jueves, diciembre 30, 2021

School killer


La aparición de Scream y su posterior éxito propició el resurgimiento del slasher con Leyenda urbana, Un San Valentín de muerte... pero eso sí, todo mucho más limpio y pulcro, con ausencia de sexo y todo más controlado para abarcar el máximo público posible.
Aquí no seríamos ajenos a ese éxito y aparecieron abortos patrios como Más de mil cámaras velan por tu seguridad, Tuno negro, El arte de morir o School killer.


Un grupo de jóvenes llegan a una escuela abandonada a pasar la noche. Allí empiezan a escuchar ruidos y ver personas. En un principio creen que otro grupo de chavales les están gastando una broma, pero cuando cuando uno de ellos desaparece y encuentran su cadáver intentarán escapar del lugar.

Si bien School Killer está dentro del pelotón de las películas antes mentadas, su inicio empezó muy pronto, a principios del 1998 cuando la productora Dos orillas encargan un guión a Tino Blanco (futuro guinosta de Cruz y Raya.com) y Mercedes Hogueras. Hago un paréntesis para remarcar que la productora solo hizo dos largometrajes: el aquí mentado y ¡chorprechá! El forastero.
Los guonistas buscando por el prehistórico internet de la época se topan con la historia de una muchacha que había sido asesinada junto a cuatro amigos en un colegio abandonado. Buscando información sobre estos hechos solamente encontraron un sumario cerrado donde se culpaba al vigilante del lugar. A partir de ahí "virgencita dame inspiración".

Dirigida por Carlos Gil, que hacía su debut en la dirección de largometrajes (ya había hecho televisión). Pese a ser su estreno este señor tenía detrás un currículum dirigiendo segundas unidades verdaderamente envidiable: Indiana Jones y el Templo Maldito y La última cruzada con Spielberg; Las minas del rey Salomón y Delta Force de la Cannon; o Nunca digas nunca jamás.


Es por esa trayectoría que cuesta creer que pariera una película tan espantosa. Pero espantosa de aquellas que roza la línea de la parodia y te lo acabas pasando mucho mejor que si nos encontraramos ante un buen slasher (si es que alguna vez ha habido uno realmente bueno). Nos encontramos todos los clichés a la hora de crear los personajes: el graciosillo del grupo, el que los lleva al lugar y sabe lo que pasó años atrás, la que es experta en el más allá y tiene respuestas para todo lo que pasa, la que va de dura, el que casi no dice nada y que en algún momento apuntan como el asesino... Además de los famosos momentos donde toman la idea de seperarse del resto del grupo para minutos después... ¡tachán! aparecer muertos. Cualquier cliché del slasher lo tienes aquí al dente.


El elenco está sacado de aquellas series juveniles de la época como Al salir de clase: Carlos Fuentes (uno de esos nombres que parecía que llegaría algún sitio y hoy está missing), Zoe Berriatúa, Manuela Velasco (mucho antes de Rec y cuando presentaba videoclips en Los 40 de Canal Plus), Olivia Molina (hija de), Carmen Morales, el Dj Kwenya Carreira, Sergi Mateu (habitual en series de Tv3 y no sé muy bien que pinta aquí) y Paul Naschy / Jacinto Molina en la época que se dedicaba a rajar de toda la industria y la mano negra que no le daba papeles y de lo muy reconocido que era en el extranjero y blao, blao, blao...
Todos ellos con interpretaciones muy intensas a la vez que risibles. A este detalle hay que añadirle que la película no tiene sonido directo y se dobló, lo que pega un cantazo muy fuerte cuando alguno de los actores no lo hace él mismo y le ponen una voz que reconoces como la de algún personaje de dibujos animados.


A la producción se le nota su modestia, siendo rodada en un hospital abandonado en la sierra madrileña donde acontece toda la acción y con algún que otro maquillaje resultón. También se le nota (y mucho) la época de realización, cuando empezaba a pegar fuerte lo digital, que permitía facilmente hacer una edición llena de cortes a tutiplén. Aquí el caso es sangrante porque está trufado de infinitos flashbacks de lo que hemos visto 3 minutos antes.


Como era de esperar, la película se llevó críticas sangrantes nunca mejor dicho) y fracasó en taquilla, donde apenas recaudó 130 millones de las antiguas pesetas (unos 800 mil euros) muy lejos de lo que hacían Tuno negro y compañía, que triplicaban lo ganado. Así pues, School killer sería el carpetazo definitivo para el spanish slasher.

Un año después, Carlos Gil estrenaría Alas rotas, un Top Gun cañí con Carlos Fuentes, Ana Álvarez (Aquí huele a muerto), Jesús Cisneros, Ramón Langa y Monica Van Campen (sí, enseña las campens y lo de abajo). El film fue un fracaso aun más estrepitoso que apenas recaudó 250 mil euros y eso que trincó más de medio millón de subvenciones. Un pufo de los guapos.

School killer ha quedado muy olvidada, al igual que el resto de sus compañeras en aquella ola del spanish slasher (si es que existe el apelativo). Y no es para menos, son subproductos que ni siquiera pueden rescatarse por un cuestión estética como el fantaterror de los 60/70 (ojo, por una estética que es la que había una época, porque la mayoría son igual de zarapastrosas), pero no se les puede negar que son hijas de una época muy concreta por sus formas y sus caras juveniles televisivas. Igual dentro de 10 años alguien las reivindica.

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