Si bien es cierto que quizá este sea un caso más sangrante, pues, a fin de cuentas, Landis era un director puramente palomitero, de los del entretenimiento puro y duro. Mientras que De Palma ha tenido siempre un rollete de auteur (aunque siempre combinado con cierto éxito de público, que no de crítica), más allá de su obsesión con Hitchcock, lo que su ocaso es más doloroso. Aunque, todo hay que decirlo, su estrella brilló durante más tiempo, desde sus primeros éxitos con Carrie (Carrie, 1976), Vestida para matar (Dressed to kill, 1980) hasta producciones mastodónticas, blockbusters puros y duros como Los intocables de Elliot Nes (The untouchables, 1987) o Misión imposible (Mission: impossible, 1996) pero que tenían un no sé qué que las desmarcaban de cualquier producto tan palomitero como vacío. A eso hay que añadirle películas con auténtico culto como El fantasma del Paraíso (Phantom of Paradise, 1974) o El precio del poder (Scarface, 1983). Aunque tampoco hay que dejar de lado fracasos en taquilla muy gordos: Corazones de hierro (Casualties of War, 1989), La hoguera de las vanidades (The Bonfire of the Vanities, 1990), entre otros.
Y ya tenemos que irnos hasta 2012 para toparnos con su, hasta la fecha, último film, Passion (Passion, 2012), remake del film francés Crime d'amour (2010). Aunque debería decir 2016, pues aquí nunca tuvo ningún tipo de estreno hasta que este año Movistar+ la programó... para nuestra desgracia.
Esto, básicamente, sería la primer ahora. Todo en la línea de guerra internas en multinacionales entre ejecutivos, pero sin gracia, con pocos personajes y todo con un aspecto muy aséptico. En definitiva, el sopor absoluto.
Al final nos meten en un embrollo de sueños dentro de sueños cual muñeca matrioska que nos deja con la misma cara que se le queda al que le ventilan 50 euros ante un trilero. Todo con el rollete lésbico de Mulholland drive (Mulholland drive, 2001).
Hay plano secuencia, pantalla partida, un asesino, pistas falsas... pero esto no es el De Palma que lo petaba en los 70/80. Aquí es una especie de copia mala, con tufo a telefilm alemán de esos que tanto gusta a los programadores de Antena 3 y TVE, un ejercicio para autohomenajearse y mirarse el ombligo, que te acaban dejando con la sensación que se han reído en tu cara mientras has perdido 100 minutos de tu vida.
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