La cuestión es que en aquellas época afloraron producciones en la que los protagonistas eran jovenzuelos que acababan con convirtiéndose en algún monstruo: Yo fui un hombre lobo adolescente con Michael Landon; Yo fui un cavernícola adolescente, producción Corman con Robert Vaughn; Yo fui un Frankenstein adolescente; Yo fui una momia adolescente... la cosa es un no parar degenerativo.
Hacemos un salto de un par de décadas y a principios de los 80 llegó el boom de la comedia adolescente con Desmadre a la americana y Porky's a la cabeza. Quizá porque la fórmula comenzaba a dar síntomas de cansancio o porque los productores querían ampliar mercado y engatusar, a la vez que aunar, al público que buscaba la carcajada fácil y al que le interesaban los elementos más fantásticos, comenzaron aflorar películas, más bien modestas, que volvían a usar aquella fórmula tan de los 50.
Una de las primeras fue Regreso a Full Moon de Larry Cohen y con Pat Morita y Alan Arkin; también estaba la archiconocida Teen Wolf (De pelo en pecho); El vampiro adolescente, uno de los primeros trabajos de Robert Sean Leonard, luego conocido por El club de los poetas muertos o la serie House; Una disparatada bruja en la universidad, aunque esta era mucho más light y pomposa para todos los públicos; si me apuran hasta daríamos por buena La noche del baile de medianoche, donde mezclabamos zombies y adolescentes, aunque esto era un telefilm; o una tardía Rockula (1990) que estaba protagonizada por Dean Cameron, visto en multitud de comedias ochenteras como Juerga tropical, Dos chalados y un fiambre o Loca academia de esquí 1 & 2. Aunque lo más sorprendente es que el director era Luca Bercovici que, aunque sea más conocido (es un decir) por su faceta como actor (De repente, un extraño, Space raiders), tiene por ahí una carrera como director de cosas tan maravillosas como Ghoulies o Ciudad de corrupción, una reunión de los grandes loosers del cine: Dennis Hopper, James Marshall (Twin Peaks), Michael Madsen, Eric Roberts (Star 80) y Ice T.
Pero la película que hoy nos interesa es Mordiscos peligrosos, que si es recordada a día de hoy es más por tratarse de una de las primeras producciones protagonizadas por Jim Carrey que por sus logros artísticos.
La cosa va del clásico americano ochentero (Carrey) que va al instituto, tiene trabajo y un coche destartalado. El tipo está más salido que el palo de un churrero ya que su novia no le da mandanga de la buena, con lo que una noche se va con dos amiguetes, que están están en su misma situación, a un bar de citas. Ahí se encuentra a una milf rubiaca que se lo liga, pero que, en realidad, es una vampira que lo único que quiere es la sangre de un chico virgen para poder seguir manteniéndose joven.
Lo dicho, reunidos tenemos todos esos elementos de este subgénero: adolescentes salidos, monstruitos y carne tirando a poca. Además de encontrarnos muy poquito humor, pese a que a Carrey comienza a vérsele sus tics de poner caras y arquear cejas. Por lo demás alguna secuencia bastante sonrojante, como el duelo en el baile de la fiesta del instituto, murciélagos a los que se les ven los hilos, efectos especiales de baratillo... en definitiva, la clásica peli que vimos en su día y la recordamos como lo más y una vez revisionada no podemos más que lamentar el tiempo perdido.
Además de Carrey tenemos algunas caras que nos pueden sonar: Lauren Hutton, que había empezado como modelo de cosméticos y tuvo su momento de auge cuando hizo American gigolo y Lassiter con Tom Selleck, luego cayó en el olvido de la series de televisión; y Cleavon Little, el sheriff de Sillas de montar calientes.
La película costó muy poquito, apenas 3 millones de dólares, y en el mercado americano recaudó 3 veces más, convirtiéndose en un éxito moderado, más por rentabilidad que otra cosa. Aun y así, la carrera de Carrey no se vio excesivamente ayudada y todavía le costaría un tiempo despegar.
Después del film aquí comentado hizo pequeños papeles en un par de producciones con Clint Eastwood, La lista negra y El cadillac rosa, para, entre medias, medio protagonizar el espanto de Las chicas de la Tierra son fáciles. Para su suerte en esta película entabló amistad con Damon Wayans, que le acabaría enchufando en In living color, un programa en la línea de Saturday night live pero enfocado a la audiencia afroamericana. Allí, el protagonista de Como Dios, acabó de explotar su vena gestual y consiguió una popularidad que le abrió la oportunidad de protagonizar un film para su lucimiento.
El film era Ace Ventura, que pese a que los críticos la masacraron y que en el resto del mundo pasó un tanto desapercibida en su estreno, en los USA fue un éxito. Esto acabó siendo el despegue definitivo para reventar las taquillas con La Máscara, Dos tontos muy tontos o Mentiroso compulsivo.
A día de hoy la carrera de Carrey está un pelín estancada. El tipo lleva años persiguiendo un Oscar y que se le considere un actor más allá de hacer muecas y carantoñas (El show de Truman, Man on the moon, ¡Olvídate de mí!, El número 23...). Pero, al final, si quiere volver a reventar taquillas ha de pasar por el aro y regresar a lo que el público espera de él: muecas y más muecas. Hizo Un loco a domicilio, que no funcionó todo lo que se esperaba de ella, y luego tuvo que protagonizar Mentiroso compulsivo; Man on the moon fue un descalabro económico y eso dio paso a Yo, yo mismo e Irene; The majestic fracasó e hizo Como Dios; El número 23 pasó sin pena ni gloria y luego le vimos en Di que sí. En definitiva, que cuando Carrey intenta hacer algo para que se le tome en serio no encuentra el favor del público y ha de volver al slapstick. Zapatero...
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