Estamos ante una película que parte de una obra teatral del archiconocido Neil Simon, con lo que ya nos hemos de preparar para que la acción acontezca en pocas localizaciones. En este caso en apenas 3. Sí, hay alguna más pero las importantes son esas 3.
La historia toca ese clásico universal que son las parejas de cómicos que, pese a tener un éxito acaparador, no se aguantan ni se pueden ver (con Muertos de risa De la Iglesia lo llevaría al extremo). Este es el caso de Willy Clark (Walter Matthau) y Al Lewis (George Burns), que durante décadas eran las estrellas del vodevil bajo el nombre artístico de Sunshine Boys. Después de una década sin verse ni hablarse, les ofrecen aparecer en un espectáculo de televisión donde estarán los cómicos más importantes. Y como poderoso caballero es don dinero, y la suma que les ofrecen es más que jugosa, deciden volver a reunirse para interpretar uno de sus famosos números. Pero claro, durante los ensayos volverán a surgir las viejas rencillas.
Está claro que en esta comedia la gracia es ver a ese choque de trenes de dos tipos que no se soportan, cosa que más o menos se aguanta, pero por un lado tenemos que sus casi dos horas de duración se vuelven excesivas (y más con ese tramo final almibarado, aunque no tanto como podría) y que hay gags que están recreados como se haría en los vodeviles de la época, lo que visto ahora dan un poco de repelús. Como la escena (alargadísima) donde los dos cómicos deciden colocar los muebles del apartamento como estaban en su actuación para ambientarse mejor y entre ellos se los cambian de sitio porque cada uno recuerda las cosas a su manera. Pero está claro que Simon ha escrito el guión con esa intención, la de recrear ese tipo de humor, cosa que también incide el director, Herbert Ross, que se decanta por un estilo muy poco cinematográfico. Del que no hay que olvidar que fue coreógrafo en los 50 y seguramente tendría muy claro el tipo de humor de la época. Por si te interesa, el tipo dirigió tipos archiconocidos como Funny lady, El fin de Sheila, Footloose, Dinero caído de cielo (el gran fracaso de Steve Martin) o El secreto de mi éxito.
Y un detalle que suele pasar desapercibido. Apenas hay música en la película. Solo en los títulos de crédito y durante el programa de televisión. Y ya.
Y un detalle que suele pasar desapercibido. Apenas hay música en la película. Solo en los títulos de crédito y durante el programa de televisión. Y ya.
Además de Matthau y Burns como protagonistas absolutos, tenemos a Richard Benjamin (secundario luego reconvertido a director de comedias como Esta casa es una ruina o Mi novia es una extraterrestre), Howard Hesseman (el Johnny Fever de la serie Radio Cincinnati), F. Murray Abraham, Lee Meredith (la rubia cañón de Los productores), Rosetta LeNoire (la abuela de Cosas de casa) y Archie Hahn (uno de los Juicy Fruits de El fantasma del Paraíso y que debe ser amiguete de Joe Dante porque sale en un porrón de sus películas en pequeños papeles).
Mención especial al maquillaje de Dick Smith (El exorcista, El padrino, La muerte os sienta tan bien) que convirtió a Matthau en un viejales octogenario cuando en realidad se gastaba apenas 55 castañas.
La película, pese a tener muy buenas críticas e, incluso, recibir nominaciones a los Oscar y varios premios, fue un fracaso en el momento de su estreno. Por alguna extraña razón a los alemanes les encanta (coño, son alemanes y por ende son sórdidos) y han hecho un montón de telefilms basados en el libreto de Simon. Aunque los yankies también han ido haciendo de las suyas (a finales de los 70 hicieron un piloto con miras de convertirlo en serie pero no acabó en buen puerto), y a mediados de los 90 cogieron a Woody Allen (que apunto estuvo de protagonizar la versión de los 70) y Peter Falk y los metieron en un telefilm adaptado a la época que aquí salió directamente en VHS como La pareja chiflada y cuando la editó Manga Films en DVD la sacó como The sunshine boys. La pareja perfecta. El telefilm acabó siendo el clásico producto para la caja tonta de los 90, esto viene a ser algo anodino, un simple capricho para Allen y Falk.
Mención especial al maquillaje de Dick Smith (El exorcista, El padrino, La muerte os sienta tan bien) que convirtió a Matthau en un viejales octogenario cuando en realidad se gastaba apenas 55 castañas.
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