viernes, febrero 22, 2019

Pánico en el Transiberiano


Este es de esos títulos que consumí, como es lógico, en vídeo en los 80. En casa nos metíamos nuestras buenas sesiones los sábados por la tarde/noche con un buen bocata entre manos. Sesiones que iban desde El perro de los Baskervilles (sí, acabado en S) de la Hammer, Fuga de Alcatraz, Golpe en la pequeña China, Un cadáver a los postres, La pareja chiflada... Sin duda una selección ecléctica.

Pánico en el Transiberiano era una producción rodada en la península muy de aquella época. Y es que pese al lugar de rodaje y la mayoría del equipo técnico que había detrás, la producción pasaba por anglosajona sin ningún problema. Por un lado teníamos una estética que las imitaba perfectamente y por otro unos protagonistas que eran caras conocidas en ese tipo de películas. Aquí con un trío de ases como Peter Cushing, Christopher Lee y, en menor medida (más que nada porque su aparición se reduce al último tramo del metraje) Telly Savalas. A estos hay que añadir unos cuantos nombres más que conocidos en el género como Víctor Israel, Jorge Rigaud, Alberto de Mendoza (habitual del giallo) o Helga Liné. Solamente falta por ahí José Lifante.


Dirigida por Eugenio Martín, realizador que sería casi más correcto catalogarlo como un director de encargo que autor. Sin ir más lejos, el film aquí comentado sería un encargo de Philip Yordan, guionista de la época dorada de Hollywood (Johnny Guitar, 55 días en Pekín, El Cid) y que al acabar en la lista negra por tener relación con el comunismo se tuvo que buscar las garrofes en Europa. Aquí produjo algún que otro film, como El hombre de Río Malo y El desafío de Pancho Villa. Y precisamente con esta última es donde tiene origen Pánico en el Transiberiano, ya que habían comprado un tren de maqueta que les costó un riñón, con lo que forzaron la maquinaria para conseguir otro guión que justificase la aparición del "juguete". Así que los días de descanso de El desafío de Pancho Villa se fraguó un guión escrito por Arnaud d'Usseau y Julian Zimet, aunque Bernard Gordon y Julian Halevy metieron mano pese a no estar acreditados.
Un guión que, como se ha dicho multitud de veces, remite directamente a El enigma de otro mundo. En la película de Martín, un antropólogo regresa a Europa con los restos de una criatura congelada que ha encontrado en una cueva China. Durante el trayecto irán apareciendo cadáveres con los ojos en blanco.


Tengo que reconocer que vista en la actualidad se ha quedado algo anticuada. Si bien el inicio tiene toques de whodunit muy en la línea de Agatha Christie con la presentación de los personajes principales que parece que oculten algo, pero rápidamente nos vamos al terreno de la criatura que se va cepillando a los pasajeros. Casi un cruce entre slasher (ojo a las posibles influencias a El tren del terror) y Alien. Todo esto cogiéndolo con pinzas. Con pinzas de 1972 cuando todavía el género de terror no había dado el salto que llegaría con El exorcista y La matanza de Texas. Aquí seguimos en toque muy reposado, muy inglés y hammeriano (aunque el director siempre ha dicho que nunca había visto una película de la productora británica y su intención era imitar a la serie B norteamericana), con virajes a la ciencia ficción verniana (todo el tema de las imágenes que quedan en la retina de los cadáveres) con lo que nos lleva a cierta ingenuidad.


Pánico en el Transiberiano ha quedado en el tiempo como un clásico del fantaterror hispánico, a la altura de No profanar el sueño de los muertos o La residencia, pese a que a su director ha comentado más de una vez que no le gusta especialmente ser recordado por ella y preferiría serlo por otros títulos como Juanita la larga (serie de TVE) o Tengamos la guerra en paz. Martín, no nos engañemos, no era demasiado amigo del género y cuando participó en él fue de manera puramente alimenticia.


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