martes, octubre 18, 2016

Passion

passion, brian de palma, Rachel McAdams, Noomi Rapace, Paul Anderson

Si en la anterior entrada daba buena cuenta de un estrellado como John Landis, hoy tenemos a otro que se estampó y no volvió a levantar cabeza: Brian De Palma.

Si bien es cierto que quizá este sea un caso más sangrante, pues, a fin de cuentas, Landis era un director puramente palomitero, de los del entretenimiento puro y duro. Mientras que De Palma ha tenido siempre un rollete de auteur (aunque siempre combinado con cierto éxito de público, que no de crítica), más allá de su obsesión con Hitchcock, lo que su ocaso es más doloroso. Aunque, todo hay que decirlo, su estrella brilló durante más tiempo, desde sus primeros éxitos con Carrie (Carrie, 1976), Vestida para matar (Dressed to kill, 1980) hasta producciones mastodónticas, blockbusters puros y duros como Los intocables de Elliot Nes (The untouchables, 1987) o Misión imposible (Mission: impossible, 1996) pero que tenían un no sé qué que las desmarcaban de cualquier producto tan palomitero como vacío. A eso hay que añadirle películas con auténtico culto como El fantasma del Paraíso (Phantom of Paradise, 1974) o El precio del poder (Scarface, 1983). Aunque tampoco hay que dejar de lado fracasos en taquilla muy gordos: Corazones de hierro (Casualties of War, 1989), La hoguera de las vanidades (The Bonfire of the Vanities, 1990), entre otros.

passion, brian de palma, Rachel McAdams, Noomi Rapace, Paul Anderson

Pero aunque pudo lidiar con los 90, fue entrar en los 2000 y establecerse en Francia y renquear de mala manera. Femme Fatale (Femme Fatale, 2002) fue un fracaso estrepitoso y La Dalia Negra (The Black Dahlia, 2006) apenas cubrió costes. El tiempo entre películas se va espaciando cada vez más y ya parece que De Palma está totalmente perdido para producciones de gran empaque. Redacted (Redacted, 2007) sirvió para que la crítica le tirara flores, pero el público pasó bastante de ella.
Y ya tenemos que irnos hasta 2012 para toparnos con su, hasta la fecha, último film, Passion (Passion, 2012), remake del film francés Crime d'amour (2010). Aunque debería decir 2016, pues aquí nunca tuvo ningún tipo de estreno hasta que este año Movistar+ la programó... para nuestra desgracia.


passion, brian de palma, Rachel McAdams, Noomi Rapace, Paul Anderson

La historia gira en torno a una mujer que se dedica al tema publicitario, creando la nueva campaña de un teléfono móvil. El fabricante queda encantado con lo que le presentan, pero la jefa de la publicitaria se adjudica la autoría, lo que hace que estas dos pasen de tener una relación casi lésbica a cierto odio.

Esto, básicamente, sería la primer ahora. Todo en la línea de guerra internas en multinacionales entre ejecutivos, pero sin gracia, con pocos personajes y todo con un aspecto muy aséptico. En definitiva, el sopor absoluto.

passion, brian de palma, Rachel McAdams, Noomi Rapace, Paul Anderson

A partir de ahí parece (PARECE) que la cosa da un vuelco con un asesinato muy giallo (eso sí, chorretón de sangre totalmente digital) que, todo hay que decirlo, mola (más que nada porque hasta ese momento nuestras neuronas estaban siendo exterminadas por el aburrimiento), pero nada, era un espejismo. Y ya como apunte decir que al director le preguntaron sobre este género tan italiano y decía no haber visto demasiado, que el que le hablaba mucho sobre él era Scorsese, que le hizo ver algunos films.

Al final nos meten en un embrollo de sueños dentro de sueños cual muñeca matrioska que nos deja con la misma cara que se le queda al que le ventilan 50 euros ante un trilero. Todo con el rollete lésbico de Mulholland drive (
Mulholland drive, 2001).

Hay plano secuencia, pantalla partida, un asesino, pistas falsas... pero esto no es el De Palma que lo petaba en los 70/80. Aquí es una especie de copia mala, con tufo a telefilm alemán de esos que tanto gusta a los programadores de Antena 3 y TVE, un ejercicio para autohomenajearse y mirarse el ombligo, que te acaban dejando con la sensación que se han reído en tu cara mientras has perdido 100 minutos de tu vida.


martes, octubre 11, 2016

Sangre fresca (Una chica insaciable)

Sangre fresca (Una chica insaciable), John Landis,  Anne Parillaud, Anthony LaPaglia, Robert Loggia

Siempre me ha dado la sensación que a John Landis se le debió activar un sexto sentido después del varapalo de Oscar ¡quita las manos! (Oscar, 1991) porque, pese a que ya había saboreado el agrio sabor del fracaso con Cuando llega la noche (Into the night, 1985) y Tres amigos (Three Amigos!, 1986), habiendo sorteado la situación respondiendo con un par de hits en las taquillas como Espías como nosotros (Spies Like Us, 1985) y El príncipe de Zamunda (Coming to America, 1988), se lanzó rapidamente a su terreno de confort. Después del film con Stallone se embarcó en una especie de revisitación de unos de sus films más míticos, Un hombre lobo americano en Londres (An american werewolf in London, 1981). Esto es mezclar el terror con el humor negro, aunque aquí en clave vampírica en lugar de los licántropos.

Aunque hay que decir que hablar de vampiros en Sangre fresca (Innocent blood, 1992) se me antoja bastante osado, pues en el film nunca aparece el término (por mucho que el póster sea bastante gráfico), y tampoco queda muy claro que las bestias que aparecen lo sean. Aunque, eso sí, se mantienen fieles a su escaso aprecio por el ajo y la luz directa. Ojo, digo directa, pues con la luz tenue no tienen problemas. 

En cambio, reinventan al personaje en otros muchos aspectos. Para empezar nunca se explica demasiado de ellos, cosa que está bien porque permite hacer con ellos lo que les venga en gana. Aquí más que chupadores de yugulares son casi bestias devoradoras de carne, y, lo más llamativo, son esos ojos de lucecitas que se les ponen. Pero más allá de lo que vemos en pantalla no hay más datos, pues nadie dentro de la trama de la película se preocupa de preguntar ni explicar nada. Simplemente están ahí y ya.
 
Sangre fresca (Una chica insaciable), John Landis,  Anne Parillaud, Anthony LaPaglia, Robert Loggia

El tema va de una chica que es uno de estos seres vampíricos que, pese a ser una engulllidora de sangre, tiene un código moral que le obliga a alimentarse únicamente de criminales. En una de estas se topa con el jefe de una banda de mafiosos italianos. Éste, pensando que se la ha ligado, se la lleva a su casa para acabar siendo pasto de los apetitos culinarios de la chica, pero en el último instante aparece uno de los sicarios y ésta no puede acabar el trabajo, que básicamente es reventarle los sesos de un tiro. ¿En qué se traduce esto? Pues que la víctima, al no estar de todo muerta, ha sido convertida en uno de estos seres y mientras se vaya alimentando conseguirá mantenerse "viva" y con todos los extras que conlleva ser uno de estos monstruos.

Lo cierto es que la trama de convertir al jefe de una banda en un monstruo casi indestructible tiene su gracia. Y más cuando éste decide convertir a sus sicarios en estos seres, casi algo como lo que ocurría en Eclipse total (Full eclipse, 1993) con un cuerpo de policías compuesto por licántropos que operan al margen de la sociedad, pero aquí dándole la vuelta con "vampiros" que son una banda de mafiosos italianos. Todo ello nos lleva a que si le quitamos todos los tintes fantásticos tenemos una película puramente de mafia que la podría haber firmado Scorsese. Y es en ese punto donde más brilla el film, pues todo el reparto se nutre de todos esos actores que hemos visto de secudarios en este tipo de pelis: Robert Loggia, Chazz Palminteri, Rocco Sisto, Tony Sirico, David Proval, Anthony LaPaglia y Luis Guzmán. Solamente falta Joe Mantegna.

Pero quien se lleva nuestro interés es Anne Parillaud, que aquí lo enseña todo. Esta francesa destacó cuando protagonizó Nikita, dura de matar (Nikita, 1990). Precisamente este film fue el que llamó la atención de Landis, que le hizo ficharla, cosa que le llevó de cabeza, pues el inglés de la chica era bastante justito y los productores se quejaban que no se le entendía. A nosotros eso no dio igual, pues en el doblaje no se respetó ningún tipo de acento.

Sangre fresca (Una chica insaciable), John Landis,  Anne Parillaud, Anthony LaPaglia, Robert Loggia

Y, como es bastante habitual en la filmo de Landis, el listado de cameos de gente que suele estar detrás de la cámara en el género fantástico tampoco es para hacerle ascos: Sam Raimi, Dario Argento, Tom Savini, Frank Oz, Michael Ritchie, Steve Johnson y la scream queen Linnea Quigley, que ésta sí era de las que estaba siempre delante de la cámara. 
Además de dar pequeños apariciones a sus colegas, Landis se dedica hacer constantes homenajes a películas clásicas, pues muchos de los personajes están viendo la tele y, justamente, emiten dichas pelis. Guiños que son muy de agradecer, pero que cuando ya llevas 4 o 5 acaban siendo reiterativos.
 

El mentado Steve Johnson fue el responsable de los maquillajes, que si bien no es comparable al salto que dio Rick Baker con Un hombre lobo americano en Londres una década antes, hizo un trabajo esplendido. Se nota que aquí el presupuesto era más bien justito, porque los efectos aparecen más bien poco y muy avanzada la película, pero cuando lo hacen son muy buenos. Incluso alguno es de aquellos que te preguntas como pudieron hacerlo en una época pre efectos digitales.

Sangre fresca (Una chica insaciable), John Landis,  Anne Parillaud, Anthony LaPaglia, Robert Loggia

Pero más allá de unos efectos la mar de solventes y un cast muy agradecido, el film tiene muchos problemas. Por un lado una duración excesiva, haciéndose bastante cansinas sus 2 horas. Por otro, esa mezcla de cine fantástico y peli de mafias no consigue ligar.

Y, como es de suponer, el film acabó siendo un fracaso en el momento de su estreno. Aquí llegó de forma tardía, no fue hasta 1993 que tuvo un limitado estreno en algunos cines. Sin ir más lejos, en Barcelona ni un solo cine la proyectó.

Como apuntaba antes —y de forma mucho más extensa en la reseña de Burke and Hare (Burke and Hare, 2010)— después del film aquí reseñado, lo de Landis sería una de las decadencias cinematográficas más tristes del cine moderno.

martes, octubre 04, 2016

El vuelo del navegante

El vuelo del navegante, 1986, Randal Kleiser

Estamos ante una de esas películas que tenía todos los ingredientes para haberse convertido con los años en objecto de culto, pero que, al final, se acabó quedando a las puertas del Olimpo. 
Película 80tera distribuida por Disney, extraterrestres, nave espacial, niño desubicado con poderes perseguido por las agencias gubernamentales, saltos temporales... ¿Stranger things? No, pero casi. Y es que los ingredientes estaban ahí, pero no acabaron de fraguar. Pero empecemos por el principio.

El vuelo del navegante, 1986, Randal Kleiser

Mark Damon, actor de serie B que acabó en Italia en spaghetti westerns, se recicló a productor en los 70, pariendo cosas tan reputadas como El submarino (Das boot, 1981), La historia interminable (Die unendliche Geschichte, 1984), Nueve semanas y media (Nine 1/2 Weeks, 1986) o Jóvenes ocultos (The lost boys, 1987) bajo su sello Producers Sales Organization (PSO). A mediados de los 80 se ajuntó con la productora noruega Viking Films, que le había producido Biohazard (Biohazard, 1985) a Fred Olen Ray, y se embarcan en el proyecto de este El vuelo del navegante (Flight of the Navigator, 1986) de la que ya tenían apalabrada la distribución con Disney. Y este dato es importante porque muchos se creen que el film está producido por la compañía del tito Walt y no es así, solamente fue distribuidora.

Para dirigirla se contrata a Randal Kleiser, que posiblemente no te suene mucho pero que en su currículum destacan nombres como Grease (Grease, 1978), El lago azul (The blue lagoon, 1980) o el telefilm El chico de la burbuja de plástico (The Boy in the Plastic Bubble, 1976) también con Travolta. Y si te molan los chismorreos, que sepas que compartió habitación con George Lucas mientras eran estudiantes universitarios.



El vuelo del navegante, 1986, Randal Kleiser

Lo primero que se encuentra el tipo es que entre Disney y Mark Damon hay una guerra interna en como enfocar la historia. La major quería algo muy familiar, mientras que el productor quería algo puramente de acción. Y ya se sabe lo que pasa en estos casos: que se suele ir por el camino de en medio para contentar a las dos partes y, al final, queda algo muy estéril.
Además, hay problemas económicos con algún tipo de pufo de los nórdicos, lo que les obliga a rodar parte del metraje en Noruega. Siendo estas escenas las del interior de la nave.


¿De qué va esto? Día 4 de julio de 1978 en USA. El mocoso de David de 12 años camina por el bosque para recoger a su hermano, hasta que accidentalmente cae por un barranco. Después de estar insconsciente despierta y regresa a casa, pero allí no están sus padres, si no un matrimonio mayor. Acaba en la comisaria donde localizan a sus padres y para su sorpresa estos tienen un aspecto envejecido, pues ya no están en 1978, si no en 1986 y el aspecto de David es el mismo que cuando desapareció 8 años atrás.

El vuelo del navegante, 1986, Randal Kleiser

El punto de partida es realmente muy interesante, prácticamente un argumento de algún episodio de La dimensión desconocida. Esos 30 o 40 primeros minutos nos mantienen en interés y, pese a ser una película juvenil, nunca cae en el infantilismo. Nunca hasta que sobrepasamos ese minutaje y ya nos ponen todas las cartas sobre la mesa y acabamos con la ecuación de niño y extraterrestres en máquina espacial perseguidos por los adultos. La cosa acaba decayendo, siendo ésta la clave de porqué la película no ha conseguido subirse al tren nostálgico de otras películas contemporáneas. De haber estado producida por Spielberg y su Amblin le hubiesen dado ese toquecito de polvo de hada 80tera que tenían sus productos. Y eso que aquí intentan imitar las maneras de las Steven productions, como con ese mini bicho extraterrestre que acaba siendo la mascota del chaval. Pero hay algo que no acaba de engancharnos, es todo como muy impostado y eso se nota. 
Por contra, mucho mejor han sobrevivido sus efectos. Estamos ante uno de los primeros films que usaban efectos digitales, incluso un efecto morphing.

El vuelo del navegante, 1986, Randal Kleiser

En el reparto una pizpireta Sarah Jessica Parker, Cliff De Young, Veronica Cartwright y Paul –Pee-wee Herman– Reubens haciendo de la voz de la nave espacial. Y como prota absoluto el infante Joey Cramer, que un par de años antes hizo de hijo de Tom Selleck en Runaway. Brigada especial (Runaway, 1984) y luego se fue diluyendo en algún que otro telefilm, hasta que este mismo 2016 saltaba nuevamente a la palestra después de haber sido detenido acusado de robar un banco (!!!!).
 
El film no fue un fracaso, doblando en suelo norteamericano la inversión de 9 millones de dólares, pero no acabó de destacar, coincidiendo en la taquilla norteamericana con Aliens, el regreso (Aliens, 1986) o Howard... un nuevo héroe (Howard the duck, 1986). Que curioso que películas 80teras que eran pioneras en los efectos ingofráficos –Tron (Tron, 1982), Starfighter. La aventura comienza (The last starfighter, 1984) o El misterio de la pirámide (Young Sherlock Holmes, 1985)– acabaron siendo todas pseudo fracasos en taquilla.


El vuelo del navegante, 1986, Randal Kleiser

Por su parte Randal Kleiser siguió rodando y siendo un director que teniendo una filmografía más o menos llamativa, con algún que otro título puntero, era un nombre desconocido para la mayoría del público. Luego facturó algún título muy conocido como El gran Pee-wee (Big Top Pee-wee, 1988), la secuela del film de Tim Burton, y Cariño, he agrandado al niño (Honey, I Blew Up the Kid, 1992).

Pero más interesante me parece el caso del productos Mark Damon, que en un par de años después volvió a intentar la fórmula de niño + extraterrestre con ese mega spot de Coca Cola que es Mi amigo Mac (Mac and me, 1988). Que ¡ojo!, no me parece el bodrio que tanto se ha pregonado, pero que cae en las mismas trampas que El vuelo del navegante, intentando copiar los elementos de otros films pero faltando el toque de un buen director detrás.

Y como es habitual en los tiempos que corren, un remake ha estado en el horno de Disney, siendo Colin Trevorrow –director de Jurassic world (Jurassic wolrd, 2015)– el encargado de escribir el guión, pero la cosa, con toooodas las franquicias que tiene la productora entre manos, ha quedado en punto muerto.


martes, septiembre 27, 2016

Festival de trailers (X)




El planeta de los simios (Planet of the apes, 2001) de Tim Burton. Con Mark Wahlberg, Helena Bonham Carter, Tim Roth, Estella Warren, Paul Giamatti, Michael Clarke Duncan, Kris Kristofferson, Cary-Hiroyuki Tagawa, David Warner, Charlton Heston, Erick Avari, Glenn Shadix, Lisa Marie.
 
 



Una rubia muy legal (Legally Blonde, 2001) de Robert Luketic. Con Reese Witherspoon, Luke Wilson, Selma Blair, Raquel Welch, Matthew Davis, Victor Garber, Jennifer Coolidge, Holland Taylor, Ali Larter, Sasha Barrese, Linda Cardellini, Tane McClure.




El beso del dragón (Kiss of the Drago, 2001)
de Chris Nahon. Con Jet Li, Bridget Fonda, Tchéky Karyo, Ric Young, Lawrence Ashley, John Forgeham, Burt Kwouk, Max Ryan, Cyril Raffaelli, Didier Azoulay, Kentaro, Paul Barrett.

martes, septiembre 20, 2016

Terror en Amityville (y secuelas)

Terror en Amityville, Rod Steiger, Margot Kidder, James Brolin

Cuando a principios de 1976 George y Kathleen Lutz e hijos salían pitando de su casa del número 112 de Ocean Avenue del vecindario de Amityville, después de sufrir durante un mes un montón de experiencias paranormales, saltaron las alarmas. Sólo un año antes, los antiguos residentes del domicilio, la familia De Feo, eran encontrados asesinados. El acusado del homicidio fue el hijo mayor, que declaró que unas voces le obligaron a matar a su familia. La sentencia le condenó a cadena perpetúa donde ahí sigue. Con el tiempo se descubrió que todo había sido una estratagema del abogado, igual que todo lo que le pasó a la familia Lutz, ideado para llamar la atención e intentar sacar tajada. Aunque también circula la hipótesis que el chaval se había metido en problemas con la mafia y estos dieron matarile a la familia.


Terror en Amityville, Rod Steiger, Margot Kidder, James Brolin

Toda la experiencia de la familia Lutz acabaría en un libro firmado por Jay Anson y de título Aquí vive el horror. La casa maldita de Amityville (The Amityville Horror, 1977). El libro fue un best seller de ventas millonarias (más de 3 millones de ejemplares), cosa que el mundo del cine no era ajeno a este éxito y rápidamente activó la maquinaria para hacer una adaptación. La encargada de producirla fue la AIP (American International Pictures), una experta en exploitation y serie B (muchas ellas de la mano de Roger Corman). Y en esta ocasión tampoco se gastó demasiado el dinero, pariendo una película de menos de 5 millones de dólares de presupuesto. Además contrataron actores suficientemente conocidos por el gran público pero sin un caché excesivo: James Brolin, que era muy conocido en la época por la serie Marcus Welby, doctor en medicina (Marcus Welby, 1969-76); Margot Kidder, que acababa de ser Lois Lane en Superman (Superman, 1977) pero cuando firmó todavía no se había estrenado; y Rod Steiger, que en la época iniciaba su decadencia, llegando a su cenit en los 80, donde haría films de presupuesto más bien limitado. Un último apunte en el cast, al principio del film tenemos una pequeña aparición de James Tolkan, el director Strickland de Regreso al futuro (Back to the future, 1985).


Terror en Amityville, Rod Steiger, Margot Kidder, James Brolin

De todo este cast, el que mejor parado salió fue Brolin, que pese aceptar un sueldo bastante bajo se aseguró una clausula en la que cobraría un porcentaje de la taquilla. El film acabó recaudando más de 80 millones solamente en USA, un éxito apabullante para un film de menos de 5 millones.
Por contra, la crítica fue bastante dura con ella. Y no es de extrañar, pues es un film muy flojo, que a día de hoy no da miedo ni a los más infantes. Cualquier película de terror firmada por James Wan la viola sin compasión ni lubricante. Lo único salvable es la banda sonora llena de coros de niños, que por alguna razón siempre dan mal rollo.

Casi toda la parte terrorífica no llega hasta la parte final, lo que aguantar las 2 horas que dura se hacen muy cuesta arriba. Y, además, el supuesto clímax es muy decepcionante. Aun y así es curioso si la vemos como un precedente de El resplandor (The shinning, 1980), pues durante casi toda la película vamos virando hacia el terreno de la locura más que del terror, con un James Brolin que va cayendo en una demencia que después resulta ser producto de fuerzas maléficas.
Como curiosidad, aquí nos llegó censurada, cortando una escena "subidita de tono" que, evidentemente, no se ve nada.


Terror en Amityville, Rod Steiger, Margot Kidder, James Brolin

El éxito de la película no derivó en secuelas de forma inmediata, aun tardaría un par de años, recordemos que la moda de las secuelas no explotaría hasta los 80, anteriormente solamente la serie B tenía secuelas. Y es en eso en lo que se convirtió el legado fílmico de Amityville en el mejor de los casos, serie B pura y dura, exploit sin concesión que según la entrega rozaba lo zetoso peor entendido.



Si tienes valor y no temes al mismísimo diablo de lo cochambroso en el celuloide, acompáñame en este repaso a lo peorcito en el género de casas encantadas. Avisado estás.

Amityville II. La posesión, Dino de Laurentiis, Burt Young
Amityville II. La posesión (Amityville II: The Possession, 1982). Basada en el libro Murder in Amityville (1979) de Hans Holzer, un Iker Jiménez de la época que estudió el fenómeno de la casa. La teoría de este señor es que, al igual que ocurriría en Poltergeist (Poltergeist, 1982), la casa estaba construida sobre un antiguo cementerio indio (lo cual, al parecer, es real), lugar de emanación de fuerzas diabólicas.
Esta secuela es básicamente una precuela, donde se nos explica la historia de la familia De Feo, aunque les cambiaron el apellido por Montelli. Producida por nuestro amigo Dino De Laurentiis, con guión de Tommy Lee Wallace –director de Halloween III. El día de la bruja (Halloween III: Season of the Witch, 1982) e It (Eso, 1991)–, y dirigida por Damiano Damiani. En el reparto Burt Young, el Pauli de Rocky (Rocky, 1976). La peli es muy del estilo Poltergeist, llena de fuegos artificiales y ya en su tramo final dando un vuelco a El exorcista (The exorcist, 1973) por aquello del chaval que está siendo poseído. En su estreno pasó muy desapercibida, apenas sacó 12 millones habiendo costado 5. La cosa se deja ver, pero su aportación al subgénero es mínima. ¿Miedo? Más bien sopor es lo que da.

 

El pozo del infierno 3D, Amityville 3-D, Dino de Laurentiis, Meg RyanEl pozo del infierno 3D (Amityville 3-D, 1983). La casa de Amityville es una patata caliente para su actual dueño, pues nadie quiere comprarla y la tiene alquilada a una pareja que hacen falsas sesiones espiritistas para engañar a los incautos. Ahí llega un periodista que se dedica a desenmascarar a los farsantes y la compra. A partir de ahí mucha mosca y sucesos paranormales rodearan la vida del individuo.
Estamos en pleno (mini) boom de las 3D con Viernes 13 3D (Friday the 13th Part II, 1982) o Jaws 3. El gran tiburón (Jaws 3D, 1983) y alguien pensó que ese sistema sería bueno para una película de casas encantadas como la que nos ocupa. Además, se nota mucho la influencia de (¡otra vez!) Poltergeist (Poltergeist, 1982) con mucha escena donde hay vientos huracanados y muchas lucecitas. La cosa ni da miedo ni es minimamente interesante. De vez en cuando tiran cosas a cámara por aquello del 3D pero en general es todo muy ramplón, con una estética muy antigua para la época, pareciendo que es una peli de los 70s. Y claro, si en el póster tenemos esa garra mutante que sale de la casa, estamos esperando con qué locura nos sorprenderán. Al final es un monigote horrendo. Al menos se las ingenian para seguir un poco la trama de la primera con el pozo que hay en el sótano.
Dirigida por Richard Fleischer, que luego seguiría de la mano con De Laurentiis con las muy mediocres Conan el destructor (Conan the destroyer, 1984) y El guerrero rojo (Red Sonja, 1985). En el cast unas cuantas caras curiosas: Tony Roberts, un habitual de la época en las pelis de Woody Allen; un joven Robert Joy, el forense de CSI: Nueva York (CSI: NY, 2005-13); y dos debutantes en el cine como Lori Loughlin, prota de Admiradora secreta (Secret Admirer, 1985) y Meg Ryan. 

La película fue un fiasco y solamente pudo recuperar los 6 millones que costó en la taquilla norteamericana, hecho que haría que la saga estuviera congelada algunos años y las siguientes no tuviera estreno en cines.


La fuga del mal (Amityville: The Evil Escapes, 1989)La fuga del mal (Amityville: The Evil Escapes, 1989). Pese a que en el final de la anterior entrega la casa explotaba, aquí la tenemos como si nada hubiera pasado. Aun y así en los títulos de crédito cambian las ventanas para que parezcan ojos enfadados. La compañía inmobiliaria vende todo el inmobiliario de la casa y por allí pasa una señora que compra una lámpara que le envía a su hermana como regalo. Una vez que la lámpara llega a su casa, empezarán a pasar cosas.
Sin duda el punto más bajo de la saga con este telefilm nauseabundo, casi parece más un dramón familiar para la sobremesa que una película de terror. Decir que es mala es ser demasiado bueno. Empezando por esa idea descabellada de que en una lámpara se aloja el espíritu diabólico de turno. Aquí ya sin De Laurentiis por en medio, dirigida por Sandor Stern, un habitual de los telefilms que había sido guionista de la primera. Por lo demás, un cast tan desconocido como su director. Una basura infecta de la que hay que huir sin mirar atrás.



La maldición de Amityville (The Amityville Curse, 1990)La maldición de Amityville (The Amityville Curse, 1990). Salida totalmente de la franquicia, pues la trama pasa en una casa que nada tiene que ver con Amityville, con lo que, al final, estamos ante una mediocre película de casa encantada al uso, en la que se supone que un cura murió asesinado. Doce años después un par de parejas pasan unos días allí y comienzan a ocurrirles fenómenos paranormales. Tiene la pinta que es de esas películas que compran la licencia del título porque si no se comen los mocos y la única forma de engañar al personal es enmarcarla dentro de la franquicia.
Al igual que la tercera, tiene un look muy anticuado. Seguramente el hecho que sea de nacionalidad canadiense ayuda a esa pátina de cine zetoso. Después de verla lo mejor es limpiar los cabezales del Beta con agua bendita. 



Amityville 1992 (Amityville: It's About Time, 1992) Amityville 1992 (Amityville: It's About Time, 1992). El padre de una familia acomodada lleva a su casa un antiguo reloj que, evidentemente, más tarde averiguamos que salió de Amityville. Durante la primera media hora sólo veremos las movidas de la familia, todo muy vulgar, cual telefilm de sobremesa. El problema es que lo que viene luego no mejora demasiado. Gente encerrada en su habitación, puertas que se abren, alucinaciones... lo de siempre pero con una realización ultra plana. Además, se olvidan de todo el rollo de las moscas. Como mínimo se salva el intento de meter algo de gore, aunque muy light, en un par de muertes con mucho látex, obra de Peter Kuran, tipo que ha estado ejerciendo labores en la trilogía original de La guerra de las galaxias, (Star wars, 1977) y un montón de films de primera división. Además de alguna idea interesante como la escena donde la madre se dedica a romper la pared a hachazos y entre las paredes hay en mecanismo de un reloj gigantesco.
Dirige Tony Randel, autor de bunyols como Hellbound: Hellraiser II (Hellbound: Hellraiser II, 1988) o El puño de la estrella del norte (Fist of the North Star, 1995). En el reparto apenas reconoceremos a Stephen Macht, el padre de Una pandilla alucinante (Monster squad, 1987); Megan Ward, la chica de El cuchitril de Joe (Joe's Apartment, 1996); Shawn Weatherly, una de las recauchutadas de Los vigilantes de la playa (Baywatch, 1989-96) y el simpático de Dick Miller en un visto y no visto.
Aquí fue lanzada por la temible RecordVision, que también se encargaría de la siguiente entrega.

 

El rostro del diablo (Amityville: A New Generation, 1993)
El rostro del diablo (Amityville: A New Generation, 1993). Un fotógrafo de esos que montan exposiciones le hace una foto a un vagabundo y como siente remordimientos le da un par de dólares, a lo que el pordiosero le regala un espejo. El espejo perteneció a la casa de Amityville, con lo que el fotógrafo empezará a vivir sucesos paranormales.
Realmente chunga, con más pinta de telefilm que de costumbre. Una historia rebuscada y bastante confusa, con ese fotógrafo que empieza a ser poseído por su padre que resulta ser el tipo que mató a su familia en la casa original, como vimos en la segunda parte. En el cast alguna cara conocida, es el caso de David Naughton, muy lejos de los días de gloria de Un hombre americano en Londres (An american werewolf in London, 1981); Terry O'Quinn, que en los 80 había tenido cierto éxito en la serie B con las dos entregas de El padrastro (The Stepfather, 1987) y que no sería hasta una década después que tocaría la gloria encarnando al John Locke de Perdidos (Lost, 2004-2010); Lin Shaye, una habitual en las pelis de los hermanos Farrelly y la medium de Insidious (Insidious, 2011) y Ross Partridge, el ex marido de Winona Ryder en Stranger things (2016). Dirige John Murlowski, que en los 90 hizo dos bazofias para el lucimiento de Hulk Hogan como Mentiras muy arriegadas (The Secret Agent Club, 1996) y ¡Menudo Santa Claus! (Santa with Muscles, 1998), que, además, tienen la constante que aquí el distribuidor le puso títulos tramposos, muy parecidos a Mentiras arriesgadas (True lies, 1994) y ¡Vaya Santa Claus! (The Santa Clause, 1994), con la clara intención de engañar a los más despistados como se hacía en la época dorada de los videoclubs en los 80. 


La casa de muñecas (Amityville: Dollhouse, 1996)
La casa de muñecas (Amityville: Dollhouse, 1996). Un hombre y una mujer que están viudos, separados o yo que sé, se ajuntan y junto a sus retoños forman una familia de esas que salen en las fotos que incluyen cuando te compras un marco. ¿Y dónde van a parar? Efectivamente, a una casa pero que no es Amityville (porque se supone que en alguna de las películas acababa explotando, ¿no?). En la casa se encuentran una casa de muñecas que es idéntica a la que vivimos en las primeras entregas. Evidentemente empezará a ocurrirles cosas extrañas.
¿Qué tiene que ver esa maqueta con la casa original? Ni idea, en la película no explican nada. Todo pinta a que necesitaban algún nexo de unión con la casa original, y después de haber usado el espejo y una lámpara, poco más había donde agarrarse y justificar el enmarcarla dentro de la saga. Realmente, está más cerca de House, una casa alucinante (House, 1986), con monstruitos que se aparecen e intentan comerles la cabeza a los protas. Si nos acogemos al guión, no hay por donde cogerlo, con personajes que aparecen porque sí, como el motero bigotudo que es un experto en ocultismo. Pero en cambio la presencia de algún zombie y la idea que la casa de muñecas tiene poder sobre la casa real tiene su gracia. No es ni mucho menos una basura y para ser una octava entrega se deja ver con cierto agrado si la coges con ganas.
En el reparto ni un nombre que merezca la pena mentar, pero en la dirección encontramos un tal Steve White, que aquí hizo su primera y única película, pero como curiosidad tiene una larga lista como productor de telefilms, entre ellos de toda la saga de Amityville a partir de la cuarta, cuando De Laurentiis se desentendió.


No sería hasta una década después que Michael Bay produciría un remake del original bajo el título de La morada del miedo (The Amityville Horror, 2005) con Ryan Reynolds como protagonista luciéndo tableta. La película es más de lo mismo, aportando poco o nada a lo que ya vimos en la original. Y unos pocos años después comenzarían aparecer películas low cost ambientadas en Amityville por aquello que se puede usarse el nombre sin problemas de derechos pues no deja de ser una población y, además, una película de casa encantada suele salir baratita, alguna de la mano de Asylum como The Amityville Haunting, que, además, la enmarcar en el falso documental, abaratando todavía más los costes.

Y lo último es que Dimension Films ha producido una nueva versión, Amityville the awakening, que tenía que estrenarse en primavera de 2016 y ha pasado a principios de 2017, lo que traducido significa que ahí hay remontaje y movidas varias.

Al final nos quedamos con una saga estilo Aullidos (The howling, 1981) o Noche de paz, noche de muerte (Silent Night, Deadly Night, 1984), que empiezan con una película con cierto "prestigio" y que rápidamente degeneran en subproductos que, llegados a cierto punto, poco o nada tienen que ver con la original, acabando con la sensación que tenían una película de (pseudo) terror y era más fácil venderla si se enmarca en alguna saga que es familiar para el consumidor de videoclub.

martes, septiembre 13, 2016

Cabezas voladoras (Shrunken Heads)

Cabezas voladoras, Shrunken Heads, Richard Elfman, Danny Elfman

Es curioso esto de los hermanos, siempre parece que hay uno que destaca y el otro se queda en oveja negra. En cierta forma esto es lo que pasa con los Elfman brothers. Por un lado tenemos al triunfador, el mundialmente conocido Danny Elfman, y por el otro lado al hermano mayor Richard, el que nos interesa ahora. Parece que desde el principio el hermano pequeño se comió al mayor. Richard fundó el grupo The Mystic Knights of the Oingo Boingo a principios de los 70, compañía de teatro musical, pero a principios de los 80 lo dejó para meterse en el cine, momento que tomó el control su hermano Danny, acortando el nombre a Oingo Boingo y haciendo que el grupo dejase bastante de lado el tema cabaretero, centrándose más en lo musical y virando hacia el pop/rock. En esa etapa es cuando el grupo consigue más popularidad, sobre todo con su tema para el clásico 80tero La mujer explosiva (Weird Science, 1985).

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Paralelamente a esta segunda etapa, Richard hace su debut como director con La zona prohibida (Forbidden zone, 1980), film de culto donde los haya pero que no le reporta nada que le ayudase en su carrera cinematográfica. Y tendríamos que esperar más de una década para ver su siguiente película: Cabezas voladoras (Shrunken Heads, 1994).



Cabezas voladoras, Shrunken Heads, Richard Elfman, Danny Elfman

Tres chavales son blanco fácil para los gamberros del barrio. En un intento por devolverles las palizas propinadas les graban mientras roban y la cinta la mandan a la policía. Los gamberros, que están dentro de un entramado de delincuentes, matan a los niños. Pero estos no cuentan que el kioskero del barrio es un ex policía de Haití que domina la magia vudú y que tenía en estima a los tres chavales asesinados. Después del entierro les corta la cabeza y las devuelve a la vida para que consumen su venganza.



Cabezas voladoras, Shrunken Heads, Richard Elfman, Danny Elfman

Sí, sin lugar a dudar la idea de 3 cabezas reducidas de niños, que cobran vida y van por ahí volando mientras se cargan a los delincuentes, es una de esas bizarradas que sabes que te lo has de tomar con humor. Mucho humor.

Producida por la Full Moon de Richard Band, en una época que su serie B ya no tenía cabida en los cines como la década anterior y se limitaba a la explotación en videoclubs. Con lo que aquí nos encontramos con eso, una producción muy modesta (menos de un millón de dólares), con un reparto practicamente desconocido (la que mejor le ha ido ha hecho algún papel recurrente que en algún culebrón), a excepción de Meg Foster –la Evil-Lyn de Masters del Universo (Masters of the Universe, 1987)
que aquí da mucha grima y Julius Harris, que lo recordaremos por Vive y deja morir (Live and let die, 1973).

Cabezas voladoras, Shrunken Heads, Richard Elfman, Danny Elfman
  
La gracia del film son esas tres cabezas volando por ahí y, cosa no muy comentada, convirtiendo a sus víctimas en zombis, lo que nos lleva a los efectos especiales. Nos encontrábamos en una época donde se empezaba a ver los efectos digitales, por suerte la factoría de los Band no podía permitirse esas nuevas técnicas, así que la cosa se reduce a la vieja escuela, esto es maquillajes, marionetas y mucho croma. En general aguantan bien. Lo peor, con diferencia, son los cromas, pero los maquillajes y esas cabecitas que se mueven mecánicamente son simpáticas. También hay un par de secuencias que se repiten con las cabezas volando por una ciudad hecha a base de maquetas que molan mucho. Seguramente esa ciudad aparecería en otra producción de la factoría. Aquí no se tira nada.

Y si tenemos a Richard Elfman, no podía falta el hermano bueno, Danny, que aquí se marca el tema de los títulos de crédito –muy en la línea de Pesadilla antes de Navidad (Nightmare before christmas, 1993)–, que luego vuelve a sonar durante la peli. El resto de la banda sonora corre a cargo de Richard Band.


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La película tuvo un paso limitado en los cines norteamericanos (una de esos trapicheos para ganar dinero por algún sitio) siendo su explotación en videoclubs su verdadero mercado. Aun y así no le fue demasiado bien. 
Aquí ni siquiera llegó a videoclubs y no sería hasta que se emitió en alguna plataforma de pago que tendríamos la oportunidad de verla. 

Ese mismo año estrenaría bajo el seudónimo de Aristide Sumatra otro direct to video como Streets of rage (1994) –nada que ver con el videojuego de Sega– que aquí no nos llegó y que estaba protagonizada por la luchadora de wrestling Mimi Lesseos.

Tendríamos que espera unos cuantos años más para que Elfman volviera a sentarse en la silla de director con Revenant. Vampiros modernos (Modern vampires, 1998), un telefilm que aquí se llegó a estrenar en cines y en su momento me pareció flojita.


miércoles, septiembre 07, 2016

Congo

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Congo (Congo, 1995) es un caso como El núcleo (The core, 2003). Películas que en su momento fueron vapuleadas y machacadas por la crítica, pero que son productos tremendamente simpáticos, siempre y cuando te las tomes como un entretenimiento sin muchas pretensiones y, por supuesto, no te tomes sus argumentos como algo verosímil.

Quizá el caso que hoy nos ocupa la crítica se ensañó por tener detrás a los colaboradores estrella de Spielberg (en su época buena): los productores Kathleen Kennedy y Frank Marshall, este último ejerciendo aquí como director. Además, era una adaptación de otra novela de Michael Crichton, que hacía un par de años que había eclosionado para el gran público gracias al blockbuster Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993). Y fue a partir del film de Spielberg que empezaron aparecer adaptaciones de sus novelas: Sol naciente (Rising sun, 1993), Acosada (Disclosure, 1994), Esfera (Sphere, 1998), El guerrero número 13 (The 13th Warrior, 1999)... y, evidentemente, Congo.

 
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Una expedición de una gran corporación llamada Travicom, viaja al Congo en busca de un diamante que les permitirá activar un transmisor de comunicaciones. La expedición desaparece y la corporación decide enviar a una de sus empleadas a investigar. En la expedición acaba coincidiendo con un doctor y su gorila con la que estudia la comunicación con primates, y un rumano con nombre tan chanante como Herkermer Homolka que busca una ciudad perdida.
 
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La peli es una de aquellas puramente aventureras, con la clásica expedición que todos tienen intereses (ocultos o no) en llegar al destino, con todas las movidas que les pasan por el camino. Todo con ese aire de serie B y folletín clásico. Incluso la gorila Amy está muy bien hecho, una mezcla de señora disfrazada y animatrónic que no canta para nada, obra de Stan Winston. Lo único es que ha quedado algo cutre es la parte final, donde los efectos digitales son francamente malos, aunque en la época aguantaban el tipo.

También tendría bastante que ver que no era una película especialmente cara en la época (50 millones de dólares) y para recrear alguna localización no acaban de llegar, quedándose, a veces, en cositas muy de parque de atracciones. Por cierto, que no le fue demasiado mal en taquilla, recaudando algo más del triple de lo que costó.
 
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Con un reparto muy extenso: Laura Linney, Dylan Wlash, Tim Curry, Ernie Hudson –el siempre olvidado negro de Los cazanfatasmas (Ghostbusters, 1984)–, Joe Don Baker (habitual en los Bond de la etapa Brosnan) y pequeñas apariciones de Bruce Campbell, James KarenLa divertida noche de los zombis (Return of the Living Dead: Part II, 1987)–, Joe Pantoliano y Mary Ellen Trainor –que los dos salían en Los goonies (The goonies, 1985), el primero como uno de los hermano Fratelli y la segunda la madre de los chavales de "te meterás en un lío de pelotas– y Delroy Lindo –el policía que va detrás de Nicolas Cage en 60 segundos (Gone in Sixty Seconds, 2000).

En conclusión, peli super entretenida y bastante blanca (salvo algún detallito truculento en el prólogo), puramente aventurera (pero con el elemento tecnológico made in Crichton, que según dijo estuvo a punto de dirigir una adaptación de este Congo a mediados/finales de los 80 con Sean Connery), de aquellas que haciendo zapping una tarde de sábado te alegra la hora del café y el surtido Cuetara.

domingo, septiembre 04, 2016

Almas de metal / Mundo futuro

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Primera película para cines de Michael Crichton como director, ya que un año antes ya había dirigido un telefilm, Pursuit (Pursuit, 1972). Inspirado en los animatrónics de Disney World y en como se preparaban los astronautas en el Centro Espacial Kennedy, comenzó a darle vueltas a la historia de un un parque de atracciones que recreara diferentes momentos históricos: el Far West, el medievolo y el Imperio Romano. Y dado que la mayoría de sus referencias venían del cine, lo más sensato era pensar en escribirla con miras a una producción cinematográfica.

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Un par de tipos se disponen a disfrutar de su estancia en ese complejo, concretamente en la recreación del lejano oeste. Allí, por mil dólares diarios, podrán sentirse unos auténticos pistoleros, tener un duelo a pistola, contemplar el robo al banco o visitar el saloon, donde tendrán desde los borrachines de turno hasta las prostitutas. Prostitutas con las que podrán tener relaciones. Y es que la mayoría de los habitantes del pueblo son androides, pero extremadamente reales salvo por dos detalles: sus manos no son del todo perfectas y un extrao brillo en los ojos.
 
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No cabe duda que el film es hijo de quien es. Hay montones de constantes en la obra de Crichton, desde un parque temático que acaba saliéndose de madre, como luego pasaría en Jurassic Park; hasta todo el tema tecnológico, que también acaba superando al humano como en Runaway. Brigada central (Runaway, 1984). Añadiendo detalles que, seguramente, el espectador de la época ni pillaría, como que los androides comienzan a funcionar mal por algo muy común hoy en día pero desconocido en los 70: un virus informático.

El film era una producción muy modesta, ningún estudio quiso financiarla hasta que llegó a manos de la Metro, que solamente accedió a producirla si el rodaje se limitaba a 30 días y el montante a menos de un millón y medio. Y esa modestia de medios se nota, pues las escenas de la época medieval son muy justitas, con un decorado de corcho pan muy terrible. En cambio, para el escenario del oeste, donde transcurre el 90% de la acción, reutilizaron unos decorados ya construidos para films anteriores, cosa que tiene su gracia, pues la intención de ese ficticio parque temático es recrear los clichés de la época. Como es el caso del cowboy que cada día va al saloon en busca de problemas para batirse con el primero que se ponga por delante. Personaje éste interpretado por un Yul Brynner en horas bajas (aquí apenas cobró 75 mil dólares) y con una ropa muy similar a la que vestía en Los siete magníficos (The magnificent seven, 1960), todo un pre Terminator en toda regla, casi diría que es el padre del T-1000.

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Además de Brynner tenemos por ahí a James Brolin y Richard Benjamin –antes de meterse a director con muchas comedias como Mi novia es una extraterrestre (My stepmother si an alien, 1988)– como la pareja que va a pasar una estancia en el parque. Además hay alguna otra cara conocida como Dick Van Patten.
Una de las curiosidades del film es que se trata del primero en la que aparecen imágenes generadas por ordenador (CGI), que vistas hoy en día pueden parecernos la mar de rudimentarias, un simple filtro de culaquier aplicación que tengamos en el móvil, pero que en aquel momento aquellos 2 minutos de película les costaron sudor y lágrimas. Primero fueron a una empresa llamada Jet Propulsion Laboratory, básicamente la NASA, allí les pedían 2 meses y 200 mil dólares. Mal. Aquello era un producción modesta y no tenían ni tiempo ni dinero. Finalmente contactaron con John Whitney, un artista experimental, que les puso en contacto con su hijo, que trabajaba en una empresa tecnológica que hicieron los efectos en 4 meses y por 20 mil dólares.

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Almas de metal (Westworld, 1973) –una de esas traducciones muy de la época, que me recuerda a Cuando el destino nos alcance (Soylent green, 1973)– pasó un tanto desapercibida en su estreno, pero, aun y así, acabó siendo la película más taquillera producida por la Metro aquel 1973.



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Mundo futuro (Futureworld, 1976). Pese al relativo éxito ecónomico del film de Crichton, la Metro no estaba muy por la labor de explotar la idea, así que le cedieron los derechos a la AIP, que acabó pariendo un film flojeras y telefilmesco.
Años después de lo ocurrido vuelven abrir el parque, pero la gente no acaba de ir por miedo a lo sucedido. Así que deciden invitar a unos periodistas a a pasar un tiempo en la nueva zona Futureworld, ambientada en el futuro. Pero estos decubren que están haciendo clones con los visitantes, conla intención de sustituir a los diferentes dirigentes del mundo.
Dirigida con poco brío por Richard T. Heffron, un afincado a la caja tonta, lo que hace que Mundo futuro acabe impregnándose de esa pátina acartonada de telefilm. En el cast tenemos a Peter Fonda y Blythe Danner como los periodistas y a John P. Ryan (un habitual de la Cannon) haciendo de malo que controla el cotarro. Nadie de la anterior película repitió salvo Yul Brynner, en un casi cameo y siendo su útlimo film. Y al igual que el anterior film aquí contamos con un avance en los efectos digitales, habiedno aquí el primero en 3D. Concretamente una mano. Aunque esta aparición tenía algo de truco, pues este efecto pertenecía a un trabajo experimental de 1972 de un tal Edwin Catmull, que acabaría en la Industrial, Light and Magic de Lucas y luego siendo uno de los jefazos de Pixar.
Por lo demás, la película es pesadita, parece que vaya a camara lenta y siempre sabemos que es lo que va a pasar a continuación. Quizá, lo único recordable sea el corte de mangas de Fonda al final del film.



En 1980 se estrenó Westerworld en formato serie de apenas 5 episodios pues los índices de audiencia eran muy bajos. Tanto que ni se llegaron a emitir los 5 capítulos.
Y ya en 2016 apuntito está de estrenarse una nueva versión en formato serie. Apadrinada por J.J. Abrams y Jonathan Nolan, con Anthony Hopkins, Evan Rachel Wood, James Mardsen y Ed Harris en el papel de pistolero. Veremos qué tal.