En algún momento de 1976 Ralph Bakshi estaba dándole los últimos retoques a Wizards/Los hechiceros de la guerra cuando vio una noticia en la prensa que anunciaba que United Artists preparaba una adaptación de El señor de los anillos en imagen real con John Boorman en la dirección. El animador, que ya te pongo en antecedentes es un frikazo de tomo y lomo, se llevó las manos a la cabeza cuando vio que iban a condensar los tres libros en una película e iban añadir personajes inventados. Ni corto ni perezoso se reunió con Mike Medavoy, en aquel momento presidente de United Artists, con intención de convencerlo que lo ideal sería hacer tres películas dirigidas por él. El directivo le confesó que no tenía ni idea del libro de Tolkien y que se arrepentía de haber activado el proyecto y haberle pagado 3 millones a Boorman solo por el guión. Tal era su grado de desesperación que le propuso que si conseguía 3 millones de dólares le cederían los derechos de la trilogía. El director de Cool World se fue a la Metro y se reunió con su jefazo, Daniel Melnick, que sin pestañear puso los 3 millones para United y la financiación para producir la trilogía animada.
Todo parecía ir sobre ruedas, pero los problemas no tardaron en aparecer. Melnick sería fulminado de su puesto y las riendas de la major recaería en Richard Shepherd, que tampoco conocía la obra de Tolkien (se pensaba que la historia giraba en torno a ¡una boda!) y, efectivamente, quería cancelar el proyecto. Pero la realidad es que el equipo de Bakshi ya se había gastado 200 mil dólares durante la preproducción en hacer arte conceptual. Para su fortuna, sus anteriores películas, Fritz el gato caliente y Heavy Traffic, habían sido grandes éxitos en la taquilla norteamericana, así que pudieron convencer al productor Saul Zaentz (que venía de arrasar con Alguien voló sobre el nido del cuco y ya había ganado mucho dinero cuando editó algunas bandas sonoras de las películas de Bakshi con su sello Fantasy Records) que pagara a MGM, se hiciera con los derechos de la obra de Tolkien, produjera el proyecto de Bakshi y, además, consiguió acordar que United Artist la distribuyese.
Con un guión de Chris Conkling y Peter S. Beagle empezaría por fin la realización de la primera entrega presupuestada en 8 millones de dólares de la que debía ser una trilogía pero de la que todavía no se había formalizado si sería en imagen real o en animación. Como la cabra tira al monte, Bakshi se inclinó hacia la animación para aprovechar que todavía no se había desmontado todo el ejercito de animadores que acababan de terminar Wizards (se dice que entre los animadores estaba un jovencísimo Tim Burton, aunque el dato nunca he leído que lo afirmase el propio director de Batman). No es mal momento para recordar que en aquellos años 70 la animación vivía tiempos difíciles en los que compañías cerraban sus estudios o Disney tenía que reciclar mucho material como sucedería en Robin Hood, que "aprovechaba" trabajo de El libro de la selva.
Pero antes de meterse con los acetatos y los pinceles se iría a Inglaterra para presentarle el proyecto a la hija de Tolkien y una vez dada la aprobación, grabar allí todas las pistas de diálogo con gente como John Hurt, Philip Stone (el antiguo vigilante del Overlook de El resplandor) o Anthony Daniels (el C3PO de Star Wars).
El siguiente paso sería una decisión de la que, en cierta medida, se arrepentiría y le daría no pocos dolores de cabeza: rodaría parte de la película en imagen real para luego usar ese material en la realización de la animación, mezclando tres técnicas: la animación tradicional, rotoscopio y la de acción real de alto contraste. La primera es la clásica animación donde el dibujante va dibujando fotograma a fotograma; la segunda se usa el material rodado en imagen real y se calca encima para que los movimientos de los personajes animados sean lo más real posible; y la última se pinta directamente sobre los fotogramas rodados con actores reales. Esta última técnica sería un recurso muy arriesgado pero fundamental si quería terminar la película en el tiempo estipulado.
En Los Ángeles filmaron a actores disfrazados como sus personajes en unos sets pintados de blanco mientras tenían que casar su interpretación con los diálogos grabados en Inglaterra que sonaban por los altavoces que había colocado Bakshi. Entre estos actores teníamos a Billy Barty (el Gwildor de Masters del Universo), como Sam y Bilbo; Sharon Baird (Ratboy) como Frodo; y Felix Silla (el Twiki de Buck Rodgers) como Gollum. En este punto habría que añadir que gente como David Carradine se ofreció para interpretar a Aragorn. También Mick Jagger se interesó en participar poniendo la voz a Frodo, pero el trabajo de doblaje ya estaba terminado.
Para la banda sonora fueron hablar con Led Zeppelin, grandes fans de la obra de Tolkien, pero su discográfica no les permitió aceptar la oferta.
Allí se las vió con montenes de extras disfrazados que estaban más pendientes de irse a comer el bocata que de hacerle caso, a la vez que tenía que controlar que los más de 3 mil animadores que tenía en USA siguieran sus instrucciones.
Pocos días antes del estreno, Bakshi consiguió terminar la película y su sorpresa fue al ver el material promocional. En el cartel no se indicaba en ningún sitio que era la primera parte, ya que United Artist pensaba que nadie iría a ver una película que quedaba inconclusa. Es más, el film debía acabar con un texto que decía "Fin de la primera parte" y también se eliminó. Pero es que a UA le parecía que la cosa no iba a funcionar, pues un año antes apareció Star Wars y el público estaba ansioso por historias galácticas y no parecía que una historia de magos y elfos fuese a tener demasiado interés. Aun y así lanzaron una escueta colección de 8 figuras que acabarían en la sección de saldos y que 40 años después son consideradas poco menos que un Grial para los coleccionistas. Aquí tendríamos que conformarnos con la versión fotonovela de la mano de Bruguera.
En su momento había leído que la falta de una segunda entrega que finiquitase la historia se debía al fracaso comercial del film, pero visto que la película acabó costando 8 millones y que solamente en los USA amasó más de 30 está claro que no era una cuestión económica. Bakshi es famoso por tener un temperamento volátil y durante su carrera fue quemando puentes por las diferentes productoras por las que iba pasando. Él mismo reconocía y reconoce que acabó tan harto de los productores del film que se negó a mover un dedo para iniciar la producción de la segund aparte y prefirió adentrarse en un nuevo proyecto que sería American Pop.
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