lunes, septiembre 29, 2014
jueves, septiembre 25, 2014
El aparecido (The wraith)
Jake es un joven que llega a un pueblecito en el que un grupo de macarras se dedican hacer carreras ilegales en las que se apuestan los coches. Allí conoce a un chico que su hermano murió asesinado sin que nadie sepa la identidad del criminal. También conocerá a una chica con la que comienza a flirtear, aunque ésta sea la novieta del jefe de la banda de macarras. Paralelamente aparece en el pueblo un misterioso conductor que, a bordo de su futurista vehículo, comienza a aniquilar a los componentes de la banda.
martes, septiembre 23, 2014
La saga de los Drácula
¿Recuerdas cuando hace poco salía Emílio Martínez-Lázaro pecho henchido con sus nosecuantos apellidos vascuences, diciendo aquello de "Prefiero que en España hagamos cine de la copla y no de vampiros"?
Hombre, la cosa tiene su gracia y befa cuando resulta que el susodicho es guionista de La saga de los Drácula. Eso sí, como buen mercenario con insuflas arty, bajo el amparo del seudónimo, en este caso Lazarus Kaplan.
miércoles, septiembre 17, 2014
Saga "Los gendarmes de Louis de Funès"
Si hay un personaje que dejó huella en la extensa filmografía de Louis de Funès es, sin duda, Ludovic Cruchot, más conocido entre nosotros como el gendarme de Saint-Tropez. Y no porque las películas donde lo interpretó fuesen las mejores, si no porque nos lo comimos hasta en 6 ocasiones, alargándose sus correrías durante casi dos décadas. Y eso, amigo, cala hondo.
La cosa no tenía ningún secreto. Coges al cascarrabias que solía interpretar este actor menudo de orígenes hispánicos, lo subes a un Citroën Méhari, le das todo el poder que puede llevar el uniforme de gendarme y lo sueltas en un destino tan turístico como es el Saint-Tropez de los 60.
Toda una saga co-producidas entre Francia e Italia (salvo las dos últimas, que ya serían 100% galas) que reventaban las taquillas del país de la Torre Eiffel, Italia, España y cualquier lugar que montara sesiones a la fresca entre bolsas de pipas y olorosos kikos. Todas dirigidas por Jean Girault (salvo la última, ya que murió de tuberculosis durante el rodaje y tuvo que finiquitarla Tony Aboyantz, director de la segunda unidad), prolífico director y guionista, cuya carrera quedó marcada por De Funès, al que dirigió en una docena de films desde que coincidieran en El pollo de mi mujer allá por el 63. Esta simbiosis traspasó la pantalla, hasta tal punto que el actor fue padrino de la hija de Girault.
Pero pese a la aceptación del público, la crítica odiaba todo lo que oliera a De Funès. Les Cahiers du Cinéma dijo que La gran juerga, uno de los hitos en el cine francés, era "el (film) más patético del año". El berrinche del actor fue tal que hizo que toda la prensa que llegara a sus manos fuera desprovista de cualquier crítica cinematográfica. Aunque, en el fondo, él lo que quería era ser venerado por Cahiers du Cinèma, hasta el punto de querer trabajar con Polanski para conseguirlo.
Pero no todo eran luces en la vida del menudo actor de derechas ("ser de izquierdas es una moda como llevar melena" decía). Las sombras se cernían en sus ganas de destacar, obligando hacer cuantas tomas fuesen necesarias hasta que su personaje fuese el más gracioso y sobresaliese por el resto del cast. Eso por no hablar de sus compañeras féminas, elegidas a dedo por su señora y a poder ser lesbianas, por aquello que no hubiera ningún desliz.

El inicio de la saga deja totalmente asentada las características que seguirían en las siguientes entregas: De Funès con su característico personaje cascarrabias, las apariciones de la monja Clotilde y su Citroen 2CV, la obsesión de los gendarmes por los nudistas y el desfile de los protagonistas al final de cada film. Todo ello bajo un manto de humor ingenuamente blanco, escenas que rozan la vergüenza ajena, el Douliou-douliou Saint-Tropez sonando a la que nos despitamos en este panfleto pro gendarmes que tira de espaldas. Tiene el detalle que, al igual que El mago de Oz, el principio está rodado en blanco y negro hasta que la acción se traslada a Saint-Tropez, donde la explosión de colores es total. Y con el detalle que fue la primera película que De Funès rodó en color.
El film, junto a Fantomas (también del mismo año), asentó a su protagonista como una de las estrellas de la comedia francesa del momento. El gendarme de Saint-Tropez sentó casi 8 millones de nalgas francesas en las butacas de los cines, convirtiéndola en la película más taquillera de 1964, así que la secuela era inevitable.

Los gendarmes de Saint-Tropez son elegidos para representar a la policía francesa en un congreso en Nueva York. Y, como ya pasaba en el anterior film, la hija de Cruchot arma el lío cuando se empeña en apuntarse al viaje, con la consiguiente negativa de su padre. Aunque la tipa se las ingenia para irse como polizón.
Más de lo mismo en este film con una banda sonora repleta de jazz, muchos chistes de lo paletos que se sienten los gabachos en tierras yankis (como nosotros, vamos) y donde lo mejor es el guiño-homenaje a West side story.
Si 1964 supuso un subidón para la carrera de Louis de Funès, 1965 no fue menos. Esta secuela fue la 4 más taquillera del año, Fantomas vuelve la sexta y El hombre del cádilllac, protagonizada junto a Bourvil (con el compartió varias veces pantalla), la número 1 con más de 11 millones de espectadores.

El gendarme Cruchot conoce y se enamora de la viuda del coronel de la policía francesa, con el consiguiente cortejo. Paralelamente empieza una disputa con el ayudante Gerber por conseguir el ascenso a suboficial.
Aquí nos desvelan que Cruchot es viudo y su mujer murió al nacer su hija. Hija que ya nunca más aparecería en la saga y sus disputas caseras se las llevaría su nueva mujer, Claude Gensac, una suerte de Nina Hartley habitual en las película de De Funès. Además, aparece un ladrón llamado Fred el carnicero que volvería a dejarse ver, aunque sin acreditar, en El gendarme y los extraterrestres. Y es la única de la saga que no termina con el desfile de rigor. También fue la única en la que en la edición patria no nos pusieron la voz de José María Angelat. Aunque también hay que decir que en la primera tampoco usaron al doblador, pero que en el reestreno en los 80 la volvieron a doblar ya con Angelat.
Estamos a finales de los 60 y el actor, un pato Donald de carne y hueso, ya ha traspasado la línea de comediante de éxito a leyenda, después de conseguir que alguna de las varias películas que estrena anualmente sea la de mayor asistencia durante 5 años seguidos en su país de origen (El gendarme de Saint-Tropez, El hombre del cádillac, La gran juerga, Grandes vacaciones y El gendarme se casa). De la que hay que destacar La gran juerga, que durante 10 semanas fue la película más vista de Francia, alzándose como la que mayor número de espectadores llevó a los cines de toda la historia gala. Record que ostentó durante más de 30 años y que le acabaría usurpando el Titanic de James Cameron. Casi ná. Y eso por no contar que también se paseó con éxito por Spain, Alemania o la antigua URSS, donde fue vista por más de 37 millones de espectadores. Éxitos que le catapultaron a ser el actor mejor pagado en su país, cobrando 40 millones de pesetas (240 mil € aprox.) de la época por película.

Los gendarmes deben abandonar sus ocupaciones ya que son sustituidos por agentes más jóvenes. Evidentemente después de unos meses sabáticos están como locos por volver a la acción, así que no se les ocurre otra cosa que desempolvar el viejo uniforme y hacer prevalecer la justicia pese a no estar autorizados.
Nos encontramos con la más floja y tediosa de las entregas. Pese a comenzar muy bien, con un De Funès enloquecido que no para de disfrazarse y subirse por las paredes, la cosa se encalla rápido por culpa de un argumento inexistente. Eso sí, se nota que estamos en los 70, no sólo por su fotografía colorista, si no porque salen mujeres en bolas.
Seguimos viendo actores de reparto que van apareciendo en la filmografía del cómico, como es el mayordomo (Christor Georgiadis), al que ya habíamos visto como técnico de sonido en El hombre orquesta. Además, nos justifican la ausencia de la hija de Cruchot diciendo que está casada.
El film, pese a ser flojete, volvió a ser el más visto en Francia aquel año.

El delicado estado de salud de De Funès era público y notorio, lo que le obligó a dejar el teatro y a espaciar sus películas, básicamente porque las compañías de seguros no querían cubrir las producciones donde apareciese.
El gendarme y los extraterrestres aparecería en pleno boom de moda espacial con Star Wars a la cabeza, después de haber rechazado algunos guiones como Le gendarme à l'exercice. Con un demacrado De Funès estamos ante una de las mejores de la saga. Por lo menos la cosa no está rellenada con gags que no vienen a cuento. Aquí, al menos, hay un inicio, nudo y desenlace de principio a fin. Colocar a los gendarmes en un film de science fiction, con reminicencias a La invasión de los ultracuerpos, es un punto a favor. Eso sí, que nadie se espere un guión de hierro porque no. Nunca sabemos que es lo que quieren estos extraterrestres y porqué vienen a un planeta que es tres cuartas partes agua cuando el líquido elemento es su criptonita particular.
Con una banda sonora espectacular, un jovencito Lambert Wilson como extraterrestre, la incorporación de Maurice Risch al cast, Cruchot llamando "zorrita" todo el rato a su mujer (aquí nos la cambiaron de actriz), chistes que critican el boom de la publicidad de la época, efectos especiales cutres pero con sabor naif y un De Funès, que también metió mano en el guión, menos ágil que de costumbre. Pese a todo, el film volvió a ser lo más visto en Francia aquel año.

A estas alturas convertir a De Funès en un Alfredo Landa desbocado cualquiera (y con toques racistas) está totalmente fuera de lugar. Dándonos más penita que otra cosa en un film flojito como él sólo. Pocas ganas debían de tener porque hasta reciclan el tema musical de la anterior entrega. Eso o que les gustó mucho como quedó.
El loco, loco mundo del gendarme fue la última película de la saga y del actor, que murió un par de meses después del estreno. El fin de la serie hizo perdernos On a perdu le gendarme de Saint-Tropez dans le Triangle des Bermudes, que ya tenían en pleno proceso de escritura.
jueves, septiembre 11, 2014
La tabla de Flandes
En casa siempre se visionan con orgullo y satisfacción las películas que transcurren en nuestra ciudad. La cripta, 11-11-11, Faust... en general la cosa acaba quedando algo churra, pero eso es buena señal y que ha hecho mella "nuestro sello" de chapucillas. Porque, al final, lo que nos gusta es ver la city, y si es en ese pasado imperfecto que nos sirve para aflorar viejas añoranzas, mejor que mejor.
La tabla de Flandes no sólo tiene el gracejo de estar rodado en la ciudad Condal, si no que, además, tiene un punto de partida atractivo: un cuadro flamenco del siglo XV donde se juega una partida de ajedrez, cae en manos de una restauradora que descubre que por debajo de alguna mano de pintura el lienzo oculta el mensaje secreto "¿Quién mató al caballero?". Con ello comenzará a indagar quienes eran los personajes del cuadro y porqué el autor escondió el texto, a la vez que en la vida real comienzan a asesinar gente muy cercana a la restauradora.
Hasta ahí muy bien, ¿verdad? Pues campana y se acabó, porque los 100 minutos que se toma el director para trasladar la obra de Pérez-Reverte al celuloide se tornan, cuanto menos, insoportables.
Decía el autor que ya sabe de antemano que cada vez que vende los derechos de su obra para una adaptación el resultado será una mierda. Y razón no le faltaba cuando tildó al film aquí comentado como "infame y abyecto". Y como el karma es sabio, la cosa acabó con un estrepitoso fracaso en la taquilla hispánica.
Lo que podía y tenía que ser un film de misterio acabó siendo una patraña con una espantosa banda sonora (obra de Philippe Sarde, habitual en el cine de Polanski) que le quita la poca intriga con la que la rodó Jim McBride, tipo del que apenas se le podía destacar el biopic de Jerry Lee Lewis, Gran bola de fuego. De él, después de La tabla de Flandes, poco más se supo salvo por otro biopic como el telefilmesco Meat Loaf (La historia y el drama).
Rodado con aquella pátina que tenían las películas europeas de la época, que parecía que el color estuviera gastado, y el clásico error de querer que todo pase en los sitios más emblemáticos de la ciudad. Que si la protagonista vive delante del Mercat de Sant Antoni, su mentor en la casa Batlló, el gitano (que es rubio, con ojos azules y parece más bien un surfista californiano) pasa la vida jugando al ajedrez en el Parc Güell, el clímax final en el castillo de Canet de Mar...
Si alguien no conoce Barcelona y solamente toma esta película como referencia se pensará que esto está habitado por yonkis pinchándose en cualquier portal, fulanas, donde la gente se mete unos magreos entre cualquier ladrillo diseñado por Gaudí que rozan la pornografía urbana, y niños de aspecto africano dispuestos a camelarte con tal de afanarte la cartera.
Ya le podía haber dado un toque el director de segunda unidad, el mismísimo Pedro Lazaga, todo un especialista en estas funciones en todo rodaje de fuera que pasase por aquí (Indiana Jones y la última cruzada, El reino de los cielos, El espinazo del diablo...). No confundir con Pedro Lazaga padre, que tantos puntos de share le ha dado a Cine de barrio.
Producida por la Ciby 2000, que le había financiado a Lynch Twin Peaks, fuego camina conmigo y Carretera perdida, y protagonizada por un reparto muy british: John Wood, Helen McCrory (la Narcissa Malfoy de Harry Potter), Art Malik (el colega con pinta de paki del Chuache en Mentiras arriesgadas), Peter Wingfield (visto en X-men 2) y una pequeña aparición de Michael Gough casi recien rescatado del ostracismo por Tim Burton para encarnar al Alfred de sus Batman.
Aunque la prota absoluta es Kate Beckinsale, cuando apenas le habíamos visto en Mucho ruido y pocas nueces y todavía le faltaba una década para protagonizar su franquicia Underworld, que aquí enseña ubres y sobacos peludos.
Lo dicho, mucho ruido y pocas nueces.
martes, septiembre 09, 2014
Trilogía Fantomas
Los sesenta fueron años de hegemonía en la industria cinematográfica europea. Las películas modestas tenían su mercado, no como hoy. Co-producciones que sacaban lo justo en sus limitadísimos estrenos en las urbes, hacían su agosto en los cines parroquiales y de barrio. Con el eurospy (género de agentes secretos que explotaban el éxito de los James Bond norteamericanos) y eurocrime (pelis de crímenes donde los italianos eran los reyes) el exploitation tocaba techo.
Un batiburrillo de estos subgéneros era el Fantomas cinematográfico moderno (recordemos que ya se habían realizado seriales mudos a principios de siglo y un par de films en los 30 y 40), que distaba mucho del de papel impreso. En el celuloide poco le interesaba acumular riquezas, los nuevos tiempos le habían quitado naftalina y buscaba la dominación del mundo. Además, el personaje de la fotógrafo Helene pasaba de ser su hija a su objetivo fálico. Personaje éste que iba acompañada por el periodista Fandor, encarnado siempre por Jean Marais (protagonista masculino de La bella y la bestia de Jean Cocteau), que, a su vez, interpretaba al mismísimo Fantomas (aunque con la voz de Raymond Pellegrin en la V.O.) bajo esa máscara azulada que de pequeño siempre me daban a entender que era extraterrestre, monstruo o algo más allá del hombre.
La otra pareja que repetiría en la trilogía eran los agentes de la ley Juve y Bertrand. El primero interpretado por Louis de Funès, lo que hacía que el personaje original, todo un cerebro andante que podía medirse con el mismísimo Holmes, acabara convertido en el alivio cómico, dando rienda suelta De Funès a su repertorio de muecas y aspavientos, transmutando al personaje en un sosias del inspector Clouseau. Lo que hace sospechar que, siendo La pantera rosa un par de años anterior a Fantomas, los guionistas tomaron buena nota del invento de Blake Edwards.
Todos estos cambios no hicieron otra cosa que amargar al co-creador del personaje, Marcel Allain, que lanzaba sapos y culebras cada vez que le sacaban el tema. Tampoco fue mucho más benevolente la crítica de la época, pero, como siempre, el público es quien manda y los films eran de los más vistos en Francia.
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Una serie de robos comienzan a sucederse en Francia, todos firmados por un tal Fantomas. El periodista Fandor cree que el criminal no existe y decide sacar provecho de la situación escribiendo una falsa entrevista con él. Hecho que enfadará al ladrón tomándose su venganza.
El film es una primera toma de contacto con el personaje y la cosa todavía no es del todo redonda, pero hay numerosos aciertos como la máscara de Fantomas y su escondite, la misteriosa banda sonora de Michel Magne o el último tramo del film, todo un prodigio de la persecuciones (de la época). Se nota que Marais es el protagonista total y absoluto, protagonismo que iría perdiendo en las siguientes en favor de De Funès. Uno de los puntos negros que siempre hemos sacado los fans de Louis De Funès es que en cada una de las películas de la trilogía le pusieron un doblador diferente y nunca se respetó su voz más habitual, la de Jose Mária Ángelat.
Fantomas tuvo un éxito masivo en Francia y en varios países europeos (en Rusia tuvo más de 60 millones de espectadores), lo que ayudaba a seguir produciendo correrías del villano.
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Un año lleva el rey del crimen y las máscaras sin dar señales de vida, pero el ladrón vuelve a las andadas secuestrando a un científico que desarrolla un arma capaz de dominar la mente de las personas. Lo que hará que los duetos Juve-Bertrand y Fandor-Helene se pongan manos a la obra para impedir que el genio del mal se salga con la suya.
Con unos títulos de crédito animados, que son un resumen del anterior film, lo que siempre resulta simpático y nos ayuda a recordar lo sucedido, empieza esta secuela ya totalmente inspirada en la saga de James Bond con la aparición de multitud de gadgets como el Citroën DS que se transforma en avión e, incluso, la base secreta de Fantomas, que se encuentra dentro de un volcán. Sin ir más lejos Max Douy, el diseñador de producción, acabaría haciendo lo mismo en el Moonraker de Roger Moore.
Aquí ya el personaje cómico de Juve se lleva casi todo el protagonismo, y eso que en un principio no estaba previsto que apareciese en esta secuela, pero el éxito desmesurado que tenía De Funès en Francia (había empalmado tres hits del calibre de: El gendarme de Saint-Tropez, Fantomas y El hombre del cadillac) hacía imposible no subirse al caballo ganador y volver a usar al exitoso actor. Como curiosidad decir que De Funès llega a matar a varios sicarios y encima se chotea, cosa que hoy sería imposible en un film más o menos familiar como éste. Además, tenemos por ahí al hijo del cómico, Olivier de Funès, que luego aparecería en varios films de su padre y que aquí tiene un papel totalmente innecesario y huele más a imposición paternal que otra cosa.
Con todo, Fantomas vuelve es la mejor de la trilogía, manteniendo un equilibrio entre lo cómico y el eurospy, con un malo deseoso de dominar el mundo con su plan maqueavélico y multitud de gadgets.

Esta tercera, pese a bajar un poco en recaudación (cosa normal), volvió a contar con el beneplácito del público, lo que animó a los productores a encargar una cuarta entrega. Pero las cosas habían cambiado mucho desde el primer Fantomas. De Funès estaba en su momento más álgido y las propuestas se le amontonaban, haciendo 3 o 4 films por año, lo que hacía muy difícil encontrar un hueco en la agenda, además que su caché se había disparado. Por su parte, Jean Marais estaba descontento del rumbo que había cogido la serie, dándole más protagonismo a De Funès y llevándola al terreno puramente cómico. Es por ello que lo que tenía que haber sido Fantomas en Moscú, donde el periodista Fandor descubría que era hijo del mismísimo Fantomas, acabó por no materializarse nunca.
Fantomas ya no volvería a la gran pantalla, al menos de momento. Pero tuvo su oportunidad en la televisión con una co-producción germano francesa que data de 1979 y apenas 4 capítulos de 90 minutos cada uno, que adaptaban algunas novelas originales. El villano era interpretado por Helmut Berger y dos fueron dirigidos por Juan Luis Buñuel, hijo del director de Un perro andaluz y demás películas carne de filmotecas, y los otros por Claude Chabrol.
viernes, septiembre 05, 2014
Clásicos Keaton: Game 6
Desde hace unas semanas se viene hablando mucho de Birdman, la última película de Alejandro González Iñárritu. Por lo que se sabe su protagonista, Michael Keaton, personifica a un actor que en su día fue popular por encarnar al personaje del título y ahora, después de llevar años en el dique seco, intenta levantar una representación de De que hablamos cuando hablamos de amor de Raymond Carver en Broadway.
Con sus primeros pases en festivales como el de Venecia, se la está catapultando como una de las que se pueden llevar un porrón de nominaciones en los próximos Oscar. Y quien más beneficiado ha estado a sido Keaton, del que mucha gente habla de recuperación, de regreso... Hombre, no hay que ser muy lumbreras para revisar su filmografía y ver que nunca ha dejado de rodar y estrenar films cada año. Cierto es, también, que lo hacía en films de segunda línea (o que luego tuvieron muchos problemas de distribución) y ha sido en los últimos años cuando ha vuelto a participar en super producciones en las que, por otra parte, suele interpretar personajes secundarios.
martes, septiembre 02, 2014
El apóstol (O apóstolo)
Un ladronzuelo que acaba de fugarse de la cárcel pone rumbo a un pequeño pueblo gallego, donde su compañero de huida tiene escondidas unas joyas. De camino se encuentra a un anciano que lo engatusa y lo lleva a su aldea, un lugar habitado por gente extraña, decrépita y con una extraña amabilidad.
Aunque muchos se apresuraron a catalogar el film como burtoniano, para mi gusto está mucho más cercano al Mad monster party? de J. Bass que, a su vez, era la inspiración directa de Pesadilla antes de Navidad.
Los muñecos están hechos con silicona lo que, a diferencia de otras cintas de animación stop motion, permitía mover cualquier elemento de la cara, evitando la técnica del intercambio de bocas, lo que le da cierta imperfección, aportándole un toque de artesanía y humanidad que le da un gracejo que no tienen las producciones actuales.
Uno de los aspectos a destacar es que los personajes están doblados por un elenco bastante reconocible: Jorge Sanz, Geraldine Chaplin, Luis Tosar, Manuel Manquiña y Paul Naschy / Jacinto Molina en uno de sus últimos trabajos. Éste último tiene el detalle que interpreta a un arcipreste malcarado y egoísta que solamente le importa llenarse el gañote, vivir deluxe y apuntarse todos los tantos en su marcador, lo que hace que sea una extensión del propio Naschy en la vida real. Al menos por toda la historia negra que arrastra.
Y no solamente es que esta gente ponga las voces, si no que la mayoría de los muñecos son caricaturas de ellos. Y los que no lo son tienen el detalle de ser recreaciones de el Nosferatu de Max Schreck (que tiene la gracia que cuando camina no mueve las piernas, si no que se desliza) o Boris Karloff.
Y es este hecho de querer emular a las producciones norteamericanas, donde usan a caras reconocibles para doblar a personajes animados, donde El apóstol se da de bruces. Los actores autóctonos están fatal, vocalizando de pena (como es costumbre en el cine patrio), lo que nos hace no entender muchos de los diálogos.
Además, si la intención de usar voces de actores conocidos era una estratagema comercial, fue un error garrafal. Entiendo que los yankis usen voces de las celebrities porque eso ayuda a promocionar el film y que los medios le den cobertura, pero aquí nadie mueve el culo para ver un film animado con las voces de dicho elenco.
El apóstol (O apóstolo) es el clásico proyecto quijotesco que aparece cada cierto tiempo en este país. Más de 5 millones de euros invertidos, más de 70 decorados construidos, un año de preproducción y dos de rodaje, técnicos que habían estado en Frankenweenie, La novia cadáver o Los mundos de Coraline, Philip Glass (Candyman, El ilusionista) en la banda sonora y un montón de rostros conocidos poniendo las voces. Y, tal como dicta la ley de Murphy, el film apenas llegó a los 60 mil euros recaudados, uniéndose, junto a Sabotaje de los Ibarretxe brothers o Capitán Trueno, entre muchas otras, al selecto club de los mayores fiascos financieros que ha dado este país. Según Fernando Cortizo, su director, la culpa fue del cha-cha-chá y de la distribuidora, que no cumplió con lo pactado y estrenó con muchas menos copias de las prometidas. Estos alegaron que las grandes cadenas de cines se negaron a proyectarla, que los estrenos de la competencia hicieron estragos, que el hecho de limitarse a las copias digitales y no tenerlas en 35mm limitaba la distribución y que la panadería de la esquina de mi calle había subido el precio de los panecillos integrales.
Sea como fuere, el film ha sido uno de los mayores fracasos de los últimos años, lo que lo convierte automáticamente en carne de culto. Y razones no le faltan más allá de su varapalo taquillero. Toda su atmósfera entre gótica y onírica (cosa que le va muy bien a las aldeas gallegas como se demostró en Dagon), un guión que, pese alguna laguna y estar resuelto de aquella manera, nos tiene bastante pendientes y no telegrafía lo que nos vendrá. Y salvo por el detalle del doblaje (de lejos lo más flojo) estamos ante lo mejorcito del cine animado de este país.
miércoles, julio 30, 2014
Los cazafantasmas II
Si el primer Cazafantasmas no me gustó, esta segunda no iba a ser menos. Y lo cierto es que el punto de partida tiene su gracia. Nuestros protagonistas están de capa caída, ya no hay fantasmas y sus funciones han quedado para el olvido, dedicándose a amenizar fiestas infantiles, presentar programas dedicados a fenómenos paranormales y cualquier cosa que les sirva para sacar cuatro perras. Hasta que descubren que debajo de la ciudad fluyen una sustancia mucosa muy sospechosa.
Como decía, el inicio me hace gracia, pero más gracia me hace que el malvado de turno esté enclaustrado en un cuadro. Esta idea de alguien encerrado en una pintura siempre me ha parecido una idea muy inquietante, como ya vimos en La maldición de las brujas, en un capítulo que daba auténtico miedo de Don Drácula y hasta en una cubierta de Sanjulián para el Creppy. Lástima que aquí, como pasaba en la primera con el arquitecto del edificio, quede todo muy desdibujado y no exploten ideas con muchas opciones.
Si algo hay de claro en el film es que el guión es un batiburrillo de cosas, lo que parece indicar que ahí tuvieron muchos problemas de escrituras y revisiones que, al final, siempre acaban repercutiendo en el resultado.
A los ya conocidos Murray, Aykroyd, Ramis, Hudson, Weaver y Moranis, se les unía Peter MacNicol (protagonista de El dragón del lago de fuego, aunque más conocido como el Bizcochito de Ally McBeal), Harris Yulin, Kurt Fuller (el sheriff de Scary Movie), Brian Doyle Murray (hermano de Bill y habitual en la filmografía de Ramis) y un cameo de Cheech Marin.
El film, pese a recaudar unos buenos 215 millones de dólares a nivel mundial, dejó un regusto amargo a sus responsables. Las expectativas eran mayores.
Varias son las razones para que el film no acabara de colmar las expectativas. Por un lado es una secuela tardía. Hacía 5 años desde el primer film, eso es mucho tiempo entre dos películas, y la gente ya no estaba demasiado interesada en los personajes.
Por otro lado, y el más importante, 1989 fue un año con una competencia atroz en la taquilla. Ese año tuvimos taquillazos como las secuelas de Regreso al futuro y Arma letal, La sirenita, Mira quien habla, Cariño, he encogido a los niños o la tercera entrega de Indiana Jones y el Batman de Tim Burton, que fueron las grandes triunfadoras de ese año.
Hacen muchos añadidos que provienen directamente de la serie de animación, como es el caso de la aparición de Slimer (Babetes/Moquete), que si en la primera película era casi un fantasma más, aquí coge cierta presencia. No olvidemos que en la serie tenía mucho peso.
También se cepillaron la atracción que siente la secretaria Janine hacia Egon, y pasa a formar parte del elemento puramente cómico que es el personaje de Rick Moranis.

Ya llevan muchos años hablando de una tercera entrega. En un principio el rancio de Bill Murray era el que no quería hacerla (aunque luego se disfrazara de cazafantasma en Bienvenidos a Zombieland) y ahora está el asunto más complicado con la muerte de Harold Ramis, y se dice que los actores originales solamente saldrían para dar el testigo a una nueva hornada de cazafantasmas. Total, la gente la repudiará y dirán que las primeras eran mejores.
viernes, julio 25, 2014
Los cazafantasmas
A la espera de recibir collejas tengo que decir que nunca fui fan de Los cazafantasmas. Ni lo era antes ni lo soy ahora. No sé, nunca me acabó de entrar todo su rollo. Y eso que, incluso, tuve mi figurita de PVC del logo. Pero ni aun así.
En los USA fue un auténtico fenómeno que barrió en taquilla al mismísimo Indiana Jones en su aventura de chichinabo con las piedras Shankará y solamente fue superada por Superdetective en Hollywood en aquel 1984. Pero algo debió pasar, porque si bien en USA sacaron más de 230 millones de dólares, en el resto del planeta apenas superaron los 50. Lo que dejaba bien clara una cosa, y es que Los cazafantasmas es un producto muy yanki. Que está claro que ellos hacen las películas para sí mismos y que si el resto del planeta las vemos pues mejor que mejor (aunque ahora ya tienen mucho más en cuenta la taquilla internacional), que para eso son el ombligo del mundo. Y este film es la prueba de ello, todo muy americano, muy patriota. Con chistes para ellos que luego el traductor haría malavares para adaptarlos, actores famosísimos por sus apariciones televisivas y el espíritu americano por bandera. Coño, si hasta sale Ron Jeremy.
jueves, julio 17, 2014
Motorama
Gus es un chaval de 10 años que, harto de sus padres, decide robar el Mustang de su progenitor e iniciar un viaje a ninguna parte. Su único objetivo es ir por las gasolineras en las que, después de haber gastado 5 dólares, te obsequian con un rasca-rasca. En cada uno de ellos se esconde una letra, quien consiga componer la palabra M-O-T-O-R-A-M-A recibirá un premio de 500 millones de dólares.
Motorama es de esos films pequeños, poco conocidos (aquí ni se estrenó en vídeo y mucho menos en cines, limitándose su visualización a pases televisivos), pero que arrastra un culto a tal nivel que la banda rusa Motorama cogió el nombre de esta película.
El film es casi una vuelta de tuerca a Jo, ¡que noche!, no por casualidad el guionista es el mismo, pero cambiando lo nocturno por lo diurno y la ciudad por las carreteras desérticas de estados imaginarios. Y, por supuesto, no pueden faltar los paralelismos con la Alicia de Carroll.
Todo él desprende una atmósfera enrarecida, onírica y surrealista, con personajes apagados y, en general, decepcionados con la vida, que no parecen extrañarles ver a un niño solo conduciendo un coche. Niño al que no parece inquietarle tener que toparse con personajes estrafalarios y se comporta como un adulto.
Con uno de esos repartos extraños, que denotan que los actores estaban ahí por amistad antes que por una elección artística: Robert Picardo (habitual en las pelis de Joe Dante), Jack Nance (amigo de Lynch y que salía en casi todas sus pelis), Flea (bajista de los Red Hot Chili Peppers), Drew Barrymore (en una mini aparición), Michael J. Pollard (el que hacía los inventos en Tango y Cash), Allyce Beasley (la secretaria de la serie Luz de luna), Irwin Keyes (la criatura de Frankenstein hospital general), Dick Miller (otro habitual de la filmo de Joe Dante y la factoría Corman), Meat Loaf, Vince Edwards (uno de los atracadores de Atraco perfecto de Kubrick), Mary Woronov (la madre de TerrorVision), Susan Tyrrell (Forbidden zone) y Sandy Baron (Seinfeld, Leprechaun 2).
Dirigida por Barry Shils, que esta es su única película y luego tiene un par de documentales. Aunque como productor ha hecho cosas como Besos de vampiro (la de Nicolas Cage) y unas cuantas de Larry Cohen: Regreso a Salem's Lot, la tercera entrega de ¡Estoy vivo!, The stuff o Sin salida.
Aunque lo más interesante es saber que el guionista de todo esto es Joseph Minion que venía de escribir Besos de vampiro, que también produjo Bierman, y anteriormente había sido el autor de su trabajo más conocido, Jo, ¡que noche!, el After hours de Scorsese. Y después un par de guiones para pelis no demasiado destacadas. Recordemos que con el guión de After hours tuvo una acusación de plagio, lo que le dejó marcado en Hollywood de por vida.
martes, julio 15, 2014
It (Eso)
Eso siempre y cuando la adaptación fuese buena, que, precisamente, con It no era el caso.
Una historia muy King, donde una pandilla de críos se topa un ente misterioso que se cepilla a todo el que se cruza con él. Luchan contra él y lo vencen... o al menos eso creen ellos. Pasados muchos años, cuando los críos ya son hombres de pelo en pecho y vicios escabrosos, Eso regresa y la pandilla vuelve a reunirse para combatirlo.
It (Eso) fue una mini serie de dos capítulos (unos 90 minutos cada uno) que aguantaba terriblemente bien en su primera parte, con la historia de los críos (aunque íbamos teniendo ráfagas de su versión adulta), casi unos Goonies sin humor, pero con tensión, terror y misterio. Cosa esta muy rara dentro del subgénero pandillesco (¿para cuándo una adaptación de Alfred Hitchcock y los tres investigadores?).
Y en la segunda parte ya es cuando el tren descarrila, con los protagonistas adultos y una falta de gracia alarmante. Eso por no hablar de una resolución final que deja mucho que desear.
Dirigida por Tommy Lee Wallace, director de Halloween III y la secuela de Noche de miedo, con la que marcó el punto y final a su carrera cinematográfica para centrarse en la caja tonta salvo por el paréntesis que supuso la secuela del Vampiros de Carpenter.
Pero la gracia estaba en un reparto muy completito: John Ritter (Permanezca en sintonía, Este chico es un demonio), Jonathan Brandis (el prota de La historia interminable 2 o el chaval de la serie SeaQuest), Emily Perkins (Ginger snaps), Seth Green (el hijo del doctro Maligno de la saga Austin Powers), Harry Anderson (habitual de teleseries como Juzgado de guardia o El mundo de Dave), Dennis Christopher (prota de Fundido a negro), Richard Masur (Mr. Boogedy, La cosa), Richard Thomas (de la serie Los Walton) y Tim Reid (el negro de Radio Cincinnati).
Pero, por supuesto, quien se lleva todos los laureles es el siempre querido Tim Curry, que, después de una sesión de maquillaje de 3 horas a cargo de Bart Mixon (que ha estado en los maquillajes o trucajes de Men in Black, Noche de miedo 2 o Robocop) se convertía en el payaso Pennywise, otro de los personajes carismáticos que tiene en su filmografía junto al Dr. Frank-N- Furter de The Rocky horror picture show y el demonio de Legend).
It acabó siendo un producto fallido, que se dejaba de lado muchos elementos de la novela original, además de suavizar mucho la violencia, donde teníamos una primera parte muy entretenida que daba paso a una segunda que bajaba muchos enteros, haciendo que solamente se aguantara por las apariciones del payaso y con un final que te dejaba con el culo torcido. Un final demasiado pirotécnico, es decir, demasiado yanki. Una pirotécnica fallera que se desliga del terror inquietante que nos han ido ofreciendo en el transcurso de la mini serie, que, curiosamente, se va al traste cuando Pennywise deja su apariencia de saltimbanqui.
Ya llevan unos años dando el coñazo con una nueva versión dirigida por Cary Fukunaga (True detective). Veremos que sale de todo esto, aunque hay que apuntar que los indios ya hicieron su versión a finales de los 90 bajo el título de Woh, donde le payaso no tiene desperdicio.
martes, julio 08, 2014
La disparatada parada de los monstruos (Freaked)
A Alex Winter lo conocemos todos. Quizá por el nombre alguno esté desubicado, pero si pensamos en Las alucinantes aventuras de Bill y Ted (y secuela) recordaremos al rubito que acompañaba a Keanu Reeves en sus locos viajes temporales. Los más avispados también lo recordarán siendo uno de los malotes de El justiciero de la noche (posiblemente la entrega más divertida de la saga de Charles Bronson) o haciendo de vampiro en Jóvenes ocultos. Incluso alguno lo habrá identificado en la previsible Grand piano.
La cuestión es que salvo esto poco más había hecho, y es que al tipo lo que le tiraba es la dirección. Es por eso que, después de El viaje alucinante de Bill y Ted, casi no se le vio delante de las cámaras. De todas formas, en su faceta como director la cosa no le ha ido especialmente bien más allá de realizar anuncios y videoclips. Muchos episodios de series, telefilms infantiles de Ben 10 y algún que otro documental, y desde hace años se rumorea que podría hacerse cargo del remake en 3D de La puerta (The gate). Como excepción a su desangelada filmografía tiene Fever, protagonizada por Henry Thomas y Teri Hatcher, que tiene bastante buena prensa pero aquí nunca nos llegó
Curiosamente, la película más conocida que ha dirigido fue con la que debutó, La disparatada parada de los monstruos (Freaked).
A primeros de los 90, Winter dirigía junto a su colega Tom Stern un programa para la Mtv llamado The idiot box, un programa de sketchs que tuvo gran aceptación, aunque por problemas presupuestarios la cosa no fue más allá de 6 episodios. Paralelamente trabajaron con Sam Raimi en proyectos que nunca llegaban a materializarse. Con este panorama acabaron escribiendo una película para lucimiento de la banda Butthole Surfers, a la cual Winters había dirigido en algunos clips. El proyecto no consiguió venderse y decidieron reescribir ese guión para convertirlo en una comedia más convencional que acabó comprando la Fox, concretamente su presidente, Joe Roth, que había sido director de La revolución de los novatos (!!!!).
Básicamente picaron porque les vendieron la moto que el propio Winters sería el protagonista y Keanu Revees también aparecería, con lo que el estudio estaba encantado de tener a la pareja protagonista de Bill y Ted.
La disparatada parada de los monstruos, que en un primer momento debía titularse Hideous Mutant Freekz, acabó siendo un cruce del Freaks de Browning y La isla del doctor Moreau con una pátina de cartoon, humor made in Mad y montaje videoclipero, donde una ex estrella infantil viaja a un país de sudamérica para promocionar unos contaminantes productos fertilizantes, acabando en manos de un loco que usa el producto para crear criaturas y mostrarlas en su barraca de feria.
Todo ello con un reparto tan curioso como extraño: Brooke Shields, Randy Quaid (en un papel para el que querían a Geroge C. Scott y Oliver Reed), Deep Roy (el Oompa Loompa de Charlie y la fábrica de chocolate), Megan Ward (la chica de El cuchitril de Joe), Bobcat Goldthwait (el Zed de Loca academia de policía y ahora reconvertido a director), John Hawkes (el recepcionista de Identidad), Michael Stoyanov (de la serie Blossom), Alex Zuckerman (el niño pelirojo de Hook), Ray Baker (el dependiente de Memory Call en Desafío total) y Mr. T, cuando empezaba a estar chungo del cáncer que padeció. Caso aparte es Keanu Reeves, haciendo de chico perro, al cual siempre lo vemos bajo el maquillaje y está sin acreditar.
Con un film repleto de maquillajes y efectos (¡analógicos!) tenemos a gente tan conocida como Scream Mad George (un habitual de la factoría Yuzna) y Steve Johnson (Golpe en la pequeña China, Estamos muertos... ¿o qué?) y títulos de crédito a cargo de David Daniels, haciendo gala de su dominio de la técnica Strata-cut animation.
Con toda esta gente participando en la película y la Fox detrás, todo parecía que iba encaminado hacer una película de éxito. Es más, la major tenía preparada toda la artillería y se frotaba las manos pensando en el lanzamiento de figuras de los personajes, cómics y demás parafernalia.
Pero con lo que no contaban es que Joe Roth, presidente de la Fox y su máximo valedor, fue despedido y los nuevos mandamases de la productora no estaban nada contentos con el film y acabaron recortando el presupuesto. Tampoco ayudaba que en los pases de prueba el público saliera desilusionado porque pensaban que iban a ver algo estilo Bill and Ted, cosa que llevó a cortar muchas escenas.
Finalmente, el film tuvo un estreno minoritario sin apenas publicidad que la condenó al fracaso, recuperando menos de lo que se gastaron en los anabolizantes de Mister T. Aquí no nos llegaría hasta el 96, y su estreno en cines se limitó al Capsa en VOSE, al menos en Barcelona.
Todo esto no hizo si no acrecentar su estatus de película de culto que llega hasta nuestro días con ediciones especiales en DVD que se agotan como si nada.
Y no es para menos, pues ingredientes tiene de sobra: mucha coña del mundo de Hollywood, auto guiños, montones de efectos especiales y maquillajes flipantes, chistes visuales como el del ratón del ordenador o los ojos vigilantes, una duración super ajustada que apenas llega a los 80 minutos... Un clásico de los 90.
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