domingo, septiembre 29, 2019

Clásicos Keaton: Batman


Hoy hace exactamente 30 años que un viernes 29 de septiembre de 1989 llegaba a nuestras pantallas Batman, casi tres meses después desde su estreno en tierras norteamericanas. Pero así eran aquellos tiempos en los que apenas nos llegaba un trailer o veíamos unos fotocromos junto a la taquilla del cine y los estrenos tardaban meses desde su debut en yankielandia.

El film cambiaría para siempre el subgénero de adaptaciones de superhéroes y dejaría de lado la visión que tenía el mundo del Batman tontorrón de imagen real de la serie de Adam West. Lejos quedaban los tiempos del Superman de Richard Donner, Condorman, la serie B de Punisher y los telefilms/series de Spiderman, Hulk o WonderWoman.



Génesis
Para llegar a los inicios de la producción hay que viajar a finales de los 70, cuando Superman ha dado el campanazo en la taquilla. Pese a todo nadie da un céntimo por las adaptaciones de superhéroes que siguen siendo considerados productos puramente infantiles. El gran ejemplo lo da la CBS, que en antena tiene las series de Wonderwoman, Spiderman y Hulk, y pese a que las 3 funcionan perfectamente en niveles de audiencia, deciden fulminar las dos primeras simplemente porque piensan que tantas series basadas en comics les quitarían prestigio. Además, si había un personaje que estaba poco menos que censurado en la gran pantalla era Batman. La serie de los años 60 con Adam West le había dado una imagen naif y, en cierta manera, ridícula para el gran público. Y pese a que había pasado más de una década desde su emisión, las reposiciones seguían a la orden del día. El ejemplo más claro lo tienes cuando, a mediados de los 80, Jon Ritman desarrolla el Batman de Ocean para los microordenadores de la época y toma como referencia para el aspecto del personaje el de perfil rechoncho y azulado de la serie.

Es por estos factores que no era descabellado que un tipo de 30 años pudiera hacerse con los derechos del hombre murciélago (para que te hagas una idea de cómo estaba el mundo del cómic en la época, a mediados de los 80 la Marvel estaba poco menos que con un pie en la quiebra y fue comprada por la New World). Ese joven respondía al nombre de Michael Uslan, un antiguo empleado de DC que tenía obsesión por el personaje y estaba decidido a sacar adelante una adaptación que ensalzara su vertiente más seria y adulta. Este se haría con los derechos un 3 de octubre de 1979, en parte gracias a la ayuda de Benjamin Melnicker, un veterano ejecutivo de la Metro que había estado detrás de títulos clásicos como 2001. Una odisea en el espacio o Ben-Hur.
 


El infierno del desarrollo
Después de pasearse por los grandes estudios de Hollywood y recibir rechazo tras rechazo, Melniker propuso ir a ver al jefazo de la discográfica Casablanca Records que acababan de montar su división cinematográfica y estaban recibiendo una buena inyección económica por parte de Polygram, que había comprado el 50% de la sociedad, pensando que este, al ser más joven que los directivos de los estudios clásicos, sería capaz de visualizar mejor su idea de Batman. Y efectivamente, Peter Guber, el jefazo en cuestión, decidió que quería convertir en película la idea de Uslan. Quien también entraría en la ecuación sería su socio Jon Peters, poco menos que un chiste con patas en Hollywood, pues era conocido por ser el peluquero de Barbra Streisand y gracias a ella había podido meterse en el negocio. La pareja moverían sus hilos y conseguirían vender el proyecto a la Warner y dejaron prácticamente fuera de cualquier tipo de decisión a Uslan y Melnicker (que por la época producirían La cosa del pantano de Wes Craven), relegados a meros productores ejecutivos.

Jon Peters, Peter Guber y Tim Burton

En aquellos primeros ochenta empezaría un baile de directores y guionistas que tal como llegaban acababan saliendo. 
Tom Mankiewicz, guionista en la sombra del Superman de Donner, haría un primer guión en junio de 1983 y una segunda reescritura en enero de 1984. Básicamente usaría el mismo esquema que en Superman: veríamos la vida de un joven Bruce Wayne durante la primera mitad de metraje (la muerte de sus padres y su entrenamiento hasta convertirse en Batman) para después unir fuerzas con Robin y enfrentarse al Joker mientras tiene un escarceo amoroso con Silver St. Cloud.
Para el director que se hiciera cargo del rodaje llamaron a la puerta de Francis Ford Coppola, pero la cosa no prosperó y fueron a por Guy Hamilton, experto en dirigir películas de James Bond (Goldfinger, Diamantes para la eternidad, Vive y deja morir, El hombre de la pistola de oro); luego hablaron con Richard Rush, que acababa de estrenar De profesión especialista. De ahí se contactó con Ivan Reitman, que pensó en llevar el proyecto hacia una comedia de acción con Bill Murray como Batman y Eddie Murphy como Robin. Pero viendo que la Warner no lo tenía claro y todo se estaba alargando demasiado prefirió irse a rodar Los Cazafantasmas. Le siguió Joe Dante, que venía del éxito de Gremlins (también producida por Warner), pero este declinó la oferta porque le atraía más la figura del Joker que la del hombre murciélago y pensó que no era el adecuado y se fue hacer Exploradores.



Sería en ese 1985 cuando entró en escena Tim Burton. El californiano venía de pasar por Disney, donde fue animador (Tod y Toby), artista conceptual (Taron y el caldero mágico —pero sus diseños no se usaron—) y conseguiría que la compañía le financiase algún corto y mediometraje (Vincent, Hansel y Gretel, Frankenweenie) que le permitirían dar el salto al largometraje gracias a la ejecutiva de la Warner, Bonni Lee, que le recomendaría para La gran aventura de Pee-Wee que acabaría funcionado muy bien en la taquilla. También sería Lee quien empujaría al realizador al desarrollo del guión de Batman a lo que la Warner, viendo que aquello se había enquistado y la cosa no avanzaba, tampoco puso muchas trabas. Este llegaría a presentar un borrador de 43 páginas firmado junto a Julie Hickson (su pareja en aquellos días y con la que había colaborado en algunos proyectos en la época de Disney) con fecha de octubre de 1985. Paralelamente, y ya en 1986, se contrató a Steve Englehart, guionista de cómics que había escrito varias historias del personaje a finales de los 70 y le volvería a dar la seriedad que la serie de los 60 le había quitado. El primer tratamiento que escribió vendría condicionado con lo que ya habían escrito sus predecesores, lo que vendría a ser que tenía que usar los personajes de Robin, Joker, el Pingüino, Silver St. Cloud y Rupert Thorne. Con el nuevo guión se dieron cuenta que había demasiados personajes y le encargaron una segunda versión eliminando a Robin y al Pingüino. Pero también cayó en saco roto.

Por esa época la ejecutiva Bonni Lee tenía que entrevistarse con Sam Hamm, un joven que había visto como el tratamiento de guión que acababa de escribir (que nada tenía que ver con el hombre murciélago) era adquirido por la Warner. Este, mientras esperaba en el despacho de Lee, vio encima de la mesa el antiguo guión de Batman que había escrito Mankiewicz y durante toda su entrevista no dejó de interesarse por ese proyecto, a lo que la ejecutiva decidió que trabajara con Burton en un nuevo tratamiento.
El dúo trabaja prácticamente desde cero, desechando los guiones anteriores pero usando algunas referencias de The Dark Knight Returns y La broma asesina que acababan de publicarse y habían vuelto a poner a Batman en el punto de mira. Parecía que los astros estuvieran allanando el camino a la película. También se encontraron con el problema del personaje de Robin, que a ellos no les interesaba usar pero la Warner quería que apareciese sí o sí.



Ya en 1988 presentan un guión a la Warner que veían con mejores ojos que los anteriores (Robin tenía una breve aparición) pero no les convencía del todo, como tampoco las tenían todas consigo con un director inexperto en grandes producciones. Pero en 1989 se cumplía el 50 aniversario de la creación del personaje y veían una oportunidad para aprovecharse de la efeméride y usarla como publicidad, así que decidieron activar la producción y esperar a la primavera de 1988 para ver como funcionaba Bitelchús, la película que Burton tenía pendiente de estreno y había rodado de forma paralela. La película fue un éxito y el director se hizo con las riendas de lo que sería una de las producciones más importantes de los últimos años. 


El equipo técnico
Pero ni la Warner ni los productores Peters y Guber tenían una confianza ciega en el joven realizador de 29 años al que le estaban dando una superproducción de 30 millones de dólares (aunque acabaría costando unos 50), uno de los presupuestos más altos de la historia en aquel momento. Así que lo rodearon de un equipo experimentado en cada una de sus labores. Peter McDonald sería el director de la segunda unidad, o lo que es lo mismo, responsable de las escenas de acción. McDonald venía de dirigir Rambo III y había sido operador de cámara en Superman I y II, Excalibur o Rambo II. La edición correría a cargo de Ray Lovejoy (2001: una odisea en el espacio, Aliens el regreso) y Roger Pratt (Brazil) se encargaría de la fotografía.  


El cast 
Para encarnar a Bruce Wayne/Batman, pese a que los tabloides de la época dieron muchos nombres, lo cierto es que el de Michael Keaton fue el único que se contempló realmente desde el núcleo del equipo creativo del film. Y aunque pudiéramos pensar que el nombre lo lanzó Burton, quien lo hizo fue Jon Peters, que acababa de verlo en Alcohol y coca (Clean and sober) y estaba en sintonía con la visión de Burton y Hamm, que estaban decididos a potenciar la psicología del personaje y no solamente embutir a un cuerpo musculoso en unas mallas. Pero ni la Warner ni los fans estaban en la misma sintonía y empezó la presión. La productora recibió más de 50 mil cartas de protesta y sus acciones empezaron a caer. La gente recordaba a Keaton por películas cómicas como Las locas peripecias de un señor Mamá y pensaban que la película iba a seguir la estela de la serie televisiva. Incluso Adam West apareció en algún programa de la época posicionándose como una buena opción para volver a encarnar el personaje pese a contar con 60 años (!!!).

Toda esa polémica, añadiendo que Burton tampoco contaba con el favor del público (recuerda las dos películas que tenía en la época), hizo que la Warner anunciara la contratación de Bob Kane, el co-creador del personaje junto a Bill Finger, para que asesorara la producción. Cosa que, evidentemente, se traducía en que cobraría un cheque por decir que todas las decisiones eran maravillosas e intentar calmar a los fans. Además, se hizo oficial la contratación de Jack Nicholson como el Joker. Fichaje que ya venía de unos años atrás cuando Peters y Gubber produjeron Las brujas de Eastwick y le hablaron al actor de la posibilidad de participar en Batman. Dicen las malas lenguas que para convencerlo Peters se lo llevó a Inglaterra donde se estaban construyendo los decorados para que los viera, a la vez que lo metió en un hotel de lujo lleno de prespiputas y cocaína durante días, a lo que el actor no pudo negarse a firmar el contrato. Eso sí, un contrato estudiado al milímetro donde se reservaba los fines de semana para su descanso, un número de horas máxima de rodaje diario, un suculento salario, aprobar su aspecto físico en la película y, como jugada maestra, un tanto por ciento de la taquilla y del merchandising (se dice que estuvo cobrando royalties durante casi una década, sumando 50 millones de dólares).

Para interpretar a la periodista Vicki Vale se decantarían por la hoy chiflada Sean Young, pero dos semanas antes de empezar el rodaje tendría un accidente en el que se rompería el brazo y caería del elenco. Para sustituirla se pensó en Michelle Pfeiffer, pero al haber acabado una relación sentimental con Keaton se descartó. Finalmente sería Kim Basinger de las pocas actrices que en ese momento no tenían ningún compromiso en 4 meses vista y se hizo con el papel.

 

Para el resto del cast se eligieron nombres tan variados como Michael Gough, que se encargaría de dar vida al mayordomo Alfred. Evidentemente una elección de Burton ya que el actor era un clásico de las producciones de la Hammer y la Amicus. Siempre me ha llamado la atención que no se decantase por su querido Vincent Price, y quizá fuese porque su salud no le permitiese viajar a Inglaterra.

Pat Hingle sería el comisario Gordon; Billy Dee Williams (el Lando Calrissian de Star Wars) Harvey Dent; Jack Palance como el mafioso Grissom; Jerry Hall (modelo y mujer de Mick Jagger en la época) la novieta del Joker; Robert Whul como el periodista Alexander Knox; William Hootkins (uno de los agentes del gobierno que van a buscar a Indiana Jones para que les hable del arca de la alianza y el ayudante en la Tierra del doctor Zarkov en Flash Gordon) como el sobornado teniente Eckhardt y Tracey Walter (amigo personal de Nicholson) como Bob, la mano derecha del Joker. Y dos curiosidades: la actriz porno Rachel Ryan era Amanda Keeler, una de las dos modelos que anuncian el Smiley del Joker con funesto desenlace. Y David Baxt, que era el policía con el que hablaba Shelley Duvall por el sistema de radio en El resplandor, hacía de padre de Bruce Wayne.


Para el papel de Robin algún ejecutivo de la Warner llegó a preguntar a Kiefer Sutherland, pero éste era de los que todavía tenía en la cabeza la serie de los 60 y no le hacía demasiada gracia la propuesta. Luego vino el caso de Charlie Sheen que llegó a ofrecerse a la Warner. Y es que al tipo le debía hacer especial gracia lo de interpretar a un superhéroe porque años después se ofrecería a Columbia para el papel de Peter Parker/Spiderman. Finalmente, el elegido sería alguien con el perfil mucho más bajo: Ricky Addison Reed, que acababa de hacer de hijo de Michael Moriarty en Regreso a Salem's Lot y nunca más volvería hacer cine. Finalmente, el personaje sería eliminado del guión final para alegría de Burton, ya que su escena era demasiado cara y la productora decidió que se eliminase.


La creación de Gotham city y los cachivaches de Batman
Burton llegó a tener una charla con Alan Moore, que le aconsejó que para hacer una buena adaptación del hombre murciélago lo importante era conseguir una Gotham City creíble. Por eso el director lo tenía claro, Anton Furst era su hombre. Después de ver En compañía de lobos quiso contratarlo para Bitelchús pero este estaba comprometido en El hotel de los fantasmas de Neil Jordan y no pudo ser, pero ante un proyecto como el de Batman el diseñador no pudo negarse pese a que venía de dos rodajes complicados como eran La chaqueta metálica de Kubrick y el film de Jordan. En febrero de 1988 Furst firmaría su contrato y junto a su equipo tendrían apenas 3 meses para diseñar Gotham city, la batcueva, el batmóvil, el batwing y el cinturón de Batman.

Anton Furst y Batman

Aprovechando el cambio del dolar a la libra, la producción se llevó a Inglaterra, a los famosos estudios de Pinewood, donde se usaron 18 escenarios que ocupaban 95 acres. Para la construcción de los edificios de Gotham se necesitaron más de 30 kilómetros de andamiaje tubular para reforzar los armazones de los edificios que comenzarían a levantarse en mayo de 1988. Solo la construcción de decorados costó 6 millones de dólares y 5 meses de trabajo para los más de 250 operarios que trabajaron en ellos, siendo los decorados más grandes construidos en Europa desde Clepatra en 1963.


Para su diseño Furst se esforzó en que tuviera un aspecto ecléctico y no pareciese que estuviese diseñada por una única persona, además de acentuar una estética atemporal (el guión simplemente decía de ella que era "como si el infierno surgiese del asfalto"). Para dos escenarios que tenían tanto protagonismo como el museo Flugelheim y la catedral se inspiró en el trabajo de Shin Takamatsu y Gaudí respectivamente.

La batcueva se construiría en el plató D de Pinewood, ocupando sus más de 5 mil metros cuadrados; una fábrica abandonada de Londres se convertiría en la empresa de productos químicos Axis; y para recrear la residencia Wayne se usarían dos mansiones: Knebworth para los exteriores y Hatfield para los interiores.

 

Ford se ofreció para hacerse cargo de la creación del batmóvil, pero los 6 meses que demandaba para llevar a cabo el trabajo era demasiado tiempo y la tarea acabo en manos de John Evans, supervisor de los efectos especiales que llevaba diseñando los gadgets de James Bond desde El hombre de la pistola de oro.
El vehículo se empezaría a construir antes que el diseño final estuviera terminado, ya que el tiempo apremiaba. Al no poder hacer demasiados inventos se tuvo que ir a lo seguro y se construyó sobre un chasis V-8 Chevrolet Impala de 1974 que encontraron en un desguace. En 8 semanas se llegaron a realizar 2 unidades totalmente funcionales (uno para las escenas de acción y otro para la fotografía principal) y acabaron costando 150 mil libras. Por si te lo preguntas, uno está expuesto en el Petersen Automotive Museum de Los Ángeles y el otro lo tiene Jon Peters en su garaje.


Los dos vehículos fueron construidos en kevlar (un tipo de poliestireno de alta densidad muy resistente y ligero), al que se le pusieron las luces de un Honda Civic pintadas de amarillo y colocadas bocabajo y en la parte de atrás las de un Ferrari, calzaban unos neumáticos Mickey Thompson de 60 centímetros de diámetro que le ayudaban a alcanzar una velocidad máxima de 150 Km/h, su peso era de una tonelada y media, 6,5 metros de largo, algo más de 2 metros de ancho y apenas 1,3 metros de altura.

Furst mostró al director y productores una maqueta en arcilla del diseño final y todos estaban alabándolo hasta que Burton se dio cuenta que no habían pensado en las puerta para entrar en él. La solución fue basarse en la cabina de los aviones Harrier, que se abre de forma corrediza. Pero los problemas no terminaron ahí, ya que las orejas de la capucha de Batman impedían cerrar la cabina, lo que hizo que tuvieran que fabricar una capucha con las orejas más cortas para las escenas en el interior del coche.

 

El otro vehículo que usaría Batman era el batwing (aquí fue la primera vez que se usó ese termino), del que se construyeron varios modelos. Uno de 2 metros y medio y otro de apenas 2,5 centímetros que fueron los únicos que se hicieron en su totalidad y se usaron para las escenas con miniaturas. Además, se fabricó la cabina a escala real de 7x9 metros para los primeros planos y otra versión sin terminar y destrozada para la escena en que aparece estrellado a los pies de la catedral.
 

Y al igual que los escenarios el vestuario era sumamente importante, sobre todo el traje de Batman que debía de romper con las clásicas mayas de licra que se habían visto hasta en Superman. El encargado de su diseño fue Bob Rignwood, que venía de Excalibur y Dune.
La primera decisión fue eliminar el color azul y diseñar el traje negro, lo que tampoco fue del agrado de muchos fans. Por otro lado, una de los retos consistía en convertir a un tipo no extremadamente grande en alguien mucho más corpulento, a lo que se sumaba el problema que a la hora de fabricarlo Keaton estaba en Canadá rodando Una pandilla de lunáticos. Así que allí le tomaron las medidas y construyeron un maniquí en fiberglas para poder trabajar desde Inglaterra. El traje se fabricaría con espuma de poliuretano y se añadirían diferentes prótesis para simular la musculatura, además, tendría una capa de silicona, lo que haría que brillase.



Pero la parte que resultó más complicada fue la capucha. La cabeza de Batman en los cómics es muy estilizada, mientras que la de Keaton era más redonda por lo que tuvieron que ponerle placas de aluminio en las mejillas para que se acomodase mejor a la capucha que era más alargada. También pensaron en poner unas placas blancas en los ojos como en los cómics, pero eso limitaba la interpretación del actor a únicamente a la boca y decidieron no ponérselas.
Para poder enfundarse el traje se tardaba 2,5 horas, aunque conforme fue avanzando el rodaje se ajustó a 20 minutos. Finalmente acabarían fabricándose 28 trajes para Keaton y los diferentes especialistas.
Un detalle que suele sorprender es que Batman calzaba unas Nike Air Trainer III. Por la época Warner tenía un contrato de colaboración con Nike y decidieron que, con unas modificaciones, podrían usar sus zapatillas en el vestuario.



Nick Dudman se encargó del maquillaje de Joker. Basándose en diferentes cómics realizó 6 propuestas para que Nicholson diera su aprobación solo dos semanas antes que empezara el rodaje.
Convertir a Nicholson en el Joker requería 2 horas diarias. Primero debían colocarle dos piezas en el labio superior mientras sonreía para que tuvieran la forma correcta. Posteriormente se le colocaban otras piezas que iban desde los pómulos hasta la mandíbula que ayudaban a dibujar la parte inferior de la sonrisa. Por último se ponía una prótesis en la barbilla y una pequeña pieza en la nariz. A partir de ahí se aplicaba el maquillaje blanco, que, en alguna escena (la del museo), se recubría de otra de color carne. Por último, el peluquero Colin Jamison se encargaría de conseguir un tinte de pelo verde que funcionara en pantalla, ya que ese color solía dar problemas visto en pantalla.
 
Peter Guber, Nicholson y Jon Peters

Como último detalle, el material quirúrgico que usa el "dudoso" cirujano en la reconstrucción de la cara de Jack Napier es el mismo que usaba Steve Martin en La tienda de los horrores de Frank Oz.


Luces, cámara y ¡acción!
El rodaje se iniciaría el 17 de octubre de 1988 y se alargaría hasta enero de 1989. En esos días empezaría una huelga de guionistas que impidió a Hamm seguir activo en la producción y serían Warren Skaaren (que había escrito Bitelchús y sin acreditar la última versión del guión de Top Gun), Charles McKeown (Brazil, Las aventuras del barón Munchausen) y Jonathan Gems (autor teatral que escribiría muchos guiones para Burton que nunca se materializaron —Beetlejuice Goes Hawaiian, The Fall of the House of Usher— y Mars attacks!) quienes harían las modificaciones pertinentes para las últimas reescrituras, aunque, finalmente, solamente el primero acabaría siendo acreditado. Esos últimos cambios serían decisiones muy importantes y algunas de ellas acabarían siendo las que levantarían las iras de los fans del comic y de las que Hamm renegaría. Skaaren fue contratado, en esencia, para añadir más acción, pero también haría, tal como quería Burton desde un principio, que el Joker fuese el asesino de los Wayne y que Vicky Vale entrase en la batcueva con Alfred (en el guión original descubría la identidad secreta del héroe en la escena que le fotografía mientras los esbirros del Joker le quitan la máscara). McKeown sería el encargado de escribir muchos de los chistes del Joker.

El escenario real y con el matte painting insertado

También habría algunos cambios que fueron producidos, en parte, por limitaciones presupuestarias, como la escena final donde el Joker iba a escapar de la azotea de la catedral en helicóptero pero termina despertando a una bandada de murciélagos que le atacan y le hacen caer al vacío (idea luego recuperada en Batman vuelve). Y es, seguramente, ese final en la catedral lo que más problemas causó a nivel creativo y lo que colmó la paciencia de Burton con Peters con el que ya había tenido más de un desencuentro ante el marcaje al que le sometía. Un buen día Peters y Nicholson asistieron a la representación de El fantasma de la ópera en Londres y volvieron al set con la clara idea que ese debía ser el ejemplo a seguir para el desenlace de Batman. Con lo que el final original, en el que el periodista Alexander Knox moría durante el desfile, el Joker mataba a Vicki Vale en las escaleras de la catedral para subir por ella y Batman le perseguía cargado de odio, acabaría con Knox simplemente inconsciente y el Joker subiendo al campanario junto a Vale mientras Batman les sigue (Peters alegaba que el público no aceptaría que Batman matase a un señor mayor). También se añadirían la multitud de esbirros del Joker con los que se enfrentaba Batman. Durante la filmación era constante la pregunta "¿y de dónde han salido los matones?". A lo que Burton simplemente contestaba con un "rodemos y luego ya veremos qué hacemos".
 

Una jugada maestra para cortar la mala prensa que generaba la reacción de los fans fue liberar un trailer en diciembre de 1988 (antes de películas como Conexión tequila o Mi novia es una extraterrestre —aquí ya sería el siguiente verano antes de Arma letal 2—) que, pese a que carecía de música y usaba tomas que no serían las que acabarían en la película final, cortó los comentarios negativos y consiguió iniciar la batmanía, con cintas de vídeo que contenían el trailer pasándose bajo mano en las convenciones de comics y gente pagando una entrada para verlo en los cines que se proyectaba para irse sin ver la película. Algo que volvería a pasar una década después con Episodio I. La amenaza fantasma. 


Partituras, príncipes, reyes del pop y reciclaje
Una parte fundamental para conseguir una película con épica era la banda sonora y lo primero que tenían en mente en la Warner era contratar algún compositor estilo John Williams habituado en trabajar en producciones grandilocuentes, pero Burton se empeñó en que fuese su amigo Danny Elfman el que realizara esa labor. Pero ni Peters ni Gubber lo ven claro con un compositor que todavía no ha jugado en las grandes ligas y todo pasa por una maqueta. Contaba el propio Elfman que viajó unas cuantas veces hasta Londres para ver el rodaje pero acababa volviendo a Estados Unidos para desarrollar su trabajo de composición y era durante esos vuelos transoceánicos que se le iban ocurriendo ideas, con lo que iba varias veces al aseo para tararearlas en una grabadora ante la mirada atónita de la tripulación que pensaban que era un cocainómano que estaba todo el viaje dándole al tema.
Finalmente mostrarían una demo de la fanfarria que se usaría en los títulos de crédito a los productores para recibir su aprobación.



Una idea inicial de Peters, aprovechando sus contactos en el mundo musical, era que Michael Jackson, Prince y George Michael grabaran algunos temas. Prince haría el tema del Joker, Jackson haría el tema de Batman y George Michael haría el tema de amor. Finalmente el único que acabaría participando sería Prince, al que se le encargó un tema para la entrada del Joker en el museo y otro para el desfile, pero al tipo se le fue la mano y acabó pariendo un LP de 9 temas que serían un auténtico quebradero de cabeza para Burton, pues la discográfica le presionaba para que usara la máxima cantidad de canciones en el film.


Y aunque cueste creerlo en una superproducción hollywoodiense, la mezcla final de audio no fue todo lo brillante que se le suponía y se reciclaron muchos efectos de otros films. La mayoría de los efectos sonoros de los disparos son los mismos utilizados para el Magnum 44 de Harry Callahan; algunos de los ruidos de batmóvil fueron tomados de los efectos de sonido para los cargadores de carga de Aliens; también se reciclaron algunos efectos de sonido de la supercomputadora y su posterior explosión en Superman III, que se usaron en las explosiones de la fábrica Axis. Además, Elfman estaba disgustado con la mezcla final de su música.

Paralelamente, ya en el proceso de postproducción, Peters y Guber empezarían a ingeniar una campaña publicitaria que se apoyaba fundamentalmente en toda una explosión de merchandising que inundaría el planeta unos meses después. Cualquier objeto era bueno para cologarle el logo del murciélago: desde gorras y camisetas, hasta disfraces, pasando por cereales, muñecos, pijamas, cromos, caramelos, videojuegos, pins, bandas sonoras, una adaptación en cómic, una novelización y un audiolibro (narrado por ¡Roddy McDowall!). Algunos de los almacenes más importantes de Nueva York llegaban a usar una planta para vender únicamente bat-productos.


La alfombra roja
El 23 de junio de 1989 Batman empezaría su andadura en los cines norteamericanos. El primer fin de semana recaudó algo más de 40 millones y sería la primera película de la historia en superar los 100 millones en 10 días de exhibición. Al finalizar su carrera comercial en cines acabaría ingresando más de 400 millones en todo el planeta, aunque, seguramente (porque esto nunca se sabrá), lo que se llegó a vender en merchandising dejaría estos números en pañales.

Aun y así, hay que apuntar que en 1993 Michael UslanBenjamin Melnicker demandaron a Guber-Peters Company, Polygram Pictures y Warner Bros por no haber recibido su 13% de las ganancias brutas a lo que Warner manifestó que la película tenía unas pérdidas de 20 millones de dólares. Finalmente la demanda sería desestimada cuando el juez no encontró pruebas que Uslan y Melnicker no recibieran su porcentaje.

Las críticas fueron bastante mixtas. Desde los que criticaban una trama endeble a los que ensalzaban su toque adulto, pasando por los que señalaban su ritmo a trompicones y su escasez en escenas de acción. Pero lo que está claro es que a Burton poco le interesaba hacer un film de acción al uso, llevándolo por momentos al cine negro y, por supuesto, al de terror. Además de incorporar guiños a, por ejemplo, Les yeux sans visage de Georges Franju con la máscara de Alicia o el contrapicado del campanario idéntico al de Vértigo de Hitchcock.


Jon Peters, Burton y Warren Skaaren

Es bien cierto que cuanto más se adentra en él se notan los problemas de producción con el guión, sobre todo si echamos mano de la novelización y el cómic que dan respuestas (el porqué no hay policía en el desfile, los billetes con la cara del Joker...) a momentos que se quedaron en el guión y que nunca se rodaron. Como esa estatua del Joker que tenía que sustituir a la del fundador de la ciudad y que solamente se llegó a fabricar la escultura (que actualmente está en uno de los Planet Hollywood) pero no se rodaron la escenas.


El guión de Sam Hamm tuvo a bien evitarnos las explicaciones de parvulario que tanto gustan a Nolan y no tuvimos que soportar una hora de creación de personaje. En un flashback de 4 minutos nos explican la muerte de los padres de Wayne y nos da con pinceladas los detalles de su formación como héroe (la sala de armaduras de diferentes puntos del globo que encuentran Vale y Knox nos deja claro los viajes de Wayne). Y un detalle del que el doblaje nos privó fue de la voz de Batman. Aunque nos pensemos que el modificar la voz cuando es el hombre murciélago es cosa de Christian Bale, Keaton ya hizo eso en 1989 pero de una forma mucho más sutil, siendo la primera vez que Batman y Bruce Wayne tenían esa diferencia.


Batman es, en esencia, un cúmulo de casualidades que, en circunstancias normales, tenían que haber acabado mal pero contra todo pronóstico llegó a buen puerto. Que Jon Peters haya quedado como el malo de la película por ser el clásico productor que se mete demasiado en las decisiones artísticas es ser excesivamente injusto, porque ese marcaje a Burton evitaron las desmesuras que luego veríamos en Batman Returns, pero tuvo la suficiente visión para jugársela en decisiones muy arriesgadas (Burton, Keaton, Elfman) y en ocasiones tomarlas de cara a la galería (Nicholson, Basinger), para salir totalmente airoso y conseguir que Batman fuese el inicio del cine de superhéroes moderno. Pero tampoco hay que olvidar que la saga decaería, básicamente, con una tercera y cuarta entrega que abrazaría sin rubor lo que este primer Batman quería dejara atrás: el universo de la serie infantilizada de Adam West. Y tampoco hay que negar que las siguientes adaptaciones a la gran pantalla nunca consiguieron su impacto, por lo menos hasta una década después con X-men de Singer y, por supuesto, todo el universo actual Marvel de la mano de Disney.

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