viernes, marzo 23, 2018

Tenebre

Tenebre, Dario Argento

Argento fue lo suficientemente listo como para que, una vez que su querido giallo se convirtiese en una mina de oro explotada por gente con más o menos gracejo y, por tanto, el subgénero estaba por los suelos, darle una vuelta de tuerca para reanimarlo. El componente sobrenatural que empezaba a tomar forma explotó en Suspiria. Ese éxito (no olvidemos que en USA tendría el sello de una major como la Fox) dio alas a nuevos sucedáneos.

Después de Suspiria e Inferno todo parecía indicar que le daría una tercera entrega a su micro universo de las tres madres cuando su siguiente película llevaba el título de Tenebre. Pero el romano volvió hacernos un quiebro de cintura y regresó al giallo puro y duro. Era algo así como regresar al subgénero puro, donde seguía siendo el rey y poner las cosas en su sitio después de su ausencia y la degeneración del giallo.


Tenebre, Dario Argento

Un famoso escritor norteamericano viaja a Roma, donde empezarán a sucederse los asesinatos que recrean los que aparecen en sus novelas, y, como es habitual en las películas de Argento, se pondrá a colaborar con la policía para dar con el asesino.

Tenebre, Dario Argento

Como era habitual en la época, nos topamos con un reparto variopinto. Encabezado por Anthony Franciosa, John Saxon, Giuliano Gemma, el transexual Eva Robins y Daria Nicolodi. Además, Argento se rodeó de colaboradores muy conocidos por él: Michele Soavi (Aquarius) y Lamberto Bava (Demons) en la segunda unidad; casi una reunión de Goblin (sólo faltó Walter Martino); Luciano Tovoli, al igual que hizo en Suspiria, en la fotografía.

Tenebre, Dario Argento

Pero por si algo es recordada Tenebre, más allá del regreso al giallo clásico, es por la sacada de chorra por parte de Argento en la famosa escena que la cámara recorre toda la fachada de una casa donde se está produciendo un asesinato, que acabó poniendo la imagen de la tela rasgada y la navaja en algunos de los carteles. Sin ir más lejos, en el estreno de cine de aquí (que no sería hasta finales del 84) y también aparece a modo de pegote en la edición en vídeo que nos trajo Polygram. Que, por otro lado, es sumamente engañosa con esa silueta femenina, casi parece sacada de Phenomena. Aunque la imagen más usada para la cartelería sería la del busto de la víctima mirando hacia arriba, aunque en la película no tiene la gracia del dibujo.

Pero volviendo a la master piece. No hay que olvidar lo mucho que le gustaba al director usar sistemas de cámara novedosos o que le permitieran hacer virguerías con la cámara como el vuelo de los pájaros en Terror en la ópera. Aquí usó la reciente grua Louma para ese famoso plano. Plano que le traería de cabeza para la edición norteamericana, donde el distribuidor quería eliminarlo. Al final consiguió recortarlo, al igual que un montón de escenas truculentas, haciendo que la versión yanki fuese menos que ininteligible. Y es que el fracaso económico de Inferno en suelo norteamericano acabó quitándole todo el crédito al director de Drácula 3D.



Mucho se criticó a Tenebre en la época (y en la actualidad), tachándola de un paso atrás en la filmografía del director, de hacer un thriller al más puro estilo norteamericano pero con más hemoglobina, de una fotografía demasiado plana, de meter desnudos de forma gratuita... Es entendible que muchos, viendo el título, se pensaran que estábamos ante el último capítulo del tríptico de las tres madres y que al toparse con un giallo más rudimentario se decepcionaran. Aunque más gracioso es que le acusen de dejar atrás su festival de colores saturados, cuando el romano apenas ha usado ese recurso en un par de sus películas (precisamente en Suspiria e Inferno). Si acaso, es un recurso que bebe directamente de Bava padre (el bueno, of course) y se quedó en esas dos películas y ya.

Está claro que Tenebre no es el mejor Argento (básicamente ahí empezó un declive paulatino hasta entrar en la decadencia absoluta en los 90), y el rollete del supuesto giro final ya no tiene ninguna gracia (seguramente ni en la época lo tuvo), pero se le puede sacar mucha punta. Tiene sus buenos locurones del absurdo más grande del propio giallo, con asesinos que campan y asesinan a plena luz del día, pero es aquello de que si hay algo fuera del encuadre es que no existe. Una banda sonora que brilla por sí sola gracias a esa media reunión de Goblin (Simonetti, Pignatelli y Morant) y unos actores que... bueno, a Argento ni le interesaba demasiado el arte de la actuación ni se le daba especialmente bien. Pero pese a todos sus defectos, tiene suficientes virtudes para ser un fast food de lo más goloso.


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