viernes, octubre 12, 2018

La isla del Dr. Moreau


Richard Stanley había dirigido en 1990 un pequeño hit como Hardware. Programado para matar y la cult movie El demonio del desierto, película con la que poco menos que se arruinó. En ese momento empezó a mover su ansiado proyecto de una nueva versión de La isla del Dr. Moreau de H. G. Wells y contactó con el productor Edward R. Pressman, que en su haber tenía producciones tan variopintas como El fantasma del Paraíso, Conan el bárbaro, Masters del Universo o El Cuervo. Éste, a su vez, contactó con Mike Deluca, en la época un peso importante de la New Line que vio con buenos ojos producir la película como una serie B de menos de 8 millones, pero en cuanto Marlon Brando entró en el reparto el proyecto se hizo más grande, a lo que que New Line pensara en cambiar a Stanley por Roman Polanski. Pero una reunión entre Brando y Stanley hizo que el actor se encaprichara del director, presionando a la New Line para que lo mantuviera en la dirección.

En primera instancia el papel del naufrago Edward Douglas fue ofrecido a Bruce Willis con miras de tener a una estrella taquillera, y el de Montgomery, el ayudante de Moreau, recayó en James Woods. Y siendo una producción donde los maquillajes eran fundamentales se contrató a Stan Winston. Mientras tanto se decidió rodar en Queensland, una zona costera al noreste de Australia y punto crítico por sus abundante lluvias, donde Richard Stanley se dedicaba a buscar localizaciones a la vez que, con un equipo reducido, empezó a rodar algunas cosas como una escena con Barbara Steele, que iba a interpretar a la esposa de Moreau. Escena que no fue incluida en el montaje final.




Pero cuando el rodaje no había empezado de forma oficial empezaron los problemas. Bruce Willis decidió apearse de la película alegando problemas en su matrimonio con Demi Moore. Para suplir al actor tantean a Val Kilmer, pero éste, que vivía su momento de máxima popularidad gracias a Batman forever, exigió que su participación se redujese a la mitad, para luego echarse atrás y querer abandonar el proyecto. Staney, sabiendo que si se iba la estrella, la producción se cancelaría, le ofreció el papel de Montgomery, que iba a interpretar James Woods. Finalmente el personaje de Douglas iría a parar a manos de Rob Morrow, conocido por la serie Doctor en Alaska.

Paralelamente, la hija de Marlon Brando se había suicidado, con lo que el actor entró en una de sus crisis personales, haciendo que nadie tuviese muy claro cuando iba a presentarse en el rodaje. Un temporal se cargó la mayoría de decorados y Val Kilmer llegó sin siquiera haberse leído el guión pero con todas las ganas del mundo de reventar el rodaje, cambiando a su antojo el libreto y a discutir cada una de las decisiones del director.




Sólo cuatro días después del inicio oficial del rodaje, Rob Morrow pidió salir del proyecto viendo la que se venía encima, con lo que tuvieron que contratar a David Thewlis para sustituirle.
Marlon Brandon, que había sido contratado para dos semanas y se presentó una semana más tarde de lo previsto, se pasaba el tiempo encerrado en su caravana con el aire acondicionado a tope mientras devoraba cantidades ingentes de pizza, a la vez que iniciaba una guerra de egos con Kilmer.

Los ejecutivos de la New Line veían todo el show desde la distancia, sabiendo que era cuestión de tiempo que aquello explotase definitivamente y tener una excusa para despedir al director. Cosa que hicieron a los poco días. Éste, que era un tipo cuanto menos peculiar (esto viene a traducirse a que le encantaba el consumo de drogas y consultar su futuro con chamanes y brujos de medio pelo), en lugar de cobrar el cheque por sus honorarios y volverse a casa tal como le había ofrecido el estudio, decidió quedarse en la isla viviendo en la jungla.




Mientras tanto, New Line fichó a un John Frankenheimer en horas bajas, que tiraba adelante rodando lujosos telefilms para HBO, pero ya sabes que en la época trabajar para la caja tonta era poco menos que estar en una segunda división.

Frankenheimer contactó con Ron Hutchinson, guionista con el que había trabajado en varias ocasiones (Contra el muro) para que reescribiese el guión y mandándole una copia de lo que habían rodado con Brando. Básicamente 90 minutos del orondo actor tumbado en una hamaca con el pequeño Nelson de la Rosa (lo que luego seria parodiado en el Mini Yo de Austin Powers) en su regazo mientras le cantaba canciones de cuna. A partir de ahí la cosa no mejoró demasiado. Es más, empeoró al añadir a la ecuación a Frankenheimer, que poco menos que iba de Harry el sucio por el set de rodaje.
Para añadir un poquito más de gracia al asunto, gente del equipo se topó con Stanley bagando por la jungla, a lo que le acogieron y lo disfrazaron de hombre perro para que se pasase por el rodaje hasta el final de la filmación. Filmación que pasó de las 6 semanas iniciales a 6 meses.

Evidentemente el run run llegó a Hollywood, convirtiendo a la cinta en uno de los desastres más grandes de los 90. Apenas recaudando en suelo norteamericano algo más de 25 millones de dólares. Al final resultó que iban hacer una película sobre monstruos de laboratorio que no pueden dejar atrás sus instintos más primarios, y los auténticos monstruos fueron los que estaban detrás de las cámaras.




La isla del Doctor Moreau era la habitual de cada mes en la revista Imágenes para comentar todos sus entresijos. Aquello era más una columna de cotilleos que explicaban como Kilmer apagaba los cigarrillos en la piel de los extras o como despedía algún que otro del equipo por su horóscopo, que una publicación de cine puro y duro. Sabíamos más de toda la mierda que se había generado en su producción que sus cuestiones artísticas. Así que normal que en el momento de su estreno nadie le hiciera caso. Yo mismo pasé de verla hasta que me la tope en algún pase televisivo en los primeros 2000 y lo que me encontré fue una película tremendamente entretenida, que se le nota los problemas que hay detrás pero que cumple con creces. Incluso hay momentos desagradables, de toda esa inmundicia del instinto animal, que sorprende que hayan acabado en una película que no deja de ser una gran producción mainstream. Todo ello con cierto tufillo del exploit italiano de los 70/80, con un aire grotesco. Mucha de esa esencia transalpina viene por aquello de que todo acontezca en una isla perdida de estilo "tropical", quedando toda la trama en un ecosistema cerrado, como si pasase en un punto perdido de la mano de la civilización. Tampoco ayuda un trabajo no demasiado inspirado del equipo de Stan Winston o unos (pocos) efectos digitales demasiado anacrónicos.
Pero ahí está la gracia. Se supone que es una producción de presupuesto más que generoso que luce como una serie B. Más italiano no se puede ser.



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