El forastero es uno de esos pufos que tanto gustan en la cinematografía autoctona. Pufo porque no la fue a ver ni el Tato y porque ahí trincó subveción hasta el hijo de Dominguín. Y no es coña.
La ¿película?, una coproducción junto a Perú (no, no es broma), en la que ponía el montante Sociedad Audiovisual Dos Orillas, que venía de producir School Killer, y El forastero sería su segundo y último trabajo pues cerró la persina. ¡Que chorprecha! Otra empresa que estaba metida en el ajo era Costaguana, propiedad de Miguelito Bosé. Y también corría por ahí Vía Digital y Antena 3.
Empezaría a rodarse en verano del 2000 en Perú, pero como el dinero voló rápido, tuvieron que volver a la península y terminarla en algún parque madrileño. Dos años después se estrenaría en un par de cines y la fueron a ver 4 gatos que no sumaron ni 20 mil euros.
Efectivamente, estamos ante la enésima historia de marcianito que ante lo que es el pan nuestro de cada día, nos hace ver lo estúpido del ser humano y sus ganas de complicarse la vida. Bueno, tampoco es que ese sea el mayor de los problemas del film. Los yankies hollywoodienses nos han enseñado que podemos tragarnos una y otra vez la misma película siempre y cuando esté bien hecha, cosa de la que no podemos decir de El forastero. La cosa se queda entre cutre y tercermundista.
En el cast sobresale Nacho Duato por méritos propios. Méritos en el sentido más negativo del término. Evidentemente en danza sería lo más, pero en la interpretación la cosa da un giro de 180º y si lo dejamos en patético nos quedaremos hasta cortos. Y eso que unos años atrás ya había sido protagonista de una serie de TVE de título La virtud del asesino, donde hacía de psycho killer. Pero donde se lleva la palma es en las escenas que ocurren dentro de su nave. Nave generada integramente por los efectos digitales más tercermundistas que se han proyectado en cualquier cine del mundo. En serio, 10 años antes había mejor CGI en el Club Super 3. Lo cierto es que es bastante triste ver a Duato mover las manitas como hacía Tom Cruise en Minority report (que manda cojones que sean del mismo año) en un croma tan casposo. Una imagen vale más que mil palabras.
El director es un tal Federico García Hurtado, poeta, ensayista, periodista y director de cine (y posiblemente albañil y pensador también) que, básicamente, tiene una filmografía de documentales y cine social que se centran en los problemas de la sociedad Peruana. En fin.
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