Finales de los 70, principios de los 80, Disney es un caos (como dejé caer en su día). Aunque cueste creerlo películas como Robin Hood o Tod y Tobi no recaudaron lo esperado en su estreno. Muchas películas con actores reales, que no eran más que moralina barata, y el imperio Disney se aguantaba gracias a su canal de televisión por cable (Disney Channel) y el parque de atracciones yanki (el de Tokyo abriría en el 83).
La gran compañía era un barco a la deriva que no sabía por donde tirar y sólo le faltó ese auge de películas de espada y brujería que nació a rebufo de Conan el bárbaro, con todas esas espantosas italianadas (Ator el poderoso), series B (El señor de las bestias), largos animados (Tygra: hielo y fuego) y series de tv (He-man y los masters del Universo). Disney lo tenía claro, ese era el camino.
Compró los derechos de una saga de novelas juveniles del género firmadas por Lloyd Alexander en los años 60, conocidas como Las crónicas de Prydain. Esta saga se componía de cinco libros, a saber: El libro de los tres, El caldero mágico, El castillo de Llyr, Taran el vagabundo y El gran rey.
Disney decidió usar los dos primeros libros para dar forma a un proyecto que estaba destinado a llevar a lo más alto el género de la animación. Cuan equivocados estaban los señores de la gran D.
Taron y el caldero mágico (la película) era un producto hecho a lo grande: realizada en 70 mm formato cinerama (la última que la compañía hizo así para volver a otros formatos más compatibles con los televisores cuadrados de la época), se usaron cámara multiplano y animación hecha por ordenador (algo totalmente novedoso a mediados de los 80), una nueva técnica de animación se inventó especialmente para el film, la ATP (Animation Photo Transfer) y contó con un presupuesto de 25 millones de dólares.
Una de las historias que más han circulado es que Tim Burton estuvo detrás de varios de los diseños del film, pero eso no es así. Es cierto que el director de Beetlejuice en aquella época trabajaba en Disney. Entró en 1979 como animador participando en Tod y Tobi y, aunque él mismo siempre dijo que odiaba esa época, consiguió sacarle partido al iniciar proyectos que de otra forma no hubiera podido: Stalk of the celery monster, Doctor of doom (que él mismo protagonizaría), Luau y el archiconocido Vincent.
De animador pasó a ser artista conceptual en el proyecto de Taron y el caldero mágico, es decir, que se dedicaba a dibujar cualquier cosa que se le pasara por la cabeza y si los mandamases del proyecto lo consideraban oportuno se usarían para el film.
Nada de lo que dibujó gustó y su aportación acabó siendo la nada más absoluta.
Ya antes del estreno (1985) se dieron cuenta que la película era demasiado oscura y tenebrosa para un film de animación Disney, la única opción para darle algo de ligereza fue eliminar algunas escenas (algo totalmente novedoso en la compañía) que contenían muertes y desnudos, pero aún y así acabó siendo clasificada PG, es decir, que avisaban que podía tener escenas no aptas para menores. La suerte estaba echada y el film acabó pasando con más pena que gloria por las salas de cine.
Tal fue el arrepentimiento de Disney que acabaron escondiendo la película durante años. Una de las tácticas de Disney era la explotación en vídeo de sus películas y el re-estreno de éstas en cines unos años después de su estreno. Eso no pasó con Taron y el caldero mágico. Nunca se reestrenó y no se lanzó en vídeo hasta mediados del 98 (¡casi 15 años después de su estreno!).
¿Tan sombría y oscura es la película? Pues sí. Quizá vista hoy haya perdido algo, ya que toda su oscuridad está totalmente superada, pero en el año 85 una película con el logo Disney como ésta era bastante dura. Y puedo dar fe de ello que la vi con cinco añitos en el extinto cine Versalles.
Técnicamente lo que comentaba antes del aprovechamiento por parte de Disney de la moda de películas de espada y brujería no es cierto, ya que la producción del film empezó en los 70 y su estreno coincidió con ese auge del subgénero.
Esa saturación seguramente no ayudó al éxito de la película pero sin duda la oscuridad que impregna la mayoría del metraje fue el detonante.
La sinopsis no tiene secreto. Según una leyenda existe un caldero mágico que permite gobernar el mundo. Tras él anda el Rey del Mal, que se entera que la única que puede descubrir su paradero es una cerdita que tiene visiones (sic).
Aunque en muchas películas Disney hay momentos aterradores (Blancanieves, La bella durmiente...) está va más allá, entre otras cosas porque gran parte del metraje acontece en el castillo del Rey del Mal, que su propio aspecto (una especie de zombi animado con una técnica de rotoscopio más cercana a la de Bakshi que al de las propias peliculas Disney de décadas atrás) ya da cierto respeto, un lugar lúgubre y en ruinas habitado por unos dragones alados y los esbirros del Rey del Mal, personajes grotescos con barba de tres días que incluso lucen pelo en las axilas.
Por no hablar del ejercito de muertos vivientes que reviven por el poder del caldero, que en determinada parte del film un personaje es capaz de suicidarse para que el resto puedan desbaratar los planes del Rey del Mal o que al protagonista lo vemos sangrar después de haber sido atacado.
También corren por ahí tres brujas muy horribles que por algún momento lucen una estética demoníaca.
Pese a todo eso Disney usó el arquetipo de resorte cómico para la mano derecha del villano, una especie de duende enano llamado Creeper. Y repitió la jugada en el bando de los buenos con Gurgi, un bicho peludo bastante insufrible.
Por otro lado el film rompió con otro de los factores de las exitosas películas Disney: no hay canciones. Ni una sola.
Pero al final lo importante es como funciona en su cojunto y es ahí donde pierde agua por todos lados.
Salvo su estética tenebrosa y, en algún momento, cruel, la película es aburrida y previsible (aunque esto último es algo que ya viene en el adn Disney).
Los personajes tienen nivel cero en carisma. Este dato es especialmente doloroso en el malo, que normalmente este rol en las películas Disney suele estar elaborado, pero este Rey del Mal es una especie de caballero templario de Ossorio sin personalidad alguna, que se limita a mirar, dejar caer un par de frases de panfleto sectario para que veamos lo malísimo que es y poco más.
Y es que la película (no sé hasta que punto es fiel con los libros) tiene muchos agujeros argumentales. Uno se pregunta constantemente donde está el resto de los habitantes del lugar (sólo aparecen los cuatro protagonistas y los habitantes del castillo) y para qué quiere el Rey del Mal ese ejercito de zombis si no hay nada que conquistar.
Disney ya ha anunciado una edición especial en DVD para este verano, con extras como esas famosas escenas eliminadas. Será una buena ocasión para ver hasta donde llegaron los tijeretazos.
3 comentarios:
Estoy de acuerdo, Taron y el caldero es un rollazo, el duendecillo verde malo me recordaba mucho a "sapito" de los "osos gummy"
Precisamente estuve a punto de comentar el parecido entre Sapito y el bicho ese, pero luego busqué una imágen y no se parecen en nada. Creo que es más por el tipo de rol que desempeñan (ayudante del malo) y el doblaje sudamericano (igual era el mismo doblador). Los que sí tienen bastante parecido es Taron y el niño humano de los osos Gummi, al menos las vestimentas son idénticas.
Curiosamente tanto Taron como los osos son del 85, de Disney y comparten esa estética medieval. A saber si ellos mismos reutilizaron diseños o conceptos.
Al menos la voz de si que era la misma y por eso me recordaba tanto. En lo del niño no me había fijado.
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