Queriendo subirse a la moda del subgénero de banda callejeras (The Warriors, Las pandillas del Bronx) hizo llegar un guión basado en unas bandas de Los Ángeles a Sandy Howard y Harold Greenberg, que habían producido La muchacha del sendero o El barco de la muerte. Éstos le llamaron porque tenían un primer borrador de El tren del terror y querían que lo puliera, pero éste no estaba interesado y rechazó la propuesta. A los meses le volvieron a llamar, volvió a rechazar la proposición y le ofrecieron dirigirla. En el fondo a los productores les iba muy bien tenerlo en el equipo, ya que necesitaban a gente canadiense para poder recibir las ayudas del país.
Como reina de la función (o del grito) tenemos a Jamie Lee Curtis (y sus dientes negros) que acababa de terminar la filmación de Prom night; Ben Johnson, dando la nota de actor que había vivido tiempos mejores cuando rodaba westerns con John Ford; D.D. Winters, luego conocida como Vanity cuando fue la cantante de Vanity 6, aquel grupo apadrinado por Prince; y el mago David Copperfield, que por estos lares se le conoció más por encamarse con Claudia Schiffer que por sus trucos.
Y a nivel técnico hay que destacar que el director de fotografía fue John Alcott, que venía de hacer lo propio en ni más ni menos que en El resplandor de Kubrick, con el que trabajó varias veces (ganó el Oscar por Barry Lyndon). Realmente llamativo que un tipo con semejante currículum y estando en pleno apogeo participase en una producción como El tren del terror.
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