El cuarteto formado por Tony Anthony, Lloyd Batista, Ferdinando Baldi y Gene Quintano ya habían asomado su fino hocico por estos lares con Yendo hacia ti (Comin' at Ya!), western tardío que inició uno de esos mini booms que suele vivir el formato 3D cada cierto tiempo, e incluso funcionó mínimamente bien en la taquilla yanki. Tan bien que por el 2012 restauraron el film y lo proyectaron en varios festivales para subirse al carro de la otra fiebre que hubo con la tercera dimensión con Avatar y compañía. Pero la cosa no les debió funcionar porque lo siguiente era ponerse con la restauración de El tesoro de las cuatro coronas, cosa que nunca sucedió.
La idea de El Tesoro de las cuatro coronas era simple: seguir con las 3D cuando estaban en plena eclosión y rematarlo haciendo un exploit del cine aventurero que había vuelto a poner de moda En busca del Arca perdida. ¿Y qué podía fallar? Pues que ni tenían dinero ni la mano de Spielberg para rodar. Si no llega a ser por las 3D el film hubiera quedado como otro de los muchos subproductos paridos en Italia, Filipinas o cualquier industria fílmica exótica. En este caso estamos ante una coproducción con Hispania (de ahí la presencia de Paco Rabal y Anita Obregón) de la mano de Lotus Films (que también estaba detrás de obras magnas como La invasión de los zombies atómicos o Memorias del ángel caído) con USA. Aunque también llama la atención la presencia la de los primos Yoram Globus y Menahem Golan, o lo que es lo mismo, la Cannon. Aunque su aportación a la causa fue bastante con pinzas, pues se limitaron a ser distribuidores en los USA.
En su ficha encontramos nombres tan variopintos como Emilio Ruiz en las maquetas, Carlo De Marchis (que estuvo en los efectos de Alien, Slugs, La grieta) en el maquillaje, y Germano Natali (Rojo oscuro, Suspiria) en los efectos.
Aunque si nos hemos de quedar con nombres hay que hacerlo con el de Ennio Morricone, que obviamente firma el score. Eso sí, limitado a un par de temas que mucho me temo compuso sin haber visto un solo fotograma. Su música es de aquellas que se lo cree más que la propia película. Una cosa totalmente grandilocuente y majestuosa que contrasta con el cutrerío que vemos en la pantalla, además de no casar demasiado bien con la acción. Pero tampoco nos pongamos exquisitos, que el tipo ha participado en tantísimos títulos que más de uno y de dos son putrefactos.
Después descubrimos que esa llave es el encargo de unos millonetis que le explican que abre una de las cuatro coronas fabricadas por los visigodos en el siglo VI después de conquistar la península Ibérica. Las bolas de oro que rodean las coronas contienen increíbles poderes. Al invadir la península, los musulmanes destruyeron una de ellas al intentar abrirla y las otras 3 desaparecieron. En la época que transcurre el film una la tiene el millonetis, las otras dos están en manos de un chiflado con el símbolo de la trifuerza del Zelda en el entrecejo que ha montado una secta (¡que tiran panderetas a la pantalla!) en un castillo rodeado de guardianes con metralletas y un sistema de vigilancia de última generación.
Así que nos preguntamos: ¿Qué hacen realmente las coronas? ¿No se supone que lo que tiene poder son las bolas de su interior? ¿Qué quiere hacer el malo con esas coronas si, según nos cuentan, sus adeptos le proporcionan varios miles de millones de dólares al año? ¿Por qué la película se titula El tesoro de las cuatro coronas (CUATRO) si una se destruyó y el objetivo es recuperar dos? ¿Qué es el tesoro? Tranquilo, todas estas preguntas (y muchas más) nunca serán contestadas porque a los responsables del guión les importa una mierda cualquier tipo de coherencia.
Sigamos. Los millonetis (uno de ellos es el propio Quintano y el otro Fernando Villena, de Terror en el espacio de Bava) le piden a Striker que recupere las dos que están en manos del tipo malote, y este, haciéndonos ver que es un mercenario sin escrúpulos, dice que no, que pasa de jugarse el pellejo y adéu-siau. Pero por aquello de la magia del cine que dirían algunos o por la inutilidad del guión que diría yo, en la siguiente escena está reclutando al resto del equipo para el gran golpe. A saber: un par de trapecistas del circo Los Muchachos que son Paco Rabal, que está pachucho del corazón y, efectivamente, palmará mientras se sacrifica por los demás, y su hija Anita Obregón que es... es gilipollas y no para de chillar. Luego irán a por Jerry Lazarus que es un alcohólico que se bebe hasta el agüilla de los espárragos en lata. Por último completa el equipo Gene Quintano, uno de los millonetis que está pasado de edad y pasado de peso. Gente enferma, histérica, alcohólica y viejos con sobrepeso, ¿qué podría salir mal?
Finalmente, y ya te cuento el final porque total... tenemos una larga secuencia de todos colgados en un techo al estilo Tom Cruise en Misión: Imposible, mientras van palmando uno a uno por las diferentes trampas. Striker consigue las esferas del poder, le da un pachuche estilo El exorcista, saca fuego hasta por el ojete del culo, mata a los malos y se va en un helicóptero con Anita la fantástica. C'est fini.
Rodada con el espectacular sistema Wonder Vision 3D (en el cartel yankie aparecía esta anotación más grande incluso que el propio título, aunque en el cartel de aquí y en la carátula del vídeo distribuido por Video Disco indicaba Super Vision), que básicamente era un señuelo, pues realmente se usó el Marks 3-Depix que nos exigía el uso de unas gafas polarizadas. Un sistema, todo hay que decirlo, de mayor calidad que el clásico de las gafas con papel de celofán rojo y azul.
La cosa no les funcionó tan bien en taquilla como su anterior aventura en las 3D. Lo que hizo que la intención de hacer un tercer film en 3D y con ambientación de space opera se fuese al garete. En cambio, años después, rivalizó con El señor de las bestias por ser la película más emitida en HBO, convirtiéndose en un pequeño clásico en la chavalada ochentera yankie. Por estos lares pasó muy desapercibida en su estreno pese a lo llamativo del 3D y en los 90 fue pasto de sesiones matinales en la 2 o las madrugadas de Telecinco para ir desapareciendo del mapa y no haber ni una triste reedición en VHS en los 90 (¡si hasta a Sogepaq sacó una edición en vídeo de SuperSonic Man a finales de los 90!) ni en los nuevos formatos del nuevo milenio, quedando como uno de los muchos productos casposos y trash que se filmaron en la meseta en los 70 y 80 y que ahora sirve para rellenar páginas en el 2000 maniacos o textos de Jordi Costa.
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