miércoles, septiembre 30, 2020

Huellas de sangre

Tirarse en el sofá para ver un slasher 80tero protagonizado por un grupo heavy pinta divertido. Sí, tenemos claro que el subgénero nunca fue un prodigio del ritmo, pero seguro que lo compensamos con unos cuantos asesinatos chanantes y toneladas de pelo engominado. Pero si a la ecuación le añadimos que estamos ante un producto facturado en la "potente" industria cinematográfica sueca, se nos empieza a torcer la velada.

Una señora, harta del borrachuzo de su marido, le pega cuatro navajazos y huye junto a sus retoños. Unas cuantas décadas después, a la zona llega un grupo de heavy llamado Oro puro y un equipo técnico para grabar un videoclip en esos nevados paisajes y en una fábrica abandonada del lugar, sin saber que en habita la madre con los niños, a los que el tiempo no ha trato demasiado bien ni física ni psíquicamente. Y peor se les pondrán las cosas cuando un alud los deje atrapados e incomunicados.


Estamos ante otro de los varios films que en aquellos 80 el slasher y el heavy combinaron fuerzas, dándonos locuras de pelo crespado y litros de laca como Gira sangrienta, Muerte a 33 revoluciones por minuto, Rocktober, Al filo del infierno... Pero solo uno era sueco y ese es Huellas de sangre. ¿El peor de todos ellos? Complicada respuesta. Ni el nivel general de la lista es para tirar cohetes ni Huellas de sangre tendría los medios de algunos de los otros films. Pero si el único problema fueran los medios... Aquí da la sensación que todo estaba bastante improvisado, con diálogos de auténtico besugo amateur, o esa supuesta familia de mutantes caníbales que no se sabe como han llegado a ese estado. ¿La vieja fábrica tenía productos radioactivos? Ni idea.
Ni siquiera tenemos a un protagonista definido. Simplemente nos ponen a un montón de personajes de los que ni sabemos sus nombres para que vayan cayendo mientras unas señoritas poco excitantes enseñan ubres y se lo montan con los integrantes del grupo de música. Dicho grupo, que han acabado renegando del film, era en realidad Easy action, que tuvieron éxito en su Suecia natal y sacaron dos discos de la mano de Sire, filial de la Warner. Finalmente se disolverían cuando el guitarrista Kee Marcello se fue al grupo Europe.


Aunque el número de muertes es generoso, las ejecuciones son poco agradecidas. Hay un tipo ardiendo en llamas, una cabeza cercenada y una señorita partida por la mitad que son las más llamativas, pero más por el concepto que por como están rodadas. Tampoco ayuda que la calidad de la imagen de la versión VHS que vi era más oscura que el sobaco de un grillo, además de estar amputadísima en cuanto a formato, haciendo ese extraño efecto de gente hablando a la nada.

En la dirección tenemos a Mats Helge Olsson (firmando como Mike Jackson), hoy en día bastante reivindicado por las nuevas generaciones suecas, pero que en su día era considerado el Ed Wood del lugar. Algo parecido a lo que pasó en su día por aquí con Piquer Simón o Jacinto Molina. Helge Olsson tiene una historia interesantísima detrás que, por si te interesa, la tienes en la reseña de La liga de los fantasmas, otro de sus truños pendencieros.

También se comenta que Derek Ford, que aparece como en un minúsculo papel, dirigió algunas escenas. El colega también tiene una carrera con bastante miga. Este inglés que empezó en la radio antes de dar el salto al séptimo arte, se especializó en el sexploitation (alguna nos llegó aquí en vídeo como Este, ese y aquel o Aguanta Jack) y en los 80 escribió No abrir hasta Navidad, donde también dirigió algunas escenas en sustitución de Edmund Purdom antes de ser despedido a los dos días.

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