viernes, agosto 16, 2019
Mad Max. Salvajes de autopista (y secuelas)
Mad Max no es solo el debut en el largometraje de George Miller, si no que sería la película que realmente abriría la filmografía australiana al resto del mundo más allá de producciones aisladas que tenían vida en festivales y poco más. Mad Max sí tendría una auténtica carrera comercial, y encima lo petaría.
Sin duda, una película de estas características sólo podía realizarse en una ¿industria? tan exótica en una época muy concreta. Con un director que venía del campo de la medicina y que empezó a interesarse en la dirección cuando ayudó a su hermano en un cortometraje y siguió por ese camino. Cuando hizo Violence in the Cinema con su amigo Byron Kennedy ganaron premios y algo de dinero, montaron su propia productora, Kennedy Miller, y se embarcaron en algo más grande: un largometraje.
Mad Max nacería por la mezcla de varios elementos (y, aunque parezca que cueste decirlo, algo de Metal Hurlant). Por un lado Miller había trabajado en el departamento de emergencias de un hospital y siendo una época que había muchos accidentes automovilísticos, se las vio de todos los colores. Sobre todo rojo sangre. A partir de ahí desarrollaría la idea era coger a alguien que cada día ve tragedias y está insensibilizado hasta que un día le toca sufrirla en sus propias carnes.
Como es natural, la producción se hizo con muy poco dinero (unos 350 mil dólares), con un equipo técnico que en su mayoría venía de la televisión, actores muy jovencitos que se acababan de graduar en interpretación y aprovechando unos viejos objetivos que había usado Peckinpah en La huída. Además, contar con un director inexperto era un hándicap, y en determinado momento, superado por las circunstancias, Miller se planteó dejar la silla de director y llamar a Brian Trenchard-Smith para que le sustituyera. Cosa que finalmente no pasó.
18 meses después del inicio del rodaje se estrenaría en Australia donde sería un éxito rotundo. Lo que le abrió las puertas para ser distribuida por medio planeta pese a los muchos problemas para conseguir la calificación por edades (aquí sería catalogada como "S") por su alta dosis de violencia (¡ese final saqueado en Saw!), lo que hizo que en algunas regiones estuviera prohibida.
Como pasa en muchos casos, Mad Max es de esas películas que hay que ponerla en contexto para entender su éxito e impacto. Si no la viste cuando apareció es complicado disfrutarla. A día de hoy se hace pesadita y notas a faltar todo el aspecto post apocalíptico que hizo famosa a la saga. Aquí, pese a estar ubicada en "un futuro cercano", les quedó con un punto desasosegante porque parece una ciudad fantasma, con muy poca población, pero donde siguen manteniéndose las edificaciones.
Mad Max 2. El guerrero de la carretera (Mad Max 2. The Road Warrior, 1981). Según nos explica un narrador, la escasez de petróleo desencadena una guerra nuclear que da como resultado a la destrucción de la vida tal como la conocemos. Ahí nos encontramos a Max, que deambula por los páramos en busca de gasolina, que se topará con un tipo moribundo que le promete gasolina si le lleva a su campamento. Allí se topara un grupo que poseen combustible pero están siendo acosados por un grupo que pretende robárselo.
Volvemos a tener a Mel Gibson que, pese a que solo han pasado un par de años ya no luce una cara aniñada, aunque en el doblaje se pasaron con la voz de macho y le colocaron la de Héctor Cantolla (voz habitual de Terence Hill y Schwarzenegger). También tenemos por ahí al actor/presentador/músico Michael Preston que para mí siempre será el malo de aquel episodio de El equipo A donde Hannibal rueda su película del monstruo del lago.
En esta secuela ya nos encontramos los elementos que hacían famosa la (en su momento) trilogía que los que nos las vimos en el día de su estreno nos faltaba en la original. Esto viene a ser todo el tema postapocalíptico con desiertos, guerras por el combustible, diferentes clanes y una humanidad que parece que haya regresado al holoceno.
Si bien notamos que hay más dinero en la producción, hay detalles que cantan como el que las ropas están demasiado nuevas. Por contra el diseño de vestuario está muy trabajado con esa estética entre sadomaso y punk. A la vez que empezamos a ver detalles que seguirían en las siguientes entregas, como algún personaje con máscara, Muchos han visto una fuerte influencia de La nuit de Philippe Druillet.
Solo en los USA recaudó más de 12 millones pese haber costado apenas 2. Pero más allá de sus logros económicos, esta secuela fue la que dio el pistoletezo de salida a una retahíla de (sub)productos (la mayoría llegados desde Italia) con ambientación postapocalíptica, donde tipos de estética sado y cresta punk se dedicaban a matar y violar por los desiertos a bordo de sus vehículos tuneados.
Mad Max. Más allá de la cúpula del trueno (Mad Max Beyond Thunderdome, 1985). Mientras Max deambula por el desierto con su coche y camellos, es saqueado y termina en un poblado llamado Negociedad que está controlado por Tía Ama. Ésta le enseña que la ciudad tiene un suministro de energía que se produce en una refinería de metano controlada por Maestro Golpeador (un enano que va a lomos de un gigante) que, sabiendo de su poder, tiene un pulso con Tía Ama por el control del poblado. Esta le propondrá a Max que acabe con Maestro Golpeador a cambio de devolverle sus pertenencias.
Esta tercera entrega tenía todos los números para ser la mejor de la trilogía original. Al menos durante sus primeros 45 minutos. El diseño de producción y vestuario van un paso más allá y solventan algunos de los fallos de la anterior, además de notarse más presupuesto (el montante había subido a los 10 millones) con más extras y decorados. Lamentablemente la aparición de los famosos "niños perdidos" llevan a la película al infantilismo peor entendido. Se nota que, o bien la Warner metió mano, o sus responsables querían llegar al máximo público posible, porque toda la crudeza y violencia de las anteriores entregas son reemplazadas por peleas de chichinabo y caceroladas en la cabeza de los malos. Si bien es cierto que esos primeros 45 minutos tienen sus fallos (la pelea en la cúpula del trueno con gomas elásticas es un tanto ridícula y no deja de ser la clásica vuelta de tuerca a los circos romanos) la cosa pintaba muy bien y nos quedamos en un coitus interruptus que, más o menos, se salva por el último cuarto de hora, una persecución de aquellas que tardaron semanas en rodar.
Además del eterno Mel Gibson tenemos a Tina Turner como uno de los reclamos del film, y como es de suponer, su aparición en pantalla es tirando a breve. También contamos con Frank Thring (Ben-Hur, Rey de reyes), Angelo Rossitto, (Freaks, El carnaval de las tinieblas), Bruce Spence (que ya lo habíamos visto en la anterior entrega como el piloto) y Angry Anderson (cantante de Rose Tattoo).
Hay que señalar que poco antes la distribuidora de turno nos la quiso colar con la película filipina Stryker de Cirio H. Santiago, añadiéndole la coletilla de Mad Max 3.
La auténtica tercera entrega se las vería en la taquilla norteamericana con Regreso al futuro, Rambo II o Coccon, y le iría más bien regular con los 30 millones que acabó amasando. Entre eso y que el cine post apocalíptico pasó de moda, la saga permaneció en stand by 3 décadas.
Mad Max. Furia en la carretera (Mad Max: Fury Road, 2015). Con el intento de Miller de asentarse en Hollywood y su posterior mala experiencia allí con Las brujas de Eastwick y el fracaso de El aceite de la vida, acabó volviendo a tierras australianas donde dirigió y escribió Babe, un cerdito en la ciudad (ya había escrito y producido la anterior entrega) y co-dirigió las dos partes de Happy feet. Casi por sorpresa de todos se anunció el rodaje de esta nueva entrega. Pero más sorpresa fue cuando se supo que Mel Gibson no estaría en la película, siendo sustituido por Tom Hardy (¡pésima elección, George!), y una rapada Charlize Theron sería una de las protagonistas. Esta nueva entrega acabó siendo considerada por muchos una de las mejores cintas del año, siendo una sacada de chorra por parte de Miller para enseñar como se rueda una película de acción que es en sus 120 minutos de metraje una persecución constante. Eso sí, con la ayuda de CGI pese a que en su día se decía que los efectos eran mínimos. La película parecía un mix de las tres entregas pero con la tecnología y el sistema de rodaje actual, lo que es fetén.
Pese a recaudar casi 400 millones en todo el planeta y tener un aluvión de buenas críticas, parece difícil que a corto plazo tengamos otra nueva entrega. Trifulcas económicas entre la productora de Miller y la Warner hace pensar que el universo de Mad Max volverá al letargo durante bastante tiempo.
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