Como era habitual en Piquer, se hizo cargo de un reparto que mezclaba caras de aquí (Emilio Linder, Concha Cuetos, Manuel de Blas -el francotirador de ...Y si no, nos enfadamos- o Frank Braña) con americanas (Michael Garfield -The Warriors- o Patty Shepard) en su mayoría poco o nada conocidas. Además de sus clásicos Juan Mariné, Emilio Ruiz y Basilio Cortijo en tareas técnicas.
El film es el típico y tópico que empieza con una parejita haciendo el cafre en un lago para acabar devorados, al menos uno de ellos. Luego tenemos al prota, el tipo que descubre la movida, que intenta que las autoridades y el alcalde hagan algo, pero estos pasan de todo. Con lo que al final tendrá que buscarse la ayuda de un colega y el científico de turno para deshacerse de las babosas. Efectivamente, todos los clichés de cualquier monster movie que se precie.
Con una ajustada duración de menos de 90 minutos, bastante ritmo, algo de sexo y generosidad en cuanto al gore, lo que casi hace que la catalogasen como X en USA, que tiene su momento cumbre con la famosa explosión de la cabeza de Emilio Linder. La cosa quedó muy apañada, siendo un relativo éxito, aunque más bien en su paso por los videoclubs, porque los poco más de 30 millones de pesetas (unos 200 mil €) que hizo en nuestra taquilla no creo que dieran para cubrir ni la mitad del presupuesto, y su distribución internacional (en USA de la mano de la New World). Los ingresos hicieron que se plantearan una secuela hasta llegar a comprar los derechos de la segunda novela, Bredding groud, pero las dificultades para trabajar con las babosas, que se movían de forma tan lenta que sus secuencias son puro stop motion, llevaron al traste cualquier posibilidad por parte de Piquer.