western en 3D. Sin ir más lejos existe alguno en los años 50 producidos por William Castle o Raza de violencia 3D con Rock Hudson.
En el fondo es casi un remake de El justiciero ciego de 1971, otro western ideado por Anthony y coprotagonizado por ¡Ringo Star! y estrenado en los cines españoles 9 años después.
Yendo hacía ti va de un cowboy que el día de su boda (a la cual solo está él, la novia y el cura; ni hay asistentes ni siquiera testigos) unos bandoleros matan al sacerdote, a él le pegan cuatro tiros y se llevan a la novia para meterla en su caravana de mujeres (escena de la que seguro Tarantino tomó buena nota para Kill Bill). No hay que ser muy listo para saber que el cowboy se recuperará y acabará buscando a esta banda para liberar a su (casi) mujer y darles venganza.
Los que conozcan El tesoro de las cuatro coronas que se froten las manos, porque se van a encontrar las mismas escenas sonrojantes que en aquella. La cosa empieza fuerte con unos títulos de crédito apoteósicos. Tony Anthony se pasea por un granero y va cogiendo objetos en los que están grabados los nombres del cast. Pilla una botella y sale su nombre, un saco y está el nombre de Victoria Abril, un mapa y vemos el nombre del director…
Mogollón de planos forzadísimos para que "disfrutemos" de las 3D en todo su esplendor: contrapicados de un tío que juega al yo-yo, otro que pela una manzana, el otro rompe nueces y el de la moto tira unas cartas a la cámara. ¡Hasta nos meten en la cara el culo de un bebé! O que ponen un indio en la banda de los malos solo como excusa argumental para que le pueda tirar lanzas al prota. Efecto que luego sería reciclado en El tesoro de las cuatro coronas.
Por no hablar de escenas que no vienen a cuento, como la que unos murciélagos (¡de plástico!) atacan a las chicas secuestradas porque sí, solamente para alargar metraje y para meter escenas en 3D.
Yo he tenido la fortuna (o desgracia) de verla en su esplendoroso 3D y, para rematarlo, en 5.1. No hace falta que diga que el efecto tridimensional es chusquero, de esos que nada más salir los créditos finales has de ir a por un gelocatil porque el dolor de cabeza que te queda es de campeonato. Seguramente alguna dioptría habré perdido por el camino.
El film es bastante trepidante, es una persecución constante. Incluso tiene sus salvajadas: a uno le revientan los huevos de un disparo, a otro le machacan la cara con un palo de madera para luego atarlo a un molino de viento y volarlo por los aires con dinamita. Salvajadas que, por otra parte, son mas insinuadas que gráficas.
Pese a que al principio tenía que costar 1,5 millones de dólares, acabó subiendo hasta los 3,5 millones (una cifra muy a tener en cuenta a principios de los 80 y más para ser un spaghetti western), ya que los problemas de rodar en el sistema tridimensional alargaron el rodaje a 3 meses, rodándose en Madrid y, sobre todo, en Almería.
Pero pese a su multitud de fallos técnicos (hay escenas a las que les falta algún que otro plano, pero se lo perdonamos), argumentales y de todo, además de las críticas atroces que tuvo, funcionó bastante bien en su paso por los cines. No aquí en España, que por problemas de distribución tuvo un estreno de tapadillo cuatro años después.
Tony Anthony quiso seguir rodando en 3D, y su siguiente proyecto en este formato, después de El tesoro de las cuatro coronas, era una de ciencia ficción titulada Seeing is Believing, pero no encontró financiación ya que las 3D estaban comenzando a decaer.
Yendo hacia ti (Comin' at Ya!) no es comparable a los grandes spaghetti western, pero es divertidísima como folletín clásico, tremendamente ingenuo (aunque seguramente no era la intención de los responsables) con unos efectos para no parar de reír y pasarlo pipa con una Mirinda en la mano.
martes, junio 19, 2012
La leyenda de la mansión del infierno
Hace pocos días nos dejaba Ray Bradbury, escritor con mucho peso en el cine. Ya fuese con buenas adaptaciones (El carnaval de las tinieblas) u otras menos conseguidas (El sonido del trueno). Con la desaparición del autor de Fahrenheit 451 pocos son los autores clásicos que nos quedan.
Uno de ellos es Richard Matheson, otro que ha tenido una más que interesante relación con el mundo del celuloide. Varias son sus colaboraciones en tareas de guión (El diablo sobre ruedas, Drácula versión Jack Palance), otras veces sus obras han sido adaptadas (Más allá de los sueños, Acero puro) y varias de ellas con participación de él mismo (La comedia de los horrores, En algún lugar del tiempo).
Es el caso del film que nos toca hoy: La leyenda de la mansión del infierno. Un clásico de las películas de espíritus y casas encantadas. A nivel personal, junto Al final de la escalera es lo mejor que se ha hecho en el género.
Un millonario excentrico contrata los servicios del doctor Barret para que investigue si hay vida después de la muerte. Para eso lo manda a la mansión Belasco, un caserón del que se dice que está encantado y tiempo atrás fue regentado por Emeric Belasco, apodado el gigante rugiente por su gran estatura y su mala uva, que se dedicó a practicar el canibalismo, sadismo, mutilación, necrofilia, vampirismo... en ella.
En su estancia en la mansión, el doctor Barret estará acompañado de su mujer, una médium y un parapsicólogo que 20 años atrás fue el único superviviente de una experiencia parecida en esa misma mansión.
Dirigida por John Hough, un artesano de la vieja escuela que tiene una filmografía que atesora varias joyitas: Drácula y las mellizas, La montaña embrujada y secuela, Biggles, Escóndete y tiembla y esa pequeña maravilla de Los ojos del bosque.
Hough demuestra su buen hacer con muchos contrapicados, un alud de primerísimos planos de los rostros desencajados de los protagonistas, y toda una estética malsana que baña el film.
Todos esos aciertos están acompañados por unos actores muy solventes, pero que, a diferencia del icónico Roddy McDowall, son bastante poco conocidos: Pamela Franklin (Suspense), Clive Revill (una mezcla del James Wallestein y Víctor Muñoz) y Gayle Hunnicutt (Scorpio).
Aunque no nos podemos olvidar de una cara muy conocida en el reparto. El mismísimo Michael Gough, un clásico de la Hammer y la Amicus, pero más conocido por ser el Alfred de los Batman de Burton, hace una minúscula aparición como el mismísimo Emeric Belasco.
Esta aparición me hizo especial ilusión, ya que muchos años antes de internet (sí, hubo un tiempo en el que había vida sin este invento del demonio) lo descubrí viendo la película y pensando "¿este tío no es...?"
La casa infernal, así se titula el libro en su versión castellana, lo leí años atrás y no lo tengo muy fresco, pero si que puedo decir que la versión cinematográfica es muy light en cuanto a temas sexuales se refiere. Hay pasajes del libro que son directamente eróticos.
Y, como es normal, ya que hay que adaptar todo el libro a 90 minutos, en el film está todo muy condensado, dejándonos pinceladas de como la mujer del doctor Barret va siendo atraída a los dominios de Belasco por las noches, o que directamente desaparecen del argumento, como un momento terriblemente tenso en una sauna.
Pero pese a esos hachazos (forzados) en el guión, el film sigue dando canguelo, muchísimo más que todo lo que se ha ido haciendo años después (a excepción de Insidious). Todo un clásico para los que gusten de pasarlo mal entre casas casas encantadas, niebla y ruiditos de fondo.
jueves, junio 14, 2012
Aquella casa al lado del cementerio
A mediados de los 80 corría por mi casa una cinta original de El liguero mágico de Pajares (es una laaaarga historia), peli que solía ver porque me molaba mucho el cruce de comedieta erótica y hombres lobo. Pero había algo en esa cinta que me tenía fascinado: los trailers del principio de otras películas distribuidas por el eterno José Frade.
Había uno de Pim. pam, pum... ¡fuego! con Fernando Fernán Gómez, algún dramón español y... Aquella casa al lado del cementerio.
Piquer seguro que dijo que le habían copiado
El trailer de la película de Fulci me tenía totalmente acojonado, más que por las imágenes que mostraba por la música y la voz del narrador, obra de Teófilo Martínez, que le ponía la voz al desaparecido doctor Freudstein.
Es una lástima que ese trailer en castellano se habrá perdido en el tiempo, porque es simplemente genial. Esa música, esa voz, las imágenes... todo ello en una película que se llama Aquella casa al lado del cementerio. ¿Hay un título más genial y representativo para un film de terror? Lo dudo mucho.
La historia, como suele ser habitual en la filmografía de Fulci no es que sea para tirar cohetes. El doctor Norman Boyle se traslada junto a su familia a un caseron de Boston para investigar la muerte de un colega suyo, el doctor Peterson, que a su vez había ido a la casa a investigar el pasado del antiguo dueño, el doctro Freudstein.
Esto sería más o menos el punto de partida, a partir de ahí que nadie espere una coherencia argumental porque brilla por su ausencia. Escenas de terror y gore, personajes que nunca sabes porqué hacen lo que hacen o que aparecen y desaparecen de la historia porque sí... Pero es lo que hay, Lucio nunca fue muy amigo de contar algo con pies y cabeza, él era una especie de Lynch del gore, donde lo que primaban eran las escenas aisladas que nos transmitían terror y asco a partes iguales y tira que te vas. Ya sabemos que el director italiano despertaba reacciones enfrentadas, o se le adora o se le odia.
Protagonizada por Katherine MacColl (o Catriona MacColl), que ya había trabajado a las ordenes de Fulci en Miedo en la ciudad de los muertos vivientes y El más allá; Paolo Marco, que seguidamente salió en El descuartizador de Nueva York de Fulci y Fuga del Bronx; Ania Pieroni, que venía de hacer Inferno y luego la veríamos en Tenebre, las dos de Argento; el chavalín Giovanni Frezza; que luego participó en unas cuantas pelis de terror (Manhattan baby de Fulci o Cuchillos en la oscuridad y Demons de Lamberto Bava) para luego desaparecer del mundo del cine; y una pequeña aparición del propio Fulci al principio del film.
La película ha estado cercenada en casi todas sus ediciones. Sin ir más lejos, en la edición en DVD que sacó una marca cachumba en este bendito país no solo se contentaron con lanzarla sin un solo extra, si no que además nos colaron una imagen y audio sin ningún tipo de remasterización que parecía más bien sacada de un ripeo del VHS que, evidentemente, ni tenía ningún tipo de mejora anamórfica. Pero es que lo más gordo es que en la carátula nos prometen una duración 87 minutos, cuando realmente apenas llega a los 80. Aun y así hay que decir que lleva algunos planos que la versión antigua de José Frade estaban censurados, así que algo es algo. De todas formas nos quedamos lejos de los 87 minutazos de la versión buena.
martes, junio 12, 2012
Peter Pan
De pequeñajo me encantaban los superhéroes. Todavía ni sabía leer que ya tenía un montón de cómics de Marvel pululando por mi habitación, y aunque no pudiese enterarme de sus argumentos me daba igual, solo viendo las viñetas yo mismo me montaba mis argumentos.
Además, en la época pocas películas del género superheroico te podías encontrar. Si quitamos las zetosas aventuras de Superargo, Supersonic Man o Condorman la cosa se quedaba en nada. Y en temas de animación te tenías que contentar con aquel Batman piratón de Golden bat o aquellas desanimadas series de Marvel.
Con todo esto, era normal que unas de mis favoritas de Disney fuese Peter Pan. El personaje creado por J. M. Barrie podía volar, llevaba mallas, vivía un montón de aventuras y tenía la amenaza de un archi enemigo (Garfio), y encima vivía en un escondite secreto (el árbol del ahorcado). Con todos estos argumentos, ¿es o no Peter Pan un superhéroe? ¡Claro que sí!
Si hay una cosa clara es esta producción Disney es que todos los personajes son unos cabrones y unos egoístas. A Garfio ya lo conocemos, aquí nos lo presentan como un esquizofrénico que se pasa toda la película gritando (¿alguién ha contado cuantas veces grita lo de "¡Smee!"?), que no duda en matar a Peter Pan en varias ocasiones, ya sea con su garfio o un paquete bomba; incluso le vemos matar a uno de su tripulación porque no le gusta la canción que canta. Peter Pan no es muy diferente de su enemigo. Es tremendamente narcisista y le da igual que las sirenas quieran ahogar a Wendy, además que no le tiembla el pulso al lanzar a Garfio a las fauces del cocodrilo. Campanilla no se queda atrás, quiere matar a Wendy a toda costa y no dudará en aliarse con Garfio. Incluso Wendy muestra lo egoísta que es cuando arrastra a sus hermanos hasta Nunca Jamás solo porque se ha encaprichado con el protagonista del film.
En definitiva, que hay mucho cabrón suelto.
Peter Pan es sin duda uno de los grandes clásicos de la animación, las aventuras que se viven en El país de Nunca Jamás (que parece el mapa de un videojuego de Super Mario) pasan en un suspiro, el ritmo es frenético y no paran de suceder cosas. Los personajes son carismáticos hasta la médula (sobre todo Garfio), seguramente gracias al eterno doblaje neutro, un clásico de las producciones animadas de antaño.
Todos sabemos el despropósito que resultó ser el Hook de Spielberg, así que teníamos una deuda con la adaptación a imagen real. Por fortuna P. J. Hogan nos obsequió en 2003 con Peter Pan: la gran aventura. Una producción hecha para los que disfrutamos de la versión Disney, básicamente porque son casi clavadas. Con lo que llegamos a la conclusión que son dos obras que tienen bastante fidelidad a la obra de teatro original.
Esta película tiene un aire muy Piratas del Caribe (la fotografía ayuda mucho) y eso que las dos son del mismo año. Al igual que lo que se solía hacer en las representaciones en teatro, el actor que encarna al padre de Wendy se encarga también del papel de Garfio, personaje que en esta adaptación tiene un peso destacadísimo, además de tener algo más de mala uva.
Una de las gracias del film es que por momentos se intuye cierta atracción de Wendy hacia Garfio, con lo que siendo un sosias de su padre tenemos ahí una relación incestuosa realmente enfermiza.
La película es genial, muy recomendable y que si adolece de algo es de algún efecto especial que hoy se ha quedado un poco desfasado, pero solo un poco. Super recomendadas las dos, tanto la de Disney como la de 2003.
viernes, junio 08, 2012
La cosa del pantano
Wes Craven empezó con muy buen pie. La última casa a la izquierda y Las colinas tienen ojos fueron películas que a día de hoy siguen estando en los altares del género de terror, y que en su momento tuvieron mucho éxito, pero no dejaban de ser pequeñas películas producidas por compañías aun más pequeñas. La cosa del pantano era el intento del director por entrar en los grandes estudios.
Basada en un cómic surgido de la mente de Len Wein y Bernie Wrightson a principios de los 70, La cosa del pantano (o Swamp thing en su versión original) narra la historia de Alex Olsen, un científico al que intentan asesinar mediante unas bombas en su laboratorio. Pero lejos de morir acaba transformándose en una extraña criatura gracias a los productos químicos de su laboratorio.
Más o menos eso es lo que nos encontramos en la versión cinematográfica de Craven, que también era autor del guión, aunque claro, con una falta de medios bastante importante. No olvidemos que estábamos ante un producto de serie B modestísimo, con apenas 3 millones de presupuesto. Pero que en producción nos encontrábamos con dos nombres que tendrían mucha importancia en todas las versiones cinematográficas de Batman, Michael E. Uslan y Benjamin Melniker.
Pero pese a esas limitaciones podíamos encontrarnos algunas caras conocidas en el reparto: Ray Wise, el que luego fuese uno de los malos de Robocop y el padre de Laura Palmer en Twin Peaks, era el doctor Alex Olsen; cuando este acaba convertido en la Cosa del Pantano es interpretado por Dick Durock, Adrianne Barbeau, la que fuese musa de John Carpenter en La niebla o 1997: Rescate en N.Y., es la doctora que se pasa toda la película escapando de los malos; Louis Jordan, el malo de Octopussy, es aquí también el malo de la función; y David Hess, un clásico de Craven, haciendo de guerrillero.
El film, que no tuvo un estreno a lo grande precisamente, tuvo cierto éxito y buenas críticas, que le valieron a Craven su acceso a los grandes estudios. Bueno, eso hay que cogerlo con pinzas, ya que su siguiente film corrió a cargo de New Line, que tampoco era precisamente una major. El film no fue otro que Pesadilla en Elm Street.
Unos años después, en 1989, apareció una secuela titulada El regreso de la cosa del pantano de manos de unos de los reyes de la serie Z, Jim Winorski. Al que le dieron 30 días para rodarla y le sobraron 3.
Los títulos de crédito son esperanzadores con todas esas viñetas de los cómics del personaje (al estilo Flash Gordon) y con la presencia del algunos otros mutantes que, pese a que se les nota su condición de modestos en cuanto al maquillaje, se agradece su presencia, pero en seguida nos damos cuenta que estamos ante otro de los desvaríos del director del Mi amigo Munchie. Cualquier intento por la seriedad del film anterior es aquí borrado de un plumazo para potenciar la comedieta ligera, eso sí, sin enseñar pechamen, que estamos ante un producto para toda la familia.
A su favor mentar que el nuevo traje del protagonista está bastante más logrado y poco más.
Repite Dick Durock como la Cosa del Pantano y un demacrado Louis Jordan como malo de la función. Por lo demás el film es insoportable y tuvo un merecido fracaso en su modesta carrera comercial
Un año después apareció la serie de televisión, que volvía a contar con Dick Durock como protagonista y se volvió al tono serio original. La serie no es que fuese un exitazo, pero como no costaba mucho le permitió vivir en la parrilla durante tres temporadas y más de 70 capítulos.
Basada en un cómic surgido de la mente de Len Wein y Bernie Wrightson a principios de los 70, La cosa del pantano (o Swamp thing en su versión original) narra la historia de Alex Olsen, un científico al que intentan asesinar mediante unas bombas en su laboratorio. Pero lejos de morir acaba transformándose en una extraña criatura gracias a los productos químicos de su laboratorio.
Más o menos eso es lo que nos encontramos en la versión cinematográfica de Craven, que también era autor del guión, aunque claro, con una falta de medios bastante importante. No olvidemos que estábamos ante un producto de serie B modestísimo, con apenas 3 millones de presupuesto. Pero que en producción nos encontrábamos con dos nombres que tendrían mucha importancia en todas las versiones cinematográficas de Batman, Michael E. Uslan y Benjamin Melniker.
Pero pese a esas limitaciones podíamos encontrarnos algunas caras conocidas en el reparto: Ray Wise, el que luego fuese uno de los malos de Robocop y el padre de Laura Palmer en Twin Peaks, era el doctor Alex Olsen; cuando este acaba convertido en la Cosa del Pantano es interpretado por Dick Durock, Adrianne Barbeau, la que fuese musa de John Carpenter en La niebla o 1997: Rescate en N.Y., es la doctora que se pasa toda la película escapando de los malos; Louis Jordan, el malo de Octopussy, es aquí también el malo de la función; y David Hess, un clásico de Craven, haciendo de guerrillero.
Enseñando los pechotes
Pero ni ese reparto, ni el topless de Barbeau, ni siquiera las mejores intenciones de Craven salvan un producto condenado hacernos bostezar una y otra vez durante los 90 minutos que dura el film. El argumento no da para más y no hacemos más que ver a Barbeau perseguida por los malos hasta que hace acto de aparición la cosa; para más tarde, volver a ser perseguida y otra vez rescatada por el mutante. Al final uno piensa que es el día de la marmota.
El traje de la cosa hay que darle de comer aparte. Un mal disfraz de plástico mal disimulado, que no dudan en meternos primeros planos para que veamos casi hasta la cremallera de la espalda.
Por no hablar del monstruo que aparece al final, que tiene una lucha con la cosa del pantano digna de los Power Rangers.
De las pocas cosas salvables del film son las transiciones que pueblan todas las secuencias, muy del estilo cómic, que hoy en día nos encontramos en cualquier mal programa de edición de vídeo, pero que en la época no se prodigan en las pelis.
El traje de la cosa hay que darle de comer aparte. Un mal disfraz de plástico mal disimulado, que no dudan en meternos primeros planos para que veamos casi hasta la cremallera de la espalda.
Por no hablar del monstruo que aparece al final, que tiene una lucha con la cosa del pantano digna de los Power Rangers.
De las pocas cosas salvables del film son las transiciones que pueblan todas las secuencias, muy del estilo cómic, que hoy en día nos encontramos en cualquier mal programa de edición de vídeo, pero que en la época no se prodigan en las pelis.
El film, que no tuvo un estreno a lo grande precisamente, tuvo cierto éxito y buenas críticas, que le valieron a Craven su acceso a los grandes estudios. Bueno, eso hay que cogerlo con pinzas, ya que su siguiente film corrió a cargo de New Line, que tampoco era precisamente una major. El film no fue otro que Pesadilla en Elm Street.
Unos años después, en 1989, apareció una secuela titulada El regreso de la cosa del pantano de manos de unos de los reyes de la serie Z, Jim Winorski. Al que le dieron 30 días para rodarla y le sobraron 3.
Los títulos de crédito son esperanzadores con todas esas viñetas de los cómics del personaje (al estilo Flash Gordon) y con la presencia del algunos otros mutantes que, pese a que se les nota su condición de modestos en cuanto al maquillaje, se agradece su presencia, pero en seguida nos damos cuenta que estamos ante otro de los desvaríos del director del Mi amigo Munchie. Cualquier intento por la seriedad del film anterior es aquí borrado de un plumazo para potenciar la comedieta ligera, eso sí, sin enseñar pechamen, que estamos ante un producto para toda la familia.
A su favor mentar que el nuevo traje del protagonista está bastante más logrado y poco más.
Repite Dick Durock como la Cosa del Pantano y un demacrado Louis Jordan como malo de la función. Por lo demás el film es insoportable y tuvo un merecido fracaso en su modesta carrera comercial
Un año después apareció la serie de televisión, que volvía a contar con Dick Durock como protagonista y se volvió al tono serio original. La serie no es que fuese un exitazo, pero como no costaba mucho le permitió vivir en la parrilla durante tres temporadas y más de 70 capítulos.
martes, junio 05, 2012
Killer Klowns (Klowns asesinos)
Los hermanos Chiodo (Stephen, Charles y Edward) comenzaron en el cine a través del stop motion, participando en los primeros trabajos de Tim Burton (Vincent, Hansel y Gretel, La gran aventura de Pee-wee) para luego encargarse de la creación de los Critters y diferentes animaciones para publicidad y cortinillas de tv.
En 1988 dieron el salto a la dirección (aunque era Stephen Chiodo el que estaba acreditado como tal) con un film considerado de culto aunque a muchos les indigna: Killer Klowns (Klowns asesinos), quizá, más conocida por Payasos asesinos del espacio exterior, al menos por las ediciones en DVD que respetaban el título original (Killer klowns from outer space).
El clásico pueblecito americano, de esos que parece que se hayan quedado anclados en los 50, donde apenas hay un par de policías y todos sus habitantes se conocen, una noche recibe la visita de una estrella fugaz que acaba convirtiéndose en un extraño circo que aparece en medio del bosque. Algún pueblerino se asomará a ver que esconde la carpa, para luego encontrarse unos payasos con pintas más chungas de lo habitual.
Eso es lo que nos encontramos en la peli, además de muchas ideas ingeniosas, desde que la nave es la carpa de circo, sus armas que disparan palomitas que acaban convirtiéndose en monstruitos o que pueden ser olidas por unos perros hechos con globos, además que sus víctimas acaban dentro de unos capullos hechos con algodón de azúcar. Idea que, sin duda, viene de las vainas de La invasión de los ultracuerpos.
Y es que la película es un cúmulo de referencias a las clásicas películas de invasión extraterrestre de serie B (y la que no es B) de los años 50 en adelante (la frase promocional en el poster yanki era "In space no one can eat ice cream..."). Con el cliché de los protagonistas (todos actores que no los conocen ni en su casa) que saben lo que está pasando pero nadie les cree, hasta que alguien de la policía comienza a pensar que lo que parece una historia de locos puede tener algo de realidad.
¿Más clichés? Los extraterrestres parecen ser inmunes a cualquier ataque hasta que alguno de los protas descubre su punto débil (aquí muy del estilo de los zombies).
Hay que reconocer que el tiempo no ha sido muy benévolo con Killer klowns, si bien las ideas más ocurrentes siguen funcionando (dentro de su homenaje a la ingenuidad de este tipo de productos) su aspecto de serie B se ha ido acrecentando con unos decorados demasiado ramplones y minimalistas, las escenas donde los coches acaban chocando son de un zetoso terrible, amén de una banda sonora de un tal John Massari que destrozará nuestros oídos con un sonido de sintetizador barato. Por fortuna en los títulos de crédito podremos gozarlo con The dickies y su temazo Killer klowns que compusieron expresamente para el film. Y tanto les gustó la experiencia que acabaron sacando un EP de 5 canciones titulado como el film, Killer Klowns from Outer Space.
Incluso los payasos han perdido un poquito, pero sabiendo que nos encontramos antes una modestísima serie B, con un montón de efectos artesanos (animaciones, stop motion, fondos pintados...) se le perdona, porque están hechos al viejo estilo (en el fondo normal, porque poco más se podía hacer en 1988) y algunos lucen esplendidamente.
Una de las cosas que más me gusta es lo poco que se indaga sobre la procedencia de los payasos. Al igual que en la saga de los zombies de Romero, donde nunca se decía claramente el porqué los muertos salían de sus tumbas (aunque alguna cosa se dejaba caer), en el film de los hermanos Chiodo pasa lo mismo, los amigos atontados de los protas hacen algún comentario al respecto, pero se queda ahí y nunca más se toca el tema.
Publicidad de la época donde indicaban el obsequio por ir al cine
La película se hizo con poco dinero, 2 millones de dólares que acabaron convirtiéndose en más de 40 en las taquillas de medio mundo, entre ellas la española, donde te obsequiaban con "killer palomitas. ¡Guauuu! que diría Christian Gálvez.
El tiempo ha convertido Killer Klowns en película de culto, no hace mucho podíamos ver muñecos de los payasos, y hará un par de años se anunció una secuela guionizada por el prota de la primera: The Return of the Killer Klowns from Outer Space in 3D, que se anunciaba para el próximo 2013, pero viendo que todavía no se ha empezado a rodar dudo mucho que les dé tiempo a cumplir fechas, a no ser que acabe convirtiéndose en un producto directo a DVD de calidad ínfima. Recemos para que no sea así.
La película se hizo con poco dinero, 2 millones de dólares que acabaron convirtiéndose en más de 40 en las taquillas de medio mundo, entre ellas la española, donde te obsequiaban con "killer palomitas. ¡Guauuu! que diría Christian Gálvez.
El tiempo ha convertido Killer Klowns en película de culto, no hace mucho podíamos ver muñecos de los payasos, y hará un par de años se anunció una secuela guionizada por el prota de la primera: The Return of the Killer Klowns from Outer Space in 3D, que se anunciaba para el próximo 2013, pero viendo que todavía no se ha empezado a rodar dudo mucho que les dé tiempo a cumplir fechas, a no ser que acabe convirtiéndose en un producto directo a DVD de calidad ínfima. Recemos para que no sea así.
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