La Gioconda está triste

 
En 1972 el dúo formado por Antonio Mercero, dirección, y José Luis Garci, guión, paren para Televisión Espanyola La cabina, mediometraje del que tantos ríos de tinta se han escrito (en el fondo todos sabemos que era un aviso de la sangría que se nos avecinaba con Timofónica) y que tuvo un gran éxito de crítica y público llegando obtener hasta un Emmy.
Tan bien fue la cosa que cinco años después, en el 77, se vuelven a juntar y ruedan otro mediometraje basado en el relato del mismo título escrito por Garci.

Durante una ronda en el museo del Louvre, un vigilante descubre que alguien ha robado la Gioconda y la han cambiado por una réplica pero con la diferencia de que, en ésta, la Mona Lisa tiene la cara triste. Las autoridades analizan el cuadro y cual es su sorpresa cuando descubren que no es ninguna copia, si no que es la auténtica pintura de Leonardo da Vinci. Paralelmante en el Prado de Madrid, la reproducción de La Gioconda aparece con la misma cara triste, después todas las reproducciones litográficas del cuadro aparecen con ese cambio, y luego las postales, las fotos en libros...
Como nadie sabe que está pasando se reunen los líderes mundiales para analizar la situación y llegan a la conclusión que algo o alguien ha mandado esa señal a la humanidad para que dejen de ser como son, las guerras y todas esas historias y vuelvan a ser personas felices. Así que deciden que tal día, cuando el Big Ben marque las 12 todos los habitantes del planeta sonrían a la vez.

Y como nadie va a ver el mediometraje cuento el final que para el caso es lo mismo.
Llega el día X a las 12 y todo el planeta intenta esbozar una sonrisa pero nadie puede, tal es la tensión que se genera que el planeta no puede aguantarlo y explota. El Big Ben se va a tomar por saco, la Torre Eiffel tres cuartos de lo mismo, los edificios se desploman, los coches explotan y saltan por los aires, el suelo se abre y sale fuego... Y al final, cuando todo ha pasado y lo único que queda es un planeta destruido y carbonizado, de entre los escombros, se ve el cuadro de La Gioconda llorando.

Big Bangg!!

De la misma forma que La cabina, a este mediometraje le podemos sacar multitud de segundas lecturas, su moraleja y todas esas historias, pero en el fondo no deja de ser un episodio de Twilight Zone, toda una rareza dentro de la televisión de la época en el Estado, llena de series costumbristas.
Pese a estar ambientada en aquel momento todos los registros de los actores, personajes serios con caras casi mortuorias, le da un aire a civilización futura prácticamente en declive. No hay más que ver esas escenas donde vemos una proyección de una película de Chaplin y todo el público luce una faz más cercana al lloro que a la risa; o ese circo donde los payasos tienen que para la función porque los niños ni se inmutan ante su espectáculo.

Técnicamente está cojonudo, hay varias escenas rodadas en Londres, donde vemos calles desoladas a plena luz del día, escenas que ya quisieran para ellos Amenabar o Danny Boyle. Por no hablar de la destrucción del Big Ben o la Torre Eiffel, evidentemente maquetas, pero que cumplen perfectamente su cometido, no así tanto esos coches de juguete que saltan por los aires. Mención aparte y destacada es ese plano que se abre la tierra y se traga a un hombre mientras escupe llamas, que está tan magníficamente hecho que dudo que no lo hayan robado de alguna otra peli.
Curiosamente este año M. Night Shyamalan ha estrenado El incidente (The happening), peli que tiene su conexión con el mediometraje que hoy nos ocupa.

Ay! si Garci se hubiera dedicado a rodar o escribir pelis del género fantástico (y no me refiero a las de monstruitos a lo J. P. Simón) en lugar de intentar ser un Capra que desayuna porras y baila chotis... otro gallo hubiera o hubiese cantado (Pretérito perfecto de subjuntivo).