Un ladrón vestido de Papa Noel se topa con una familia en la carretera, asesinando a los padres. Los dos hijos acaban en un orfanato regentado por monjas. Billy, el mayor de los hermanos, vive con el trauma de haber visto morir a su madre a manos de Santa Claus. Ya con 18 años entra a trabajar en una tienda de juguetes, donde se convertirá en un trabajador modelo. Pero cuando se acercan las fechas navideñas comienza a cambiarle el carácter, cosa que se agrava cuando le hacen disfrazarse de Papa Noel para recibir a los niños que van a la tienda, hecho que acabará por trastornarle hasta el punto de comenzar a matar a la gente.
Ya con una edición completa pudimos presenciar el asesinato de Linnea Quigley en todo su esplendor, donde los cuernos la atraviesan. Pero salvo eso, no era nada extremadamente salvaje. Posiblemente todo fuese más una cuestión de desgaste. La noche de Halloween había inaugurado el subgénero slasher que, a partir del éxito de Viernes 13, vivió un aluvión de títulos en pocos años, lo que hacer una donde Santa Claus se dedicara a matar al personal, el desmesurado número de pechos descubiertos y con todo el tema religioso que aparece en el horfanato debió acabar con la paciencia de los norteamericanos más conservadores.
Dirigida por Charles E. Sellier Jr., productor de cine independiente, documentales sobre fenómenos paranormales y toda una institución en la televisión norteamericana. Ya en 1985 dirigiría su última película, Los aniquiladores, un exploit de El equipo A, para luego, ya en el nuevo milenio, dedicarse a producir documentales de corte religioso.
La fama y éxito del film acabó por llevarla a una sucesión de secuelas que, en su mayoría, son olvidables. Aun y así habría sido interesante saber que hubiera pasado con las continuaciones de no haberse retirado el film de los cines a los pocos días de su estreno, sabiendo que coincidió en cartelera con Pesadilla en Elm street y estaba teniendo mejores recaudaciones que el film de Craven. Muy posiblemente nos hubieran brindado más secuelas mucho más cuidadas que las que nos acabaron llegando.
Noche paz, noche de muerte 2 (Silent Night, Deadly Night Part 2, 1987). Tal como nos dejaban entrever al final de la primera, Ricky, el hermano del protagonista de la anterior película, coge el testigo como protagonista. Éste, esta interno en un psiquiátrico y durante un 24 de diciembre un psiquiatra le hace una entrevista, lo que le llevará a recordar su desgracia familiar y a escaparse del centro para iniciar un reguero de muertes.
Si por algo es famosa esta secuela es por su condición de gran estafa, ya que de los primeros 40 minutos, 30 son metraje de la anterior y eso en un film de apenas 80 minutos, donde los títulos de crédito finales son exageradamente lentos y duran 5 minutazos, delatan su condición de rentabilizar al máximo cada céntimo invertido. Además de eso, el film es telefilmesco como él solo (la rodaron en 10 días), donde se pasan por el forro detalles de la anterior (dicen que el cura vestido de Papa Noel muerto a tiros por la policía era el conserje), parquedad de medios (hay una sala de cine de apenas 10 butacas y donde proyectan las películas con la luz encendida), muertes que parecen un gag de Los Morancos y muy pocas ganas de hacer nada.
Posesion alucinante (Silent Night, Deadly Night III: Better Watch Out, 1989). Si tardaron 3 años en estrenar la secuela y ésta era en un 50% un resumen de la original, ¿tenía sentido sacar una tercera? Pues alguien debió pensar que sí.
Ricky, el prota de la anterior, está en coma y un doctor se dedica a usarlo en un experimento en el cual emplea a una ciega que tiene una gran capacidad sensorial para que se meta en sus sueños. Sí, la saga de Pesadilla en Elm street estaba causando furor y tiraron por el tema onírico, aunque se explota poco o nada. Muchos asesinatos de los que nunca vemos la ejecución, nueva reutilización de fragmentos del primer film, una especie de zombie persiguiendo a una cieguita y ni un solo copo de nieve es lo que nos espera en esta entrega de la que sólo se salva el detalle que el prota lleva una especie de cápsula por sombrero por donde se le ve el cerebro al igual que al doctor Badvibes de COPS y la frase "voy aliviar al gusano" de Robert Culp.
Con un reparto bastante vistoso: gente de Twin Peaks como Richard Beymer y Eric DaRe; Robert Culp, (el Bill Maxwell de El gran héroe americano) haciendo de policía (again); Laura Harring, antes de operarse las ubres; y Bill Moseley (el Chop-Top de Masacre en Texas 2 y el Luigi Largo de Repo! The genetic opera). Dirigiendo el entuerto Monte Hellman, un habitual de la factoría Corman que acabó siendo productor de Reservoir Dogs.
Hay que decir que si bien aquí toda la saga salió directamente en vídeo, en USA ésta fue la primera que no se estrenaría en cines para ir al mercado doméstico. Eso sí, en nuestra tierra nunca más se le enmarcaría dentro de la saga por el título de Noche de paz, noche de muerte.
Ritos satánicos (Initiation: Silent Night, Deadly Night 4, 1990). Si en la anterior entrega el parentesco con las anteriores era irrisorio, aquí ya es anecdótico, porque en este punto (el más bajo de la saga) la única escusa para emparentarla con la saga es hacer que los hechos ocurran en Navidad. Hasta cierto punto podríamos aceptar que, al igual que quisiera hacer Carpenter unos años atrás con la tercera entrega de La noche de Halloween, la intención fuese usar el nombre de Noche de paz, noche de muerte para hacer películas de terror que pasaran en esas fechas, pero mucho me temo que todo se basaba en colocarle en título a cualquier basura por aquello de venderse mejor. Y nadie mejor para facturar una mamarrachada que nuestro amigo Brian Yuzna antes de meterse en la Fantastic Fucktory.
Una reportera comienza a investigar el fenómeno de combustión espontánea, ya que recientemente una persona murió en la azotea de un edificio en esas circunstancias. Por el camino se encontrará gente muy rara que pertenecen a una secta.
Yuzna contó aquí con sus habituales Richard Band en la banda sonora y Screaming Mad George en los babosos efectos. En el cast al feo de Clint Howard, Reggie Bannister (uno de los protas de la saga Phantasma), Allyce Beasley (en la época conocida por ser la recepcionista en la serie Luz de luna) y Maud Adams (que hacía de mala en Octopussy y El hombre de la pistola de oro). Y para no perder la costumbre, su clásica inoperancia a la hora de llevar a buen puerto una película totalmente ramplona, con muchos insectos y cosas gelatinosas y babosas. Ya ni siquiera se molestan en hubicarla en fechas navideñas, pues vemos a la protagonista hacer un picnic en el campo donde brilla el sol. Además, colaron algunas imágenes de la tercera parte, que están viendo unos de los personajes por la tele.
Juegos diabolicos (Silent Night, Deadly Night 5: The Toy Maker, 1991). Quinta y última entrega de la saga. Yuzna se reservó tareas de productor y guión para cederle la silla de director a Martin Kitrosser, que si bien se había encargado de escribir algunas partes de la saga Viernes 13, tiene más bagaje como script, habiendo realizado dichas tareas en toda la filmografía de Tarantino.
Mickey Rooney hace de Joe Petto, un vendedor de juguetes que tiene un hijo llamado Pino (¿lo vas pillando?). El chaval está obsesionado con una mujer y su hijo. El hijo, a su vez, está traumatizado porque vio como su padre moría víctima de un jueguete.
Para ser una quinta entrega es realmente muy digna, incluso diría que el pertenecer a la saga le perjudica mucho. El film es una especie de episodio alargado de series estilo La dimensión desconocida. Además de Rooney volvemos a contar con una mini aparición de Clint Howard y efectos de Screaming Mad George. Efectos todos mecánicos y muy influenciados por las películas de Puppet Master, que dan muy bien el pego en este divertimento sin demasiadas pretensiones pero que aguanta magníficamente bien el tipo.
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