Lejos empiezan a quedar los tiempos de los papeles que recibían los alagos de la crítica o blockbusters estilo La búsqueda (National Treasure, 2004). Incluso comienzan a quedar atrás los intentos de crear una franquicia con la mamarrachada de El aprendiz de brujo (The Sorcerer's Apprentice, 2010) o la macarrada cachonda de Furia ciega (Drive Angry, 2011).
Ahora es época de Caza al asesino (The Frozen Ground, 2013), Tokarev(Tokarev, 2014) o Caza al terrorista (Dying of the Light, 2014), películas por las que pagar una entrada de cine es un sacrilegio, y no merecen más suerte de la que han corrido. Además de tener carteles photoshopeados por el enemigo número 1 del buen gusto, carteles hechos con un "cut & paste" criminal que nos traía a la mente la época de los "direct to DVD" de Steven Seagal una década atrás.
Tampoco parecía que la cosa iba a mejorar con La noche de los desaparecidos (Pay the ghost, 2015), y más cuando se supo que en los USA iba a tener una distribución muy limitada en cines y todo su potencial iba a ser en VOD. Y aquí no íbamos a ser menos y nos llegaría directa al mercado doméstico. Tampoco nos íbamos a perder una carátula de las chungas.
Un tipo de esos que tiene un trabajo de aquellos que le absorbe las 24 horas del día, que le obliga a dejar a su mujer y a su hijo en un segundo plano, pierde a este último durante una fiesta de Halloween. El chaval no aparece y pasa un año. Durante este tiempo, nuestro amigo Cage no ha parado de buscarle y justo cuando se va a cumplir el año, festividad de Halloween, comienza a recibir señales que su hijo podría estar vivo.
Ahí es cuando empieza todo el tema sobrenatural. Porque si alguno se pensaba que esto era un drama de secuestros y esas cosas, nada más lejos de la realidad. La cosa es subirse al carro de los Insidious (Insidious, 2010) y Sinister (Sinister, 2012), pero lejos de ser una película de terror, lo que aquí nos encontramos es una peli de misterio con algún que otro susto de esos que nos meten el subidón de volumen y el careto de un monstruenco en primerísimo plano. Pay the ghost está mucho más cerca de aquella retahíla de terror "adulto" de la década pasada como White noise. Más allá (White noise, 2005), Mothman. La última profecía (The Mothman Prophecies, 2002) o Dragonfly. La sombra de la libélula (Dragonfly, 2002). Aunque se empeñe en saquear a Insidious con esa "entrada" al mundo sobrenatural contra reloj.
Con un Nicolas Cage muy avejentado y fondón, la cosa se aguanta bien porque no llega a los 90 minutos y la trama se va dilatando sin ser demasiado agonizante. Lástima de una realización algo telefilmesca por parte de su director, Uli Edel, un afincado de la caja tonta (Twin Peaks, Historias de la cripta) que había estado detrás de aquel exploitation de Instinto básico (Basic instinct; 1992) de Madonna titulado El cuerpo del delito (Body of Evidence, 1993).
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