A principios de los 80, en la época de la eclosión del slasher donde cualquier cosa que tuviera jovencitos asediados por un asesino enmascarado (o no) se vendía como rosquillas, llegó a las oficinas de la Universal un guión firmado por un tal Larry Block, que pese a su nula trayectoria como guionista (y que años después acabaría siendo uno de los escribió ¡tachán! Capitán América de Albert Pyun) vería como el libreto sería comprado, para posterioremente ofrecerle la silla de director a un Tobe Hooper recien salido de Misterio en Salem's Lot que aceptó porque la idea de usar como escenario una feria le parecía muy interesante (posiblemente por aquello del Freaks de Browning).
Dos parejas de postadolescentes (pese a que tienen pinta de treintañeros) pasan una velada en una feria ambulante de la zona, pese a que el padre de uno de ellos ya nos ha hecho la advertencia que en esa misma feria años atrás asesinaron a personas. Justo antes de volverse a sus casa el tonto de turno tiene la ingeniosa idea de pasar la noche en la atracción del tren del terror. Pero una vez dentro se encontrarán mirando sin que nadie se percate de su presencia como el hijo del feriante, un tipo deforme que oculta su rostro bajo una máscara del monstruo de Frankenstein, después de intentar pagar por los servicios sexuales de la pitonisa de la feria, acaba matándola. Y ahí tendremos a los chavales intentando escapar del recinto antes que les den caza.
Y además de los actores, destacar algunos nombres detrás de las cámaras. Mark Lester (director de Comando o Curso 1984) en la producción; Rick Baker en los maquillajes (se nota que el presupuesto no daba para mucho más); John Bael (tipo que por increíble que parezca se ganó muy bien las garrafas componiendo música para trailers de películas como el primer Star Wars) que se marca una banda sonora con un tema circense la mar de inquietante; y la esplendida fotografía de Andrew Laszlo con unos colores tan vivarachos como ochenteros. Sin duda uno de los puntos fuertes del film, y es que cualquier película de la época ya nos tiene casi ganados por esos colores y ese granos.
Hooper tiene que pagar el peaje de apuntarse a la moda slasher y debe pagar el tributo de enseñar tetas, postadolescentes obsesionados con la virginidad, bromas pesadas y parte del envoltorio del subgénero. Por suerte no le dedica más que lo justo a estos elementos para meterse de cabeza en lo que le interesa: familia chunga que mata a los más despistados. Sí, en el fondo se marcó una vuelta de tuerca a su querida La matanza de Texas en clave puramente slasher, ambientándola en un lugar tan sospechoso como son esas ferias ambulantes con toda esa gente no menos sospechosa que la suelen poblar. Al igual que Leatherface de Masacre en Texas 2, que parecía un niño grande que era incapaz de distinguir entre el bien y el mal, aquí tenemos al hijo del feriante que regenta el tren del terror (el verdadero malo del film) que es otro ser deforme/mutante que se comporta como un niño.
La casa de los horrores ha quedado sepultada por los mega hits de Hooper La matanza de Texas (revolucionando el nuevo cine de terror de los 70), Misterio en Salem's Lot (el niño vampiro que dejaría más poso en los chavales que la vieron en su época en su pase televisivo) y Poltergeist (la puesta la día del subgénero de casas encantadas con toda la pirotecnia posible que había en los 80), pero es que el tipo tiene una filmografía a tener muy en cuenta porque a ello habría que añadir chuflas tan divertidas como Lifeforce, Masacre en Texas 2 o Invasores de Marte. Pero La casa de los horrores no se queda atrás.
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