miércoles, noviembre 20, 2019

Siete notas en negro

Siete notas en ngreo, Lucio Fulci, Sette note in nero, Franco Bixio, Fabio Frizzi, Vince Tempera, Jennifer O'Neill, Gabriele Ferzetti, Marc Porel

Lucio Fulci ha pasado a la historia como ese italiano que hacía películas de terror con mínima coherencia en el guión y con exceso de vísceras y sangre, y eso que su bajada a los infiernos de los higadillos se iniciaría en 1979 con Nueva York bajo el terror de los zombi. Y aunque ya nos había obsequiado con pequeñas píldoras subidas de tono como aquellos perros abiertos en canal en Una lagartija con piel de mujer, pesó mucho más para la memoria popular los trabajos de una década (los 80) que todo lo que llegaría a facturar en las dos décadas anteriores. Básicamente un montón de comedias (muchas protagonizadas por el dúo Franco Franchi y Ciccio Ingrassia), incursiones en las aventuras juveniles (una versión de Colmillo blanco y secuela), el spaghetti western (Los cuatro del apocalipsis), comedieta erótica (La juez y su erótica hermana) y giallo (Una historia perversa). Aunque, todo hay que decirlo, sus películas en este último subgénero son complicadas de catalogarlas como tales, ya que están más cercanas al thriller "stándard" y suelen carecen de las señas de identidad que lo hicieron famoso (varios crímenes ejecutados por un asesino enmascarado —o al menos al que no vemos el rostro— y rodados en primera persona y de forma que se recrean en el aspecto más gráfico del crimen).

El romano nunca escondió su condición de director mercenario y de facturar sus films con miras puramente económicas, por lo que, habiendo tenido grandes fracasos económicos y haberlos sufrido con el ostracismo con el que le castigaban los productores, valoró como pocos el éxito de su exploit del film de Romero/Argento y se subió al carro del terror más sanguinario para, salvo contadas ocasiones, no abandonarlo nunca más.

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Uno de estos grandes fracasos sería precisamente Siete notas en negro. Realizada en 1977, todo partiría de Terapia mortale, novela debut del crítico Vieri Razzini, de la que el director, junto a Roberto Gianviti, uno de sus colaboradores habituales, presentaría un primer tratamiento a Luigi y Aurelio de Laurentiis (el primero hermano pequeño de Dino de Laurentiis y el segundo el sobrino). Estos le presentarían a Dardano Sacchetti para que le ayudara a desarrollar el libreto. Sacchetti era un guionista que venia de trabajar con Mario Bava (Bahía de sangre) y Argento (El gato de las nueve colas) y que a partir de este trabajo sería un colaborador habitual de Fulci hasta que partieron peras por los problemas que tuvieron con la autoría del guión de Blastfighter, un western postapocalíptico que acabaría dirigiendo Lamberto Bava en una versión low cost.
Pero a los Laurentiis no les gustó el guión y decidieron empezar de cero y dejar de lado la novela de Razzini. El nuevo libreto, que partía del concepto de que nadie puede escapar de su destino según una idea del propio Fulci, sería Sette note in nero y seguiría sin agradar a los productores que durante un año tuvieron al director y compañía con constantes cambios. De forma muy acertada Fulci desestimó trabajar con los productores y se llevó el proyecto a Fulvio Frizzi, un jefazo de Rizzoli Film, que vería con buenos ojos dar luz verde a la película.

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Virginia Ducci, una mujer que tiene visiones de sucesos que pasan en otros lugares, está recién casada con un tipo acaudalado. Mientras este está de viaje, ella debe encargarse de supervisar un antiguo caserón propiedad de su marido. Mientras conduce hacía allí tiene la visión de una mujer asesinada y que es emparedada por un hombre que cojea. Cuando llega al caserón descubre que es el mismo lugar donde transcurre el asesinato de su visión, lo que hará que abra un boquete en la pared y encuentre el esqueleto de una mujer.
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Sin lugar a dudas nos encontramos ante uno de los mejores trabajos de Fulci, al menos de los más equilibrados (él mismo lo catalogaba entre sus favoritos), en el que sabe aprovechar un gran guión que nos va a tener en vilo en sus 90 minutos (¡qué lejos quedan aquellos tiempos que las películas no se hacían interminables con sus insufribles dos horas y media!). Donde hay que destacar por fuerza el famoso tema musical que Tarantino usaría en Kill Bill. El detalle del tema musical a la hora de ser el detonante para resolver el misterio es un claro "préstamo" de El corazón delator y el cadáver emparedado nos trae a la cabeza El gato negro, ambas obras de Poe, pero tampoco habría que dejar escapar a Rojo Oscuro de Argento, que ya había jugado con los elementos sobrenaturales para modernizar un giallo que estaba siendo explotado en demasía en Italia y comenzaba a dar síntomas de agotamiento. Y ya, años después, el propio Fulci usaría algunos elementos de Siete notas en negro en La ciudad de los muertos vivientes, donde su protagonista puede ver cosas que suceden en otros lugares y acabaría siendo enterrada/emparedada viva. O esa niña pelirroja del prólogo que nos traerá rápidamente a la mente a Silvia Collatina en Aquella casa al lado del cementerio.

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Aquí no tendría estreno cinematográfico y nos llegaría extremadamente tarde en 1990 y en formato VHS (de ahí su doblaje no demasiado cuidado. Llegué a contar que Pedro Sempson —te sonará más por ser la voz del mayordomo Geoffrey en El príncipe de Bel Air— doblaba hasta a 3 personajes diferentes). Quizá tuvo que ver la censura de la época o que en Italia fue un estrepitoso fracaso (según Fulci porque se estrenó en verano y era una mala fecha para un film de estas características), pero lo cierto es que más vale tarde que nunca.

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