Detrás de este chanante cartel y del no tan chanante título patrio (mucho más fardón el original, Rolling Thunder) nos encontramos un film que promete más de lo que da.
Su título original se refiere a una operación militar norteamericana acaecida durante la guerra del Vietnam en la que se buscaba destruir la industria y las comunicaciones del enemigo (de ahí que el "Corea" de nuestra traducción se la sacó de la manga la distribuidora). Operación que, por otro lado, resultó un desastre para las estadounidenses, no solo económico, si no también por su ineficacia a la hora de conseguir su objetivo. Durante esta operación numerosos soldados acabaron en manos del enemigo en Hanoi, muchos de ellos fueron los famosos desaparecidos en combate. Rollo Chuck Norris y tal.
De esta situación tenemos a un militar que regresa a los Estados Unidos después de permanecer preso durante 7 largos años. Como suele ser habitual en estos casos, el tío vuelve a su hogar totalmente trastocado e insensibilizado. Allí se reencuentra con su mujer, que ha tenido algún que otro escarceo sexual en su ausencia, y su hijo, el cual no veía desde que era un retoño.
Como es habitual en esto casos en la cultura yanki, el tipo es considerado un héroe de guerra en su pueblo, donde es agasajado por sus paisanos con un cádillac o un maletín lleno de monedas de plata, una por cada día que estuvo encerrado.
Es este maletín el que le acabará de romper los esquemas cuando un grupo de méjicanos entra en su casa con la intención de robárselos. Pero claro, el tipo, que poco se amedrenta después de las torturas que recibió en su cautiverio, no tiene ninguna intención de darles el botín, ni siquiera después que le metan la mano en el triturador de basuras y se la destrocen. Aunque luego los asaltantes consiguen su propósito cuando el hijo del militar cante donde se encuentra, lo que no hace más que condenarle, ya que los mejicanos se lo cargan a él y a su madre, y el militar queda medio destrozado en la cocina.
No hace falta adivinar que el tipo perderá el culo por seguir la pista de los asesinos y darles venganza.
En el fondo no estamos ante un film de justicieros, si no de vengadores. Al igual que el Punisher comiquero, nuestro protagonista, que ya está bastante tocado psicológicamente de su experiencia bélica, explota cuando se cargan a su mujer y, sobre todo, hijo, lo que le hace buscar a los asesinos. Poco le importa lo que pase a su alrededor, él solamente se mueve y respira con el fin de cargarse a unos infelices mejicanos. En esto se aleja de la moda iniciada con el tándem Bronson/Winner y su saga Death wish, ya que el bueno de Charlie sí tenía más ganas de acabar con los maleantes aunque no fuesen los que se habían excedido con su familia.
Dirigida por John Flynn, un experto en cine violento con La organización criminal, Encerrado o Buscando justicia; y guionizada por Heywood Gould, autor del libreto de Cocktail y Los niños de Brasil y que luego dirigiría Un buen policía; aunque el que más destaca en Paul Schrader, que era el peso fuerte del guión y, en un principio, tenía que haber sido el director. Cosa que se nota, y mucho, porque podemos ver un montón de sus tics e inquietudes recurrentes en su filmografía.
En el reparto William Devane como prota absoluto, Tommy Lee Jones en un papel más o menos secundario, aunque importante en la trama, y Linda Haynes, la de Experimentos humanos. Todos ellos en esta producción de Lawrence Gordon que, en su momento, era tan violenta que la Fox, que la produjo y tenía que distribuirla, vendió los derechos a la experta en blaxploitation AIP.
El ex-preso de Corea podría haber sido mucho mejor. Vale que para el final se guarda una matanza a golpe de recortada en un puticlub, pero a día de hoy su violencia sabe a pasado. Y aunque en la primera media hora se ventilan todo el tema del militar que llega a casa y ya lo tenemos cabreado porque le han cortado la mano y se han cepillado a su familia, luego cae en la repetición y notamos a faltar lo que su cartel nos promete: un auténtico psicópata que, garfío en mano (nunca mejor dicho) y con gabardina y gafas rollo Dr. Octopus, mate, mate y mate. Además, su realización bastante plana y telefilmesca no es que ayude demasiado.
Seguramente, de no tener detrás a Schrader y, sobre todo, la bendición de Tarantino no sería un film demasiado recordado hoy en día.
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