martes, septiembre 13, 2016

Cabezas voladoras (Shrunken Heads)

Cabezas voladoras, Shrunken Heads, Richard Elfman, Danny Elfman

Es curioso esto de los hermanos, siempre parece que hay uno que destaca y el otro se queda en oveja negra. En cierta forma esto es lo que pasa con los Elfman brothers. Por un lado tenemos al triunfador, el mundialmente conocido Danny Elfman, y por el otro lado al hermano mayor Richard, el que nos interesa ahora. Parece que desde el principio el hermano pequeño se comió al mayor. Richard fundó el grupo The Mystic Knights of the Oingo Boingo a principios de los 70, compañía de teatro musical, pero a principios de los 80 lo dejó para meterse en el cine, momento que tomó el control su hermano Danny, acortando el nombre a Oingo Boingo y haciendo que el grupo dejase bastante de lado el tema cabaretero, centrándose más en lo musical y virando hacia el pop/rock. En esa etapa es cuando el grupo consigue más popularidad, sobre todo con su tema para el clásico 80tero La mujer explosiva (Weird Science, 1985).

Cabezas voladoras, Shrunken Heads, Richard Elfman, Danny Elfman

Paralelamente a esta segunda etapa, Richard hace su debut como director con La zona prohibida (Forbidden zone, 1980), film de culto donde los haya pero que no le reporta nada que le ayudase en su carrera cinematográfica. Y tendríamos que esperar más de una década para ver su siguiente película: Cabezas voladoras (Shrunken Heads, 1994).



Cabezas voladoras, Shrunken Heads, Richard Elfman, Danny Elfman

Tres chavales son blanco fácil para los gamberros del barrio. En un intento por devolverles las palizas propinadas les graban mientras roban y la cinta la mandan a la policía. Los gamberros, que están dentro de un entramado de delincuentes, matan a los niños. Pero estos no cuentan que el kioskero del barrio es un ex policía de Haití que domina la magia vudú y que tenía en estima a los tres chavales asesinados. Después del entierro les corta la cabeza y las devuelve a la vida para que consumen su venganza.



Cabezas voladoras, Shrunken Heads, Richard Elfman, Danny Elfman

Sí, sin lugar a dudar la idea de 3 cabezas reducidas de niños, que cobran vida y van por ahí volando mientras se cargan a los delincuentes, es una de esas bizarradas que sabes que te lo has de tomar con humor. Mucho humor.

Producida por la Full Moon de Richard Band, en una época que su serie B ya no tenía cabida en los cines como la década anterior y se limitaba a la explotación en videoclubs. Con lo que aquí nos encontramos con eso, una producción muy modesta (menos de un millón de dólares), con un reparto practicamente desconocido (la que mejor le ha ido ha hecho algún papel recurrente que en algún culebrón), a excepción de Meg Foster –la Evil-Lyn de Masters del Universo (Masters of the Universe, 1987)
que aquí da mucha grima y Julius Harris, que lo recordaremos por Vive y deja morir (Live and let die, 1973).

Cabezas voladoras, Shrunken Heads, Richard Elfman, Danny Elfman
  
La gracia del film son esas tres cabezas volando por ahí y, cosa no muy comentada, convirtiendo a sus víctimas en zombis, lo que nos lleva a los efectos especiales. Nos encontrábamos en una época donde se empezaba a ver los efectos digitales, por suerte la factoría de los Band no podía permitirse esas nuevas técnicas, así que la cosa se reduce a la vieja escuela, esto es maquillajes, marionetas y mucho croma. En general aguantan bien. Lo peor, con diferencia, son los cromas, pero los maquillajes y esas cabecitas que se mueven mecánicamente son simpáticas. También hay un par de secuencias que se repiten con las cabezas volando por una ciudad hecha a base de maquetas que molan mucho. Seguramente esa ciudad aparecería en otra producción de la factoría. Aquí no se tira nada.

Y si tenemos a Richard Elfman, no podía falta el hermano bueno, Danny, que aquí se marca el tema de los títulos de crédito –muy en la línea de Pesadilla antes de Navidad (Nightmare before christmas, 1993)–, que luego vuelve a sonar durante la peli. El resto de la banda sonora corre a cargo de Richard Band.


Cabezas voladoras, Shrunken Heads, Richard Elfman, Danny Elfman

La película tuvo un paso limitado en los cines norteamericanos (una de esos trapicheos para ganar dinero por algún sitio) siendo su explotación en videoclubs su verdadero mercado. Aun y así no le fue demasiado bien. 
Aquí ni siquiera llegó a videoclubs y no sería hasta que se emitió en alguna plataforma de pago que tendríamos la oportunidad de verla. 

Ese mismo año estrenaría bajo el seudónimo de Aristide Sumatra otro direct to video como Streets of rage (1994) –nada que ver con el videojuego de Sega– que aquí no nos llegó y que estaba protagonizada por la luchadora de wrestling Mimi Lesseos.

Tendríamos que espera unos cuantos años más para que Elfman volviera a sentarse en la silla de director con Revenant. Vampiros modernos (Modern vampires, 1998), un telefilm que aquí se llegó a estrenar en cines y en su momento me pareció flojita.


miércoles, septiembre 07, 2016

Congo

congo, michael crichton, frank marshall, tim curry,Laura Linney, bruce campbell

Congo (Congo, 1995) es un caso como El núcleo (The core, 2003). Películas que en su momento fueron vapuleadas y machacadas por la crítica, pero que son productos tremendamente simpáticos, siempre y cuando te las tomes como un entretenimiento sin muchas pretensiones y, por supuesto, no te tomes sus argumentos como algo verosímil.

Quizá el caso que hoy nos ocupa la crítica se ensañó por tener detrás a los colaboradores estrella de Spielberg (en su época buena): los productores Kathleen Kennedy y Frank Marshall, este último ejerciendo aquí como director. Además, era una adaptación de otra novela de Michael Crichton, que hacía un par de años que había eclosionado para el gran público gracias al blockbuster Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993). Y fue a partir del film de Spielberg que empezaron aparecer adaptaciones de sus novelas: Sol naciente (Rising sun, 1993), Acosada (Disclosure, 1994), Esfera (Sphere, 1998), El guerrero número 13 (The 13th Warrior, 1999)... y, evidentemente, Congo.

 
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Una expedición de una gran corporación llamada Travicom, viaja al Congo en busca de un diamante que les permitirá activar un transmisor de comunicaciones. La expedición desaparece y la corporación decide enviar a una de sus empleadas a investigar. En la expedición acaba coincidiendo con un doctor y su gorila con la que estudia la comunicación con primates, y un rumano con nombre tan chanante como Herkermer Homolka que busca una ciudad perdida.
 
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La peli es una de aquellas puramente aventureras, con la clásica expedición que todos tienen intereses (ocultos o no) en llegar al destino, con todas las movidas que les pasan por el camino. Todo con ese aire de serie B y folletín clásico. Incluso la gorila Amy está muy bien hecho, una mezcla de señora disfrazada y animatrónic que no canta para nada, obra de Stan Winston. Lo único es que ha quedado algo cutre es la parte final, donde los efectos digitales son francamente malos, aunque en la época aguantaban el tipo.

También tendría bastante que ver que no era una película especialmente cara en la época (50 millones de dólares) y para recrear alguna localización no acaban de llegar, quedándose, a veces, en cositas muy de parque de atracciones. Por cierto, que no le fue demasiado mal en taquilla, recaudando algo más del triple de lo que costó.
 
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Con un reparto muy extenso: Laura Linney, Dylan Wlash, Tim Curry, Ernie Hudson –el siempre olvidado negro de Los cazanfatasmas (Ghostbusters, 1984)–, Joe Don Baker (habitual en los Bond de la etapa Brosnan) y pequeñas apariciones de Bruce Campbell, James KarenLa divertida noche de los zombis (Return of the Living Dead: Part II, 1987)–, Joe Pantoliano y Mary Ellen Trainor –que los dos salían en Los goonies (The goonies, 1985), el primero como uno de los hermano Fratelli y la segunda la madre de los chavales de "te meterás en un lío de pelotas– y Delroy Lindo –el policía que va detrás de Nicolas Cage en 60 segundos (Gone in Sixty Seconds, 2000).

En conclusión, peli super entretenida y bastante blanca (salvo algún detallito truculento en el prólogo), puramente aventurera (pero con el elemento tecnológico made in Crichton, que según dijo estuvo a punto de dirigir una adaptación de este Congo a mediados/finales de los 80 con Sean Connery), de aquellas que haciendo zapping una tarde de sábado te alegra la hora del café y el surtido Cuetara.

domingo, septiembre 04, 2016

Almas de metal / Mundo futuro

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Primera película para cines de Michael Crichton como director, ya que un año antes ya había dirigido un telefilm, Pursuit (Pursuit, 1972). Inspirado en los animatrónics de Disney World y en como se preparaban los astronautas en el Centro Espacial Kennedy, comenzó a darle vueltas a la historia de un un parque de atracciones que recreara diferentes momentos históricos: el Far West, el medievolo y el Imperio Romano. Y dado que la mayoría de sus referencias venían del cine, lo más sensato era pensar en escribirla con miras a una producción cinematográfica.

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Un par de tipos se disponen a disfrutar de su estancia en ese complejo, concretamente en la recreación del lejano oeste. Allí, por mil dólares diarios, podrán sentirse unos auténticos pistoleros, tener un duelo a pistola, contemplar el robo al banco o visitar el saloon, donde tendrán desde los borrachines de turno hasta las prostitutas. Prostitutas con las que podrán tener relaciones. Y es que la mayoría de los habitantes del pueblo son androides, pero extremadamente reales salvo por dos detalles: sus manos no son del todo perfectas y un extrao brillo en los ojos.
 
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No cabe duda que el film es hijo de quien es. Hay montones de constantes en la obra de Crichton, desde un parque temático que acaba saliéndose de madre, como luego pasaría en Jurassic Park; hasta todo el tema tecnológico, que también acaba superando al humano como en Runaway. Brigada central (Runaway, 1984). Añadiendo detalles que, seguramente, el espectador de la época ni pillaría, como que los androides comienzan a funcionar mal por algo muy común hoy en día pero desconocido en los 70: un virus informático.

El film era una producción muy modesta, ningún estudio quiso financiarla hasta que llegó a manos de la Metro, que solamente accedió a producirla si el rodaje se limitaba a 30 días y el montante a menos de un millón y medio. Y esa modestia de medios se nota, pues las escenas de la época medieval son muy justitas, con un decorado de corcho pan muy terrible. En cambio, para el escenario del oeste, donde transcurre el 90% de la acción, reutilizaron unos decorados ya construidos para films anteriores, cosa que tiene su gracia, pues la intención de ese ficticio parque temático es recrear los clichés de la época. Como es el caso del cowboy que cada día va al saloon en busca de problemas para batirse con el primero que se ponga por delante. Personaje éste interpretado por un Yul Brynner en horas bajas (aquí apenas cobró 75 mil dólares) y con una ropa muy similar a la que vestía en Los siete magníficos (The magnificent seven, 1960), todo un pre Terminator en toda regla, casi diría que es el padre del T-1000.

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Además de Brynner tenemos por ahí a James Brolin y Richard Benjamin –antes de meterse a director con muchas comedias como Mi novia es una extraterrestre (My stepmother si an alien, 1988)– como la pareja que va a pasar una estancia en el parque. Además hay alguna otra cara conocida como Dick Van Patten.
Una de las curiosidades del film es que se trata del primero en la que aparecen imágenes generadas por ordenador (CGI), que vistas hoy en día pueden parecernos la mar de rudimentarias, un simple filtro de culaquier aplicación que tengamos en el móvil, pero que en aquel momento aquellos 2 minutos de película les costaron sudor y lágrimas. Primero fueron a una empresa llamada Jet Propulsion Laboratory, básicamente la NASA, allí les pedían 2 meses y 200 mil dólares. Mal. Aquello era un producción modesta y no tenían ni tiempo ni dinero. Finalmente contactaron con John Whitney, un artista experimental, que les puso en contacto con su hijo, que trabajaba en una empresa tecnológica que hicieron los efectos en 4 meses y por 20 mil dólares.

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Almas de metal (Westworld, 1973) –una de esas traducciones muy de la época, que me recuerda a Cuando el destino nos alcance (Soylent green, 1973)– pasó un tanto desapercibida en su estreno, pero, aun y así, acabó siendo la película más taquillera producida por la Metro aquel 1973.



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Mundo futuro (Futureworld, 1976). Pese al relativo éxito ecónomico del film de Crichton, la Metro no estaba muy por la labor de explotar la idea, así que le cedieron los derechos a la AIP, que acabó pariendo un film flojeras y telefilmesco.
Años después de lo ocurrido vuelven abrir el parque, pero la gente no acaba de ir por miedo a lo sucedido. Así que deciden invitar a unos periodistas a a pasar un tiempo en la nueva zona Futureworld, ambientada en el futuro. Pero estos decubren que están haciendo clones con los visitantes, conla intención de sustituir a los diferentes dirigentes del mundo.
Dirigida con poco brío por Richard T. Heffron, un afincado a la caja tonta, lo que hace que Mundo futuro acabe impregnándose de esa pátina acartonada de telefilm. En el cast tenemos a Peter Fonda y Blythe Danner como los periodistas y a John P. Ryan (un habitual de la Cannon) haciendo de malo que controla el cotarro. Nadie de la anterior película repitió salvo Yul Brynner, en un casi cameo y siendo su útlimo film. Y al igual que el anterior film aquí contamos con un avance en los efectos digitales, habiedno aquí el primero en 3D. Concretamente una mano. Aunque esta aparición tenía algo de truco, pues este efecto pertenecía a un trabajo experimental de 1972 de un tal Edwin Catmull, que acabaría en la Industrial, Light and Magic de Lucas y luego siendo uno de los jefazos de Pixar.
Por lo demás, la película es pesadita, parece que vaya a camara lenta y siempre sabemos que es lo que va a pasar a continuación. Quizá, lo único recordable sea el corte de mangas de Fonda al final del film.



En 1980 se estrenó Westerworld en formato serie de apenas 5 episodios pues los índices de audiencia eran muy bajos. Tanto que ni se llegaron a emitir los 5 capítulos.
Y ya en 2016 apuntito está de estrenarse una nueva versión en formato serie. Apadrinada por J.J. Abrams y Jonathan Nolan, con Anthony Hopkins, Evan Rachel Wood, James Mardsen y Ed Harris en el papel de pistolero. Veremos qué tal.

domingo, agosto 28, 2016

Liferforce. Fuerza vital

Lifeforce, fuerza vital, Cannon, Dan O'Bannon, Tobe Hooper, Mathilda May, Colin Wilson
 
Lifeforce fue la primera de una lista de "grandes producciones" que tenía prevista la amada/odiada Cannon. La productora había crecido a gran velocidad y su siguiente paso era codearse con las majors. Para esos menesteres se fichó a Tobe Hooper, que todavía podía vivir del prestigio que le dio La matanza de Texas (The Texas chainsaw massacre, 1974) y Poltergeist (Poltergeist, 1982), pese a que ya había catado los sinsabores del fracaso con Trampa mortal (Eaten alive, 1976) y La casa de los horrores (The funhouse, 1981), aunque esta última más un fracaso económico que artístico.

Lifeforce, fuerza vital, Cannon, Dan O'Bannon, Tobe Hooper, Mathilda May, Colin WilsonBasada en una novela de título Los vampiros del espacio (The space vampires, 1976) de Colin Wilson, editada aquí por Editorial Noguer en 1977, tuvo un guión firmado por Dan O'Bannon –un clásico del fantástico 80tero que se encargó de escribir Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979), Muertos y enterrados (Dead and buried, 1981) o Desafío total (Total recall, 1990), además, dirigir El regreso de los muertos vivientes (The return of the living day, 1985)– y Don Jakoby –que junto a O'Bannon había escrito El trueno azul (Blue thunder, 1983) y luego volvería a repetir con Hooper en Invasores de Marte (Invaders from Mars, 1986). Lo que en un primer momento debió llevar el mismo título que la novela, se cambió a Lifeforce pues el original sonaba demasiado a ciencia ficción barata de los 50. También se cambió la ubicación temporal, pasando del siglo XXI a la actualidad de mediados de los 80, con el consiguiente ahorro en costes de producción. Y muy buen visto por parte de Hopper el usar la figura del cometa Halley, pues poco después del estreno de la película el auténtico iba a pasar por nuestro planeta.

Lifeforce, fuerza vital, Cannon, Dan O'Bannon, Tobe Hooper, Mathilda May, Colin Wilson

Justo en la cola del cometa, la tripulación de la nave Churchill encuentra una nave, y dentro un montón de seres muertos parecidos a los murciélagos. Además, dos cuerpos desnudos de hombres y una mujer que deciden traerlos a la Tierra, pero en el viaje de retorno se pierde la comunicación con nuestro planeta, por lo que una nueva nave va al rescate encontrándose que no queda nadie de la tripulación salvo los tres cuerpos encontrados en la cola del cometa.
 

Lifeforce, fuerza vital, Cannon, Dan O'Bannon, Tobe Hooper, Mathilda May, Colin Wilson

Lifeforce es un film tremendamente irregular. Combina grandes momentos con otros totalmente desastrosos. Su estructura mediante flashbacks no hacen otra cosa que liarnos, dando una sensación de batiburrillo barroco. A todo ello hay que añadir que la trama pase en Londres, un marco un poco extraño para este tipo de historia. Quedando un locurón con vampiros espaciales, zombis, Mathilda May despelotada toda la película, una de esas pelis que cuando piensas en ella te dices "esto va a molar mucho", pero que luego el visionado es tedioso y pesado como él solo.
 

En cuanto a los efectos, la gran baza de este tipo de películas, vamos más que servidos. Trucajes clásicos con cromas y animatrónics por doquier, obra de John Dykstra, que ya venía con un currículum bajo el brazo en el que sobresalía La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977). Además de unos generosos decorados –al lado de donde rodaban Legend (Legend, 1985) y Oz, un mundo fantástico (Return to Oz, 1985)–. Todo un caramelo para los que el digital nos deja plof.

Lifeforce, fuerza vital, Cannon, Dan O'Bannon, Tobe Hooper, Mathilda May, Colin Wilson

Como es bien sabido, la cosa acabó mal, tremendamente mal. El fracaso en la taquilla norteamericana (apenas 13 millones de dólares, habiendo costado 25), inició el declive de la Cannon, que acabaría por dinamitarse con Superman IV. En busca de la paz (Superman IV. The quest for peace, 1987) y Masters del Universo (Masters of the Universe, 1987). Entre medias, a Tobe Hooper le dio tiempo a realizar las otras dos películas que le quedaban por contrato: Invasores de Marte (Invaders from Mars, 1986), que también naufragó en taquilla, y su último cartucho a la desesperada, volver a terreno conocido con Masacre en Texas (The Texas chainsaw massacre 2, 1986).


lunes, agosto 15, 2016

Demolition Man

Demolition man, Sylvester Stallone, Wesley Snipes, Marco Bambrilla, Sandra Bullock

Estamos ante lo que, seguramente, fue el punto más álgido de la carrera de Stallone como super estrella hollywoodiense, cuando el tipo ponía a dedo a los directores de sus películas y le construían un campo de golf junto al set de rodaje para que fuese practicando su swing entre toma y toma. Porque después de este Demolition man (Demolition man, 1993) nos encontramos con El especialista (The specialist, 1994), Juez Dredd (Judge Dredd, 1995) o Asesinos (Assassins, 1995), películas que no cumplieron las expectativas y recibieron las críticas más sangrantes en la carrera de Sly. A partir de ahí, y salvo honrosas excepciones como Copland (Cop land, 1996) nos adentramos en su época más oscura, con películas que tardan años en estrenarse y acaban directamente en el mercado del DVD.
 

Demolition man, Sylvester Stallone, Wesley Snipes, Marco Bambrilla, Sandra Bullock

En 1996 uno de los policías más polémicos de Los Angeles, John Spartan, más conocido como Demolition Man, anda tras los pasos de Simon Phoenix, unos de los delincuentes más peligrosos, que tiene retenidas a un montón de personas. Todas acaban muertas y tanto Spartan, al que se le acusa de negligencia, como Phoenix son crionizados. Casi 4 décadas después, Phoenix escapa de su encarcelamiento y dado que la sociedad del futuro es pacífica y no sabe como actuar ante un criminal como él, descongelan a Spartan.
 

Demolition man, Sylvester Stallone, Wesley Snipes, Marco Bambrilla, Sandra Bullock

Demolition Man reune todos los condicionantes para ser una de las grandes de la época. A saber: reparto lleno de caras conocidas: el propio Sly, Wesley Snipes, una Sandra Bullock que todavía no había despuntado, Benjamin Bratt, Glenn Shadix —el gordito de Bitlechús (Beetlejuice, 1988)— y mini apariciones para Jack Black, Jesse Ventura —el Capitán Libertad de Perseguido (The running man, 1987)— y Rob Schneider. Una banda sonora con el compositor de moda, Elliot Goldenthal, un pluf como la copa de un pino en los 90. Montaje de Stuart Baird, futuro director de Decisión crítica (Executive decision, 1996) y U.S. Marshals (U.S. Marshals, 1998). Vestuario de Bob Ringwood, que había diseñado los trajes de Batman en las pelis de Tim Burton. Y un presupuesto de 60 millones para que hicieran lo que les diese la real gana.
Hasta ahí bien. Luego ya entramos en lo que apunta a un choque de trenes como el que pasaría con Juez Dredd cuando colocas a un director que lo último que le interesa es fabricar un blockbuster. 


Demolition man, Sylvester Stallone, Wesley Snipes, Marco Bambrilla, Sandra Bullock

El primer director que tenían pensado era David Fincher, pero éste no estaba disponible y recomendó a un amigo suyo de nombre Marco Bambrilla que también venía del mundo de los anuncios televisivos. Según él, la experiencia de Demolition Man fue bastante negativa, encontrándose como uno más dentro del engranaje de la maquinaría de una superproducción, sin ningún tipo de poder para tomar decisiones. Aun y así, poco después estuvo metido en la secuela de Un hombre lobo americano en Londres (An American werewolf in London, 1981), que llevaba años tanteándose con guiones del propio John Landis o del mismísimo Alex Winter que no llegaban a ningún sitio. Pero sería precisamente de la mano de los guionistas de una de las películas de Winter, La disparatada parada de los monstruos (Freaked, 1991), que la cosa parecía que cobraba forma. El duplo estaba formado por Tim Burns y Tom Stern, siendo este último el que tenía que dirigirla. Pero cuando el proyecto Un hombre lobo americano en París (An american werewolf in Paris, 1998) pasó de ser un film modesto, de unos 10 o 12 millones de dólares, a uno mucho más importante, los productores decidieron que era mejor poner a un director con más nombre, siendo el escogido Bambrilla. Pero éste también acabó saliendo de la producción para dirigir la que sería su segunda y última película, Exceso de equipaje (Excess baggage, 1997) con Alicia Silverstone y Benicio del Toro. A partir de ahí salió de Hollywood para reconvertirse a artista multimedia, con obras audiovisuales que pueden verse en alguno de los museos más importantes del mundo.

Demolition man, Sylvester Stallone, Wesley Snipes, Marco Bambrilla, Sandra Bullock

Pero volvamos a Demolition Man. Una cinta que combina acción y humor. Tiene muchos detalles que son de agradecer. Como que el personaje de Sandra Bullock esté obsesionada con los 80 y 90, o que la única música que escuchan en el siglo 21 son jingles publicitarios del siglo pasado. Y hasta nos puede resultar divertido el chiste recurrente de las 3 conchas o que a Sly le hagan experto en calceta. Pero hasta ahí. Porque, además de toparnos con un vestuario absurdo con la gente en kimono y un futuro un poco de cartón piedra, el mensaje de que el caos es bueno y lo que mola es la sociedad que vive en las alcantarillas comiendo hamburguesas de rata, bebiendo cerveza y fumando, ya es como muy de pegote.

¿Funciona? Sí, a ratos. ¿Un clásico del cine de acción 90tero? Sí, pero la película está coja, funciona más por los detalles aislados que por su trama de conspiraciones de saldo.

Propicios días.

viernes, julio 29, 2016

King Kong (y secuela)

King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

El King Kong (King Kong, 1933) clásico fue un éxito sin precedentes en su día, salvando incluso a la RKO de una situación económica crítica. No así El hijo de Kong (The son of Kong, 1933), que sin ser un fracaso en taquilla sí que tuvo críticas muy malas. Ahí entramos en un período en el que el personaje queda en letargo con algunos proyectos que no vieron la luz, hasta que en los 60 la Toho compra los derechos del personaje y lanza King Kong contra Godzilla (King Kong vs Godzilla, 1962) y luego King Kong se escapa (King Kong escapes, 1967), películas estilo Kaiju Eiga, donde incluso aparece un Kong robotizado, que causan furor en tierras orientales y más allá. Sin ir más lejos, Gojira tai Megaro de 1973 y aquí conocida como Godzilla contra Megalon, fue lanzada en Alemania como King Kong. Dämonen aus dem Weltalz, algo así como King Kong y los demonios del espacio exterior. Evidentemente un anzuelo puramente exploit, pues en la película no aparece King Kong por ningún sitio.
King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange, King Kong se escapa
Volviendo a King Kong se escapa, existe una edición en VHS de la mano de Meta Films (una de las muchas distribuidoras que aparecieron como setas en pleno boom del videoclub) que la carátula era un saqueo despiadado de la versión 1976, cambiando el avión de la mano por una palmera. Y ya que estamos con el póster, sería bueno saber porqué el cartel original fue modificado en nuestro estreno, teniendo el yanki un más que evidente avión destrozado en la mano del gorilón, mientras que en el cambio el avión quedaba menos evidente.

King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

No sería hasta los 70 que los yankis se propusieron repescar al macaco con dos películas dado el boom que había del género catastrofista. Por un lado estaba la Universal, que tenía como director a Joseph Sargent —un afincado a la caja tonta pero que de vez en cuando hacía incursiones en el cine como Los traficantes (White Lightning, 1973) con Burt Reynolds; o Pelham 1, 2, 3 (The Taking of Pelham One Two Three, 1974) y unos años más tarde haría Tiburón, la venganza (Jaws: The revenge, 1987), aunque realmente sería reclutado por ser el autor de Colossus: el proyecto prohibido (Colossus: The Forbin Project, 1970—, en el guión estaba Bo Goldman —Alguien voló sobre el nido del cuco (One Flew Over the Cuckoo's Nest, 1975)— y como prota a nuestro querido Colombo Peter Falk.

En el otro lado teníamos al chiflado y entrañable de Dino de Laurentiis, que había contratado como director a John Guillermin, que acababa de hacer El coloso en llamas (The Towering Inferno, 1974); al guión Lorenzo Semple Jr., guionista puramente pulp con sus libretos para la serie Batman (Batman 1966-68) y El avispón verde (The green hornet, 1966-67) u otro Laurentiis como Flash Gordon (Flash Gordon, 1980).

King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

Al final el choque entre las dos producciones indicaba que terminaría en disputas legales, pues las dos decían tener los derechos: De Laurentiis había pagados 200 mil dólares a la RKO y Universal había comprado los derechos de la novelización, pero luego se dio cuenta que esos derechos no se habían renovado y pasaban a ser de dominio público. Al final la cosa se acabó enredando más en los juzgados, con demandas y contrademandas. Finalmente, un juez sentenció que los derechos pertenecían a Merian C. Cooper, guionista y director del film de 1933, que ya en su día estuvo de juicio con la RKO por la disputa de los derechos del personaje. Éste, acabó vendiendo los derechos a Universal.


King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

Pero volvamos allá por 1975, cuando De Laurentiis y la Universal tenían su pelea particular. El italiano llegó a la conclusión que lo importante era adelantarse y estrenar la película antes que la competencia, por lo que aceleró el proceso pese a que todo el tema de la creación del simio estaba muy verde. Aunque, finalmente llegaron a un acuerdo y de lo ganado con su película daría un porcentaje a Universal.

El film del italiano acabó siendo una superpoducción en toda regla: un presupuesto inicial de 16 millones de dólares que acabaron siendo 22, construcción de un gorila robotizado de 6 toneladas y 12 metros de altura recubierto de pelo de caballo argentino (!!) con un coste cercano a los 2 millones de dólares, una escena final con 30 mil extras... Pero como solía pasar con la mayoría de sus grandes producciones, todo tenía cierto olor chusquero, de "esto lo hago por mis huevos salga como salga" y que más vale burro grande, ande o no ande.
 
 
King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

La peli empieza bien. La historia está ambientada en la época en la que se rodó y la excusa para llegar a Skull Island (la isla donde habita el simio) está muy bien buscada: un tipejo con contactos en la NASA tiene información que allí puede haber un yacimiento de petróleo. En la expedición hay un polizón que es nuestro héroe (un Jeff Bridges con una de las barbas más asquerosa que se han visto) y luego se encuentran a una naufraga que es una primeriza Jessica Lange. Como dato curioso decir que en el doblaje se censuró lo que se dejaba a entender en la versión original, y es que el personaje de Lange se iba a China hacer una película porno. A partir de ahí la historia es, básicamente, la misma que la original. Llegan a la isla, se encuentran a la tribu que secuestra a la rubia y se la entregan a Kong, para luego capturarlo y llevárselo a Nueva York como —y nunca mejor dicho— mono de feria.

Como decía, el inicio está muy bien, todo lo referente a la llegada a la isla misteriosa es interesante, hasta que le dan por meter una trama forzadísima para que los dos protagonistas (humanos) se enamoran en unas escenas acarameladas en la cubierta del barco mientras se hacen fotos. Ahí el film, que hasta ese momento mantenía una línea seria, comienza a entrar en el terreno de la parodia (aunque sin sin llegar a él al 100%). El personaje de Charles Grodin acaba siendo una caricatura del clásico malo megalómano, acabando como un chiste con patas. Tampoco se puede tomar muy en serio el hecho que a Kong lo hagan aparecer ante el público de un gigantesco surtidor de gasolina. Esperpéntico.

King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

Capítulo aparte habría que darle a los efectos. A día de hoy son simplemente desastrosos y chirriantes, sobre todo en su parte final. Dando la sensación que con tal de estrenar la película en aquellas navidades se cepillaban las tomas a velocidad de vértigo. Parece ser que en un primer momento se contrato a Rick Baker —todavía sin tener la fama que le daría Un hombre americano en Londres (An American Werewolf in London, 1981)— para que se encargara del disfraz del mono, pero cuando por Hollywood se supo que en esta nueva versión el primate iba a ser un señor disfrazado comenzó a correr el choteo como la pólvora, a lo que De Laurentiis miró hacia su Italia natal y se trajo a Carlo Rambaldi, que junto a Baker idearon unos mecanismos para la expresividad de la cara de Kong. Además, el productor se empecinó que eso no podía quedar así, con lo que se le metió entre ceja y ceja (y créeme cuando te digo que de esto iba bien servido) que había que construir un simio gigante. El bicho, de varias toneladas y 12 metros de altura, tenía que moverse pero aquello no funcionaba ni en broma. Su aparición acabó limitándose a un par de minutos al final de la cinta, evidenciando su condición de muñeco gigantesco que no mueve ni un dedo.

King Kong 1976, Dino de Laurentiis, John Guillermin, Jeff Bridges, Jessica Lange

Al final, lo más destacable fueron las expresiones faciales de la bestia y poco más. Porque es más evidente que es un señor disfrazado —el mismísimo Rick Baker—, que la escena de la lucha con la serpiente gigante es plasticosa made in Taiwan y la cantidad de escenas con un croma chusquero hacen que uno se pregunte cómo se llevó el Oscar a los mejor efectos. Pero hay que entender que por la época las películas con efectos eran poquísimas y el premio no estaba implementado de forma regular en el certamen.
Y par seguir con la faraónica visión del productor, el climax final no podía suceder en el Empire State, si no en las torres gemelas del World Trade Center que se acababan de convertir en los edificios más altos del mundo.

Pese a que hoy en día haya quedado muy desfasada y, en cuanto a novel técnico, a la altura de una serie B, en su día fue un gran éxito taquillero. Lo que ayudó a que los derechos televisivos fueran vendidos a precio de hora, dando con una edición televisiva que llega a las 3 horazas.



King Kong 2, Dino de Laurentiis, John Guillermin, King Kong livesKing Kong (King Kong lives, 1986). El comentado King Kong producido por De Laurentiis fue un éxito tremebundo, pero en la época todavía no había explotado la cultura de hacer secuelas, que sería más propia de los 80, y había un buen pollo montado con los derechos del personaje. Impedimentos más que importantes para que alguien se planteara una secuela. Y no fue hasta una década más tarde cuando la Universal, que ya era legalmente poseedora de los derechos, y el productor italiano unieron fuerzas para cagar no sólo una de las peores secuelas, si no, una de las peores películas de la historia. No se complicaron demasiado con la trama, haciendo que el inicio se situara justo cuando acaba la anterior. King Kong no está muerto y lo mantienen con vida pero sin conciencia durante una década en algún laboratorio, llegando incluso a insertarle un corazón artificial, pero la operación sale mal y es indispensable una transfusión de sangre. Por arte de birlibirloque del guionista —sí, lo hizo un mago— se topan con otro espécimen pero es versión femenina, la cual capturan y se la llevan para usarla para la transfusión. A partir de ahí lo previsible: los simios se encariñan, se escapan, el ejercito detrás...
Aquí realmente son los dos simios los auténticos protagonistas, ninguno de los humanos tienen un mínimo de interés. Ni siquiera Linda Hamilton ni Brian Kewrwin (¿quién diantres es este tipo?), que van constantemente detrás de Kong y señora cuales moscas cojoneras.

Hay que decir que las escenas de los cromas están muchísimo mejor hechas que la anterior, incluso juegan más con las perspectivas. Pero aquí la condición de unos señores disfrazados de monetes es mucho más cantosa. Pero tampoco se librán de multitud de fallos de escala. Cosa muy evidente en la que Kong se zampa unos caimanes.
También es interesante ver como aquí hay mucha más crueldad. King Kong se come a un tipo como si fuera un fartón y a otro lo parte por la mitad, todo ello de forma bastante gráfica.

Esta secuela, que volvió a contar con Guillermin como director, sufre de un presupuesto muy inferior (apenas 10 millones). Lo que hace que ni tengamos escenas de multitudes corriendo y que (¡oh, mierda!) practicamente en su totalidad pase en los bosques. Nada de urbe y, por consiguiente, en el clímax final nos hemos de olvidar de ver a los protagonistas subir algún gran edificio. Todo acaba ocurriendo en un triste granero, donde, cual virgen María, da a luz a un monete muy chungo. Seguramente sería el último intento de mantener la esperanza de futuras secuelas, cosa que, évidenmment, nunca ocurriría. Y es que estamos ante uno de esos fracasos estrepitosos que ni recuperaron lo invertido.
King Kong 2, Dino de Laurentiis, John Guillermin, King Kong lives

Yo, que soy muy maniático por esto de los pósters, acompaño el título con la que se me quedó en la memoria, la de su edición en vídeo —un diseño muy 80tero, pero no quiero dejar pasar los carteles de su estreno en cines. Pura y llanamente casposos hasta decir basta. Casi de película de dibujos animados.
En cambio, el japonés tiene ese no sé qué que mola mucho, sobre todo porque se parece a Son Goku transformado.

martes, julio 19, 2016

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (Paura nella città dei morti viventi, 1980) es la primera de la llamada trilogía de la muerte que el propio Lucio Fulci no la veía como tal, formada por El más allá (...E tu vivrai nel terrore! L'aldilà, 1981) y Aquella casa al lado del cementerio (Quella villa accanto al cimitero, 1981). Los más listillos ya sabrán que no es una trilogía de las que hay una línea argumental que se va desarrollando entre ellas, si no por el hecho que en ellas aparece el elemento de unas puertas que conectan este mundo con el de los muertos. Tanto en ésta como en El más allá es más que evidente porque así aparecen, mientras que en Aquella casa al lado del cementerio no se mencionaba para nada estas "aperturas", pero aun y así siempre ha formado parte de esta trilogía, más por el imaginario popular que porque así las considerase su director. 
 
Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl

Recordemos que Fulci había dirigido de rebote Nueva York bajo el terror de los zombi (Zombi 2, 1978) —tenía que haberla dirigido Enzo G. Castellari que se acabó convirtiendo en su éxito más sonado y, pese a que ya había ido dejando algún que otro momento de casquería en sus anteriores trabajos, ahí pudo Lucirse a tope. Con lo que, y siendo el director un tipo que nunca escondió su interés por hacer negocio puro y duro y preocuparse más por la pasta que por los logros artísticos, no se lo pensó dos veces a la hora de meterse de lleno en el terreno del splatter y el gore. Así que, después de un alto con Luca el contrabandista (Luca il contrabbandiere, 1980), un poliziottesco no exento de violencia y momentos salvajes, se metió de lleno en el terror. 

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl

En el pueblo de Dunwich un cura se suicida ahorcándose. Este hecho será presenciado por Mary desde Nueva York mientras está en trance en una sesión espiritista, para seguidamente caer muerta. Esto hará que el periodista Peter Bell se interese por el asunto, personándose hasta el cementerio donde la están enterrando y descubriendo que sigue viva dentro del ataúd. Una vez liberada descubren que la muerte del cura desembocarán en el regreso de los muertos a nuestro mundo la noche de Halloween.
 
Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl

Como es habitual en el director, este argumento acabará siendo un sinsentido con personajes que toman decisiones cuanto menos extrañas, y que, no nos engañemos, está explicada con los pies. Hecho que para los fans será motivo de la genialidad de su director, que juega con el surrealismo, mientras que los detractores lo achacarán a su incapacidad. Personalmente creo que hay un poco de todo, cosas que son intencionadas y otras que le salieron así por birlibirloque. 

El film tiene algunos momentos icónicos no sólo de la filmografía del director italiano, si no del género del terror. Escenas como la de MacColl dentro del ataúd gritando e intentando salir, claramente inspiradora de una escena similar en Kill Bill. Volumen 2 (Kill Bill: Vol., 2004) —no por casualidad en los agradecimientos estaba el nombre del director italiano—. Pero, sin duda, lo más recordada es la que atraviesan la cabeza de un tipo con una máquina de taladrar. Una escena que Fulci dilata hasta la extenuación y nos la muestra con toda la crudeza posible, ayudado por unos efectos realmente buenos. Cosa que nos lleva a las muchas escenas tremebundas con las que nos obsequia haciendo que la película fuera censurada en multitud de paises como Alemania o Reino Unido, pasando a engrosar la lista de video nasty. Pero eso es algo habitual dentro de la filmografía del director. Recordemos que por estos lares eran films que acababan con la clasificación "S".
 

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl

En el cast tenemos a Katriona MacColl, que aquí haría su primera aparición en el universo Fulci, siendo protagonista después de El más allá y Aquella casa al lado del cementerio; Christopher George, que un par de años después lo veríamos en Mil gritos tiene la noche de Piquer Simón; Carlo De Mejo, Fabrizio Jovine y Daniela Doria, unos habituales en aquella época en las pelis de Fulci; además de un cameo del propio director y un pequeño papel para Michele Soavi, futuro director de Aquarius (Deliria, 1987) o Mi novia es un zombie (Dellamorte Dellamor, 1994) y que acabó horrorizado ante lo déspota que era Fulci en el set de rodaje y nunca volvieron a coincidir. 

Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McColl Miedo en la ciudad de los muertos vivientes se rodó en 4 semanas y 10 días después se estrenaba en los cines italianos. Sí, apenas tenían semana y media para hacer toda la edición. Pero es lo que había en la época con estas películas. El propio Fulci había llegado a firmar 3 o 4 films el mismo año. 
Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, lucio fulci, Michele Soavi, Catriana McColl, Catriona McCollCon ese sistema poco margen de maniobra tenían, de ahí que, muchas veces, tenían que hacer auténticas piruetas en la sala de montaje. Ya es mítico ese plano final de Miedo en la ciudad de los muertos vivientes, que en un primer momento apunta a un happy end, pero que la magia del montaje y la mala leche del director para colocar un grito en el último segundo haga que nos quedemos con el culo torcido. Lo que inició ya su marca en esta trilogía con finales negativos para sus protagonistas.

Para terminar la curiosidad que existió una edición en VHS con el título de Entrada al infierno, con una carátula realmente chusquera, no sólo porque el dibujo del cura poco o nada tenga que ver con el que aparece en la película, si no por lo mal dibujado que está. Casi a la altura de la edición Argentina, que ahí se llamó La puerta del infierno.


domingo, julio 10, 2016

Witchboard. Juego diabólico (y secuelas)

Witchboard. Juego diabólico, Kevin S. Tenney, Tawny Kitaen

Los 70 fueron pasto para un terror que dejaba de lado los monstruos clásicos (con excepción de los zombis) y se tiraron por el tema satanista, que estaba muy de moda, sobre todo por el asunto de sectas estilo Charles Manson. Aquello duró lo que duró, o hasta que a Carpenter le dio por estrenar La noche de Halloween (Halloween, 1977) creando el slasher y su consiguiente moda.
Por eso Witchboard (Witchboard, 1986) se salió un poco de la moda imperante en los 80. Además que, seguramente, una película con espíritus siempre es baratito de producir.
 
Witchboard. Juego diabólico, Kevin S. Tenney, Tawny Kitaen

Aquí la cosa va de una feliz pareja que organiza una fiesta para inaugurar su nuevo hogar. El ex novio de ella lleva al guateque una tabla ouija y comienzan a invocar a los espíritus y a la chica le empieza a gustar eso de chatear con el más allá y acaba enganchada al tema, pensándose que entabla conversaciones con el espíritu de un niño pero realmente lo está haciendo con una entidad mucho más oscura.

Witchboard. Juego diabólico, Kevin S. Tenney, Tawny Kitaen

Witchboard nace, en cierta manera, de una experiencia de su director, un debutante Kevin S. Tenney, que vivía en una antigua casa victoriana que había sido dividida en apartamentos. Un día, un amigo llevó una tabla ouija y la sesión acabó con una rueda reventada del coche, tal y como pasa en la película.

La peli empieza muy bien, planos muy inquietantes de la casa acompañados por una musiquilla no menos escalofriante (muy en la línea Goblin) y hasta mantiene cierto equilibrio entre el terror y el humor (una mezcla muy 80tera) con, sobre todo, esa médium estilo Cyndi Lauper, pero que, conforme avanza el metraje, cae en la ridiculez. Como ese personaje del ex novio que se va sacando explicaciones del mundo espiritual y puertas del infierno según le da el punto. O la presencia de la policía, que se limita a UN policía, denotando el poco dinero que había en la producción. Aunque, sin duda, lo peor, lo más sonrojante, es su clímax final, con nuestra poseída de rigor que se ha vestido como un blues brother. Sencillamente de vergüenza ajena.

 
Witchboard. Juego diabólico, Kevin S. Tenney, Tawny Kitaen

Aun y así, su primera mitad es, salvando alguna cosilla, una historia de terror muy conseguida y con mucha atmósfera. Todo lo que rodea a la figura del espíritu maligno, Malfeitor (nombre la mar de chanante para una entidad diabólica), es muy misterioso y terrorífico y el momento que aparece reflejado en un espejo me hizo cagarme de miedo hace casi 30 años. Peeero, como comentaba, la cosa decae hasta límites bastante terribles.

En el reparto tenemos a una Tawny Kitaen que, pese a que ya se había asomado por Despedida de soltero (Bachelor party, 1984) y Gwendoline (Gwendoline, 1984) todavía no había eclosionado. Eso sería a la vez que la aparición de Witchboard, pues también aparecieron los clips de Whitesnake donde aparecía. Luego estuvo una temporada en el culebrón Santa Bárbara (Santa Barbara, 1984-93) y cayó en el pozo de pequeñas apariciones en series, doblaje de animación, las drogas y la cirugía plástica. Muy guay todo.

Witchboard. Juego diabólico, Kevin S. Tenney, Tawny Kitaen

Witchboard acabó siendo uno de esos casos 80teros, una película modesta (apenas 2 millones), que en cines hizo lo justo para triplicar su presupuesto (lo que no es mucho), pero que en su paso al videoclub se convirtió en un éxito. Aquí distribuida por una clásica de la época como CB Films con una no menos clásica carátula (el cartel de cine era bastante más ramplón).




 

Witchboard 2. La puerto del infierno, Witchboard 2: The Devil's DoorwayWitchboard 2. La puerto del infierno (Witchboard 2: The Devil's Doorway, 1993). Tenney seguía metido en el género del terror, pese a que siempre ha dicho que a él ni fu ni fa, y volvió a repetir con La noche de los demonios (Night of the demons, 1988) aquello de pasar de puntillas por los cines pero haciéndose de oro en los alquileres. Pero Witchtrap. El espíritu de la mansión de los Lauter (Witchtrap, 1989), su siguiente película aquí distribuida por la temible Recordvisión, ya no funcionó tan bien, al igual que El sotano prohibido (The cellar, 1989). El pacificador (Peacemaker, 1990), su primera película no enmarcada en el terror, tampoco tuvo demasiada suerte ni repercusión, lo que hacía inevitable regresar a terreno conocido y facturar una secuela de Witchboard. El tema es que la secuela ya llevaba años rondando por su cabeza, pero la productora del primer film entró en problemas económicos y hasta que los capitostes no formaron otra productora el proyecto quedó congelado. Después, el primer guión que fue rechazado y acabaron con uno demasiado parecido al del primer film. Aquí una chica alquila un apartamento donde se encuentra una tabla ouija y empieza a entablar conversaciones con un espíritu que dice ser de la anterior chica que habitaba ese apartamento y fue asesinada.
Sigue la música estilo Goblin que, por momentos, parece saqueada de Suspiria (Suspiria, 1977), al igual que permanece mucho movimiento de cámara sinuoso y en primera persona -hay una escena muy buena que la cámara entra en una casa por una ventana que puede recordar a la famosa escena de Tenebre (Tenebre, 1982). Pero por lo general poca cosa se puede salvar, con mucho momento hilarante (la primera muerte, con objetos punzantes volando por la habitación y la sierra siguiendo a un orondo bigotudo es ridícula). 

También tenemos momentos para el cachondeo premeditado. Si en la primera estaba el personaje de la médium aquí hay un ocultista judío que dice que los espíritus se aburren mucho y por eso quieren hablar con nosotros los vivos. Y que en el mas allá el sexo vende. Pues eso.
En el cast tenemos como protagonista a Ami Dolenz, una scream queen de bajos vuelos que vimos en Pacto de sangre 2. La maldición de la bruja (Pumpkinhead II: Blood Wings, 1993).
En USA apenas tuvo distribución en cines y aquí nunca conoció distribución ni siquiera en mercado doméstico.



Witchboard 3. La posesión, Witchboard 3. The possession
Witchboard 3. La posesión (Witchboard 3. The possession, 1995). Un bróker engominado que no gana un céntimo en la bolsa se entera que su arrendador saca dinero a espuertas en la bolsa gracias a que un espíritu le indica donde invertir a través de la ouija. El arrendatario, que tiene un cáncer terminal, se suicida y el bróker se queda la ouija y el contacto del espíritu. Al final el tipo es poseído por un espíritu y su alma atrapada en un espejo... simplemente terrible.
Aquí apareció directamente en Dvd en esa especie de segunda juventud que tuvieron los videoclubs hace una década con el boom del formato, cuando todo el mundo los coleccionaba. Un Dvd que rápidamente acabó en las cesta de saldo y que acabaría regalando la revista Tiempo.
Efectos digitales más cutres que un episodio malo de los Power Rangers. Una trama que hace aguas por todos lados. ¿Al tipo casi lo dan por muerto y en lugar de llevarlo a un hospital lo dejan en su casa y un buen día recobra la conciencia? ¡No me jodas! Luego viene lo mejor, el tipo, una vez poseído empieza a cortejar a su mujer, le regala flores y ¡un coche!, además de darle mandanga todas las noche, y la tipa está con la mosca detrás de la oreja y decide investigar qué le pasa a su marido. Por momentos parece una mala copia de La semilla del diablo (Rosemary's baby, 1968). Aquí Kevin Tenney quedó relegado al guión y la dirección pasó a manos de un tal Peter Svatek, un tipo que ha hecho mucha mierda en Canadá y que, quizá, solamente sea relevante Hemoglobina (Bleeders, 1997) con Rutger Hauer.

La segunda parte era mala, de esas que te ofende y te jode haber invertido 90 minutos de tu existencia, pero esta tercera entrega es tan inmensamente mala que no puedes evitar reírte ante tanto despropósito. Aunque las carcajadas se las llevan los efectos digitales. Recordemos que estábamos en 1995 y para hacer algo con cara y ojos había que meter mucha pasta, cosa que Witchboard 3 no tiene ni por asomo (básicamente tenían 2 miserables millones).

Y la cosa se quedó ahí hasta que algún iluminado decida hacer le consiguiente remake.