Una niñita que ha sido adoptada por el pastor de un pueblo recibe una misteriosa carta donde una tal Lemora le invita a ir a su casa, ya que allí está su verdadero padre, un prófugo de la justicia que vive sus últimos días. El film. un clásico del programa Alucine de la 2, es un antecedente directo de En compañia de lobos. No sé si Jordan conocía este film y si fue fuente de inspiración, pero lo que está claro es que ambas películas tratan de lo mismo: la pérdida de la inocencia en clave de metáfora. Y en Lemora, además, se adentra en el lesbianismo más tórrido.
Lila, nuestra protagonista, se encuentra por el camino personajes lujuriosos que le ofrecen bombones y miradas turbias. Hay por ahí que es como si al Argento bueno (el de los 70 y 80) le hubiera dado por hacer su propia versión de Alicia con tintes vampíricos. Razón no le faltaría, no hay más que ver algunas imágenes para comprobar que la iluminación tiene cierto tufo a Suspiria (aunque esta es posterior), o que su argumento es, cuanto menos, poco coherente.
En film es una cosa muy modestita, rodada fuera de los grandes estudios o, incluso, de los más pequeños. Quedando una cosa de serie casi Z, pero que se nota que se trabajaron mucho los encuadres (alguno muy de estética cómic) e iluminación, dando al acabado una cosa la mar de curiosa. Algo así como Cabeza borradora, que, pese a su modestia económica, luce a las mil maravillas. El tema narrativo, como he dicho, ya es otra cosa. La cosa avanza a trancas y barrancas y la coherencia no es su fuerte. Al parecer la peli está cercenada por la censura y faltaría más de media hora. Este hecho llegó a influir mucho en la película, que no se estrenaría hasta 1975, y eso que llevaba 2 años acabada.
Los actores, en general, son malos, la mayoría hicieron más bien poquito en el campo del celuloide, y el propio director, Richard Blackburn, uno de esos extraños personajes que pululaban el underground y que llegó a ser guionista de ¿Y si nos comemos a Raúl?, se reserva el papel del pastor que cria a la protagonista. Y los maquillajes de una especie de zombi vampiro no ayudan demasiado a mejorar el asunto. Com rareza se puede ver, más que nada como curiosidad. Pero más allá de esto siempre nos quedaremos con En compañia de lobos.
La secuela del film de Verhoevenfue un varapalo para su productora, que pasaba un momento económico crítico y esperaba que el policía robot les ayudara en salir de la situación. Pero los 45 millones recaudados en suelo norteamericanos no eran suficientes, y menos cuando la película había costado más de 35. Tal era la fe de la Orion que, mientras RoboCop 2 ni se había estrenado, pusieron la maquinaria en marcha para producir RoboCop 3.
Y para la ocasión se volvió a recurrir a Frank Miller para el guión y para la dirección se llamó a Fred Dekker, que, pese a su escueta filmografía, había dirigido un par de pequeños clásicos como El terror llama a su puertay Una pandilla alucinante, además de ser el autor del guión de House. Una casa alucinante.
Una vez que vieron lo poco que había funcionado la secuela tuvieron que reescribir el guión para adaptarlo a una producción mucho más modesta (unos 20 millones de dólares) y suprimirle lo más escabroso para conseguir una calificación para todos los públicos. Además de tener que buscar a otro protagonista, ya que Peter Weller no estaba por la labor y estaba enfrascado en El almuerzo desnudo de Cronenberg. El elegido para sustituirle fue Robert Burke, que era más conocido porel culebrón Santa Barbara que otra cosa; además de tener cierto parecido a Weller les fue de maravilla que tuviera su misma percha y pudieron aprovechar las armaduras del anterior film.
Sí siguieron en el cast Nancy Allen, aunque a mitad de película la palma; Robert DoQui como el sargento de la policía y Felton Perry. Como nuevas incorporaciones teníamos a Mako, John Castle haciendo de malo y un par de pequeñas incorporaciones pertenecientes al universo Seinfeld: Lee Arenberg (también conocido por ser el enanito gruñón de Érase una vez) y Daniel von Bargen.
Al final, y pese a las muchas trabas que tuvo la producción (estuvo más de un año acabada pero la Orion rozaba la bancarrota y no podía estrenarla), la cosa les quedó mucho más apañada que Robocop 2. En parte porque es un divertimento que hay que tomarse a cachondeo, con mogollón de ideas estrafalarias como colocarle al protagonista un injerto de fusil en la mano o hacerle que vuele. Por otra parte se vuelven a usar muchos clichés del film original: mucho humor negro (el ejecutivo que se suicida mientras telefonea a su mujer), los anuncios de televisión y algunas imágenes icónicas como una chica a la que quieren violar y la sombra de Robocop aparece de fondo o cuando los rebeldes le reparan y lo vemos todo desde su perspectiva, al igual que su "nacimiento". Y, además, tiene una trama super actual: la OCP, dueña de la ciudad, está arruinada y se dedica al desalojo masivo para edificar. Aunque no todo iban a ser alagos, sus efectos son en general flojetes, sobre todo los cromas cuando Robocop vuela. Y uno de los villanos, el japonés-ninja, mola mucho, pero se nota que es un recurso para no tener que construir un mega robot que les hubiera disparado el presupuesto.
RoboCop 3 acabó llevándose un buen varapalo, a las malas
críticas se le unió un fracaso en la taquilla bastante importante con
apenas 10 millones en caja. Orion vendió los derechos a los canadienses para que hicieran una serie de televisión. En un principio las intenciones eran buenas: contactaron con Peter Weller para que volviese a robotizarse y, evidentemente, dijo que no; y llamarón a los guionistas originales y creadores del personaje, Edward Neumeier y Michael Miner, que acabaron reciclando el guión que les rechazaron para RoboCop 2 para el episodio piloto. Aquí los listillos de Manga sacaron el piloto en vídeo bajo su sello Strong Video con el falso título de RoboCop 4. Policía del futuro.
Ya en 2001 los canadienses volvieron a la carga con otra miniserie de 4 capítulos titulada RoboCop: Prime directives, que, pese a las buena intenciones de los guionistas de volver a la esencia del primer film, el poco presupuesto del que disponían le daban a los capítulos en aspecto demasiado pobre para los tiempos que corrían.
Como es bien sabido para el 2014 nos espera un remake de la mano de José Padilha, con Gary Oldman, Samuel L. Jackson, Jackie Earle Haley, Michael Keatony Joel Kinnaman enfundado en la armadura del policía robot.
Y no han faltado los malos comentarios en cuanto han aparecido las
primeras imágenes, pero esto es como todo, mejor nos esperamos a ver la
película y luego ya opinaremos.
Aunque nos pueda sonar a chino, RoboCopno fue el éxito que aparentaba ser. Al menos en cines. En los USA no estuvo ni entre las 15 más taquilleras en ese año 1987, sobrepasada ampliamente por películas (bastante menores) como Tres solteros y un biberón, El secreto de mi éxito, Dirty Dancing oHechizo de luna.Otra cosa fue su carrera en los videoclubs, donde hizo el agosto. Al ser una película con un ajustado presupuesto (13 millones de
dólares) lo cosechado le supo a gloria a la Orion, que no era la Warner Bros
precisamente.
La cuestión es que en RoboCop había filón, así lo atestiguan los cómics que
editó Marvel o la serie de animación también de la Marvel. Cosa bastante
absurda, ya que uno de los puntos fuertes del film era su violencia, y eso en la
serie animada era tabú. Amén de toda la gama de videojuegos aparecidos en
Game Boy, Nes, Spectrum, Commodore 64 y cualquier ordenador de la época. Así
pues, una secuela era cuestión de tiempo, por mucho que el primer film empezaba
y acababa en si mismo y no había una necesidad real de seguir la serie más allá
del tema económico.
Para ello se contó en el guión con Frank Miller. El experto
en revitalizar y oscurecer las franquicias de Batman o Daredevil en formato
impreso, tuvo que lidiar con una nueva reescritura del guión después de que la
productora rechazase las primeras propuestas de Edward Neumeier, guionista del anterior
film.
Con Verhoeven fuera del proyecto (enfrascado con el monstruo de Desafío total)
se tiró de Irvin Kershner que, pese a su condición de veterano, tenía bastantes
lides llevando el mando de producciones grandes y con efectos como Nunca digas
nunca jamás, aunque siempre será recordado por El imperio contraataca.
RoboCop 2 sigue a raja tabla una de esas leyes hollywoodianas en la que toda
secuela que se precie ha de ser mucho más cara y fotocopiar el anterior film
pero siendo más espectacular, con más efectos, más explosiones y más de
todo. Lamentablemente la cosa acabó siendo eso, una fotocopia, pero de las de
blanco y negro y mínima resolución. Se intenta seguir con los detalles
cínicos como los segmentos de los telenotícias o los anuncios de televisión que
tan bien se le dan a Verhoeven (aunque hay que recordar que de este recurso ya
tiraba Miller en El regreso del señor de la noche), pero aquí carecen de garra y
la mala uva que les impregna el director holandés. También se prescindió de
Basil Poledorius en la banda sonora, siendo sustituido por Leonard Rosenman, que tuvo su
mayor cagada en no recuperar el tema de RoboCop, y pariendo una partitura
bastante flojita.
En cambio, sí se contó con la mayoría de los actores del anterior film: Peter
Weller, Nancy Allen con más cara de pan que nunca, Dan O'Herlihy (el amigo alienígena del prota de Starfighter), Robert DoQui como el sargento de policía,o Felton Perry.
Uno de los mayores problemas del film es el quiero y no puedo ser como la
primera. Mucha culpa debió tener que el guión presentado por Miller fuese
reescrito y cambiado de arriba abajo. Pese a que aquí entramos de lleno en el
cyberpunk, la cosa daba cierto tufo a serie B. Lo que es curioso, porque
teniendo muchos más millones que en la primera se ve más pobretona que
aquella. Aun y todos estos problemas a RoboCop todavía le iban a durar las
pilas.
De sobras es conocido por el fandom que Paul Verhoeven tiró a la
basura el guión de RoboCop cuando apenas había ojeado unas pocas
páginas, hasta que su mujer lo ojeó y descubrió que debajo de esa capa
de película de acción/ciencia ficción había muchos elementos de los que,
si se rascaba un poco, podía salir petróleo en forma de crítica de la
sociedad norteamericana.
Además, el hecho que en Holanda no estuviese demasiado bien considerado y
lo difícil que le resultaba conseguir la financiación de sus films, no
ayudaba mucho, así que ni corto ni perezoso se plantó en los USA con la
única oferta en firme que tenía.Aunque primero, mientras RoboCop iba cogiendo forma, dirigió un capítulo
de El autoestopista para ir desfogándose con el modus operandi yanki.
Si es de sobras conocida la primera negativa del director al guión,
no lo es menos los tira y afloja que mantuvo con Rob Bottin, auténtico
creador de la imagen del cyborg. El trabajo de este fue interminable,
creando un personaje que bebía del Juez Dredd, la Maria de Metrópolis o
el Gort de Ultimátum a la Tierra. Después de varios meses la criatura
estaba finalmente creada, no sin antes recibir el visto negativo de
quien acabaría embutiéndose en la armadura, Paul Weller, el cual llegó a
tardar 11 horas en caraterizarse como RoboCop el primer día que tenía
que aparecer en el set de rodaje, con el consiguiente desepero del
director. Esto no hacía más que enturbiar la relación entre el director y
Bottin, lo que generó que este último no pisara el set durante la
filmación, delegando el trabajo en un equipo bajo su supervisión en la
distancia.
Producida por la Orion, una de esas extrañas productoras/distribuidoras que buscaron el equilibrio entre parir films que recibieran los elogios de la crítica (La fuerza de un ser menor, Colors, la etapa ochentera de Woody Allen) y los que amasaban millones en los cines (Terminator, Código de silencio, F/X Efectos mortales).
RoboCop se conserva fresquísima, a día de hoy no parece en absoluto
que tenga 25 años, salvo algunos peinados crespados, pasa perfectamente
por un film actual. Incluso sus efectos, mezcla de animatrónics, látex y
stop motion, cumplen a la perfección. Quizá la animación fotograma a
fotograma es lo que más canta, pero eso le da un toque entrañable. Por
suerte, haber hecho algunos efectos en croma les hubiera salido
demasiado caro. ¡De buena nos libramos!
Además de aprovecharse de pequeños detalles para darle un toque
futurista pero sin pasarse, algo más tangible. Por ejemplo, al igual que
en Perseguido, se aprovechó de algunas localizaciones (Dallas) donde
sus edificios eran bastante angulosos, además de prescindir de los
coches típicos de la época y usar los Ford Taurus, con estética europea.
Para el recuerdo han quedado muchos de sus elementos: el detalle de como gira la
pistola al igual que el protagonista de la serie que veía su hijo o las
muertes, ya sea la crucifixión a balazos de Murphy, el ejecutivo de la
OCP a balazos ante el ED 209, el violador capado y la sombra de RoboCop proyectándose en la pared, el malo que se
deshace en el ácido, el "vivo o muerto vendrás conmigo" o el sonido de RoboCop al caminar.
Todo ello bajo los innegables toques Verhoven, con todo ese humor negrísimo o los constantes anuncios de televisión (el del dinosaurio y el coche obra de la factoría Chiodo). Quedando patente que darle los medios de Hollywood a un europeo puede acabar generando productos más que buenos.
Detrás de este chanante cartel y del no tan chanante título patrio (mucho más fardón el original, Rolling Thunder) nos encontramos un film que promete más de lo que da.
Su título original se refiere a una operación militar norteamericana acaecida durante la guerra del Vietnam en la que se buscaba destruir la industria y las comunicaciones del enemigo (de ahí que el "Corea" de nuestra traducción se la sacó de la manga la distribuidora). Operación que, por otro lado, resultó un desastre para las estadounidenses, no solo económico, si no también por su ineficacia a la hora de conseguir su objetivo. Durante esta operación numerosos soldados acabaron en manos del enemigo en Hanoi, muchos de ellos fueron los famosos desaparecidos en combate. Rollo Chuck Norris y tal. De esta situación tenemos a un militar que regresa a los Estados Unidos después de permanecer preso durante 7 largos años. Como suele ser habitual en estos casos, el tío vuelve a su hogar totalmente trastocado e insensibilizado. Allí se reencuentra con su mujer, que ha tenido algún que otro escarceo sexual en su ausencia, y su hijo, el cual no veía desde que era un retoño. Como es habitual en esto casos en la cultura yanki, el tipo es considerado un héroe de guerra en su pueblo, donde es agasajado por sus paisanos con un cádillac o un maletín lleno de monedas de plata, una por cada día que estuvo encerrado. Es este maletín el que le acabará de romper los esquemas cuando un grupo de méjicanos entra en su casa con la intención de robárselos. Pero claro, el tipo, que poco se amedrenta después de las torturas que recibió en su cautiverio, no tiene ninguna intención de darles el botín, ni siquiera después que le metan la mano en el triturador de basuras y se la destrocen. Aunque luego los asaltantes consiguen su propósito cuando el hijo del militar cante donde se encuentra, lo que no hace más que condenarle, ya que los mejicanos se lo cargan a él y a su madre, y el militar queda medio destrozado en la cocina. No hace falta adivinar que el tipo perderá el culo por seguir la pista de los asesinos y darles venganza.
En el fondo no estamos ante un film de justicieros, si no de vengadores. Al igual que el Punishercomiquero, nuestro protagonista, que ya está bastante tocado psicológicamente de su experiencia bélica, explota cuando se cargan a su mujer y, sobre todo, hijo, lo que le hace buscar a los asesinos. Poco le importa lo que pase a su alrededor, él solamente se mueve y respira con el fin de cargarse a unos infelices mejicanos. En esto se aleja de la moda iniciada con el tándem Bronson/Winner y su saga Death wish, ya que el bueno de Charlie sí tenía más ganas de acabar con los maleantes aunque no fuesen los que se habían excedido con su familia. Dirigida por John Flynn, un experto en cine violento con La organización criminal, Encerrado o Buscando justicia; y guionizada por Heywood Gould, autor del libreto de Cocktail y Los niños de Brasil y que luego dirigiría Un buen policía; aunque el que más destaca en Paul Schrader,
que era el peso fuerte del guión y, en un principio, tenía que haber sido el director. Cosa que se nota, y mucho, porque
podemos ver un montón de sus tics e inquietudes recurrentes en su filmografía.
En el reparto William Devane como prota absoluto, Tommy Lee Jones en un papel más o menos secundario, aunque importante en la trama, y Linda Haynes, la de Experimentos humanos. Todos ellos en esta producción de Lawrence Gordon que, en su momento, era tan violenta que la Fox, que la produjo y tenía que distribuirla, vendió los derechos a la experta en blaxploitation AIP. El ex-preso de Corea podría haber sido mucho mejor. Vale que para el final se guarda una matanza a golpe de recortada en un puticlub, pero a día de hoy su violencia sabe a pasado. Y aunque en la primera media hora se ventilan todo el tema del militar que llega a casa y ya lo tenemos cabreado porque le han cortado la mano y se han cepillado a su familia, luego cae en la repetición y notamos a faltar lo que su cartel nos promete: un auténtico psicópata que, garfío en mano (nunca mejor dicho) y con gabardina y gafas rollo Dr. Octopus, mate, mate y mate. Además, su realización bastante plana y telefilmesca no es que ayude demasiado. Seguramente, de no tener detrás a Schrader y, sobre todo, la bendición de Tarantino no sería un film demasiado recordado hoy en día.
Que clasicazo es pasearse por los foros y que cada cierto tiempo alguien
formule la pregunta mágica: "¿alguien sabe cuál es el título de una peli en la
que un chaval bate el record en una máquina de marcianitos y es reclutado por
los extraterrestres para combatir en una guerra espacial?"
Ahora, con el estreno de Oz, un mundo de fantasía de Sam Raimi, es un buen
momento para recordar que hubo vida más allá de El mago de Oz de Victor
Fleming. Adaptaciones, versiones, traslaciones... han habido más que muchas, desde series de animación o largos anime, de tema carcelario como la serie Oz de la HBO, o el
musical con The wizz de la Motown.Incluso en dosis con cuentagotas (llámase homenaje,
llámese guiño, llámese referencia) en las filmografías de Lynch, De Palma y,
como no, Burton.
Pero si hay una que destaque es Oz, un mundo fantástico (Return to Oz en su
V.O.), uno de esos films en imagen real de la época oscura de Disney (recordemos
El carnaval de las tinieblas o Los ojos del bosque).Época oscura, pero
magnífica en cuanto a resultados, todo hay que decirlo. El film vendría a ser una secuela directa del film de 1939. Bueno, más bien
sería una version de que recopila varios elementos de las secuelas impresas,
concretamente de La maravillosa tierra de Oz y Ozma de Oz. Hay que recordar que
el universo de Oz se compone de más de una veintena de libros.
Doroty vive obsesionada con sus aventuras en Oz, sus tíos evidentemente no
creen que nada de eso haya sido real y por eso la llevan a una clínica. Allí
recibe la visita de una misteriosa niña que proviene de Oz.Doroty decide fugarse de la
clínica, cayendo en un río y llendo a parar a Oz. Allí descubre que todo el reino
está en ruinas y sus habitantes han sido convertidos en piedra, con lo que se
pondrá manos a la obra para descubrir que es lo que ha pasado en su
ausencia.
Dirigida por Walter Much, que como director tiene una carrera más bien breve,
básicamente este Return to Oz es su único film. Sin embargo, como currante en el
apartado sonoro es todo un especialista, habiendo ganado varios Oscar y haber
estado en producciones de Coppola o George Lucas. Fue precisamente el director
de Star Wars una ayuda importante para Much, ya que este le aconsejó y le visitó
durante el rodaje. Además de dar la cara por él cuando el presupuesto se disparó y Disney quería despedirle para colocar a otro con más experiencia.
Oz, un mundo fantástico tiene muchísimos elementos demasiados oscuros para el
público infantil, pero eso no era impedimento para que los chavales de los 80
dejáramos de verla. Poco importaba que los "rodadores" dieran auténtico miedo, o
el mal rollo que daba que el rey Nomo se quisiera zampar a Calabaza Jack (personaje bastante similar al Jack de Pesadilla antes de Navidad), por no
hablar de Mombi, con toda esa colección de cabeza envitrinadas o el ver una ciudad de Esmeralda totalmente fantasmal con todos sus habitantes convertidos en figuras de piedra.
Pero aun y todo lo bueno que tiene hay que reconocer que a la película le
falta un puntito para acabar de ser del todo redonda. Sin ir más lejos, el desenlace es
demasiado apresurado, como si se les hubiera acabado el presupuesto antes de
tiempo. Eso o que se perdió metraje en la sala de montaje. Además, hay cierta sensación de querer contar demasiado en tan poco tiempo y nunca acabamos de sentir demasiado afecto por los personajes que Doroty se encuentra en su aventura.Con lo que estamos
ante un film que está un escalón por debajo de clasicazos como Dentro del laberinto o Cristal oscuro. Aunque eso no es impedimento para sacarle
muchísimos puntos positivos. Pero lo que más se lleva la palma son sus efectos
repletos de animatrónics, stop motion, disfraces, maquillajes... Por ahí corrían gente que había estado detrás de Cristal oscuro, las sagas de Indiana Jones o Star Wars o el mismísimo Henry Selick. Con razón
estuvieron nominados al Oscar. Como buena película de Disney en imagen real de la época, acabó siendo muy
cara, costando más de 25 millones de dólares, de los cuales no recaudó ni la
mitad. Este fracaso, en parte, fue debido a que la crítica acusó al film de ser demasiado oscuro y tétrico para el público infantil. Pero, ¿desde cuándo eso ha sido algo malo?
Si hace poco comentaba Meteor Man como un film de los 90 hecho para el
público afroamericano, donde a falta de tener los derechos de algún superhéroe
se lo inventaron, en Blanckman es exactamente lo mismo. Héroe (porque de super
tiene más bien poco) negro que no tiene su origen en las páginas de ningún cómic
protagonizando una comedieta para toda la familia.
Protagonizada y escrita (junto al guionista de Pretty woman y Alerta Máxima)
por Damon Wyans, uno más dentro del clan Wyans, respobsables en mayor o menor
medida de los Scary movie, Pequeño pero matón, Dos rubias de pelo en pecho y
comedias de calaña similar. Aunque eso sí, el tal Damon es un poco el hermano
tonto porque siempre ha estado apartado del éxito de las producciones de sus
brothers.
Blackman, obviaremos la espantosa traducción,es un héroe patoso pero extremadamente inteligente, capaz de
inventar los cachivaches más variopintos con trastos encontrados en la basura.
Pero, por otro lado, es un tío patoso, pues su alter ego no deja de ser el
clásico nerd de pica vida social que tiene que fabricarse a sus amigos. De
superpoderes va limitado. Básicamente no tiene, y si ejerce como salvador de la
ciudad es porque ha inventado un tejido que repele las balas. Ahí se limitan
todas sus habilidades. Eso y su falta del ridículo, porque su traje casposo, que
nos puede recordar a Super Goofy, y su antifaz de Tortuga Ninja no da para
más.
La película es ligeramente superior a Meteor man, pero no demasiado. Más por
que su director, Mike Binder (Más allá del odio, En algún lugar de la memoria y
poca cosa más), tiene mas maña en esto de la cámara que Robert Townsend. Por lo demás
todo tiene tufillo a Troma pero quitándole las flatulencias y las tetas. Sobre
todo por esos malos tan de comic de los años 40. No por casualidad los homenajes
al Batman de Adam West son legión.
Por ahí corren Jon Polito, habitualísimo de los Coen, Jason Alexander, el
George Constanza de Seinfeld y un par de mini apariciones de Rony Cox y Greg Kinnear, cuando
empezaba en el cine. Blankman es la clásica peli que veíamos en el videoclub
y no cogíamos por su horripilante carátula, que invitaba bien poco. Y casi que
mejor, porque solamente nos íbamos a encontrar un producto estilo telefilm
Disney de los malos.
Todos conocemos esas adaptaciones a imagen real del tebeo patrio que son Zipi y Zape, Makinavaja, Mortadelo y Filemón o Historias de la puta mili. Pero hay una que casi se diría que es toda una rareza. Ver a Makoki en 3D no es algo que se vea todos los días.
Ya he comentado muchas veces que las películas basadas en superhéroes
no comenzaron a producirse a gran escala hasta los éxitos de X-Men y
Spiderman. Básicamente porque hasta la fecha los efectos especiales no
daban para mucho más que unos cuantos cromas. Con la finalización de los
90 los efectos digitales comenzaron a despuntar y las grandes
productoras vieron factible gastarse millones en pelis protagonizadas
por tíos embutidos en mallas que iban dando brincos. De las cuales,
además, podían sacar muchos más millones con miles de objetos estúpidos a
modo de merchandising. Aun así, lograr unos buenos efectos costó lo suyo. Sin ir más lejos,
los efectos del primer Spiderman, a día de hoy, están desfasadísimos.
Pero volvamos a los 90. Ahí o cogías un personaje totalmente
analógico y te gastabas un pastizal o quedabas en ridículo. En un lado
de la balanza tenemos a Batmany en el otro aLos 4 fantásticos versión Corman. Sí, son dos casos totalmente extremos pero muy gráficos.
Otro opción a falta de medios era inventarse al personaje. Tú mismo
podías crearlo en función del dinero disponible. ¿Que no podíamos hacer
que volase? Pues hacemos que no tenga esa habilidad ¿Lo tenemos mal para darle un
vehículo chanante? Pues se queda sin su bugamóvil y nos quedamos tan
anchos.
Más o menos esta vendría a ser la historia de Meteor Man. Un
personaje creado exclusivamente para la gran pantalla y surgido de la
mente de Robert Townsend (que aquí ejerce de director, guionista, protagonista y productor), tipo que, intuyo, estaría bien relacionado y sabía
comerle la oreja a los mandamáses de Hollywood. Porque si vemos su bio en IMDB vemos que se la ha escrito él mismo. Términos como "visionario", "pionero", "trasciende en todo lo que hace", "adelantado a su tiempo"... me parece que es decir mucho de un tío que solamente ha parido mierda. Desde luego toda su biografía se la ha escrito él mismo. Si es chortero me lo creo. Como mucho lo podremos recordar por ser el protagonista de aquel episodio de Cuentos asombrosos en el que hacía de un guionista de televisión que un día se entera que su planta es capaz de escribir guiones de series para televisión pues ha estado toda su vida delante de una pantalla de tv. Aparte de eso, mucho guión, mucha actuación, producción y actuación de tropecientos telefilms y episodios sueltos de series.
La historia de Meteor Man es sencilla y ramplona como pocas. Un tipo la mar de triste y con una vida aun más triste como profesor de escuela, recibe el impacto de un meteorito, lo que le hará adquirir super poderes. Cosa que aprovecha para combatir el crimen ya que su barrio está infestado de macarrillas. Lo dicho, simplicidad al cubo en una peli al estilo de La hora de Bill Cosby, Cosas de casa o series de ese calibre. Es decir, que estamos ante una peli hecha por negros para un público negro. Básicamente el 95% (o más, Manolo, o más) del elenco es negro. Ahí tenemos al cómico Eddie Griffin, Robert Guillaume (el prota de la serie Benson), un mini papel de Bill Cosby, Don Cheadle antes de ser más o menos conocido, Sinbad y James Earl Jones (la voz de Darth Vader), que, básicamente, tiene el papel más divertido de la peli con todo su arsenal de pelucas.
A nivel de efectos la peli mantiene el tipo ya que no se mataron mucho y usaron trucajes más o menos clásicos que no son demasiado cutres. Otra cosa es el traje del prota. Totalmente hecho de porexpan. Aunque, por otro lado, le da cierta verisimilitud, ya que se lo ha hecho su madre. En cuanto a los superpoderes son un tanto birrias. Ya que si toca un libro es capaz de saber perfectamente su contenido, pero solo durante unos segundos. También es capaz de ver con visión rayos X. Pero es un absurdo, ya que ve a la gente en ropa interior. Claro, estamos ante una peli para todos los públicos, pero... Resumiendo, peli ultra blanca, pese a su oscuro elenco (risas enlatadas), que solamente sirve para la siesta de los domingos. Para completistas de las pelis de superhéroes y gracias.
Con la aparición del film, Marvel se animó a editar un cómic con las andanzas del personaje, pero la cosa no pasó de 6 números. Y es que el film resultó ser un fracaso de taquilla con sus 30 millones de presupuesto para recuperar menos de 10.
Parece mentira, pero hubo un tiempo que Whoopie Goldberg estaba de moda. Empezó con un papel seriote en El color púrpura de Spielberg, pero pronto se tiró a la comedia con Jumpin' Jack Flash o La ratera. Incluso en una peli estilo dramón con tintes sobrenaturales como Ghost, era el elemento cómico.
Es precisamente con esta peli, y su consecuente Oscar, que pega el salto definitivo. Luego se marcó un par de pelotazos seguidos con las dos partes de Sister act y Made in America, que, en parte, funcionó por su romance con el pobre de Ted Danson.
Jonathan R. Betuel, que venía de escribir y dirigir Mi proyecto científico, comenzó a darle vueltas a un film puramente cómico, con dinosaurios por en medio, después de ver Jurassic Park. En la época cualquier cosa que oliera a diplodocus daba dinero, como lo demuestran las varias series de animación con reptiles verdes que inundaron la franja infantil de las televisiones o los films que se apuntaron a la moda (Carnosaurio, Prehysteria!, La isla de los dinousaurios). Eso hizo que no le resultara difícil convencer a la New Line para que se marcase una producción con mucho dinero de por medio.
Los dinosaurios han sido revividos por obra y gracia de un científico. Los bichos verdosos, lejos de ser unas fieras, son bastante afables, llegando a hablar y adquirir las costumbres humanas como vestirse y conducir, con lo que la convivencia con los humanos es cordial. Un día aparece un dinosaurio muerto, y para su investigación se juntan a una humana y un dinosaurio policías.
Dino Rex (o Theodore Rex en su idioma natal) parte como una buddy movie clásica a más no poder: dos personas antagonistas han de limar sus diferencias para llevar a buen puerto una investigación. Todo ello en un quiero y no puedo constante, ya sea porque su director es bastante incompetente a la hora de dirigir y guionizar, o porque el presupuesto, que era bastante generoso, no se supo invertir adecuadamente. Si juntamos Blade Runner, el pato Howard, lo peor de lasTortugas ninja y Dinosaurios, aquella serie de televisión de la factoría Jim Henson, tendremos una estupidez como una casa. O lo que es lo mismo, Dino Rex.
Todas estas comparaciones no son para nada gratuitas. El argumento parece un plagio encubierto de la película de Ridley Scott. Si allí teníamos un investigador rodeado de replicantes y aparece un creador que fabrica juguetes, aquí pasa más o menos lo mismo, tenemos un tipo que crea juguetes con vida y simplemente hay que cambiar los replicantes por dinosaurios. Además de tener algún que otro puesto de comida ambulante y que mucha parte del rodaje ocurre de noche. Aunque esto último parece más para disimular sus decorados, que parecen sacados de los Teletubies.
Dino Rex no es mala, es mucho más que eso. Con ella el concepto de "peli mala" adquiere un nuevo significado. Todo en ella es ridículo. Desde la propia protagonista, que es acojonante como se dejó vestir con semejante atuendo, unas mallas de licra que le dejan al descubierto uno de los culos más gordos que he tenido la desgracia de ver. Esa señora tiene que tener serios problemas para descansar sus posaderas en un wc de medida estándar. Lo único salvable, y esto cogiéndolo con pinzas, son los dinosaurios, que parece que hayan usado los mismos moldes que los que usó el equipo de Henson en la serie Dinosaurios. Eso sí, aquí con mucha menos movilidad y con menos personajes. Esto es patente en la escena de una discoteca donde se nota que la cámara no puede moverse ni un milímetro no sea que se note que ahí no hay más monigotes. Por ahí también corrían los hermanos Chiodo (Killer Klowns), aunque su trabajo aquí es tremendamende decepcionante, simplemente se encargaron de un par de muñecos a los que dieron vida a la vieja usanza de los ventrílocos.
El film fue un fracaso antes de su estreno. Al poco de empezar el rodaje, Goldberg hizo un amago de fuga al ver el desaguisado en el que se había metido, pero los productores le recordaron que tenía un contrato y si no lo cumplía se le podían caer las rastas.
Aun y así, una vez finalizada, los productores se quedaron de piedra ante tal despropósito y ante la que se avecinaba decidieron no estrenarlas en cines y sacarla directamente a vídeo. Convirtiéndose en su momento en la película lanzada directamente al mercado doméstico más cara de la historia. Más de 40 millones de dólares se dejaron. En cambio, aquí, que nos lo tragamos todo, sí se estrenó en cines de la mano de Lauren. Evidentemente pasó con más pena que gloria por nuestra cartelera. Y no me extraña.
Que John Carpenter está semi retirado es un hecho. Su filmografía en este nuevo milenio se reduce a la estimableFantasmas de Marte (2001) y la no tan estimable Encerrada (2010). Entre medio se encargó de dos capítulos de Masters of horror, aquella serie de mediometrajes (ya que su duración no sobrepasaba los 60 minutos por los pelos) capitaneada por el mecenas Mick Garris que, como reza el título, estaba enmarcada en el género de terror y contaba en su filas con directores del renombre de Argento, Dante, Landis, Stuart Gordon, Tobe Hooper o Coscarelli. Fue precisamente nuestro hombre, Carpenter, el que parió uno de los mejores capítulos (si no el mejor) llamado El fin del mundo en 35 milímetros o, en el mucho más acertado título original, Cigarette burns.
Un tipo que regenta un cine de reposiciones recibe un encargo de un millonetis que colecciona películas: encontrar una copia de una película llamada Le fine absolue du monde, de la que solamente se tiene constancia de un pase en el festival de Sitges en los 70. Durante su proyección el público asistente se volvió loco y se descuartizaron entre ellos. Nuestro protagonista accede despues de recibir pruebas irrefutables de su existencia y de la promesa de una cuantiosa suma de dinero. Justo la necesaria para pagar la deuda que tiene con su ex suegro por la compra del cine.
Como podemos ver, el argumento puede recordarnos a otro film del director: En la boca del miedo. Aunque en aquella ocasión al bueno de Sam Neill le encargaban buscar un libro, pero su descensos al infierno de la locura son los mismos que les espera al protagonista de Cigarette burns.
En este caso el protagonista encargado de buscar el film maldito de Hans Backovic es Norman Reedus, que lo recordaremos por las dos pelis de Los elegidos o Blade II. También corren por ahí Udo Kier (Suspiria, La sombra del vampiro y doscientas pelis más) y Chris Gauthier (el gordito de Harper's Island o el Smee de Érase una vez).
El inicio del film (o mediometraje) es totalmente fascinante. Todo lo que rodea a la película maldita nos produce más interés, sobre todo después que el millonario le muestre al protagonista la prueba definitiva que el film no es una leyenda urbana y existe realmente. Esa prueba no es más que uno de los actores que aparecen en él, el cual, lamentablemente, en la edición del Dvd nos destripan esta sorpresa en la carátula (y en el trailer). Por lo menos en la americana quedaba algo más disimulado con la imagen tan tratada, en cambio, en la patria de Manga, era bastante más descarado.
Los amantes de la sangre y las vísceras se lo pasarán teta en el último tramo, todo un festival gore para los sentidos. Además, la mayoría de ellos a base de casquería, sangre falsa y maniquís, como a la vieja usanza. Hay alguna cosilla digital pero que es tan mínima que si no te lo dicen ni te enteras. Todo ello por obra y gracia del gran Greg Nicotero.
El mayor handicap de Cigarette burns es,
a la vez, una de sus muchas cualidades. Y es que nos topamos con un
ritmazo que hace que no nos podamos aburrir en ningún momento.
Lamentablemente esto viene dado por su corta duración y las muchas cosas
que tiene que contar. Sin duda nos encontramos con una historia que
merecía un formato de largo, ya que, al final, nos queda una sensación
que han finiquitado el último tramo de forma demasiado apresurada. Pero eso no es más que un puntillismo. Ya le gustaría a muchos tener un problema de que nos sepa a poco.
Esta peli era un clásico en mis tardes veraniegas de finales de los 80, y desde entonces que no la volvía a ver, con lo que apenas recordaba mucho más allá del grueso del argumento. Así que cuando uno se dispone a recuperar, después de más de 20 años, un clásico de la prepubertad piensa: "Malo. Decepción al canto". Y, por una vez y sin servir de precedente, no ha sido el caso.
Punto límite: cero, o Vanishing point en su idioma original, es un film de culto. Pero no un culto desmesurado como puede tenerlo Blade Runner. Ni siquiera a un nivel más "especial" como el de The Rocky horror picture show. Evidentemente nos encontramos ante un film más modesto en lo que respecta al número de fans, porque no es un film fácil. Aquí no tenemos naves espaciales, personajes deliveradamente freaks y ni siquiera es un film que sea demasiado divertido de ver en compañía.