martes, enero 28, 2014

Operación ogro

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Operación ogro es el nombre que los miembros de ETA dieron al intento de secuestro y posterior asesinato de Carrero Blanco. Años después, en 1974, aparecería el libro Operación ogro. Cómo y por qué ejecutamos a Carrero Blanco de Julen Agirre, seudónimo de Eva Forest, escritora que había colaborado con la banda terrorista.
Y es de este libro del que se cogió material para filmar esta película de Gillo Pontecorvo, director italiano que tocó el cielo con La batalla del Argel en los 60, nominación al Oscar incluida. Un director que le iba como anillo al dedo a esta producción a tres bandas (España, Italia, Francia), sobre todo por tener una filmografía repleta de documentales sociales rodados de forma objetiva.

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Y no es que el film esté rodado en formato documental, pero tiene una capa aislante que no acaba por decantarse por ninguna de las dos partes a diferencia de los films que se hacían en la época como El pico o Navajeros, que explotaban el morbo de gente drogándose y delinquiendo y convertían a unos drogadictos y ladrones en héroes. Aquí no. Aunque la historia está contada desde el punto de vista de los terroristas y nunca sabemos nada de la policía salvo lo que saben los protagonistas.

Catalogada por algunos en el subgénero de eurocrimen, nos presenta a ese conjunto de etarras que se desplazan a la capital con la intención de secuestrar a Carrero Blanco, mano derecha de Franco, para exigir la liberación de 150 presos. Al tiempo es nombrado Presidente del Gobierno, lo que hizo que contara con más seguridad y los etarras tuvieron que cambiar el plan, que pasó de secuestro a asesinato, cosa que algunos miembros del grupo apoyaban desde el principio.
Para ello alquilaron un semi sótano, desde el cual cavaron un túnel en el que instalaron los explosivos que activaron cuando el coche oficial del Presidente pasó por encima.

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Seguramente la escena que más ha llamado la atención ha sido la del atentado, que hizo que el coche de Carrero Blanco lo encontraran en la azotea de un edificio. La escena ingeniada por Emilio Ruiz, un habitual de la factoría Piquer y uno de los técnicos más reconocidos de este país.
Y aunque el trucaje se ve a leguas, tal fue su impacto que en todos los documentales de este hecho histórico acaban poniéndola.

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En el reparto un elenco muy generoso: Gian Maria Volonté (lo recordaremos, sobre todo, por ser el Indio de La muerte tenía un precio), Eusebio Poncela, José Sacristán, Ángela Molina, una infante Ana Torrent, y mini apariciones de Fernando Chinarro (el que siempre recibía en Los payasos de la tele) y Raul Fraire.

Muy criticada por la prensa abertzale y tampoco demasiado apreciada por la crítica, el público le dio la espalda y acabó siendo un fracaso. A saber si en el momento de su estreno hubieron presiones y no fueron demasiados cines los que la proyectaron. Y el personal ya venía rebotado de El proceso de Burgos de Uribe, que también es del mismo año.
Mucho se dijo sobre la frialdad con la que presenta los hechos y es esa objetividad (casi de documental, de poner la cámara ahí y que lo que se registra es lo que hay) la que, a mí parecer, le da un plus. 
Sin duda un film que hoy en día no sería posible, no sólo por el tema que toca, si no por esa escena que los grises, porra en mano, fustigando con saña a unos obreros en huelga (que no difiere mucho de la actitud policial actual, la verdad). En los 70 se hacía mejor cine, está claro.

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