La tienda es de esas películas basadas en un libro/relato de Stephen King que pasan desapercibidas. Ya en su momento fue machacada por la crítica y aquí nos llegó tardísimo, no fue hasta 1996, 3 años después de su estreno en USA, que la estrenaron. Pero que vista como un producto modesto, pura serie B, se ve con agrado y se disfruta.
Decía (o dice) King, que Ray Bradbury ha sido una de sus grandes influencias, es por eso que al libro La tienda (Needful Things, 1991) le encuentro muchos paralelismo con La feria de las tinieblas (Something Wicked This Way Comes, 1962), cosa que no sé si es intencionada o no. Si allí teníamos una oscura feria ambulante que llegaba a un pueblecito donde sus habitantes iban recibiendo el regalo de cumplir su más preciado deseo en realidad, en la historia de King es un (aparentemente) gentleman que monta una tienda de antigüedades en la pequeña localidad de Castle Rock, donde hará realidad los deseos de los lugareños a cambio de "pequeños" favores, llegando a desatar una ola de odio entre todos ellos. Según el propio King, es la primera novela que escribió desde los 16 años sin estar drogado o borracho, pensando que al final le había quedado una sátira a los años 80 presididos por Reagan en los USA.
Protagonizada por Bonnie Bedelia, la señora McClane en la ficción en las dos primeras Jungla de cristal (Die hard, 1988) y tía en la vida real de Macaulay Culkin;Amanda Plummer, la Honey Bunny de Pulp fiction (Pulp fiction, 1994); Don S. Davis, el jefe de McGyver en la serie Stargate (Stargate, 1997-2007) y J. T. Walsh, uno de esos secundarios que siempre nos suena su cara.
Pero los verdaderos protagonistas son Max von Sydow y Ed Harris. El primero haciendo de malo malísimo, básicamente el mismísimo diablo con forma humana que se mezcla entre la gente para sacar a flote su lado más salvaje.
Por su parte, Ed Harris es el chico bueno, el sheriff Alan Pangborn (el mismo personaje que interpretaba Michael Rooker en La mitad oscura (The dark half, 1993) que, si bien sabemos desde el principio que es el prota, su personaje sale realmente poco en pantalla hasta entrada la hora de duración, cuando en el clímax final se alza como el héroe del relato.
Hay que mencionar lo ligado que está Harris al universo cinematográfico de King. Hagamos un pequeño repaso. Era el prota de Los caballeros de la moto (Knightrider, 1981), dirigida por George A. Romero, que era colega de King, que hacía un cameo en el film. También lo vimos en Creepshow (Creepshow, 1982), concretamente en el sketch titulado El día del padre (Father's day), y recordemos que el film estaba guionizado por el propio King que, además, protagonizaría la historia de La solitaria muerte de Jordy Verrill (The Lonesome Death of Jordy Verrill). Luego vendría la aquí comentada La tienda y haría un pequeño papel en otra adaptación televisiva de King, Apocalipsis (The stand, 1994).
Por su parte, la dirección caía en manos de Fraser Clarke Heston (hijo de Charlton), que si bien ya había dirigido un par de telefilms, ésta era su primera ocasión en un largo para cine. Y en La tienda usó un sistema de edición digital totalmente novedoso en su época. Por lo demás, la carrera de Heston Jr. no tiene demasiada o ninguna repercusión.
La tienda se ve con agrado. Tiene un cast la mar de solvente y llamativo, una historia previsible pero agradecida, con todo ese rollete que tanto nos gusta del pueblecito idílico norteamericano que parece de postal pero que por dentro está podrido. No es una obra maestra pero mola.
Gremlins 2. La nueva generación (Gremlins 2: The New Batch, 1990) de Joe Dante. Con Zach Galligan, Phoebe Cates, John Glover, Robert Prosky, Robert Picardo, Christopher Lee, Haviland Morris, Dick Miller, Jackie Joseph, Keye Luke, Kathleen Freeman, Paul Bartel, John Astin.
Aladdin (Aladdi, 1992) de John Musker y Ron Clements.
Igual sólo se acuerdan los más viejos del lugar, pero hubo una época, en pleno boom de los videoclubs, que muchos episodios piloto nos llegaban directamente a vídeo. Incluso, en algunos casos como las vetustas series de Spiderman (The amazing Spider-man, 1977) o Hulk (The incredible Hulk, 1978), nos los colaban en cines.
Pero volvamos a los VHS y los Betas (del sistema 2000 ni mentarlo). Muchos episodios pilotos se financiaban con las preventas a otros países fuera de los USA a las diferentes distribuidoras que, una vez acabada su filmación, se distribuían en los videoclubs. Ahí tenemos los casos de El gran héroe americano (The Greatest American Hero, 1981), Street hawk. Los justicieros de la calle, nombre con el que se editó El halcón callejero (Street hawk, 1985), Miami. Brigada anti droga, que es como se tituló Corrupción en Miami(Miami vice, 1984)... e, incluso, el de alguna serie que no pasó del piloto como el caso de KIT 2000 (Knight rider 2000, 1991). Por alguna razón casi todas distribuidas por CIC Video.
En el fondo la cosa no tenía mucha complejidad, se trataba de alargar el capítulo hasta los 90 minutos. El problema venía cuando esto ocurrió con Twin Peaks. Mientras que las aventuras de Annibal Smith y sus colegas eran autoconclusivas, la serie de David Lynch y Mark Frost tenía continuidad, así que vender el piloto tal como se creó era poco menos que inadmisible. ¿Alquilarse una peli y que te estampen un "Continuará..." cuando la trama está de lo más enganchante y no tienes posibilidad de saber ni visionar nada más? Naranjas de la China. Así que, mientras se rodaba el piloto, le dieron a Lynch un plus en el presupuesto para que rodase 20-25 minutos extras que cerrasen la historia. Evidentemente era poco menos que imposible cerrar la historia con un final que cuadrase y dejara satisfecho al espectador. Este final, digámoslo ya, es una chufla que el propio Lynch rodó a desgana (y se nota) y con el único propósito de salir del paso.
Aquí el piloto nos llegó de la mano de Warner en algún momento de 1990 bajo el nombre de Asesinato en Twin Peaks. Evidentemente con esos 20 minutos extras, pasando de los 90 minutos del piloto que conocemos a 113 minutos. Durante estos minutos extras ya nos encontramos la famosa habitación roja, metraje que se reutilizó en la serie cuando el agente Cooper sueña con ella, con Laura Palmer y el enano. Lo que llama la atención de esta cinta es que en ningún momento se dice que esa acción acontezca 25 años en el futuro y en el doblaje se pasan por el forro aquello que hablan al revés.
Y es en el doblaje donde más extraño se nos hace todo, porque las voces, salvo un par de excepciones son difrentes a las de la serie, siendo las de Asesinato en Twin Peaks, en su mayoría, muy de segunda fila. Por ejemplo, el agente Cooper es doblado por Miguel Ayones (recordado, sobre todo, por ser la voz del primo Larry de Primos lejanos), que en la serie acabaría poniendo voz a Leo Johnson. O el enano de la habitación roja tiene la voz de Eduardo Moreno, también la voz de Gwildor en Masters del Universo(Masters of the Universe, 1987) o Alf. En cambio, a Bobby Briggs le sigue poniendo voz Luis Reina (Seinfeld), al igual que Juan Carlos Ordóñez seguía siendo el hombre manco. En el aspecto de traducción también hay varias diferencias. La más llamativa es que aquí el agente Cooper sí dice la fecha correcta (24 de febrero) o la cagada de traducir el "fire walk with me" como "el fuego anda conmigo". En donde si estuvieron acertados los de Warner Spain fue en la elección de la carátula, con una imagen mucho más icónica y chula que, por ejemplo, la edición inglesa.
Está claro que los monstruos clásicos son de los personajes (Drácula a la cabeza) que más horas de celuloide han generado. Y lo que también está claro es que cuando han querido pasarlos al lado de la comedia nunca han funcionado. Ahí está El profesor chiflado (The nutty professor, 1963) como excepción que confirma la regla. Además es un ejemplo perfecto pues parodia el clásico de Robert Louis Stevenson. Y es que parodias del científico que, mediante una poción, da rienda suelta a sus más bajos instintos ha habido unas cuantas. Desde los inevitables Abbott y Costello contra el Dr. Jekyll y Mr. Hyde (Abbott and Costello Meet Dr. Jekyll and Mr. Hyde, 1953), hasta versiones eróticas perpetradas por los italianos en Casanova Jekyll (Il mio amico Jekyl, 1960) o Al Doctor Jeckyll le gustan calientes (Dottor Jekyll e gentile signora, 1979).
Cuando hablamos de la Cannon parece que solamente no vengan a la memoria las orgías vengadoras de Charles Bronson en la secuelas de El justiciero de la ciudad (Death wish, 1974), las barbas de Chuck Norris, la decadencia de Superman o los guateques de He-man. Pero también tenemos por ahí a esta Dr. Heckyl y Mr. Hype (Dr. Heckyl and Mr. Hype, 1980), una comedia de las que no hacen gracia alguna.
Dirigida por Charles B. Griffith, un guionista habitual de las producciones de Roger Corman, suyos son los libretos de Un cubo de sangre (Bucket of Blood, 1959), La carrera de la muerte del año 2000 (Death Race 2000, 1975) o La tienda de los horrores (The Little Shop of Horrors, 1960), donde también interpretaba un par de papeles. También fue uno de los muchos que metió mano en el guión deBarbarella (Barbarella, 1968) pero su material fue desechado. Como director las cosas no le fueron tan bien, encargándose de llevar las riendas en películas que aquí ni se estrenaban o bodrios como La Cortina del Tiempo (Wizards of the Lost Kingdom 2, 1989), cuando a Corman le dio por producir películas en Argentina.
Allá a finales de los 70 fue contratado por Menahem Golan, acordaron que el guión a escribir sería una comedia negra y Griffith propuso una versión cómica de Jekyll y Hyde a lo que Golan aceptó a condición que el tipo feo debía ser el bueno de la película. El guionista/director contactó con Dick Van Dyke para ofrecerle el papel protagonista, pero el cómico estaba ocupado con uno de sus espectáculos en vivo. Y Menahem Golan, que iba a su bola, contrató a Oliver Reed pese a la negativa de Griffith.
Y como era habitual en la factoría Cannon, el rodaje fue un desastre. El guión era de 200 páginas, inviable rodarlo con las escasas 4 semanas que tenían de rodaje y un presupuesto mínimo, a lo que Golan se dedicaba a arrancar las páginas. Cuando Griffith finiquitó el rodaje y se dispuso a montarla se dio cuenta que aquello era un esperpento difícil de arreglar.
La película tuvo problemas de distribución y en los USA se pasó directamente por la televisión por cable. Y es que la cosa quedó un bodrio de difícil digestión. Aquí, el Dr. Heckyl es un podólogo con una cara muy poco agraciada, cosa que provoca el rechazo de todo aquel con el que se cruza. Ante tal situación decide quitarse la vida, aunque antes se entera que un compañero de su centro médico ha descubierto un medicamento que con una gota hace adelgazar a las mujeres de su consulta. Así que se lo piensa y se bebe todo el brebaje, lo que causará en el un efecto de convertirlo en guapo, pero a la vez en despiadado con el género femenino.
Al final el invento no cuajó. Oliver Reed con ese maquillaje (obra de Steve Neill, que también venía de la escuela Corman. En los efectos estaba John Carl Buechler, director de Troll -Troll, 1986-) era ridículo a más no poder, y de momentos graciosos la película no es que fuese justita, es que no había. Como detalle, la banda sonora corría a cargo de Richard Band, el hermano del capitoste de la Empire y Full Moon.
Después del rodaje a Griffith se le fue acabando la cuerda, y cada vez tenía más dificultades para vender sus guiones. Uno de los cuales iba a ser una comedia titulada Who Stole Irving, protagonizada por Groucho Marx y producida por la Cannon. Groucho dijo que el guión era una mierda y cayó en el olvido.
Un par de años después, apareció otra comedia, Jekyll y Hyde... hasta que la risa les separe (Jekyll & Hyde.... together again, 1982), con un estilo mucho más grueso que se subía al carro de las comedias con mucha droga del duplo Cheech y Chong. Y ya a mediados de los 90 llegó otro excremento como Dr. Jekyll y Mrs. Hyde (Dr. Jekyll and Ms. Hyde, 1995), que por estos lares nos atormentaron con multitud de Making of (cuando todavía se emitían en televisión) que alababan las bondades de los efectos digitales (en pleno boom) para la transformación de Jekyll en una señora Hyde que respondía a los rasgos de una decadente Sean Young.