Por encima de la ley, Difícil de matar, Señalado por la muerte eran películas de presupuestos tirando a bajos, que a duras penas superaban los 10 millones de dólares de presupuesto, pero que luego funcionaban maravillosamente en la taquilla norteamericana, triplicando o cuadruplicando lo invertido en ganancias.
Es por eso que Steven Seagal, que se metió en Hollywood siendo instructor de artes marciales, necesitaba un bombazo en taquilla para saltar a la primera división de los action hero que, por la época, reinaban Stallone, Arnie y donde comenzaba a despuntar Bruce Willis.
Para ello le metieron en una producción de presupuesto no demasiado generoso (35 millones) pero suficiente para lo que pretendía el guión, obra de J. F. Lawton, que igual te hacía Pretty woman, Blankman mi hermano el chiflado o un Presa de la secta con Christopher Lambert. Con Andrew Davis en la silla de director, con el que ya coincidió en Por encima de la ley.
Además de rodearle de un Tommy Lee Jones, cuando todavía no había dado el salto a la primera línea con El fugitivo (precisamente también de Andrew Davis), Colm Meaney (Crimen organizado), Gary Busey, Damian Chapa (el Ken de Street fighter. La última batalla y reconvertido a director de películas mejicanas) y Erika Eleniak (en su máximo apogeo con Los vigilantes de la playa).
Un acorazado de la marina norteamericana realiza su útlimo viaje, además que es el aniversario del capitán, lo que hace que la tripulación le prepare una fiesta sorpresa. El problema es que la fiesta es una tapadera por ex miembros de la CIA para tomar el control del acorazado. Lo que ignoran es que el cocinero del barco es un SEAL.
Efectivamente, una nueva vuelta de tuerca al personaje que, sin quererlo ni beberlo, se ve envuelto en una movida que ni le va ni le viene, como ya vimos en las dos primeras Jungla de Cristal. Algo así a lo que hacía mucho Hitchcock, pero con más testosterona, más tacos y con explosiones. Básicamente esa es la gran diferencia a los productos de Arnie y Sly, donde ellos son los que se suelen meter en el fregado por gusto y para matar a cuanta más gente mejor.
El problema es que este vehículo para lucimiento de Seagal acaba perdiendo con esas Jungla de cristal. Mientras que John McClane es un héroe que recibe de lo lindo, que nos hace sufrir porque, aunque sabemos que en el fondo se va a cargar a todos los malos y saldrá airoso de cualquier situación, es humano. Sí, reparte estopa y yoyas a mansalva, pero el tío acaba las películas para el arrastre y sin zapatos. Mientras tanto, en Alerta máxima su héroe, Casey Ryback, desde el minuto uno nos deja bien clarito que él está en la cocina porque es tan bueno en lo de aniquilar el enemigo que él solito sería capaz de cargarse un buque repletos de marinos sudorosos y armados hasta los dientes, y tampoco es plan de dejar mal a sus compañeros. El tío sale engominado de principio a fin, apenas recibe algún rasguño y encima tiene los santos bemoles de darle filete a la Erika Eleniak aun y cuando esta pone cara de suplicar que no tengan que reptir la toma.
Casey Ryback es demasiado perfecto. Nunca te lo crees (dentro de lo que nos podemos creer a los personajes de este tipo de productos), porque su perfección hace alejarse demasiado del espectador y la falta de empatía es su tumba.
Alerta máxima acabó siendo un pelotazo de más de 150 millones en todo el planeta, lo que, inevitablemente, hizo que Steven se creyerá el rey del mambo. Pero su siguiente película, Buscando justicia, sin ser un descalabro, no recaudó lo esperado y En tierra peligrosa fue un fracaso en los USA. Por eso la Warner, que le había producido casi todas sus películas, le debió preparar Alerta máxima 2 intentando que la estela del actor no decayera.
Alerta máxima 2 costó el doble y sacó sus buenos 100 millones de dólares, pero la cosa no parecía que acabara de cuajar. El resto de los 90 acabó siendo un calvario para el pobre Steven con los fracasos de Glimmer man o En tierra peligrosa 2. A partir de ahí fue comenzar a engordar y compaginar películas estrenadas en cine y directamente en videoclub, para finalmente acabar rodando productos de bajos vuelos producidos por su propia productora, Steamroller Productions, y rodadas en Canadá, Bucarest y sitios por el estilo. Aunque lo mejor de todo son las carátulas photoshopeadas. Impagables.
Desde hace años Steven busca como loco quien le financie una tercera parte (su intención es que todo suceda en un rascacielos -Hola, Jungla de cristal-), pero, evidentemente, la Warner no tiene ningún tipo de interés en tener a su protagonista entre sus filas. Está claro que las productoras con las que trabaja actualmente no manejan presupuestos como para hacer algo con cara y ojos.
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