domingo, febrero 26, 2017

Autopista al infierno


Decía Ate de Jong que hubiera sido un director recurrente en la serie Corrupción en Miami de no haberse topado con un Don Johnson que le hizo la vida imposible mientras rodaba un episodio de la cuarta temporada. Ah, ¿qué no te suena Ate de Jong? Casi que normal, pero yo te lo explico.

El tipo es un director que después de haber rodado 6 películas en su Holanda natal dio el salto a los USA, haciéndose cargo de un episodio de una de las series de moda en la época, la mentada Corrupción en Miami, para luego hacer su primer largo en aquellas tierras. Autopista al infierno (no confundir con Carretera al infierno de nuestro amigo Rutger Hauer) se había rodado en 1989, pero su productora, Hemdale, estaba a las puertas de la bancarrota, dejando la película en el limbo de los No-estrenos.


 
El siguiente proyecto de De Jong fue una comedia a medias entre USA e Inglaterra con Rik Mayall y Phoebe Cates que aquí se tituló Fred, que tuvo cierto éxito, lo que hizo que la productora decidiera, por fin, estrenar Autopista al infierno en 1991. Aunque realmente fue un estreno muy minoritario (apenas 7 copias) y como excusa para allanarle el camino a una carrera comercial en los videoclubs.

La estrategia hubiera sido muy buena en los 80, pero ya entrados los 90 la cosa no parece que funcionase tan bien. Prueba de ello es que la película, teniendo su público, no es tan tan conocida como otras de su clase. Y eso que motivos no le faltaban: una serie B puramente fantástica, con un malo mezcla de Freddy Krueger y Jason Vorhees que campa a sus anchas por el mismísimo infierno. Con un argumento que, en su base, no tiene nada que hayamos visto nunca: la clásica historia de la damisela raptada y el joven héroe que parte en su busqueda y en su camino se encuentra un sin fin de enemigos y algún que otro aliado. Efectivamente, el argumento de cualquier Super Mario Bros.



Pero si indagamos un poco más en su argumento, pasamos de la vulgaridad a algo más singular. Con un tal Sargento que se dedica a secuestras vírgenes y llevárselas al infierno, un sitio que luce cual desierto de Arizona y donde habitan personajes extrafalarios, como es el caso de esa cafetería repleta de policías zombis que solamente quieren tomarse un café. Momento este que recuerda mucho a la sala de espera de Bitelchús. Y es con la película de Burton donde vamos a encontrar algún que otro paralelismo, aunque Autopista al infierno es bastante menos cómica y no juega tanto con los decorados. Aun y así vamos a toparnos con mucho efecto analógico, stop motion, maquillaje e incluso perspectiva forzada. Todo un surtido Cuétara del látex por obra y gracia de Steve Johnson. Por poner un ejemplo, el personaje de el Sargento luce una cara grabada con escrituras bíblicas cuyo maquillaje requería dos horas.

Autopista al infierno, además de dormir un par de años desde que se finiquitó hasta su estreno, pasó mucho tiempo desde que el guión, obra de Brian Helgeland (que venía de escribir la cuarta entrega de Pesadilla en Elm street y El teléfono del infierno y que luego hasta ganó un Oscar por L.A. Confidencial), estuvo terminado y se empezó a rodar. Varios fueron los directores que estuvieron a punto de dirigirla: Stephen Herek (Critters), Tommy Lee Wallace (Halloween III) o el mismísimo Rob Bottin. Pero finalmente el elegido fue el mentado
Ate de Jong, una elección con menos experiencia en el fantástico pero que seguramente no había muchas más opciones, pues estamos ante una producción tirando a modesta (8-9 millones de $) sin ningún gran estudio detrás que facilitara la distribución. Cosa que tampoco ayudaba mucho cuando originalmente debía llamarse Route 666, pero ese nombre está protegido en los USA. Donde también tuvieron problemas legales fue con la intentona de usar la famosa canción de AC/DC, pero los derechos de autor se les escapaba del presupuesto.


Como suele pasar en este tipo de producciones, la cosa se complicaba constantemente. Con un presupuesto escaso y los problemas que comportan la multitud de efectos había que añadir el rodar en el desierto de Arizona con un montón de tipos bañados en maquillajes que literalmente se deshacía.
Para acabar de liarla la película fue recortada por John Daly, fundador de Hemdale, a lo que el director holandés renegó del resultado final y pidió al gremio de directores poder firmarla con el famoso nombre de Alan Smithee. Y aunque ya tenía la aprobación para cambiar su nombre, dio marcha atrás por consejo del guionista Brian Helgeland. Con el tiempo el propio director reconocería que el montaje final que todos hemos visto es mucho mejor y con más ritmo que lo que tenía pensado.


En el cast nos encontramos un montón de caras conocidas: Patrick Bergin, Krity Swanson (la Buffy de la película original), Pamela Gidley (la que fuera la Teresa Banks de Fuego camina conmigo), haciendo de El Sargento C. J. Graham (que había sido Jason en la sexta entrega de Viernes 13), Richard Farnsworth (prota de Una historia verdadera de Lynch), la rockera Lita Ford, el archiconocido (aunque en la época no tanto) Ben Stiller, su mujer Amy y su padre Jerry Stiller (el padre de George Constanza en Seinfeld) y Kevin Peter Hall (nuestro Predator favorito).
Aunque el verdadero prota es Chad Lowe, actor malo malo, curtido en un montón de series y telefilms al que da bastante grima verle besar a su novia en la peli.


Autopista al infierno tenía todos o muchos elementos para ser en la actualidad película de culto y motivo de ediciones especiales en Blu-Ray, pero en cine 1+1 nunca es igual a 2. La elección de Ate de Jong se convierte en un lastre. Como también es el problema el tener un presupuesto ajustado para querer tener demasiadas localizaciones. Mejor les hubiera ido seguir un poco el estilo Bitelchús y tener pocos decorados pero explotarlos al máximo.
Aun y estos peros, hay que darle un visionado si te gusta el fantástico lleno de efectos tradicionales de la vieja escuela.

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