Podría hablar de SexyKiller y sus cualidades (y su chiste casi privado a Hot Milk) pese a Macarena cara de chiguagua Gómez y su estúpido "prefiero ser Hannibal Lecter antes que Paris Hilton" y que en la última media hora descarrila y acabe hundiéndose en sus propias heces. Pero lo haré de un engendro bastante más apestoso.
En la Edad Media, en el condado de Ruth vive el conde Luchan rodeado de toda su troupe, ya sea su hija, la princesa Alba (Maria Lamor); Boecius (Klaus Kinski), el alquimista y hombre de ciencia del castillo; Fray Lupo (Fernando Rey), el clásico personaje religioso que cualquier cosa la ve como una señal satánica; o Clever (Harvey Keitel), jefe de la guardia y que lo único que quiere es convertirse en amo y señor de las tierras.
Un buen día la princesa Alba se va a nadar al lago y ahí será raptada por un supuesto dragón. Después de peinar la zona la princesa aparece sana y salva. Pero donde realmente ha estado la princesa es en una nave espacial dirigida por IX (Miguel Bosé), un extraterrestre que ha llegado a la Tierra a investigar el planeta.
Y a partir de ahí ya la tenemos liada porque la princesa se enamorará del marcianito que es incapaz de vivir en esta atmósfera.
Con un reparto tan internacional como bizarro: Klaus Klinski, Harvey Keitel, Fernando Rey, Miguel Bosé, Carles Canut, Lydia Bosch y Carmen Conesa. Pero más bizarro resulta aún que este producto fuese dirigido por Fernando Colomo, especialista en comedietas madrileñas, que, además, firmó el guión junto a Miguel Ángel Nieto y el novelista Andreu Martín. Y ahí es donde más falla el desaguisado, ya que la vena humorística del director acaba contagiando una propuesta, cuanto menos, original.
Ver a Harvey Keitel haciendo de villano de opereta, persiguiendo a Miguel Bosé por el castillo y chocándose con sus soldados es desalentador, tanto que hay momentos que si hubiera pisado una piel de plátano y hubiese caído de culo, o que le hubiesen estampado una tarta de nata en los morros no nos hubiera extrañado lo más mínimo. O ese personaje puramente montyphytoniano que es el caballero Verde y su corcel Saltimbanqui, que al igual que Sir Didymus, se dedica a retar todo aquel que pase por su puente.
Llega un momento que más que una revisión de la historia de Sant Jordi estemos viendo Un astronauta en la corte del rey Arturo de la Disney, con la diferencia que la producción americana tiene mejor empaque y es más divertida pese a estar rodada varios años antes.
Y luego ya podemos seguir con un Fernando Rey pasadísimo de vueltas, sobreactuado hasta la extenuación e intentando lidiar con sus escenas en blue screen.
Curiosamente Kinski está terriblemente moderado y es el único que sale bien parado. Aunque tras las cámaras hizo gala de su reputación de cabrón y se dedicaba a arrancar los pelos de la barba de Colomo o a subirse a la chepa de Fernando Rey. Años después, a raíz de su muerte, Colomo firmaría un artículo titulado Descansemos en paz dedicado al actor alemán.
Y volviendo con Colomo, no sólo peca por meter sus chiste baratos de vodevil, si no que su incapacidad visual lastra todo la película con unos planos de telefilm italiano y una más que alarmante falta de inventativa a la hora de sacar partido al material.
Y es una pena porque tenía elementos para sacar algo de ahí. La nave, tanto el exterior como el interior, y el traje del marcianito son más que dignos a la par que tienen un fuerte tufillo a Gaudí por obra y gracia del dibujante Alfonso Azpiri (que muchos recordarán por ser el autor del cómic Mot y multitud de carátulas de juegos de Spectrum y los microordenadores de la época) que se encargó de los diseños que luego serían llevados a la practica de la mano de Reyes Abades, que había trabajado en Deprisa, deprisa o Los señores del acero y luego ha hecho una prolífica carrera en el cine patrio con lindezas como Jet Marbella set, La estanquera de Vallecas o las pelis que ha rodado Del Toro en tierras patria.
Con un reparto tan internacional como bizarro: Klaus Klinski, Harvey Keitel, Fernando Rey, Miguel Bosé, Carles Canut, Lydia Bosch y Carmen Conesa. Pero más bizarro resulta aún que este producto fuese dirigido por Fernando Colomo, especialista en comedietas madrileñas, que, además, firmó el guión junto a Miguel Ángel Nieto y el novelista Andreu Martín. Y ahí es donde más falla el desaguisado, ya que la vena humorística del director acaba contagiando una propuesta, cuanto menos, original.
Ver a Harvey Keitel haciendo de villano de opereta, persiguiendo a Miguel Bosé por el castillo y chocándose con sus soldados es desalentador, tanto que hay momentos que si hubiera pisado una piel de plátano y hubiese caído de culo, o que le hubiesen estampado una tarta de nata en los morros no nos hubiera extrañado lo más mínimo. O ese personaje puramente montyphytoniano que es el caballero Verde y su corcel Saltimbanqui, que al igual que Sir Didymus, se dedica a retar todo aquel que pase por su puente.
Llega un momento que más que una revisión de la historia de Sant Jordi estemos viendo Un astronauta en la corte del rey Arturo de la Disney, con la diferencia que la producción americana tiene mejor empaque y es más divertida pese a estar rodada varios años antes.
Y luego ya podemos seguir con un Fernando Rey pasadísimo de vueltas, sobreactuado hasta la extenuación e intentando lidiar con sus escenas en blue screen.
Curiosamente Kinski está terriblemente moderado y es el único que sale bien parado. Aunque tras las cámaras hizo gala de su reputación de cabrón y se dedicaba a arrancar los pelos de la barba de Colomo o a subirse a la chepa de Fernando Rey. Años después, a raíz de su muerte, Colomo firmaría un artículo titulado Descansemos en paz dedicado al actor alemán.
Y volviendo con Colomo, no sólo peca por meter sus chiste baratos de vodevil, si no que su incapacidad visual lastra todo la película con unos planos de telefilm italiano y una más que alarmante falta de inventativa a la hora de sacar partido al material.
Y es una pena porque tenía elementos para sacar algo de ahí. La nave, tanto el exterior como el interior, y el traje del marcianito son más que dignos a la par que tienen un fuerte tufillo a Gaudí por obra y gracia del dibujante Alfonso Azpiri (que muchos recordarán por ser el autor del cómic Mot y multitud de carátulas de juegos de Spectrum y los microordenadores de la época) que se encargó de los diseños que luego serían llevados a la practica de la mano de Reyes Abades, que había trabajado en Deprisa, deprisa o Los señores del acero y luego ha hecho una prolífica carrera en el cine patrio con lindezas como Jet Marbella set, La estanquera de Vallecas o las pelis que ha rodado Del Toro en tierras patria.
En cambio, todo los trucajes y efectos ópticos (ATC -Arte por computadora- que le llamaban en la época), que ya no están tan conseguidos y parece que estén hechos con los descartes de Tron, son de Chuck Comisky que venía de trabajar en Los 7 magníficos del espacio y Tiburón 3D y luego estuvo en La familia Addams, Terminator 2 3D, El último gran héroe o Blade, entre otras.
Rodada en Madrid y en Girona, concretamente en el castillo de Requesens, que data del siglo XI, y con el presupuesto más grande que se había usado en un film espanyol, ya que nos encontramos con un reparto internacional, maquetas y efectos especiales y un equipo técnico bastante importante.
Recaudando en las navidades del 85 menos de un millón de euros, el propio Colomo acabó endeudado y hoy reniega del film hasta tal punto que vetó su proyección en una retrospectiva de su filmografía que se hizo hace 2 años en Málaga.
Pero ya lo dijo Debbie Harry: dreamin' is free.
Siempre es bueno darle una oportunidad al Epílogo.
3 comentarios:
te regalo el dvd para reyes!! eso te pasa por ver pelis raras
No, eso no me pasa por ver pelis raras. Me pasa por ver pelis espanyolas.
eso tambien!!
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