El 24 del mes pasado aparecía en los USA una edición especial de Xanadú, aunque de especial tiene poquito. Aparte del trailer (que ya venía en la edición que apareció en estas tierras norteafricanas) nos incluyen un sonido 5.1, una galería de fotos que no interesan a nadie y un documental retrospectivo de 30 minutos. Documental muy flojito que apenas mete cullarada en los problemas de producción y demás, con entrevistas al director, Robert Greenwald, y el productor Lawrence Gordon, aparte de un séquito de bailarines y secundarios que nos la traen al fresco. O sea, que explican poquito y nada interesante. Para estar al loro de Xanadú, mejor ir aquí, aquí y aquí.
Aparte, la edición incluye un cd con la banda sonora.
Así que esta nueva adquisición ya es motivo de un enésimo visionado de tan magna obra maestra, no apta para ladillas, garrapatas o vividores varios, y a la postre descubrir que Xanadú no es inmune a la clásica aparición del chupa cámaras de turno de cualquier film.
Aquí nos lo encontramos en los últimos 10 minutos de peli, cuando se inaugura Xanadú. Un último tour de force que empieza con los números de las inéditas (aunque facilmente encontrables en cualquier esquina frecuentada por un hombre con gabardina y sombrero de ala ancha) Drum Dreams (aunque dice la leyenda que salió en la primera edición de la banda sonora y luego fue suprimida), el poupurrí Fool Country (que al menos salió en formato single) y que acaba con el clasicazo que lleva el nombre del film. En estos escasos diez-quince minutillos nos encontramos un extraño engendro de la naturaleza con gafas ahumadas, calvete, barba de chivo-hippy y una inconfundible camisa de cuadros estilo leñador. El tío, un portento de saberse colocar estrategicamente delante de una cámara, sale en más de 10 planos, o sea, que roba protagonismo al mismísimo Michael Beck, por otro lado cosa no muy difícil.
Seguimos en la derecha, al fondo pero encontrable
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