Lo de Álex de la Iglesia ya era una crónica de decadencia anunciada. Si los
90 los sorteó de una forma brillante (aunque con algún traspiés -Perdita Durango, 1997-), fue
entrar en el nuevo milenio e ir alternando cosas mu ricas (La comunidad, 2000)con cosas
chungas (800 balas, 2002). Ya las últimas películas, desde Los crímenes de Oxford, son
cosas muy poco agradecidas. Su anterior peli, Las brujas de
Zugarramurdi, tenía repuntes, pero también mogollón de altibajos.
Mi gran noche parece, en cierta manera, un spin off deMuertos de risa,
como si hubiera querido colocar la cámara en una de esas grabaciones de
las galas de fin de año que presentaban Nino y Bruno. Y la idea es
interesante, una especie de versión castiza de la claustrofóbica
Treatment shock, pero una cosa es la teoría y otra la práctica.
Lo que nos han vendido como un tour de force entre el resucitado
(cinematograficamente hablando) Raphael y Mario Casas, es, en realidad, una
comedia coral donde esta pareja no tienen mucho más protagonismo que el
resto del cast. Sin ir más lejos, Raphael encabeza los títulos de
crédito, cuando sale bastante menos que Pepón Nieto, indiscutiblemente
(por número de escenas) quien debería encabezar la lista. Pero claro, si
pones a Pepón Nieto encabezando el poster no va al cine ni la cuñada de
Enrique Cerezo, que debe ir gratis, digo yo. Pero (debieron pensar)
lo que nos hará arrastrar público a las masas es vender al cantante de antaño, con su séquito de fans de la tercera edad (y además irá a ¡Qué tiempo tan feliz! a promocionarla) y al mojabragas de turno con las amigas de Hombres, mujeres y su puta madre. Raphael, digámoslo ya, está mal. No es actor y se nota. Pero aun y así
tiene algún despunte que hace que lo salvemos de la quema. No así Jaime Ordóñez.
Actor malo, malo, donde lo haya. Nunca debió dejar el agujero de triste
comparsa de José Mota en sus insufribles y apolillados programas de
gracietas. En cambio, el resto del cast (Nieto, Mario Casas, Tomás Pozzi...) están en
su salsa y no nos darán grima. ¡Hasta Carolina Bang está bien! Su
querido le debe haber pagado algunos cursos de interpretación.
Por lo demás la cinta tiene un guión muy malo. No hay peor cosa que una comedia que no tiene gracia. Que en pleno 2015 De la Iglesia y su guionista habitual Jorge Guerricaechevarría pretendan que haga gracia una parodia del Torero de Chayanne con una letra de chirigota que es digna de La parodia nacional de hace 20 años en Cangrena 3, es de una pereza pasmosa.
Es una lástima que de los pocos directores de la fauna ibérica que ha
mamado cultura popular y no se quedó con el puñetero Billy Wilder, no
saque el potencial que se le supone, con una película que no va a
funcionar en taquilla. Luego, en nada, estrenarán el bodriazo de la secuela de los topicazos de 8 apellidos vascos y lo petará.
Dice el amigo Álex que quiere hacer una nueva cinta de El Santo. Pues muy bien, pero que no cuente conmigo.
La que para algunos es su última película "buena", Roma, año 2072 D.C.: los gladiadores (I guerrieri dell'anno 2072, 1984), su única incursión en la ciencia ficción, parte del exploit puro y duro. En este caso de la saga Mad Max, más concretamente de su secuela, Mad Max 2. El guerrero de la carretera (Mad Max 2: The Road Warrior, 1981), que fue la que puso de moda ese subgénero de cine postapocalíptico que tanto supo aprovechar la escuela italiana. El film de Fulci también chupa (y mucho) de 1997: Rescate en Nueva York (Escape from New York, 1981), Rollerball (Rollerball, 1975) y, a nivel estético, Blade Runner (Blade Runner, 1982). En un principio la historia, escrita por las mentes pensantes que estaban detrás de Nueva York bajo el terror de los zombi (Zombi 2, 1979)o1990: Los guerreros del Bronx (1990: Il guerriere del Bronx, 1982), fue ofrecida a Enzo Castellari, pero al final acabó en manos de Fulci.
En el 2072 la televisión poco menos que controla el mundo. El canal Seven Seas comprueba que su programa estrella, "Killer bikes", comienza a bajar sus niveles de audiencia y decide crear un nuevo y sanguinario espectáculo: "La batalla de los condenados", un programa donde los participantes son reos condenados a muerte que lucharan por sus vidas. El ganador conseguirá la libertad. Para darle más chicha al asunto deciden meter en el concurso a una cara conocida. Para ello tiran de Drake, el campeón e ídolo del programa "Killer bikes". Pero como es un ciudadano "normal" no puede concursar, así que el canal de televisión urdirá un complot para acusarle del asesinato de los que mataron a su mujer.
Está claro que si has visto Perseguido (The running man, 1987)todo esto no te será nuevo. Algún avispado podría decir que el film de Fulci bebió de la novela original de Stephen King, pero ésta y la película protagonizada por Schwarzenegger se parecen como un huevo a una castaña. La cosa está clara, el guionista Steven E. de Souza se empapó a base de bien del film italiano.
Y es que la similitudes entre las dos películas van mucho más allá de la sinopsis, compartiendo detalles que casi pasarían desapercibidos. Si en el film americano había unos collares que hacían explotar las cabezas, aquí es lo mismo pero con pulseras. También tenemos una chica que trabaja en el canal televisivo que desenmaraña la farsa ideada por los ejecutivos y que se alía con el protagonista, llegando a participar en el concurso. Lo mismo que el personaje de Maria Conchita Alonso. Aquí, los protagonistas se topan con unos esqueletos a los que se les presume que fueron antiguos gladiadores del concurso, al igual que le pasaba a la cuadrilla de Arnie cuando se topaban con los restos de los que se creían ganadores de ediciones anteriores. Y seguramente se podrían sacar más similitudes entre los dos films, dejando bien claro que los yankis fusilaron sin ningún rubor el film transalpino.
Centrándonos en el film que nos interesa, la cosa se queda en el clásico divertimento a ratos chusco, a ratos salvable que tan bien se le daba a Fulci, que no puede evitar meter (cuando puede) su firma gore, como alguna decapitación o un ojo pinchado cual aceituna dominguera a la hora del vermut. Con un montón de secuencias con maquetas que quieren ir de Blade Runner y se quedan en SuperSonic Man (Supersonic Man, 1979) pero que tienen un encanto difícil de superar. Al igual que su banda sonora, muy moderna para la época y que si hoy en día se marcasen esos temas los Daft Punkla gente mojaría las bragas. Lástima que en el film se abuse en exceso de uno de los temas que, por otra parte, tiene un riff brutal.
Se nota que Fulci dispuso de bastante más dinero del que solía manejar (se habla de algo más de medio millón de euros actuales, en la época mil millones de liras), pero aun y así insuficiente para lo ambicioso del proyecto. Al pasar todo en localizaciones cerradas, salvo la parte del concurso, que sucede en un supuesto coliseo donde no se ve el público, queda todo muy hermético, y echamos en falta algún plano con la gente viendo en su casa el programa. Quedándose la cosa con un par de escenas donde alguna nave voladora recorre una Roma futurista con muchas lucecitas y exceso de flou.
En cuanto al cast, pasaban por allí Jared Martin, un habitual de las series televisivas norteamericanas y que volvió a trabajar con Fulci en Aenigma (Aenigma, 1987); y el siempre entrañable Fred Williamson, en plena etapa italiana.
Decía el propio Roberto Benigni que el proyecto de una adaptación de Pinocho con actores reales se remontaba a los primeros 90, cuando Federico Fellini quería realizarla con él como protagonista. Pero la muerte del director de Amacord (Amacord, 1973) condenó el proyecto al ostracismo, hasta que, a finales de los 90, con un Benigni exultante después del éxito de La vida es bella (La vita è bella, 1997) se lió la manta a la cabeza para retomarlo. Pero claro, después del éxito y los premios, esto no podía ser una película más, tenía que ser algo gigantesco.
La historia del títere de madera que quiere ser un niño de verdad ya la conocemos más o menos, porque la versión deDisney, que como es habitual en la casa, no es demasiado fiel al original, es la que acabó influyendo a todas las que vinieron después, que son un puñado. Muchas de ellas adaptaciones televisivas como: la versión stop motion producida por el duplo Rankin/Bass que aquí nos llegó en los 80 en plena explosión de los videoclubs, Las nuevas aventuras de Pinocho (The new adventures of Pinocchio, 1960); una serie italiana (que luego tuvo un remontaje cinematográfico de 2 horas) donde Franco Franchi y Ciccio Ingrassia hacían de el gato y el zorro, Gina Lollobrigida era el hada y Nino Manfredi era Geppetto, Las aventuras de Pinocho (Le avventure di Pinocchio, 1972); una adaptación televisiva americana en clave musical protagonizada por Sandy Duncan(Pinocchio, 1976) que aquí vimos en VHSy algún pase por las autonómicas; y, cómo no, las versiones anime llegadas desde Japón, Pinocho (Kashi no ki Mokku, 1972) y Las aventuras de Pinocho (Pikorino no Boken, 1976).
Siguiendo con versiones animadas estaba la Filmation (cuando le dio por hacer secuelas bastardas de las versiones de Disney),Pinocho y el emperador de la noche (Pinocchio and the emperor of the night, 1987); un mediometraje de 1984 para la serie de Shelley DuvalCuentos de hadas (Faerie tale theatre), donde el niño de madera era interpretado por Paul "Pee-wee Herman" Reubens. Ya en los 90 tuvimos un exploit de Muñeco diabólico (Child's play, 1988) de mínimo presupuesto como La venganza de Pinocho (Pinocchio's revenge, 1996) de Kevin S. Tenney, director de Witchboard. Juego diabólico (Witchboard, 1986); Pinocho, la leyenda (The adventures of Pinocchio, 1996), aquella dirigida por Steve Barron (Las tortugas ninja, 1990) y con Martin Landau, en la que colaboraba Brian May en la banda sonora y la marioneta estaba creada por el estudio de Jim Henson, que, además, tuvo una secuela, Pinocho y Gepetto (The new adventures of Pinocchio, 1999). O esa versión (no tan) encubierta que es Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence, 2001). Incluso la Cannon llegó anunciar en los 80 un Pinocchio. The robot con guión de Dan O'bannon, dirección de Tobe Hooper y Lee Marvin como Geppetto. Evidentemente no se llegó a rodar un solo fotograma.
El Pinocho de Benigni es una versión bastante respetuosa, empezando por el atuendo que lleva el protagonista, que es calcado a las ilustraciones de Carlo Chiostri para la primera edición de la obra impresa. También respeta su personalidad, siendo un cabronazo que se mete con su padre porque lleva peluca y le
da absolutamente igual que éste acabe en la cárcel por sus fechorías,
maltrata a los animales y quiere matar de un mazazo a Pepito grillo.
Cosa esta última que consigue, siendo fiel al relato original de Collodi. Siguiendo con sus tropelías, el padre vende la chaqueta para comprarle un libro para que estudie en la escuela y lo acaba vendiendo para pagar la entrada al teatro de marionetas. Lo que se dice un auténtico hijoputa. Al final el padre, con toda la razón del mundo, sólo quiere matarlo con sus propias manos.
El film fue una producciones faraónica para los cánones europeos: 8 meses de preproducción, 7 de rodaje y otros 8 de posproducción. Costó 40 millones de euros, siendo la película más cara de la historia en Italia, siendo allí un gran éxito recaudando 25 millones. En USA, con un estreno muy limitado (ya sabemos como son para las películas foráneas), consiguió 4 millones de dólares. Todo eso, más lo que consiguió en otros países, le permitió recuperar los 40 millones invertidos, pero ya daba igual, es muy fácil poner etiquetas y muy difícil desprenderse de ellas. Este Pinocchio ya era conocido como un despropósito y los prejuicios siempre están a flor de piel. ¿Es esta adaptación de la obra de Collodi tan mala como arrastra su fama? No, ni de lejos.
La película es una adaptación bastante fiel, (por lo menos mucho más que la de Disney, que es la que acabó influyendo a las que vinieron después) con un despliegue de medios impresionante. Decorados muy conseguidos, efectos digitales que siguen manteniendo el tipo pese a tener 15 años, un ritmo endiablado y un personaje tan cabrón que uno no puede dejar de tomárselo como un Alvaro Vitali/Jaimito al que le han quitado la libido.
Está claro que con esta película Benigni pagó la factura de La vida es bella. Poca gracia le debió hacer a los yankis su esperpento en los Oscar y le estaban esperando con los cuchillos afilados. Sólo así se explica que en su Italia natal fuera la película más taquillera del momento y recibiera bastantes premios, mientas que, al otro lado del charco, era todo lo contrario. Tampoco debió ayudar mucho que los hermanos Weinstein y su Miramax estuvieran detrás de la producción, y ya sabemos que este par son odiados a muerte por los críticos de allí. Los americanos no entendían que hacía un tipo de 50 años haciendo de Pinocho (se nota que no han mamado El chavo del ocho) y porque no tenía ningún detalle de maquillaje que denotase su condición de marioneta. Tampoco pasó desapercibido su doblaje. Ya sabemos que los americanos no son amigos del doblaje en los films de acción real (para eso compran los derechos y hacen su propia versión) y aquí, queriendo vender la película a un público puramente infantil, y sabiendo de sus limitaciones de lectura, decidieron doblarla y, al parecer, no demasiado bien. Para nosotros la película es una total desconocida. Como solía pasar con las producciones de Miramax, era Lauren Films quien tenía los derechos de distribución, pero pese a anunciarla y a verse algún que otro cartel promocional, nunca llegó a estrenarla debido a sus problemas económicos. Lo que nos perdimos.
Aunque nos pueda parecer que en la actualidad los gimnasios se han convertido en centros de ligoteo y relaciones sociales, es algo que viene de muy atrás. 30 años, por lo menos. Y eso lo vio Aaron Latham, periodista que escribía en la Rolling Stone y le dedicó un artículo al tema llamado Looking for Mr. Body. Dicho escrito acabó siendo la base para Perfect (Perfect, 1985) film protagonizado por John Travolta y Jamie Lee Curtis (preocupada por quitarse de encima la etiqueta de scream queen), lo que tenía que ser la pareja del momento y que hiciera saltar las chispas de sudor y fluidos.
Looking for Mr. Goodbody
Looking for Mr. Goodbody
Looking for Mr. Goodbody
Looking for Mr. Goodbody
Para Travolta significó un fracaso que dejó su carrera contra las cuerdas. El tipo del hoyuelo venía de protagonizar Welcome back, Kotter, una sitcom que aquí no vimos pero que en USA funcionaba muy bien y le empezó a dar fama. Después de algún telefilm (El chico de la burbuja de plástico, 1976) y alguna que otra presencia secundaria (Carrie, 1976), llegaría la fama, el estrellato y la farlopa a cucharadas con Fiebre del sábado noche (Saturday night fever, 1977) y Grease (Grease, 1977). Con semejante combo poco importaba que tuviera un traspiés (más de crítica que de taquilla) como Vivir el momento (Moment by moment, 1978), y más cuando Johnny era un mojabragas que en países como Spain, poner su foto en la portada de cualquier revista de kiosco era sinónimo de agotar los ejemplares. Cowboy de ciudad (Urban cowboy, 1980) significó entrar en los 80 con cierto éxito (aunque más lo fue su banda sonora). Impacto (Blow up, 1981) era volver a las órdenes de un De Palma que venía del éxito de Vestida para matar (Dressed to kill, 1980). Pero esta nueva colaboración, que debía ser un film de bajo presupuesto pero se hinchó ante la llegada de la estrella, acabó como un fracaso económico. Después de 2 años en blanco, la mejor opción parecía una secuela de unos de sus mayores éxitos. Staying alive. La fiebre continúa (Staying alive, 1983) se llevó críticas negativas y nominaciones a los Razzie a mansalva, pero aun y así en taquilla funcionó muy bien. Y si el film dirigido por Stallone dejaba claro aquello de "segundas partes nunca fueron buenas", no le debió quedar muy claro al actor porque su siguiente film era una reunión con Olivia Newton-John, que también había recibido lo suyo con Xanadú (Xanadu, 1980). Tal para cual (Two of a kind, 1983) fue otro quebradero de cabeza en taquilla y en críticas. Su carrera estaba totalmente en entredicho, y más cuando había rechazado protagonizar hits como American gigoló (American gigolo, 1980) y Oficial y caballero (Ann officer and gentleman, 1982).
Y ya, por fin, su siguiente proyecto era este Perfect (Perfect, 1985). Y la idea no era mala, volvería a reunirse con el director James Bridges y el guionista/periodista Aaron Latham, con los que ya había coincidido en Cowboy de ciudad (Urban cowboy, 1980). Lo que sí era malo era todo lo demás. Perfect es uno de esos bodrios 80teros que ni siquiera se salva por reírnos de una estética llena de hombreras y pelos cardados, porque de todo eso no hay. Es curioso, pero estéticamente la película no delata en exceso su condición de 80tera. Por lo demás tenemos una historia totalmente estúpida, donde Travolta ejerce de periodista de la Rolling Stone (una especie de recreación del propio Aaron Latham) que, mientras está detrás de una posible conspiración de un tipo acusado de tráfico de drogas (interpretado por Kenneth Welsh, el Windom Earle de Twin Peaks), decide meterse en un club de fitness para escribir sobre todos los escarceos sexuales de los que lo frecuentan. Y por ahí se encuentra a Jamie Lee Curtis haciendo de monitora, con la que, evidentemente, querrá tener algo más que palabras.
Escenas de ligoteo barato, tipos con bigotes más ridículos que el de Aznar,Travolta y Curtis haciendo clases de pelvis que no acaban nunca... Y así durante casi dos horazas. Decir que el film es malo es quedarse corto. Y no me extraña que le pusieran esa carátula con Johnny moviendo la cintura y sudando, la única forma de engañar al personal era que las fans del tipo cayeran embobadas a sus embestidas pélvicas. La cosa terminó con un fracaso de aquellos bien merecidos. Jamie Lee Curtis no levantaría cabeza hasta Un pez llamado Wanda (A fish called Wanda, 1988), que mira que ha envejecido mal. Su director, James Bridges, haría la farlopada protagonizada por Michael J. Fox, Noches de neón (Bright lights, big city, 1988) y se murió. Por su parte, Travolta caería más bajo con su siguiente película, Expertos (The experts, 1989), que aquí llegó directamente a vídeo. Por fortuna para él llegó Mira quien habla (Look's who talking, 1989) un exitazo que se alargaría con dos secuelas y una serie de televisión. Y después, como ya sabrás, llegaría Tarantino y su Pulp fiction (Pulp fiction, 1994).