Para muchos la decadencia de Fulci llegaba a mediados de los años 80 (para otros, toda su filmografía era una negación absoluta). Pero, si bien la genialidad de obras como El más allá (...E tu vivrai nel terrore! L'aldilà, 1981) o Aquella casa al lado del cementerio (Quella villa accanto al cimitero, 1981) no volvería a verse, el italiano todavía podía brindarnos, al menos, momentos de pura chifladura.
La que para algunos es su última película "buena", Roma, año 2072 D.C.: los gladiadores (I guerrieri dell'anno 2072, 1984), su única incursión en la ciencia ficción, parte del exploit puro y duro. En este caso de la saga Mad Max, más concretamente de su secuela, Mad Max 2. El guerrero de la carretera (Mad Max 2: The Road Warrior, 1981), que fue la que puso de moda ese subgénero de cine postapocalíptico que tanto supo aprovechar la escuela italiana. El film de Fulci también chupa (y mucho) de 1997: Rescate en Nueva York (Escape from New York, 1981), Rollerball (Rollerball, 1975) y, a nivel estético, Blade Runner (Blade Runner, 1982).
En un principio la historia, escrita por las mentes pensantes que estaban detrás de Nueva York bajo el terror de los zombi (Zombi 2, 1979) o 1990: Los guerreros del Bronx (1990: Il guerriere del Bronx, 1982), fue ofrecida a Enzo Castellari, pero al final acabó en manos de Fulci.
Y es que la similitudes entre las dos películas van mucho más allá de la sinopsis, compartiendo detalles que casi pasarían desapercibidos. Si en el film americano había unos collares que hacían explotar las cabezas, aquí es lo mismo pero con pulseras. También tenemos una chica que trabaja en el canal televisivo que desenmaraña la farsa ideada por los ejecutivos y que se alía con el protagonista, llegando a participar en el concurso. Lo mismo que el personaje de Maria Conchita Alonso. Aquí, los protagonistas se topan con unos esqueletos a los que se les presume que fueron antiguos gladiadores del concurso, al igual que le pasaba a la cuadrilla de Arnie cuando se topaban con los restos de los que se creían ganadores de ediciones anteriores.
Y seguramente se podrían sacar más similitudes entre los dos films, dejando bien claro que los yankis fusilaron sin ningún rubor el film transalpino.
Se nota que Fulci dispuso de bastante más dinero del que solía manejar (se habla de algo más de medio millón de euros actuales, en la época mil millones de liras), pero aun y así insuficiente para lo ambicioso del proyecto. Al pasar todo en localizaciones cerradas, salvo la parte del concurso, que sucede en un supuesto coliseo donde no se ve el público, queda todo muy hermético, y echamos en falta algún plano con la gente viendo en su casa el programa. Quedándose la cosa con un par de escenas donde alguna nave voladora recorre una Roma futurista con muchas lucecitas y exceso de flou.
En cuanto al cast, pasaban por allí Jared Martin, un habitual de las series televisivas norteamericanas y que volvió a trabajar con Fulci en Aenigma (Aenigma, 1987); y el siempre entrañable Fred Williamson, en plena etapa italiana.
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