Por alguna extraña razón para esta tercera entrega no se contó con Alexander Witt y se contrató a ese loser llamado Russell Mulcahy (que salvo Los inmortales nunca más hizo nada bueno) y con Anderson controlándolo todo desde la sombra.
Si en Resident evil: Apocalipsis comenzaba justo al final de la primera entrega en esta Resident evil: Extinction damos un salto en el tiempo. El virus T no sólo no desapareció con la bomba nuclear lanzada a Raccoon City si no que se extendió por todo el planeta, haciendo que la cantidad de infectados fuera demoledora y las pocas personas que quedan se hayan convertido en nómadas que vagan por el mundo para evitar a los zombis.
Alice, que había dejado el grupo de Olivera y compañía, cree que en Alaska el virus no ha llegado y allí continúan viviendo de forma normal. Así que mientras se dirige hacía allí se topará con un convoy donde se reencuentra con Olivera.
Paralelamente el doctor Isaacs (que ya habíamos visto al final de la anterior entrega) sigue trabajando en el Proyecto Alice, a la vez que busca a la auténtica a través de los satélites.
Paralelamente el doctor Isaacs (que ya habíamos visto al final de la anterior entrega) sigue trabajando en el Proyecto Alice, a la vez que busca a la auténtica a través de los satélites.
La película pasa toda ella en zona desértica dando un tufo a western (Alice monta una BMW como un cowboy a su caballo) y a peli post nuclear (casas abandonadas, Las Vegas enterrada bajo la arena). Cosa que hace que peque de lo mismo que todas las películas del subgénero, son aburridas porque hay demasiados tiempos muertos para que veamos lo solos que están los protagonistas en medio de la nada. Cosa que nos recalca varias veces Mulcahy con esos planos generales.
Si el personaje de Alice ya había perdido algo de protagonismo en la segunda parte (no mucho, pero sí un poquito) aquí esa perdida va en aumento, parte del metraje ni aparece. Una Alice que ya ni se le intuyen rasgos humanos y si en la anterior entrega tenía una fuerza sobrehumana aquí le han colocado poderes telequinésicos (que ya vimos en las escenas finales de RE2). Y es que cuando le ponemos poderes de estos chungos a los personajes es que algo va mal (no hay más que ver Viernes 13, 7º parte).
Si el personaje de Alice ya había perdido algo de protagonismo en la segunda parte (no mucho, pero sí un poquito) aquí esa perdida va en aumento, parte del metraje ni aparece. Una Alice que ya ni se le intuyen rasgos humanos y si en la anterior entrega tenía una fuerza sobrehumana aquí le han colocado poderes telequinésicos (que ya vimos en las escenas finales de RE2). Y es que cuando le ponemos poderes de estos chungos a los personajes es que algo va mal (no hay más que ver Viernes 13, 7º parte).
En el fondo, si lo pensamos esta trilogía no deja de ser una puesta al día de la de Romero. En la primera todo sucedía en un entorno cerrado (ya fuese la casa de La noche de los muertos vivientes o la colmena de Resident evil) y nos encontrábamos los primeros síntomas de la resurrección de los muertos. En la segunda la plaga se expande y tenemos el enfrentamiento entre humanos y zombis. Y en la tercera la civilización a sucumbido a los infectados, y en RE3 también nos encontramos con un mad doctor que intenta civilizar a los zombis como ya vimos con el Buba de Romero.
Pero si esta tercera parte peca de aburridilla (curiosamente fue la que mejor taquilla hizo de las tres) lo mejor es el final, donde nos deja entrever una cuarta entrega con un ejercito de Alices clónicas viajando hasta Tokio para cargarse a los de Umbrella, con lo que puede ser un híbrido de Akira muy fuerte. Yo ya me estoy frotando las manos
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