Si en la anterior reseña veíamos como era una de zombis americana a mediados de los 80, ahora toca irse al otro extremo, a como era una serie Z italiana, un exploit como la copa de un pino del Zombi de Romero de finales de los 70. Y para más inri, El regreso de los muertos vivientes era una suerte de secuela de La noche de los muertos vivientes apadrinada por uno de sus artífices (John Russo), y Nueva York bajo el terror de los zombis tiene como título original Zombi 2, estrenándose como falsa secuela de la secuela oficial. Más gráfico imposible.
Pongámonos en situación. En 1978 Geroge A. Romero estrena Dawn of the dead (en Europa retitulada Zombi) con Dario Argento en la producción y controlando el montaje europeo. El film funciona muy bien, sobre todo en Italia. Este hecho no pasa desapercibido para los productores Fabrizio De Angelis y Ugo Tucci, que deciden subirse al carro de los muertos vivientes. En un primer intento le ofrecen el proyecto a Enzo G. Castellari, pero a éste no le interesa y recomienda a su colega Lucio Fulci, que en aquel momento pasaba por una mala época, pues Siete notas en negro había sido un fracaso y se había refugiado como realizador en un programa televisivo para lucimiento de Franco Franchi. Para el director esta llamada es un salvavidas en toda regla lo que hace que no se lo piense ni un instante y recluta a un montón de nombres imprescindibles en su filmografía (Sergio Salvati, Fabio Frizzi, Franco Bruni, Giannetto de Rossi).
Muy a groso modo ese sería el argumento, pero tampoco importa demasiado. Estamos ante un exploitation que si por algo a perdurado en el tiempo es por la asquerosidad y bestialidad. Y eso que el maquillaje poco o nada tiene que ver en cuanto a calidad con el que se marcaba Tom Savini a las órdenes de Romero. Aquí nos presentaban al zombi fulciano que acabaría por ser el modelo que veríamos en El más allá, Miedo en la ciudad de los muertos vivientes o en otras de sus pelis: ropajes rotos que parecen camisones, ojos cerrados, ojeras con efecto panda y cara llena de gusanos.
Estas virtudes o defectos obra de Gianetto de Rossi, que ya tenía experiencia en estas lindes después de haber realizado mismas funciones de No profanar el sueño de los muertos de Jorge Grau.
Pero por si algo nos acordamos de este film, más allá de su truculencia y asquerosidad en general es por dos escenas. La muy famosa donde a Olga Karlatos le revientan un ojo con la astilla de una puerta cual oliva a la hora del vermut. Y la del zombi luchando con un tiburón (bastante pequeñito, eso sí), quedando como una buenísima idea sin desarrollar: ¿se convirtió en un tiburón zombie? Aunque siempre me ha hecho gracia el inicio de esta escena con la estupidez que una de las actrices haga submarinismo en toples y tanga y un estúpido gorrito de baño sólo para enseñar un par de domingas.
Pero por estos lares debe ser más recordada por este título que con el que nos obsequió el distribuidor nacional. Y es que la aparición de Nueva York (con muchos planos de las Torres Gemelas) se limita a los primeros 20 minutos y los últimos 5. Porque si algo tiene el film es un baile de títulos según el pais. En Francia fue L'enfer des zombies (El infierno de los zombies); en Italia, Zombi 2; en los USA, Zombi; en Inglaterra, Zombie Flesh Eaters (Zombies comedores de carne); en Serbia, Ostrvo živih mrtvaca (La isla de los zombis); en Turquía, Yüzde 99 ölüm (99% de muerte)... la cosa es entre divertida y esperpenta.
Nueva York bajo el terror de los zombi fue un exitazo (por aquí, todo hay que decirlo, pasó más bien desapercibida). Al ser una producción italiana y en una época que costaba seguirle la pista a las taquillas más allá de la norteamericana. Pero se dice que podría haber recaudado más de 30 millones de dólares de la época. El propio Fulci decía que al productor De Angelis le dio para comprarse un yate y a él le hizo un contrato por 5 films. El director, que nunca ocultó su condición de mercenario, viendo los buenos resultados económicos se metió de lleno en el terreno del gore en sus siguientes películas.
A todo este éxito no eran ajenos Romero y Argento, que llevaron a juicio a los productores de Zombi 2. Finalmente, el juez dio credibilidad a lo que decían De Angelis y Fulci, que, según ellos, no habían copiado a nadie ya que los zombis es algo muy antiguo y siempre ha estado ahí. Y, en eso tiene razón Fulci, su zombi se aparta de su origen misterioso y de cualquier crítica social como hace Romero, siendo los suyos de origen vudú y buscando más el impacto de lo asqueroso.
Con esto Argento se enemistó durante años con Fulci, hasta que en los 90 hicieorn las paces y el primero estuvo a punto de producirle La máscara de cera al segundo. Pero el director de Aquella casa al lado del cementerio murió en 1996 dejando el proyecto en el limbo hasta que Sergio Stivaletti se hizo cargo de él, facturando una película totalmente fallida.
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