lunes, septiembre 01, 2025

D'Artacán y los tres mosqueperros (o una historia de piratas y tiburones)


Por una de esas cosas que se acaban adjudicando a nuestra indiosincrasia, Claudio Biern Boyd ha sido venerado por estos lares. El Walt Disney español he llegado a leer. Pero a la que indagues un poco en su biografía te das cuenta que realmente estábamos ante el clásico tiburón en los negocios que olía el dinero y la posibilidad de hacer negocio a kilómetros de distancia.

Si fue uno de los tres impulsores de la compañía especializada en series animadas BRB (Tito Basto y José Rodríguez fueron los otros integrantes) es porque, siendo jefe de marketing de la multinacional Lever Ibérica, se le ocurrió que si él también se encargaba de crear un producto (como una serie animada) luego también podría encargarse del merchandising y matar dos pájaros de un tiro.


Su paso a la producción se inició con Ruy, el pequeño Cid, D'Artacán y los tres mosqueperros y La vuelta al mundo de Willy Fog. Es con estas dos últimas que consigue un especial éxito entre la chavalada de la época, dejando mella gracias, en parte, a una buena dosis de merchandising en forma de cromos, figuritas de Pvc, pastelitos... lo que se estilaba en los primeros 80.

Aquí eran vendidas como producciones 100% españolas, pero la realidad era una muy diferente. Si bien los guiones se gestionaban desde aquí, tanto los diseños como la animación corría a cargo del estudio japonés Nippon Animation. Detalle que ni siquiera se mentaba en los créditos de final de los capítulos, donde solo aparecían nombres españoles.

Claudio y compañía básicamente validaban o hacían alguna correción de lo que les llegaba desde tierras niponas, como el inicial diseño de d'Artacán, que fue modificado para parecerse más a Snoopy, como podemos ver en un piloto de prueba.


Con David el gnomo y su secuela, La llamada de los gnomos, volvió a catar la gloria, pero a partir de ahí la cosa se torció. En los 90 rescató a los mosqueperros y Willy Fog con sendas continuaciones que dejaron perplejos a los televidentes. Si bien la calidad técnica no llegaba al pantanoso nivel de las producciones de D'Ocón (con los Fruittis a la cabeza), ni se acercaban al nivel de los visto una década antes (que tampoco es que tuviesen un nivel superlativo). Y es que esta vez, para ajustar al máximo el presupuesto, se animó en Taiwan por el estudio Wang Film Production, que llevaba años animando producciones de Hanna-Barbera, Disney, Warner Bros o Nelvana, entre otros. Este estudio ya trabajaba con BRB desde tiempos de David el gnomo, pero aquí se lució. Estaba claro que la baja calidad era más una cuestión del poco montante que se invertía que de la pericia de los chinos a a la hora de animar. Pero es que eran otros tiempos. Si en los 70 y 80 apenas teníamos un par de canales en los 90 teníamos el desembarco de las privadas con Telecinco y Antena 3 (más la propinilla de Canal Plus) con la consecuente oleada de programas contenedor infantiles por la mañana, mediodía y tarde. De repente, de ver Barrio Sésamo y La aldea del Arce entre semana, más la serie animada de turno después del Telediario los fines de semana, teníamos varias horas diarias y con lo más puntero llegado desde el lejano Oriente o de tierras norteamericanas. Con los que la producción autóctona fue languideciendo.
 

Sorprendente fue que en 2021, después de la pandemia, llegase a nuestros cine una nueva aventura de D'Artacán. O mejor dicho, un refrito en animación 3D. Porque lo que nos encontramos es la trama mil veces contada de la llegada de nuestro protagonista a París con intención de convertirse en Mosqueperro, viéndose envuelto en la trama de las joyas de la reina de Francia.

A nivel técnico la película está bastante lejos de la animación de primera división que nos llega desde Hollywood. Comparación totalmente injusta porque apenas tiene una décima parte del presupuesto de una producción Disney/Pixar.
A los escenarios se les nota algo pobres, con lugares demasiado vacíos. Además, los colores son exageradamente luminosos.
 
 
Por otro lado, hay algunos detalles muy positivos. Por un lado, al resumir el grueso de la trama de la serie en apenas 85 minutos el ritmo es trepidante y no hay momentos de respiro (aunque tendremos que aguantar algunas gracietas basadas en pedos y anacronismos).
Por otro lado las escenas de ensoñación simulan una estética de animación clásica.
Y como detalle para los muy cafeteros tenemos un guiño en el doblaje. El padre de d'Artacán tiene la voz de Eduardo Jover, que en la serie de los 80 hacía lo propio con d'Artacán.
Al final, si la vemos con ojos de niño, que al final es el público a quien va dirigida, se pueden perdonar los muchos defectos que tiene.

 
En España tuvo una taquilla de algo más de 1 millón de euros, a los que hay que sumar 2 millones más del resto de países donde tuvo estreno. En total unos 3 millones, muy lejos de los 8 que costó. Este fracaso, unido al fallecimiento de Cladio Biern Boyd en 2022, llevó a BRB a dejar de lado la idea de convertir en largometrajes en 3D sus éxitos de los 80 y una secuela para este d'Artacán.
 

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