Este documental de Neus Sala se centra en la figura de El Rubio (alías de José Juan Martínez Gómez), el cabecilla de la banda y que es el único que sigue vivo. Este jura y perjura que les contrataron para robar una importante documentación donde se relacionaba al Rey con el 23F y lo del atraco por cuestiones económicas era una cortina de humo. Así que estamos ante uno de los muchos asuntos turbios que rodean la historia moderna de este país y que, por supuesto, nunca ha acabado por esclarecerse y tiene toda la pinta que nunca lo hará. Ya sabemos como funcionan las cosas aquí.
Y ante el mal sabor de boca que me dejó Un genio en apuros, por aquello de lo poco que aparecía Barcelona en la película, era un buen momento para recuperar Asalto al Banco Central, el film de 1983 de Santiago Lapeira según la novela del mismo título del argentino Alberto Speratti (que ha sido un especialista en novelas de crónica negra con Tempestad sobre el Vaticano, El crímen de la calle Legalidad, La tragedia del DC10...), que pintaba mucho mejor para dar protagonismo a la ciudad.
Y vaya si lo daba: el cementerio de Montjuic, Vía Laietana (la tienda de lámparas Abelux), el parque de atracciones del Tibidabo (en el guri-guri se cepillan a un soplón), aparecen los furgones blindados de SASS luego Prosegur... y, por supuesto, la parte de Plaça Catalunya donde estaba el Banco Central (ahora unas galerías de El Corte Inglés) y las Galerías de La Luz que estaban delante (en la actualidad es el Triangle con el Fnac).
La película nos pone como protagonista a un periodista de investigación (José Sacristán) que recibe el chivatazo que algo gordo se está planeando en la ciudad, y al estar cercano el intento de golpe de estado se dedica a indagar junto a su compañera. Por enmedio militares que parecen saber algo, soplones, mercenarios dispuestos a todo por el botín, periodistas de puro y cigaló, pipermín y muchos bigotes.
Su estructura es, cuanto menos, extraña, hay muchas tramas abiertas (el hijo del protagonista, esos rehenes que se enrollan, los que mandan el golpe...) que nunca se cierran o directamente no conducen a nada y su aportación a la trama parece que sea rellenar metraje. Es como si no tuvieran muchas de las respuestas de lo que pasó durante las 37 horas que duró el atraco. Da la sensación que su director y guionista, un jovencito Santiago Lapeira de apenas 25 añitos que había dirigido ese mismo año El invernadero y que en la actualidad excreta engendros como ESO (Entidad Sobrenatural Oculta) o El secreto de los 24 escalones, quería ser sumamente fiel a los datos que se manejaban en 1982 (se rodó en agosto de ese año) y al no disponer de todas las respuestas así se quedó. Está claro que, a nivel de guión, le hubiera resultado mejor rellenar esos vacíos con ficción.
Se nota que tenía un ojo puesto en Hollywood, concretamente en las reuniones de los periodistas, que quieren ir del estilo de Todos los hombres del presidente, pero claro, aquí todo con mucho menos glamour. Pero aun y así retratan bien aquellos tiempos con menciones al golpe de Tejero o el caso Almería.
El reparto es extensísimo y, al estar rodado en Barcelona, con un buen puñado de nombres de la escena catalana de la época: José Sacristán (que por momentos está bien y por otros fatal cuando le sale los ramalazos de comedia mala), Isabel Mestres, Alfred Lucchetti, Arnau Vilardebó (el que luego sería el conserje en La cripta), el inefable Victor Israel, Joan Borrás, Josep Minguell (que por alguna razón no se dobla él mismo), Francesc Orella, una mini aparición de Llàtzer Escarceller al final de la película, Carlos Herrera antes de convertirse en ese cuñao bebedor de vinos y con pintas de Freddie Mercury versión marca blanca y Fernando Guillén que está metido con calzador.
Asalto al Banco Central es una película tremendamente entretenida. Con su estética de cine quinqui retrata perfectamente la época y hasta sorprende como habla sin tapujos de la extrema derecha (ese militar que trata de usted a los periodistas pero de tú a los políticos). Claro que tiene cosas ridículas, como que la policía no se entere de nada, en cambio los periodistas tienen soplones en cada esquina y saben todo lo que se cuece. O unas persecuciones de chichinabo por la ciudad que se nota totalmente improvisada. Y hasta podríamos meternos con lo mal explicada que está, con esos italianos que son los que encargan el golpe pero que nunca acabamos de saber su auténtico objetivo y otros callejones sin salida en algunas tramas. Pero todo esto no es impedimento para disfrutar de ella. Tiene ritmo (hasta la mitad no llega el atraco y no nos hemos aburrido nada) y en ningún momento nos aburriremos y disfrutaremos de un tour por la Barcelona ochentera. ¿Qué más se puede pedir?
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