Michele Soavi comenzó en el cine ya fuese haciendo pequeños papelillos (la mayoría sin acreditar) o como asistente o director de segundas unidades. Casi siempre en el género del terror y lo fantástico y con personalidades del género tan afamadas como Argento (Tenebre, Phenomena, Opera), Fulci (Miedo en la ciudad de los muertos vivientes), Lamberto Bava (Demons), Lenzi (Los jovenes leones) o, incluso, con todo un Terry Gilliam (Las aventuras del barón Munchausen).
Pero no fue hasta 1987 que debutó en el largo de ficción
(antes había llevado las riendas de Il mondo dell'orrore di Dario Argento, un documental dedicado al
director de Rojo Profundo para la televisión japonesa) con Aquarius. Pero no fue bajo el amparo de
los directores antes mentados, si no de alguien mucho más zetoso como Aristide Massaccesi, alías Joe D'Amato, con el que ya había colaborado en algunos films
en tareas de actor secundario o guionista sin acreditar. Este señor era más conocido por tracanadas puramente
trash y facturadas con muy pocos medios y menos talento como las
archiconocidas Gomia, terror en el mar Egeo o Ator el poderoso. Luego, ya en los 90, se pasaría al porno para hacer
su versión de Sangre y arena con Rocco Siffredi y Sunset Thomas, o
vehículos para el lucimiento de Selen. Todo muy mete saca y escupitajo
al aire.
La cuestión es que el tipo se montó una suerte de slasher y giallo cuando el primero ya comenzaba a dar síntomas de agotamiento (si es que la fórmula no estaba ya totalmente exprimida) y el segundo hacía tiempo que había fenecido.
Aquí la cosa va de un grupo de actores que se pasan una
noche encerrados en un teatro preparando una obra. Sin que ellos lo
sepan, un actor que acabó loco e internado en un loquero de los
alrededores, se escapa y se mete en el teatro cepillándose uno a uno a
los componentes de la compañía.
Es gracioso que esta producción italiana sea un slasher con elementos del giallo, cuando el primer subgénero nació siendo un derivado de las películas de psycho killers con el añadido de los asesinatos truculentos, sangre a borbotones y las armas blancas tomados "prestado" de los giallo. Y, en cierta manera, también del género transalpino se tomaba la imagen del asesino enmascarado. Con lo que tenemos que Aquarius se retroalimenta del slasher que, a su vez, ya bebía mucho del giallo.
En la película que nos ocupa el asesino usa una máscara de búho (muchos hablan de una clara referencia de Judex), que sirvió para
muchos de los pósters de sus diferentes ediciones y países. En el que
tuvimos aquí, por ejemplo, jugaban más con la imagen del acuario. Algo
que nos empujaba más al giallo. Los otros carteles, los que usaban al asesino enmascarado o su puñal, buscaban vender el film como un slasher puro y duro.
Tampoco se queda atrás en cuanto a variedad de títulos, que, al igual que en los
carteles, la empujaban a un bando más amarillista o de acuchillamientos: Deliria, Stage Fright, Bloody Bird...
La película se hizo pensando en su venta a nivel
internacional, de ahí que se rodase en inglés y la mayoría de actores
(casi todos habituales del fantastique italiano de la época) usasen
nombres americanizados. El propio director firmaría como Michael Soavi.
El guionista no era otro que Luigi Montefiori, más conocido como George Eastman, y que actuó, escribió y hasta dirigió en un porrón de cine trash/exploitation italiano, aunque nos acordaremos de él por protagonizar Gomia, terror en el mar Egeo de D'Amato. Todo queda en familia.
El guionista no era otro que Luigi Montefiori, más conocido como George Eastman, y que actuó, escribió y hasta dirigió en un porrón de cine trash/exploitation italiano, aunque nos acordaremos de él por protagonizar Gomia, terror en el mar Egeo de D'Amato. Todo queda en familia.
La banda sonora merece especial atención por su calidad. Y es que hay que reconocer que los italianos se marcaban unas OST apuballantes en aquella época. La de Aquarius estaba firmada en su mayoría por Simon Boswell, un inglés que llamó la atención de Argento cuando lo vio en un concierto con su banda en Roma, y le ofreció componer algo para Phenomena. A partir de ahí se convirtió en un habitual en el cine de género italiano (sobre todo de la mano de Lamberto Bava) con Demons 2, El ogro, La máscara del demonio...
Aquarius significó un maravilloso despegue para Soavi, abriéndole las puertas del fantástico italiano. Le siguieron El engendro del diablo y La secta, las dos producidas por Argento. La primera, que originalmente fue pensada como otra secuela de Demons (incluso en algunos países se tituló Demons 3), era totalmente fallida; y la segunda se dejaba ver pero estaba lejos de lo que se esperaba de ella.
Con esas dos decepciones consecutivas, Soavi emprendió una fuga adelante y dejó de lado el amparo de Argento y compañía para parir su (para algunos) masterpiece: Dellamorte dellamore.
Después de eso, el tipo prefirió alejarse del cine para estar en familia, para luego, a finales de los 90, volver para dirigir algún que otro telefilm para la televisión italiana, sacarse de la manga una reputada Arrivederci amore, ciao (aquí editada con el absurdo título de Camino sin retorno) y hecharle un cable a su amigo Terry Gilliam en El secreto de los hermanos Grimm.
Desde hace unos años se rumorea que está intentando llevar a buen puerto una secuela de Dellamorte dellamore, aunque viendo como le fue al Dylan Dog de Brandon Routh le va a costar sangre, sudor y lágrimas.
Mientras tanto, seguiremos esperando el regreso.
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